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La democracia y la economía de mercado

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En Coaching y Cultura hice un fuerte alegato en favor del apalancamiento de las perspectivas liberal, ecológica y político social. Esto es congruente con el enfoque básico triple: provecho, planeta y personas.

El comunismo, con su control opresivo y sus regulaciones sofocantes, ha mostrado sus limitaciones: impedir los emprendimientos privados, ahogar las iniciativas personales, aumentar la pobreza, limitar la libertad y alienar a los ciudadanos.

El liberalismo ha producido mucha riqueza y progreso. No obstante, la mano invisible de Adam también aparece cada vez más como una promesa difícil de cumplir. Suele recordarse a Smith16 por sus declaraciones acerca de “dejar que el mercado regule” y por decir que “menos gobierno es mejor”. Con menos frecuencia recordamos sus mensajes acerca de lo que debería hacer el gobierno y su aversión al crecimiento de la clase capitalista. Olvidamos que su sistema de “libertad perfecta” estaba destinado a aumentar la riqueza de las naciones cuidando los intereses de todos, especialmente de los pobres.

Robert Heilbroner (2000) explica: “Smith explícitamente reconoce la utilidad de la inversión pública en proyectos que no puede realizar el sector privado –menciona las carreteras y la educación como dos ejemplos” (69).

Con respecto a la clase capitalista en ascenso –los protagonistas de Adam Smith–, Heilbroner señala que era “la misma clase que Smith criticaba duramente por su ‘cruel rapacidad’”, cuyos miembros “no son ni deberían ser los gobernantes de la humanidad” (66-67).

Como señaló el mismo padre del liberalismo, deberíamos evitar un liberalismo en el cual se deje que el mercado se regule por sí mismo y que los gobiernos no desempeñen su función crucial. Todos podemos y deberíamos contribuir al progreso de la sociedad de las siguientes maneras:

 Asegurar iniciativas y acciones destinadas al progreso social a través de regulaciones adecuadas.

 Distinguir los bienes de las mercancías.

 Reconocer la necesidad de la intervención gubernamental.

 Promover la gobernanza global para ocuparse de los desafíos globales.

 Alentar a los emprendedores y los innovadores.

 Adoptar el paradigma complejo de perspectivas múltiples.

Asegurar que las iniciativas y las acciones estén destinadas al progreso social a través de regulaciones adecuadas

La historia se repite. Según parece no aprendimos las lecciones de lo que causó la crisis de 1929. Heilbroner (2000) explica lo que sucedió entonces: “El estadounidense medio había usado su prosperidad de una manera suicida; se hipotecó hasta el cuello y luego se jugó su destino comprando fantásticas cantidades de acciones –como 300 millones, se estima, no con sus propios fondos sino con dinero prestado” (250–251). El paralelo con la crisis de 2008 es evidente.

André Comte-Sponville (2009) señala que “solo la ley puede moralizar al capitalismo … Lo que guio a los banqueros no fue un interés inteligente, sino una pasión ciega e irracional: la codicia.” Aquí la ética es insuficiente. Se necesita la ley –es decir, los límites–. La regulación escasa y una excesiva confianza en la “mano invisible” llevaron a la crisis bancaria de 2008, como aun Alan Greenspan llegó a admitir. El capitalismo es peligroso cuando se convierte en un capitalismo de deuda (o sea, aspiras a hacerte más rico con dinero que no tienes); debe ser cuidadosamente regulado.

Coincido en que es crucial contar con legislación adecuada. Las leyes deberían destinarse a resolver dañinos conflictos de interés. Por ejemplo, los bancos deberían verse obligados a conservar un porcentaje apropiado de préstamos vendidos por sus brokers (hipotecas de vivienda) –en particular los créditos subprime– en lugar de ocultarlos en fondos que venden a sus clientes (que no se dan cuenta de lo que incluyen sus portafolios opacos). A los gerentes de alto nivel debería estimulárselos con incentivos financieros para crear valor a largo plazo y deberían ser penalizados por destruirlo. A fines de 2008, Francia legisló en contra de los paracaídas dorados que recompensaban las pérdidas; este es un paso en la dirección correcta. Debemos prohibir los mecanismos financieros sofisticados que favorecen la especulación en lugar de crear valor, lo opaco en lugar de la claridad, y el capitalismo de casino en lugar del ánimo emprendedor.

