Читать книгу Sobre la vida y poesía de Homero. El antro de las ninfas de la Odisea. Sobre los dioses y el mundo. - Porfirio - Страница 6

INTRODUCCIÓN I. LA TRADICIÓN ALEGÓRICA HOMÉRICA . FUENTES . TENDENCIAS

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Podemos imaginar que el anhelo íntimo del poeta de Quíos sería a lo sumo que su gloria se conservara, como la de sus héroes, en las generaciones venideras. Anhelo humilde desde la perspectiva de casi tres mil años, como también el supuesto epitafio que los habitantes de Ios o él mismo 1 hicieron grabar sobre su tumba:

Aquí la tierra cubre la sagrada cabeza

que glorificó a los héroes, el divino Homero .

A la vista de los resultados se sentiría orgulloso y perplejo, bastaría con sólo comenzar a enumerar los que han consagrado, parcial o completamente, su vida al estudio de su poesía y de su persona. Se maravillaría al contemplar que no sólo se ha pretendido reconstruir su biografía, paso a paso en ocasiones, de él que ni siquiera «mencionó su nombre» 2 , sino también analizar todos los resortes de su quehacer poético y de su pensamiento como fuente y modelo para la posteridad.

Como reconocía Heráclito el homérico 3 , el contacto con Homero comenzaba en la más tierna infancia y terminaba con el final de la vida, siendo el «alimento» espiritual básico del hombre griego. En la Ilíada , el niño encontraba sus batallas y héroes, y en la Odisea , sus héroes y aventuras. La fascinación, el encanto que el espíritu infantil debería sentir sería enorme. Los papiros, tablillas y óstraca de origen escolar que nos han llegado con textos homéricos son muy ilustrativos al respecto, y reflejan la primacía del poeta en el ámbito educativo: con él se aprendía a leer y escribir, se aprendía de memoria y se cantaba. Era esencial en el programa de estudios 4 .

No es extraño, por tanto, que intelectuales griegos, que encontraron en él respuesta a todas sus inquietudes, no tengan rubor alguno al calificarlo de teólogo, fisiólogo, filósofo o educador aparte de divino o el poeta por excelencia 5 , de quien no hay siquiera que mencionar su nombre. Incluso recibió honores divinos. En Esmirna 6 , una de las supuestas patrias de poeta, Delos 7 y Alejandría 8 tenemos testimonios de culto al poeta, sin mencionar arte figurativo, como relieves —British Museum— o copas 9 .

Desde esta perspectiva se entiende que para el espíritu griego abandonar a Homero fuera como una traición a su propio ser, algo impensable, a no ser que se quisiera derribar uno de sus más firmes pilares. La cultura griega nunca lo abandonó. No hay intelectual griego que no haya sentido la influencia del poeta, en una u otra medida, pero nunca la indiferencia. Es citado con la misma veneración con la que los cristianos citan sus fuentes sagradas. Si, para Heródoto 10 , Homero y Hesíodo fueron los quc conformaron el panteón helénico, para otros muchos era a su vez una especie de profeta a través del cual la divinidad hablaba en forma mítica comunicando a los hombres el verdadero conocimiento. En este terreno hemos de reconocer el débito que la filología clásica tiene con Félix Buffière, autor de una obra que podemos considerar casi definitiva en este ámbito 11 . El ciego de Quíos se vio envuelto en las diferentes disputas religiosas y filosóficas de todas las épocas, y aunque tuvo enemigos como Jenófanés 12 , Heráclito 13 , Zoilo de Anfípolis 14 o Epicuro y sus discípulos 15 , por citar unos ejemplos, fueron muchísimos más sus admiradores, sus defensores, existiendo una auténtica Homerolatría.

