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PRÓLOGO

El título de esta publicación resulta tremendamente sugerente. “Educación Católica en Latinoamérica, un proyecto en marcha” nos sitúa inmediatamente dentro de fronteras claras: un tipo de educación, su valoración, y una región geográfica específica.

En una mirada retrospectiva, parte importante del continente inició el nuevo siglo con demandas en materia de derechos sociales tendientes a mejorar y asegurar el bienestar de la población, especialmente de los más excluidos. En paralelo a estas demandas de orden social, la combinación de crecimiento económico y políticas sociales ha repercutido en la mejora de diversos indicadores, especialmente en la reducción de la pobreza e indigencia. Todo lo anterior, combinado con diversos ciclos de inestabilidad política y esfuerzos de consolidación democrática.

Por su parte, la situación religiosa del continente ha sufrido también cambios relevantes, en muchos casos producidos por crisis internas. El ambiente de cristianismo que posibilitaba amplias expresiones del catolicismo ha desaparecido. Nos encontramos ante una nueva realidad, un cristianismo desterritorializado, desinstitucionalizado y secularizado. Karl Rahner afirma que la situación de diáspora es para nosotros, hoy, una obligatoriedad salvífica. Es decir, no debemos considerar esta situación de diáspora únicamente como una desgracia, sino que podemos reconocerla como permitida (no como debida) por Dios, y serenamente sacar de ello las consecuencias.

En ese marco, celebro la iniciativa que ha dado a luz a esta publicación. Se trata de un trabajo sistemático y sostenido en el tiempo que tiene como resultado un libro colegiado, impulsado por académicos de dos universidades católicas, la Pontificia Universidad Católica y la Universidad Alberto Hurtado. Convocar a académicos de distintas latitudes, en una producción que sintetiza experiencias e investigación en torno a la educación católica, resulta de vital relevancia en el actual escenario de nuestro acontecer como naciones y particularmente como continente.

A diario trabajamos con seriedad por sustentar, conducir y gestionar factores identitarios que enriquezcan la esencia de nuestro ser como instituciones de educación católicas. Es en esa identidad que la universidad aporta al cristianismo, y que el cristianismo no se explica sin la universidad, en una dialéctica de mutuo enriquecimiento. Desde esta perspectiva, la elaboración y difusión de esta publicación responde a necesidades y desafíos en una triple dimensión; aquellos que se presentan a instituciones de educación católicas, requerimientos desde la Iglesia y demandas a nivel social y cultural.

Instituciones de educación católicas

Es una parte esencial de nuestra misión reflexionar sobre el presente y futuro de la educación católica ante los cambios acelerados que vive la región. En efecto, la Organización de Universidades Católicas de Latinoamérica y el Caribe (ODUCAL), a la cual la Pontificia Universidad Católica está adscrita, proyecta como eje estratégico en su plan de trabajo 2019-2020 abordar en forma mancomunada los desafíos regionales. Con ello interpela a las universidades católicas a participar activamente en la discusión pública local, nacional e internacional, en temas relativos a la cultura y al desarrollo social, económico y político-institucional de América Latina y el Caribe. El acento está puesto en sumar una perspectiva cristiana de alto nivel en el debate público, en el que la preocupación por sistematizar investigación, por “crear redes”, en palabras del Santo Padre Francisco, no puede quedar fuera.

Una correcta comprensión de los desafíos planteados por la cultura contemporánea, y la formulación de respuestas significativas a esos desafíos, debe promover el ensanchamiento de la razón: hacerla capaz de explorar y abarcar los aspectos de la realidad que van más allá de lo puramente medible, cuantificable y observable, y dar alas a la razón para mirar aquello que resulta trascendente y al mismo tiempo atractivo no solo para la cognición, para la razón, sino también para el espíritu.

Es necesario investigar y enseñar en sintonía con la naturaleza de la contribución que el cristianismo puede dar al humanismo del futuro. Los espacios universitarios son comunidades especialmente orientadas a fomentar dicha reflexión e intercambio intelectual.