El coaching global puede jugar un papel crucial para aumentar la autorresponsabilidad de los individuos, que incluye la reflexión sobre las repercusiones más amplias de nuestras acciones y la toma de consciencia de que podemos elegir y hacer una diferencia. En otras palabras, podemos combinar una perspectiva política (por ejemplo, el efecto coercitivo de la ley, en este caso inspirado por un compromiso para servir) y uno espiritual (por ejemplo, acciones significativas) para asegurar que el mercado opere en la dirección correcta.

Distinguir los bienes de las mercancías

Debemos distinguir los bienes de las mercancías. Es necesario que reaprendamos el valor de muchos bienes disponibles gratuitamente, comenzando por la naturaleza. Cuando reconocemos su valor estamos más motivados para preservarlos. Otros bienes pueden (¿deberían?) conseguirse a un costo mínimo, y quizá aun sin costo: incluyen el cuidado de la salud, la educación y el transporte público.

Muchos productos naturales pueden promover la salud y combatir la enfermedad, pero casi no reciben atención porque no son patentables –y por lo tanto no son redituables para las empresas farmacéuticas (Ver el Capítulo 3). Las empresas farmacéuticas pueden jugar un rol útil en la promoción de la salud y en el tratamiento de la enfermedad, pero no debemos apoyarnos excesivamente en ellas. Cuando la industria farmacéutica financia investigaciones universitarias (y sustituyen a los fondos públicos), el conflicto de interés es inevitable y los investigadores ignoran tratamientos sin medicamentos potencialmente útiles.

Las mercancías y la economía de mercado –con las regulaciones adecuadas– tienen su lugar; generan la riqueza económica que contribuye a financiar las democracias, permitiéndoles proporcionar otros bienes esenciales a los ciudadanos.

La tensión inevitablemente existe. La economía de mercado produce riqueza así como un efecto secundario de consumismo: consumir más de lo necesario, en detrimento de nuestra salud y nuestro bienestar –y los del planeta.

Deberíamos combatir estos excesos a través de la legislación y la educación. Las leyes solas no alcanzan. Necesitamos educar a los consumidores, ayudándolos a hacer el cambio de la compra insensata a la toma de decisiones sensata basada en lo que es realmente mejor para ellos, y para el planeta. Mi colega See Luan Foo de Singapur envió una tarjeta con el siguiente mensaje sabio: “Las personas más felices no tienen lo mejor de todo. ¡Solo hacen lo mejor con lo que tienen! La persona más rica no es la que tiene mucho sino la que necesita menos.”17

El coaching simplista solo se enfoca en mayores ventas y mayores beneficios, confundiendo cantidad con calidad. No cuestiona el contexto sociopolítico más amplio y mucho menos se propone cambiarlo. El coaching global tiene como objetivo ocuparse plenamente de la complejidad, ayudando al coacheado a navegar a través de los dilemas y adoptar la paradoja de que más puede ser menos y menos puede ser más.

Reconocer la necesidad de la intervención gubernamental

El economista John Keynes teorizó acerca de las limitaciones de la economía de mercado y la necesidad de la intervención gubernamental, particularmente en una crisis. Franklin Roosevelt incluyó algunas de esas ideas en su New Deal cuando asumió como presidente en lo más profundo de la Gran Depresión.

Cuando el consumo disminuye a causa del alto desempleo y la inversión es baja porque las empresas no ven ninguna posibilidad de que vuelvan los buenos tiempos, la economía como un todo se debilita. Para Keynes, el clásico enfoque de la reducción del gasto público para equilibrar la menor recaudación fiscal solo aceleraría la espiral descendente de la depresión. En cambio, sostenía que los gobiernos deberían aumentar el gasto público, especialmente en obra pública. Esto “cebaría la bomba”, haciendo crecer la economía con un efecto “multiplicador”: las personas que reciben dinero gastan la mayor parte en productos, aumentando las ganancias que permiten que las empresas contraten y paguen a más personas, que entonces pueden gastar más dinero en productos, etcétera. Parte del dinero que el gobierno inyectó retorna al gobierno en una mayor recaudación fiscal. (Ver especialmente Smith, 2008, 163–169.)