El sistema alegórico surge como defensa de lo que significa ya el poeta en el siglo VI a. C. Contemporáneo de Cambises y, lo que resulta más revelador, de Jenófanes, es Teágenes de Regio 16 , hombre de espíritu curioso y osado, probablemente un rapsodo que como tal recitaba y explicaba a Homero, que sentía como en carne propia los ataques de que era objeto el poeta en su tiempo, no hallando mejor defensa que la alegoría, la reinterpretación, que como dice Jaeger 17 surge «en un momento de desarrollo intelectual cuando se ha puesto en duda el sentido literal de los Libros Sagrados, y cuando, a la vez, era imposible renunciar a ellos, pues esto hubiera sido una especie de suicidio». Por tanto, como reconoce Porfirio 18 , «esta forma de defensa es muy antigua y remonta a Teágenes de Regio, el primero que escribió sobre Homero». Su interés no se limitó simplemente a la alegoría, de la que conservamos su interpretación de la Teomaquia 19 , sino que, como dice Taciano 20 , «sobre la poesía de Homero, su familia y tiempo en que floreció, las primeras investigaciones son debidas a Teágenes de Regio, contemporáneo de Cambises», que mostró ya interés por el texto mismo 21 y con él, se dice, comenzaron los estudios gramaticales sobre el uso correcto, en Homero, de la lengua griega 22 .

Si hemos de creer todo lo que las fuentes nos transmiten sobre Teágenes encontramos, ya en el siglo VI a. C., los ingredientes básicos de De Vita et Poesi Homeri: estudio de la vida y obra del poeta en su doble vertiente, lengua y pensamiento, siendo en éste último ámbito donde incide la alegoría. Pero de Teágenes al Pseudo Plutarco cientos de intelectuales griegos acudirán a Homero, no sólo filósofos de cualquier escuela que tratan de hacerle concertar con sus propias teorías, sino también gramáticos y rétores, aparte de alegoristas en sí. De muchos de ellos sólo conservamos el nombre, generalmente en Suda o Diógenes Laercio 23 , pero de otros muchos estamos seguros que ni siquiera hemos conservado memoria. De Teágenes a Proclo, del siglo VI a. C. al V d. C., tendremos nombres tan importantes como Demócrito 24 , Aristóteles 25 , Heráclides Póntico, Antímaco de Colofón con su primera edición prehelenística 26 , Alcidamante 27 —que recogió y volvió a narrar la antigua leyenda popular del Certamen de Homero y Hesíodo —, Metrodoro, Estesímbroto y Glaucón, los tres alegoristas del siglo IV a. C. 28 , Antístenes 29 , Zenódoto 30 , Aristarco 31 , Riano 32 , Arato 33 , Aristófanes de Bizancio 34 , Crates 35 , Demetrio de Escepsis 36 , Apolodoro 37 , Dioniso Tracio 38 y Dídimo 39 , continuando con los neoplatónicos, por citar unos ejemplos.

Si examinamos esta relación nominal, de la que faltan aún los principales autores y obras del alegorismo homérico conservado, percibiremos el enraizamiento del poeta por excelencia con el desarrollo de la filología, gramática y filosofía. Algunos de los autores citados hicieron ediciones, puntualizaciones, aclaraciones al texto homérico, pero otros, y aquí es donde entran los alegoristas en sí, buscaron más el sentido profundo de las palabras del poeta. Porque, como dice Heráclito el homérico 40 , la alegoría es «una figura que consiste en hablar de una cosa mientras se quiere designar otra cosa distinta de la que se enuncia». Es un término que proviene del vocabulario de los gramáticos, concretamente de la escuela de Crates en Pérgamo, según Buffière 41 , que aparece en los tratados de retórica asociado en ocasiones a la ironía y al sarcasmo, retrotraíble en este ámbito también al siglo I a. C., a Filodemo de Gádara 42 según Rhys Roberts 43 . Sustituyó a partir del siglo I a. C. al término hypónoia 44 «sentido subyacente», para posteriormente, a su vez, ir cediendo su lugar con los platónicos a los términos mystérion, aínigma, sýmbolon 45 .

No hay que pensar que aquellos que buscaron el sentido oculto de la Ilíada y Odisea fueron fecundos siempre en ideas propias, originales. Lo más frecuente es la copia. Problemas y soluciones a las cuestiones homéricas formaban una especie de fondo común, que se transmitía de generación en generación de alegoristas, que las incluían en sus obras, eso sí, retocándolas, perfeccionándolas desde su punto de vista, añadiendo ese pequeño detalle que enriqueciera el legado transmitido. Tanto es así que, aunque somos conscientes de que es mucho lo que se nos ha perdido, con los textos que poseemos nos es posible formarnos una idea de los eslabones perdidos.

