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Educar con miedo puede provocar con facilidad que para nuestros alumnos aprender sea incómodo, desagradable”.

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Es importante tener en cuenta que las emociones tienen muchas y variadas intensidades, no siempre tienen que ser tan intensas como ver un oso o que te toque un gran premio. También hay intensidades muy sutiles dentro de una misma emoción. Cuando vas más despacio o vas más rápido, al ver a alguien que no te cae bien o que te gusta, cuando corres para poner el dedo en el aparato de fichar en el trabajo… En estas ocasiones, también te mueves por emociones.

En educación, tenemos que tener muy claro que es mejor educar con emociones positivas. Educar con miedo puede provocar con facilidad que para nuestros/as alumnos/as aprender sea incómodo, desagradable, algo que con el tiempo puede generarles desinterés por aprender, puede hacer que lo que es propio del cerebro, que es la motivación por el aprendizaje, pase a ser desmotivación por aprender. Es importante destacar entonces algunas formas sutiles con las que se puede educar a través del miedo, incluso sin darnos cuenta. El miedo es una emoción individual, una persona puede tener miedo, otra no, por el mismo motivo. Y la misma situación puede provocar más o menos tensión o incomodidad, según la persona o las características individuales del alumno.

Entre las acciones que tendríamos que revisar porque pueden estar contribuyendo a educar con miedo, destacamos las siguientes:

• Las caras que ponemos al hablar o corregir y las emociones que reflejan nuestras miradas, que a veces ni somos conscientes de ellas.

• El enfado y el tono de voz con el que corregimos. Eso puede favorecer que un alumno, al equivocarse, pueda verlo como una amenaza hacia su profesor y tenderá a callarlo, a no hablar de ello y, por tanto, a no corregirlo la próxima vez. Puedes decirles que no importa que se equivoquen, que del error se aprende, pero si tu mirada dice lo contrario cuando lo hacen, sabrán que, si se equivocan, es mejor callarse.

• Las burlas o amenazas. «Se lo digo a tus padres», en tono amenazante, puede sonar como un elemento para producir miedo, que es lo que buscan ese tipo de amenazas; o en tono cercano para poner soluciones y mejorar, con otro tacto y sutileza distintos al anterior. El tono determina mucho la emoción que te hace sentir el lenguaje.

• Los castigos por comportamiento. Cuando en clase no se portan de manera adecuada, hablan demasiado, hacen algo que no debían, y les dices que les pones un examen, o más tareas, o tienen que estudiar más por ese motivo, el mensaje que envías es que estudiar o trabajar es un castigo, es incómodo, es una consecuencia negativa por algo que no hicieron bien. Y eso, a largo plazo, puede que sea un motivo para no querer estudiar. El mensaje que tiene que llegar a nuestros/as alumnos/as es que estudiar es placentero, es interesante, es divertido, es bueno. Cuantas menos veces mostremos nuestro enfado mejor. Cuando nuestros/as alumnos/as se comporten de manera poco adecuada las consecuencias no tienen que ir relacionadas con el estudio o el trabajo, tenemos que buscar consecuencias relacionadas con ese comportamiento concreto.

¿Qué consecuencias podíamos utilizar para corregir comportamientos? Está claro que relacionadas con estudiar, no. Algunas ideas: salir más tarde de clase, ponerse al lado del profesor hasta que termine la clase, buscar palabras en el diccionario y copiar su significado (no es estudiar, es más bien copiar), copiar una canción, ordenar la clase al terminar. Y así pensar en toda una serie de actividades que puedan servir como consecuencia, pero que no tengan que ver de manera directa con el estudio.

Es evidente que el miedo que genera el profesor con un enfado, un gesto o una amenaza repercute directamente y rápido en un cambio de actitud y el alumno parece que la mayoría de las veces reacciona, pero la reacción es lo que vemos, cuando quizás lo que no vemos es que esas actitudes de los profesores, una tras otra, profesor tras profesor, todos los días, pueden conseguir que este sea un motivo importante para dar respuesta a esa pregunta inicial: ¿por qué si aprender es algo que gusta al cerebro, luego no lo parece?

Educar con alegría es otra posibilidad

Educar con alegría es tener un ambiente relajado en clase o en casa. Es saber que puedes equivocarte y que no hay problema, puedes hacerlo, pues el error es un motivo para una nueva explicación, un nuevo aprendizaje, un nuevo encuentro educativo, donde lo que importa no es que te equivocaste, lo que importa de verdad es lo que vas a aprender, lo que importa eres tú.

Educar con alegría es poner las mejores condiciones para estar a gusto, sentirse cómodo con uno mismo, es saber que el/la profesor/a y tus compañeros/as te respetan, te equivoques o aciertes, es saber que hay un clima de confianza en la clase, es saber, que te valoran tus logros y progresos por pequeños que sean. Educar con alegría es hacer llegar a tu alumno/a el mensaje de que si se equivoca, si el comportamiento no es el adecuado, juntos tenemos que analizar los motivos por los que es así y juntos descubrir las posibilidades de mejorarlo, y siempre hay que intentar que las ideas propuestas suenen a posibilidades y no a amenazas. No es igual decir: «Pues ahora llamo a tus padres y verás», que «quizás convenga que llame a tus padres y veamos soluciones juntos».

La actividad educativa tiene que generar encuentros cercanos, propuestas para mejorar, actividades para crecer, proyectos para avanzar, espacios y tiempos para conocerse y aprender juntos.

Educar con alegría es más lento, pues priorizamos la calidad, antes que la cantidad. Pero contribuimos a proyectar en quien aprende las ganas de continuar aprendiendo, de seguir formándose y creciendo a nivel intelectual y personal.

Otra posibilidad de educar con calidad es la sorpresa. La sorpresa es sencillamente hacer algo no habitual.

Cuando no hay emociones asociadas a un aprendizaje, cuando no hay memoria asociada, se genera la sorpresa. La sorpresa se genera en el tálamo. La sorpresa provoca atención, la atención hace entrar en juego la motivación. La motivación a nivel fisiológico es un aporte extra de energía al cerebro en forma de glucosa y oxígeno, lo que favorece en gran medida el aprendizaje. A nivel emocional, la motivación es ese impulso que te mueve a actuar y además estimula que mantengas tu esfuerzo, para conseguir el objetivo. Este circuito, formado por la sorpresa, la atención y la motivación, produce una sensación placentera debido a que el cerebro genera unas hormonas (endorfinas), que favorecen que se produzca esa sensación. Por ello, todo lo que aprendemos dentro de ese circuito el cerebro lo asocia con facilidad al placer y lo aprendemos mejor.

Después de haber generado una emoción, hay un espacio de tiempo en el que el cerebro aún aprende con facilidad, este espacio se denomina «resaca emocional», y se mantiene alrededor 20 minutos después de haberse generado la emoción. Este es un momento importante a nivel educativo, pues es un espacio que tenemos que aprovechar para construir y favorecer nuevos aprendizajes. Lo nuevo, la sorpresa, centra rápido la atención sobre ello. La sorpresa potencia el aprendizaje, mientras que lo repetitivo, lo predecible no favorece la atención. En cambio, innovar, sorprender, crear situaciones nuevas de aprendizaje, utilizar metodologías novedosas y atractivas y favorecer el potencial creativo en clase es una fuente importante de motivación.

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