Keynes también explicó “cómo el remedio ‘clásico’ para el desempleo, la reducción de salarios para emplear a más personas, no funcionaría: además del hecho de que es difícil conseguir que los trabajadores la acepten, aun cuando los precios están bajando, esta reducción, al bajar el ingreso, también significa menor poder de consumo, o ‘demanda agregada’” (Smith, 2008, 167).

Además, Keynes aclaró por qué el enfoque clásico de estimular la economía a través de la baja de las tasas de interés había perdido su potencia: “Desde su punto de vista se crearía una situación en la que las tasas de interés serían tan bajas como para que las autoridades las presionaran, pero aún demasiado altas como para estimular la inversión porque las empresas se sentirían muy desanimadas con respecto a las posibilidades de crecimiento –en palabras de Keynes les estaría faltando ‘el espíritu animal’. En otras palabras, era posible que la economía quedara atrapada en la llamada ‘trampa de liquidez’. Aun cuando las tasas de interés estuvieran en su nivel más bajo posible, quizá aun cero, nadie desearía pedir prestado. En estas circunstancias, aumentar el dinero y el crédito no ayudaría. Sucedería que los bancos se llenarían de balances ‘inactivos’” (167–168).

La economía de mercado no existe para satisfacer necesidades o deseos humanos, sino para proveer mercancías para satisfacer la demanda humana. Algunos productos pueden demandarse sin que se los necesite realmente (consumismo). Otros puede ser deseados sin que haya demanda (porque no podemos acceder a ellos): este es el tema que la propuesta de Keynes ayudó a poner en marcha para revitalizar la economía después de la Gran Depresión.

En 2008, incluso George W. Bush, quien defendía la idea de que el mercado se autorregulara y se minimizara la intervención gubernamental, tuvo que defender el financiamiento oficial (o sea, una nacionalización socialista) para rescatar del colapso al sector bancario y a toda la economía de mercado.

La economía de mercado por sí misma no puede responder a los serios desafíos globales que enfrentamos. Pero la participación gubernamental presenta el riesgo de políticas burocráticas inefectivas: financiamiento público desperdiciado en proyectos mal elegidos,18 funcionarios públicos ineficientes protegidos a pesar de su bajo rendimiento y productividad. Sin embargo, las socialdemocracias (particularmente en los países nórdicos) han probado que la prosperidad económica puede coexistir con la protección social, y una economía de mercado puede coexistir con el socialismo. ¡Los gobiernos y las empresas públicas oficiales pueden gestionar de manera efectiva y rigurosa!

En 2008, Jean-Marc Nollet, un ecologista y político belga, tituló a su libro Green Deal, parafraseando el New Deal de Roosevelt. Necesitamos inversiones gubernamentales así como incentivos económicos para las empresas para estimular una transición social esencial. Cuando los fabricantes de automóviles sienten una presión constante de Wall Street para producir importantes beneficios trimestrales y la producción de vehículos menos contaminantes es demasiado costosa, seguiremos obteniendo los mismos resultados de siempre. Los gobiernos necesitan invertir en infraestructuras de transporte público menos contaminantes (carreteras, por ejemplo) y crear los incentivos ecológicos correctos.

Nollet defiende el principio de que pague quien contamina (“polluter-payer”) y el “verdadero costo de la contaminación” (94). La naturaleza ofrece muchos servicios vitales: purificación del agua, prevención de inundaciones, fertilización cruzada de plantas y frutas, fertilidad de suelos, etcétera etcétera. No deberíamos dar por supuestos estos servicios. Deberíamos calcular su valor económico y los contaminadores deberían pagar el costo de destruir la naturaleza. Este enfoque favorecería a las empresas sustentables y eliminaría muchas no sustentables que son rentables hoy pero que ya no lo serían bajo un régimen de responsabilidad económica de quienes contaminan. De manera similar, The Economist (2009) sostiene que “la mejor manera de reducir el calentamiento global sería un impuesto al carbón… Un impuesto al dióxido de carbono (CO2) significaría un incentivo para emitir menos. Sería simple, directo y transparente” (12).19