Como es usual, el material de que disponemos 46 podemos clasificarlo en dos grupos bien diferenciados:

1. El material disperso en toda la literatura griega, desde la época de los presocráticos a los bizantinos, consistente en citas, alusiones al paso en los más diversos autores, sin olvidar incluso a los autores latinos, de inspiración griega, casos de Cicerón o Macrobio, o a cristianos y judíos helenizados como Filón o Clemente de Alejandría.

2. Obras especialmente dedicadas a la interpretación de Homero, que a su vez se pueden subdividir en tres categorías: las que tienen por objetivo concreto la exégesis alegórica, las que de forma general nos hablan de Homero y sus mitos, donde encaja la interpretación alegórica, y, por último, las anotaciones verso a verso de los poemas homéricos de los escolios o los Comentarios de Eustacio.

Dentro de este segundo grupo las obras de exégesis alegórica que nos han llegado son las siguientes:

a) Alegorías de Homero de Heráclito el homérico, del que no sabemos prácticamente nada, cuyo título original completo es De Heráclito. Problemas homéricos relativos a las alegorías de Homero sobre los dioses 47 , datable en el siglo I d. C., con exégesis canto por canto, con una laguna importante, de los cantos XI al XIX de la Odisea , y que desconoce la exégesis mística.

b) El Antro de las Ninfas de Porfirio, siglo III d. C., centrado únicamente en la exégesis de Odisea XIII 102- 112, con exégesis mística.

c) Teología de Cornuto 48 , filósofo y gramático de la escuela estoica, del siglo I d. C., maestro del poeta latino Persio, autor de una concisa obra donde pasa revista a los dioses del panteón griego para explicar qué realidades físicas o morales encubren, con ayuda de las etimologías.

d) Sobre la Vida y Poesía de Homero , de que trata la presente Introducción.

e) Escolios y Eustacio. Los primeros, que figuran en los diversos manuscritos homéricos, no sólo son del tipo gramatical o filológico, sino que a veces se detienen en el sentido profundo del texto. Los más importantes para la Ilíada son los escolios del Venetus A y, sobre todo, del Venetus B 49 . En este grupo entrarían también las Quaestiones Homericae de Porfirio 50 , que, aunque esencialmente gramatical y literaria, de vez en cuando nos ofrecen soluciones alegóricas, pero como simples paradas. En cuanto a Eustacio, Arzobispo de Tesalónica del siglo XII d. C., en sus Comentarios a los poemas homéricos introduce notas alegóricas, lógicamente sobre todo desde el punto de vista moral, ya que considera la Ilíada y la Odisea como poemas educativos 51 .

Las corrientes interpretativas que fluyen a través de estas obras son fundamentalmente las siguientes:

1. Exégesis física: Homero conoció y expresó en forma mítica las leyes del universo material. Se da ya, lógicamente, en época de los presocráticos. Para los primeros alegoristas la Ilíada y la Odisea ocultan verdades de orden científico sobre los elementos, su interacción, constitución del mundo, etc. La encontraremos hasta más allá del mundo antiguo.

2. Exégesis moral: Homero conoció y expresó en forma mítica la virtud. Se da en todas las épocas, pero fundamentalmente es propia de las escuelas estoica, peripatética y platonismo medio.

3. Exégesis mística: Homero había expresado en sus mitos los secretos del mundo suprasensible. Los dioses de los neoplatónicos son los homéricos.

4. Exégesis histórica: reducción de los mitos a hechos de historia, a veces a un simple hecho trivial, mal comprendido o fantaseado, que se da desde muy pronto en el mundo griego, pero que adquiere en el terreno alegórico su impronta definitiva con la escuela peripatética, donde el nombre de Paléfato figura como cabeza 52 , y cuya huella encontramos en autores como Estrabón, Plutarco, Heráclito o los escolios.

Sobre la vida y poesía de Homero. El antro de las ninfas de la Odisea. Sobre los dioses y el mundo.

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