Ante ese desafío, “aspiramos a construir una universidad de frontera que, a partir de su identidad católica, imagina nuevas realidades, amplía oportunidades y se compromete con la sociedad” -así reza nuestro plan de desarrollo como Pontificia Universidad Católica-, y que “impide el divorcio entre la razón y la acción, entre el pensar y el sentir, entre el conocer y el vivir, entre la profesión y el servicio. El conocimiento siempre debe sentirse al servicio de la vida y confrontarse con ella para poder seguir progresando” (SS Francisco, 2018).

Es en esa confrontación que la producción académica se encuentra con la realidad escolar, y vuelve la mirada sobre el ser y el hacer de la escuela católica. Es un desafío dar continuidad a la investigación y a la recreación de una cultura cristiana para alimentar el subsistema de educación católica. Esto no solo se materializa en delinear ejes articuladores de indagación, de formación de investigadores calificados en estos ámbitos, sino también en la prioridad de invertir en ello; levantar centros de investigación de primer nivel y disponer parte del quehacer de las universidades a una alianza virtuosa con la escuela católica, y al servicio de las necesidades particulares de este subsistema.

Requerimientos desde la Iglesia

La complejidad de los tiempos nos invita también a dar espacio a repensar la identidad eclesial de la escuela católica, en el entendido que esta es un lugar de experiencia de la Iglesia, de vivencia preclara del ser Iglesia. Para el mundo creyente, la lectura asidua de los tiempos en clave de la Divina Providencia es una práctica habitual: ¿qué le dice el acontecer mundial a la educación católica? Las precariedades y los avances del tiempo nos revelan la necesidad de una renovada conformación del sistema educativo, de las formas de enseñanza y de la organización de los establecimientos educativos, en donde el mundo católico ha transitado desde la hegemonía a ser una expresión minoritaria en el ser social.

Se deben leer los acontecimientos del tiempo como una invitación concreta a repensar las relaciones Iglesia – escuela católica, ante circunstancias donde la Iglesia doméstica adopta fuerza frente a una iglesia institucionalizada. Esto es más urgente aún atendiendo a la gran desconfianza que impera en nuestras sociedades respecto de todo aquello que imponga una estructura o se asemeje a una institución. Debemos transitar armónicamente desde un cristianismo heredado a un cristianismo que nace de una opción personal.

En sus 11 capítulos, este libro abrirá e iluminará definiciones, miradas y perspectivas. Pero por sobre todo tiene el potencial de abrir reflexiones para repensar un sistema educativo que creativamente pueda salir al encuentro de un hombre y de una mujer que miran a lo alto, a Dios que todo lo puede, que todo lo cambia y que todo lo sana. Se ha encomendado a la educación católica una inmensa y trascendente tarea para los nuevos tiempos y es la Iglesia, la que puede ser regalada y renovada desde las más pequeñas comunidades educativas.

Demandas a nivel social y cultural

Tanto la educación escolar como la universitaria han estado al centro de la propuesta de la Iglesia Católica en su vida pública. A nivel escolar, la educación religiosa ha sido una de las prioridades del quehacer de la Iglesia. Ha promovido y defendido la libertad de educación cuando en culturas tremendamente secularizadas y laicistas, se corría el riesgo de reducir la educación católica a la mera formación en valores religiosos, sin la posibilidad de plasmar el ideario confesional en, por y a través de la escuela. “La Tradición ha visto en la enseñanza —y, más generalmente, en la educación— una manifestación concreta de la misericordia espiritual, que constituye una de las primeras obras de amor que la Iglesia tiene la misión de ofrecer a la humanidad” (Benedicto XVI, 2008).

En la sociedad del futuro, el cristianismo exige una vigorosa voluntad de plasmación y de desarrollo. En otras palabras, la Iglesia y sus fieles debemos tener la valentía de arrojarnos con audacia en medio del oleaje y dejar la responsabilidad a Dios. Adoptar una decidida conciencia de misión y espíritu de conquista. Es ahí donde la educación católica posee todas las herramientas para encontrar soluciones creativas para implementar una reflexión permanente sobre aquellas preguntas que son de orden fundamental.

Dr. Ignacio Sánchez Díaz

Rector

Pontificia Universidad Católica de Chile

Diciembre, 2019

Educación católica en Latinoamérica

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