Necesitamos democracias fuertes para conducir a la economía a satisfacer necesidades humanas más que las meras demandas. Si dejamos que el mercado se autorregule, se logran grandes beneficios económicos incitando a los consumidores a comer grandes cantidades de comida chatarra, y luego venderles medicamentos para combatir los diversos trastornos médicos relacionados con este deficiente estilo de vida. En cambio, se necesita prevención, aunque sea menos “rentable”, para superar el círculo vicioso; esto incluye la promoción de hábitos saludables, especialmente a través de la educación (ver el Capítulo 3), imponer reglas más estrictas para la publicidad, prohibir las gaseosas y la comida chatarra en las escuelas, etcétera. Sería tonto confiar en la “mano invisible” y esperar que los negocios satisfagan necesidades humanas promoviendo una economía excesivamente libre en la que predomine el laisser-faire.

Promover la gobernanza global para enfrentar los desafíos globales

Deberíamos promover la gobernanza global para enfrentar los desafíos globales tales como la destrucción de la biodiversidad, el agotamiento de los recursos de la tierra, la contaminación, la pobreza, las catástrofes naturales y el terrorismo. Jacques Attali (2004) señala que las grandes empresas internacionales ya tienen una gobernanza global y aventajan a las democracias en el equilibrio de poder. Muchas veces las naciones se resisten a abandonar partes de sus intereses nacionales y su soberanía, pero es esencial crear una gobernanza global sólida, crear y hacer cumplir leyes internacionales y estar al servicio de los intereses mundiales.

El Secretario General de la ONU Ban Kimoon y Al Gore instaron a los países a invertir en energías renovables más que a mantener con vida industrias moribundas y perpetuar malos hábitos (Kimoon and Gore, 2009). Sostienen que continuar invirtiendo miles de millones de dólares en infraestructuras que se basan en carbón y subsidiando industrias que se basan en combustibles fósiles es equivalente a emitir bonos hipotecarios de riesgo. Para combatir la pobreza instan a las naciones a aumentar la ayuda pública tendiente al desarrollo. Esto incluye invertir en la agricultura de países pobres capacitando a los agricultores en prácticas sustentables y suministrando herramientas y semillas. Finalmente exhortan a los gobiernos a establecer un acuerdo real relacionado con el clima que conduciría a inversiones masivas y avanzar en innovaciones en energías limpias.

Las crisis mundiales representan oportunidades para “matar dos pájaros de un tiro” (prefiero el equivalente francés, faire d’une pierre deux coups –que se podría traducir como dar dos golpes con la misma piedra– que es más amigable con los pájaros): favorecer negocios y empleo en actividades que reduzcan la dependencia del carbón, proteger los ecosistemas y los recursos hídricos y reducir la pobreza. En otras palabras, satisfacer verdaderas necesidades humanas y prevenir futuras crisis. La gobernanza global es esencial para evitar equivocaciones y regateos y adoptar las medidas ambiciosas que el mundo necesita, como la reducción drástica de las emisiones de CO2.

Un informe del colapso preparado por el Programa Ambiental de las Naciones Unidas define esta visión como un New Deal Verde Global, “con una combinación de acciones y políticas orientadas hacia tres objetivos:

 Revitalizar la economía mundial, crear oportunidades de empleo y proteger a los grupos vulnerables.

 Reducir la dependencia del carbón, la degradación de los ecosistemas y la escasez de agua.

 Terminar con la pobreza mundial extrema para 2025. (Barbier, 2009, 8)

Algunos países están mostrando cómo hacerlo. Corea del Sur ha anunciado un plan New Deal Verde. A un costo de cerca de 36 mil millones de dólares estadounidenses, entre 2009 y 2012, la iniciativa se propone crear 960.000 empleos. El plan incluye nueve proyectos principales: expandir el tránsito masivo y los ferrocarriles, conservación energética (aldeas y escuelas), vehículos eficientes y energía limpia, espacio de vivienda amigable con el ambiente, restauración de ríos, gestión de recursos hídricos (represas pequeñas y medianas), reciclaje de recursos (incluyendo combustible) e infraestructura nacional de información verde. (Ver Barbier, 2009, 17.)

