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2. EXTINCIONES NATURALES

Un extraordinario evento planetario ocurrió el 22 de marzo de 1989 cuando un asteroide, tres veces más grande que una cancha de futbol, casi colisionó con la Tierra. El asteroide pasó por el lugar exacto donde el planeta se encontraba pocas horas antes. Si hubiera colisionado con la Tierra, el impacto se habría sentido como una explosión simultánea de 1,000 a 2,500 bombas de hidrógeno de un megatón. Ésta fue la diferencia entre una corta noticia de la tarde y la muerte de millones de personas, sin mencionar los daños a la infraestructura humana y a la diversidad biológica. En otras palabras, este evento habría significado el episodio más reciente de una extinción masiva natural; gran parte de la superficie del planeta habría sido, por mucho tiempo, un lugar inhabitable.

En otras épocas la vida corrió con menos suerte. Los paleontólogos dividen la historia de la Tierra en periodos, que son marcados por cambios ambientales que produjeron cambios abruptos en la composición de especies fósiles. Así, la división entre el Precámbrico y el Cámbrico, hace 600 millones de años, se caracteriza por un cambio abrupto de organismos marinos microscópicos a formas de vida macroscópicas, más complejas como los trilobites, parientes extintos de los insectos y cangrejos actuales. Estas transiciones han sido asociadas con desastres naturales que causaron una perturbación catastrófica y extensa, que provocó la extinción de un enorme número de especies de plantas y animales en relativamente poco tiempo, lo que cambió el curso de la evolución.

Estos eventos catastróficos se conocen como extinciones masivas. Las cinco olas de extinción más grandes ocurrieron en los últimos 600 millones de años. Estas olas se desenvolvieron rápidamente (en tiempos geológicos) por causas naturales tales como la actividad volcánica extensiva y prolongada que provocó un enfriamiento global del clima; los periodos rápidos de calentamiento; o los impactos de meteoritos. Aun así, los efectos de estos eventos no fueron uniformes pues, aunque algunos grupos grandes de especies se extinguieron, otros permanecieron en su mayoría intactos. Después de cada pérdida de biodiversidad la Tierra requirió millones de años para ver restablecida una abundancia similar.

El suceso de extinción masiva más reciente marcó la transición del Cretácico al Terciario (conocida como el límite KT en inglés), que ocurrió hace aproximadamente 66 millones de años. Este evento aniquiló a casi todos los dinosaurios que dominaban el planeta. Se calcula que cerca del 70 por ciento de todas las especies existentes desapareció en unos cuantos miles de años; sin duda un evento de extinción de magnitudes gigantescas. En cuanto a los dinosaurios, solamente sobrevivieron los ancestros de las aves actuales, legado que nos fascina hasta la actualidad.

Los debates sobre el límite KT quizá nunca terminen, pero en general, su causa es atribuida a un meteorito masivo que impactó con la Tierra en lo que posteriormente se convertiría en la península de Yucatán, cerca del golfo de México. Hoy, al observar el tranquilo oleaje una tarde de otoño de esta región, sería difícil imaginar la fuerza brutal de una colisión que vaporizó toda la vida a zona cero. El asteroide seguramente cruzó la atmósfera en un segundo, mientras calentaba el aire frente a él a una temperatura mayor que la del Sol. Cuando impactó, el asteroide debió haberse vaporizado. Al mismo tiempo, partículas de rocas fueron arrojadas a miles de kilómetros en el espacio y ondas gigantescas de choque debieron atravesar la roca madre sólo para regresar a la superficie y lanzar cúmulos de roca derretida hacia la Luna.

Algunos de los materiales producto del impacto se elevaron hasta la mitad de la distancia entre la Luna y la Tierra, y debieron bajar en forma de lluvia de escombros de miles de meteoritos, lo que sin duda generó numerosos incendios que posiblemente duraron semanas o meses y se extendieron en áreas enormes. Los terremotos, derrumbes y tsunamis resultantes de la catástrofe se sumaron a la devastación.


