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EL CEREBRO COMO TORRE DE CONTROL

¿Qué es el cerebro? Podemos decir que el cerebro es la torre de control donde se producen todos los procesos psicológicos. El cerebro controla todo nuestro cuerpo. Gracias a este órgano somos capaces de disfrutar de una puesta de sol, resolver una ecuación de segundo grado, emocionarnos viendo una película y aprender nuevas recetas de cocina.

Pero, ¿qué sabemos sobre cómo evoluciona y se desarrolla el cerebro? En el vientre materno, en torno a las 8 semanas de gestación, el cerebro supone un 50 % del total del tamaño corporal, lo que nos hace ver la importancia de este órgano. En torno a los 5 meses de embarazo, el cerebro equivale a un 14 % del total del cuerpo. Ese porcentaje se va reduciendo hasta que, en el momento del parto, el cerebro de un neonato puede llegar a pesar en torno a 335 gramos (un 10 % de su peso) o, lo que es lo mismo, el peso del cerebro de un chimpancé adulto. Y no es que el cerebro del ser humano sea el más grande de todos los animales, sino que es el que mejor conectado está. Sobre el primer año de vida, el cerebro del niño tiene un peso cercano a 1 kg, una cantidad ya cercana a lo que pesa, de media, un cerebro adulto (1300-1400 gramos).

Las células especializadas del cerebro reciben el nombre de neuronas. Gracias a las conexiones entre estas neuronas, el cerebro es capaz de aprender, emocionarse, sentir, realizar conductas y disfrutar de una buena compañía, entre otras muchas funciones. Al proceso mediante el cual un grupo de neuronas se comunica o se conecta con otro grupo de neuronas se lo conoce con el nombre de sinapsis. Se estima que el cerebro humano alberga un total de 100 000 millones de neuronas. Además —para que podamos ver la complejidad del cerebro y sus relaciones— cada neurona establece conexión (sinapsis) con entre 100 y 100 000 neuronas diferentes.


En cuanto al metabolismo cerebral se refiere, podemos señalar que el cerebro de un niño se muestra extremadamente activo durante toda su infancia. Así, por ejemplo, el cerebro de un bebé recién nacido utiliza un 60 % del total de oxígeno, mientras que los adultos utilizamos en torno a un 18-20 % del total del oxígeno para funciones cerebrales.

Son muchos los mitos que existen en relación con el cerebro y el sistema nervioso. Uno de los neuromitos más frecuentes y extendidos es aquel que enuncia que «a mayor cerebro, mayor inteligencia». Por supuesto que esto es rotundamente falso, ya que la inteligencia no tiene que ver con un mayor cerebro, sino con una mayor cantidad de conexiones nerviosas. Pensemos, por ejemplo, en el cerebro de una ballena, que tiene un peso aproximado de unos 7 kg y; la ballena es el animal que tiene el cerebro más pesado. ¿Acaso las ballenas son más inteligentes que los seres humanos?


LAS FUNCIONES MENTALES SUPERIORES

A lo largo de su evolución, el cerebro del ser humano ha desarrollado una serie de funciones mentales que lo distinguen del cerebro del resto de especies animales. Podemos clasificar estas funciones mentales superiores en cuatro grandes grupos: gnosias, praxias, lenguaje y funciones ejecutivas. En este libro nos centraremos en las funciones ejecutivas, pero veamos todas las funciones mentales superiores de una manera más detenida:

1. Gnosias: Se refieren a todos los procesos de percepción, gracias a los cuales podemos recibir información del ambiente que nos rodea. Las gnosias las integran los sentidos de vista, oído, tacto, gusto y olfato. Necesitamos lo sensorial para poder desarrollar nuestro cerebro.


Una manera de trabajar las gnosias con nuestros hijos consiste en hacer fotos de objetos de la vida cotidiana y tapar o recortar algunas partes. En este caso, estaríamos trabajando las gnosias visuales, pero se puede hacer con cualquiera de los sentidos. Trate de reconocer los siguientes objetos de manera visual:


2. Praxias: Son todas las conductas que ponemos en marcha, desde las más automáticas e involuntarias —como son los reflejos— hasta las conductas más complejas (como puede ser aprender un idioma o ejecutar una coreografía). Tanto las gnosias como las praxias suponen los dos componentes básicos de lo que Piaget denominaba el periodo sensorio-motriz, en el que se aglutinan los procesos de recepción de los estímulos (gnosias) y la ejecución de conductas (praxias). La etapa sensoriomotriz abarca desde el nacimiento hasta los 2 años de edad aproximadamente.