Sin embargo, la fragmentación es un obstáculo clave para la acción global. Como individuos sentimos que enfrentar los desafíos globales está fuera de nuestro control; como naciones tendemos a pensar que otros deberían ocuparse de hacerlo. El modelo holográfico puede ayudarnos a desarrollar una consciencia global para promover el progreso.

Los coaches globales debemos estar muy atentos a nuestro mundo interconectado y darnos cuenta de que nuestras acciones tienen repercusiones a nivel mundial. Debemos formularnos y formular a nuestros coacheados algunas preguntas difíciles: ¿cómo afectarán nuestras acciones a la sociedad y a nuestro planeta? ¿Qué legado deseamos dejar?

Alentar a los emprendedores y a los innovadores

Otro famoso economista, Joseph Schumpeter, subrayó el rol fundamental de los emprendedores y los innovadores. Mostró que “los emprendedores y su actividad innovadora son la fuente de ganancias en el sistema capitalista” (295).

“Por lo general, las innovaciones son el trabajo de pioneros”, señala Schumpeter, pero así como liderar es raro y difícil, seguir es fácil. Tras los pasos del innovador viene un enjambre –es la palabra que usa Schumpeter– de imitadores. La mejora original se generaliza a través de la industria, y una multitud de préstamos bancarios e inversiones da lugar a un boom. “Pero la misma generalización de la innovación le quita su ventaja diferencial”, dice Schumpeter (296)

Schumpeter explica que “el emprendedor no es necesariamente quien recibe la ganancia, aun cuando es su generador. Las ganancias van al dueño de la empresa, así como la renta va al dueño de la tierra” (296).

¿Por qué, entonces, el emprendedor se ocupa de una tarea sin recompensa? Schumpeter ve varias razones posibles: el sueño y el deseo de fundar un reino privado, el deseo de conquistar, y la alegría de crear, de lograr resultados, o simplemente la necesidad de usar la propia energía e imaginación (297).

Schumpeter mostró que, irónicamente, el éxito del capitalismo se apoya sobre los hombros de los líderes que buscan lo significativo más allá de la ganancia. “El ‘desarrollo’ del capitalismo no es… intrínseco al capitalismo como tal. ¡Es la dinamización de la sociedad en manos de una élite no capitalista!” (306). Esta paradoja solo inquieta cuando es vista según el paradigma simplista habitual. Como lo explicará si adoptamos el paradigma de la complejidad, se aclara que tal brecha es inevitable, consistente con el teorema de Gödel.

Según Jacques Attali (2009), la producción, no el crecimiento por sí mismo, contamina. Defiende la inversión masiva en innovaciones tecnológicas como salvación (mientras que insiste en que las mentalidades también necesitan evolucionar hacia el progreso sustentable). The Economist (2009) cita el ejemplo de First Solar, una empresa ubicada en Arizona, que fabrica paneles solares del grosor del papel que son más costo efectivas que la mayoría de las existentes y que duplicaron su producción en 2009. Esto es sumamente importante puesto que la energía solar es más costosa que el viento y se basa en subsidios cuantiosos (13).

Jean-Claude Guillebaud (2009) señala que a las personas se las alienta a consumir, pero se les advierte en contra del uso abusivo de los recursos de la Tierra; dice que no podemos tener la torta y al mismo tiempo haberla comido. Lamentablemente, la felicidad humana se asocia con el consumismo: reemplace su automóvil, compre un teléfono nuevo, vístase a la última moda. Para Guillebaud, el consumismo es una quimera que tenemos que abandonar.

