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PRÓLOGO

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ALGUNAS DE LAS LECCIONES MÁS VALIOSAS que he aprendido como pastor, las cuales se hacen más firmes año con año, son lecciones que ocurren en cuartos de hospital y en agencias funerarias. He visto a dulces santos de edad avanzada dar su último aliento mientras sostengo sus manos y oro por ellos. Me he ganado el corazón de muchos enemigos a los que he visitado en sus cuartos de hospital cuando están pasando por el proceso de recuperación de alguna enfermedad. He visto cómo la desesperación se convierte en esperanza cuando, en medio de un funeral, le hablo de Cristo a una viuda afligida. Estos momentos cruciales para un ministerio fructífero ocurren porque tanto los cuartos de hospital como las agencias funerarias tienen la capacidad de lograr cosas que no se pueden lograr en otros momentos de la vida. Pues son lugares que nos recuerdan cuan frágiles y vulnerables somos. Son lugares que sacuden nuestros corazones y nos hacen poner los pies en la tierra cuando somos tentados a creer que somos invencibles. Tienen la capacidad de forzarnos a pensar en las cosas eternas aun cuando queremos pensar en las cosas temporales.

Y de manera irónica, esos son precisamente los lugares que muchos pastores tratan de evitar. ¿Por qué pasa eso? La razón principal es porque este tipo de ministerio es un trabajo duro. No es un trabajo glamuroso. Requiere que involucremos nuestros corazones de una manera que resulta incómoda para muchos de nosotros. Es un trabajo que implica soportar cargas que son dolorosas. En ocasiones nadie se entera de que estás involucrado en ese ministerio (con la excepción de Dios y de las personas a las que visitas). Pero ese tipo de visitas son parte importante del corazón de nuestro llamado a ser pastores que apacientan al rebaño de Dios hasta que aparezca el Príncipe de los pastores (1 Pedro 5:4). Y estoy convencido de que, una de las mejores maneras para reestablecer ese aspecto esencial del ministerio pastoral es equipar a los pastores para que puedan desempeñar un mejor cuidado de aquellos que están afligidos.

Por esa razón estoy tan entusiasmado con este libro. Me entusiasma porque tanto el contenido como la estructura son muy adecuados para equipar a pastores y a otras personas con principios que los ayuden a consolar a los afligidos. Después de presentar los fundamentos bíblicos que nos enseñan de dónde viene nuestra esperanza en tiempos de aflicción, Paul Tautges continúa describiendo varias formas en las que un pastor puede ministrar esta esperanza a otros. La segunda sección incluye ejemplos de sermones, y apéndices que nos ofrecen ayudas prácticas. El libro contiene consejos para escribir notas y usar canciones, y también contiene tablas para ayudar a programar visitas y contactos durante el primer año de duelo. Consolar a los Afligidos nos presenta una introducción concisa y clara a la teología y las herramientas necesarias para guiar correctamente a las personas que están en duelo.

La segunda razón por la que este libro me entusiasma es debido a que es un recurso clave de la serie de Pastorado Práctico. Uno de los libros de esta serie, Visita a los Enfermos, se enfoca en la manera en la que debemos procurar el cuidado de las personas que luchan con la enfermedad, el dolor, y la aflicción. Otro libro, Organizar Funerales Centrados en el Evangelio, aborda las circunstancias inmediatas que ocurren alrededor de la muerte de una persona, incluyendo la preparación del sermón para el funeral y la logística necesaria para trabajar de la mano con las agencias funerarias. Y a pesar de que los hospitales y las agencias funerarias son lugares clave para realizar este ministerio, no son los únicos lugares en los que las personas experimentan la aflicción. Gran parte del proceso de duelo requiere una atención prolongada que tiene lugar mucho después de las circunstancias inmediatas del hospital y la funeraria.

Consolar a los Afligidos es un maravilloso complemento para esos dos libros. Ya que se encarga de llenar los espacios vacíos de los libros anteriores, al mismo tiempo que refuerza la sabiduría y las ayudas prácticas que éstos ofrecen. Y por si eso fuera poco, tengo la confianza de recomendar ampliamente al autor. Paul Tautges es un fiel hombre de Dios, y es un pastor del pueblo de Dios, que ha consolado tiernamente a muchos que tienen la esperanza del evangelio, y su manera de escribir está sazonada con la sabiduría necesaria para instruir a otros. Mi oración es que los lectores sean bendecidos por su sabiduría y su fidelidad a las Escrituras.

Brian Croft, enero 2014

Consolar a los afligidos

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