El oso pardo, llamado oso gris en Norteamérica, no se encuentra en peligro de extinción. Su área de distribución actual es sólo en Canadá y Estados Unidos en Norteamérica y el norte de Eurasia. En otras épocas estaba distribuido desde México hasta Alaska y del norte de Europa y Rusia hasta el norte de África. Pero su distribución se ha contraído considerablemente. Su población en Rusia se ha reducido a la mitad en dos décadas y poblaciones pequeñas se encuentran amenazadas por la caza ilegal para obtener sus garras o sus vesículas. Estas crías, como nuestros propios nietos, se enfrentan a un futuro muy incierto.

Ya sea que la descripción anterior sea cierta o no, lo que sí sabemos es que todos los animales terrestres con un peso mayor a 18 kilogramos, incluidos los dinosaurios, se extinguieron. Mientras tanto, un discreto grupo de pequeños animales de apariencia extraña y cuerpos cubiertos de pelo comenzó a salir a la luz. Posteriormente, después de millones de años, los mamíferos se diversificaron en los miles de especies que hoy conocemos y se convirtieron en uno de los grupos más exitosos de la Tierra.


Las cebras de Grévy solían estar ampliamente distribuidas, pero ahora están confinadas al Cuerno de África (que incluye a Kenia y Etiopía). El declive extremo de este hermoso pariente de la cebra común es atribuido a su restringido acceso a alimento y agua, pues éstos son acaparados por las poblaciones humanas y sus animales domésticos. La caza por la piel, la carne o el valor médico imaginario de algunas partes de su cuerpo también ha contribuido a su desaparición.

Las extinciones también ocurren entre los episodios de extinciones masivas, pero a tasas mucho más bajas. Ésta es la diferencia entre las extinciones masivas y las extinciones normales o de fondo. A raíz del continuo proceso de la selección natural sobre las poblaciones y ambientes, nuevas especies aparecen mientras que otras se extinguen como consecuencia de los constantes cambios. Cuando la última población de una especie se extingue, la especie misma desaparece. En otras palabras, todos estos eventos son perfectamente naturales, pues la Tierra ha estado siempre en un proceso de cambio gradual: las placas tectónicas mueven a los continentes, lo que causa que su clima cambie, así como la actividad volcánica puede alterar el clima de todo el planeta. Las montañas se erosionan, los glaciares van y vienen, nueva tierra aparece y otra se hunde en los océanos. Nuevos tipos de depredadores coevolucionan junto con las nuevas especies de presas, mientras que los oponentes que no logran adaptarse desaparecen. Al final, el cambio continuo es el estado natural del mundo, aunque sus transformaciones son tan lentas que pasan desapercibidas para los humanos.

En los últimos 65 millones de años, desde la quinta extinción masiva, las tasas han sido las de fondo o normales. Desde el espacio, la Tierra parece ser un lugar pacífico que de vez en vez es sacudido por erupciones volcánicas, terremotos o tsunamis. Sin embargo, actualmente la tasa de cambio está acelerándose. El incremento se debe al constante aumento del número de especies en extinción, el cual supera evidentemente los niveles compensatorios de surgimiento de nuevas especies. Cientos de especies de mamíferos, aves y otros vertebrados han sido registradas como extintas en los últimos 500 años. Una importante cantidad de especies (incluidos invertebrados y plantas) probablemente se han extinto, y hoy millones de poblaciones de especies se están enfrentando a su posible extinción.

Nuestro planeta actualmente se encuentra en un cataclismo tan grande que todos sus maravillosos animales, plantas, microorganismos y todas las interacciones entre ellos, están en peligro. Sin embargo, esta vez no se debe a fuerzas cósmicas o geológicas, sino al actuar de nuestra propia especie. Y mientras el destino de muchos organismos dependerá de las acciones que los humanos emprendamos en las próximas dos o tres décadas, nuestra civilización depende también, paradójicamente, de su destino.

La aniquilación de la naturaleza

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