Creo que deberíamos perseguir los dos objetivos al mismo tiempo: alentar a los emprendedores e innovadores a crear las soluciones energéticas limpias, costo efectivas, que necesitamos desesperadamente y otras tecnologías que permitan el progreso social y, al mismo tiempo, cambiar nuestros hábitos consumistas para reducir nuestro “rastro ecológico”.20

El coaching global puede ayudar en ambos sentidos. En el Capítulo 10 descubrirás cómo los coaches pueden ayudar a despertar el héroe que reside en cada uno de nosotros. Por ejemplo, desarrollar nuestro Guerrero y Explorador revelará nuestro potencial innovador. El Cuidador y el Sabio nos ayudarán a preservar los recursos de la Tierra, mientras nuestro Destructor nos permitirá eliminar muchos hábitos inútiles. El coaching de múltiples perspectivas puede maximizar nuestras oportunidades de ocuparnos de estos formidables desafíos.

Adoptar el paradigma complejo de perspectivas múltiples

El diario belga Le Soir invitó a prestigiosos economistas locales a analizar su fracaso colectivo en predecir la crisis de 2008 (“Les Économistes Surpris par la Crise,” 2009). A nivel mundial pocos economistas vieron lo que estaba por suceder y las teorías económicas sofisticadas fueron poco útiles en evitar la crisis (si bien luego de que sucediera ayudaron a explicar lo que había sucedido y cómo salir de la situación).

Ya lo dice el chiste: “¡Reúna a tres economistas y surgirán cuatro teorías contrapuestas!”. Le Soir concluye, sin embargo, que estos desacuerdos no deberían afectarnos: “La multiplicidad de teorías es, sin duda, la condición que nos permite comprender mejor las diversas facetas de la realidad; y la diversidad de opiniones es en realidad algo muy positivo para nuestras sociedades democráticas” (2009).

La investigación de Heilbroner (2000) sobre los grandes pensadores económicos le había permitido llegar a varias conclusiones, todas las cuales resaltan la complejidad.

 Interdependencia

“Las economías de hoy son más interdependientes de lo que eran los obreros en la fábrica de alfileres de Adam Smith.” (314)

 Complejidad de las conductas humanas

La economía tradicional supone que las conductas humanas son “racionales” y predecibles, en forma de relaciones automáticas de estímulo-respuesta. Sin embargo, ¡no somos robots! “La conducta humana no puede comprenderse sin el concepto de volición –la capacidad impredecible de cambiar de idea a último momento.” (317)

 No existe una visión verdaderamente neutral

“Por supuesto, hay mucho lugar para que el método científico analice muchos problemas que la economía busca clarificar, incluyendo el requisito de que los economistas informen los datos que observan lo más escrupulosamente que sea posible. Pero cuando llega el momento de presentar las recomendaciones de políticas, es imposible presentar análisis económicos como si surgieran sin discusión de los supuestos de la sociedad.” (318)

Heilbroner se refiere a Schumpeter: “Los procesos de la economía no son suficientes de por sí para determinar cómo funciona el sistema.” (305)

El paradigma de la simplicidad supone a un sujeto separado del objeto (o sea, el economista como un “sujeto” separado analizando fenómenos “objetivos”); el paradigma de la complejidad considera que el sujeto es inseparable del objeto.

 Perspectivas múltiples

Heilbroner cree que la economía necesita profundizarse y ampliarse con conocimientos de las otras ramas de la investigación social y puestas al servicio de un liderazgo esclarecido que persigue fines significativos. (321)

Llegando al fin de la Parte I espero haber aclarado las complejidades que nos atañen como individuos (Capítulo 1) y como colectividades (Capítulo 2). Es necesario que vayamos más allá de enfoques unidimensionales y adoptemos nuestra realidad multinivel. También debemos aprender cómo comprometernos con el coaching complejo de múltiples perspectivas en la práctica. El coaching global tiene por finalidad prepararnos para esta travesía y facilitar la transformación.

En la Parte II primero exploraremos las seis perspectivas esenciales y modos de coachear desde cada una. En la Parte III examinaremos los vínculos entre estas perspectivas y entre las diferentes capas en nuestra realidad (desde la individual a la social). El modelo holográfico y el paradigma de la complejidad nos ayudarán a comprender esta profunda conectividad. Así estaremos equipados como coaches para enfrentar desafíos complejos y ser partícipes activos en elevar la consciencia global y en hacer posible el progreso sustentable.

Liderazgo y coaching global

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