Un ejercicio sencillo para trabajar la praxias de nuestros hijos, es decir, su capacidad motriz, consiste en realizar las siguientes copias:


3. Lenguaje: En la gran mayoría de los niños, el lenguaje propiamente dicho suele iniciarse sobre los 2 años de edad. Gracias al lenguaje podemos comunicarnos con nuestros seres queridos y amigos. Somos la única especie que tiene lenguaje como tal, ya que el resto de las especies se comunican pero no disponen de lenguaje. Dentro del lenguaje, podemos hablar de diferentes procesos que lo componen: expresión, comprensión, escritura, lectura, discriminación, fluidez, vocabulario, etc. Todos ellos se pueden (y deben) reforzar y estimular. Un ejercicio clásico para trabajar el lenguaje es el ahorcado. ¿Recuerda cuando, de pequeños, jugábamos al ahorcado?


4. Funciones ejecutivas: Las primeras funciones ejecutivas debutan en torno a los 2 años de edad. Es verdad que algunas funciones ejecutivas se suelen desarrollar e interiorizar unos años más tarde. Así, por ejemplo, la inhibición de impulsos suele iniciarse en torno a los 4 años, momento que coincide con una proliferación de neuronas inhibitorias en el cerebro del niño, lo que facilita el proceso de inhibición de impulsos.

En torno a los 6-7 años, el niño ya dispone de estas cuatro funciones mentales superiores para poder operar y funcionar en su día a día. Es por este motivo por el que Piaget denominó a la etapa que comienza a los 6-7 años etapa de operaciones concretas, ya que el niño ya dispone de las cuatro funciones mentales superiores que le permitirán adaptarse de manera eficaz en su vida cotidiana. ¿Qué tipo de acciones puede llevar a cabo un niño a partir de los 6 años? Por ejemplo, el niño es capaz de hacer sumas, pero con una ayuda externa (un ábaco, sus dedos, manzanas, etc.). En cambio, en la etapa de operaciones formales, que suele comenzar a partir de los 12 años, el niño no necesita ver lo que está contando, puede imaginarlo en su cabeza. Ya dispone de una gran capacidad de abstracción y razonamiento. En ambas etapas (operaciones concretas y operaciones formales), se requiere un buen funcionamiento ejecutivo.


FUNCIONES MENTALES SUPERIORES
Funciones mentales superioresAdquisición
Gnosias (percepción)0–2 años Periodo sensorio-motriz
Praxias (motor)
LenguajeA partir de los 2 años
Funciones ejecutivasA partir de los 2–4 años

LA PLASTICIDAD CEREBRAL

Podemos definir la plasticidad cerebral como el conjunto de cambios que se producen en el sistema nervioso central como resultado de un aprendizaje, de un entrenamiento, de la experiencia, de posibles lesiones o de procesos degenerativos del propio cerebro. Por lo tanto, la plasticidad cerebral es la capacidad del cerebro para cambiar ante las demandas de un entorno que también es cambiante. Cualquiera de nosotros puede entrenar y mejorar sus funciones ejecutivas independientemente de la edad que tenga. Es verdad que el principio de plasticidad indica que un cerebro joven aprende más y mejor que un cerebro mayor pero, en realidad, cualquier persona puede mejorar su rendimiento ejecutivo a base de entrenamiento y práctica.


Al cerebro le encanta la sorpresa, lo incongruente y lo novedoso. La activación cerebral es mayor cuando nos encontramos ante una situación o actividad novedosa y que no cumple las expectativas. Es en este momento cuando se pondrán en marcha nuestras funciones ejecutivas para poder atender de la manera más satisfactoria posible la situación que tenemos delante. El motivo de que el cerebro esté orientado a lo nuevo es que le gusta aprender cosas nuevas. Pero, para que se produzca el aprendizaje, son necesarios los cuatro requisitos siguientes: percepción, motivación, atención y memoria. Sin estos cuatros requisitos no habrá aprendizaje. Es decir, si no podemos percibir, si no estamos motivados ante la tarea, si no prestamos atención o si no disponemos de una capacidad mínima de memoria, el aprendizaje no se producirá.


A través del entrenamiento y la ejercitación de las funciones ejecutivas podemos modificar la estructura y el funcionamiento de nuestro sistema nervioso. Son muchos los estudios que demuestran que el cerebro se modifica a través de la experiencia y el aprendizaje, así como mediante el entrenamiento y la potenciación de las funciones ejecutivas. El cerebro es como un músculo que entrenamos cuando hacemos deporte o vamos al gimnasio.


Los estudios de Eleanor Maguire en el año 2000 pusieron de manifiesto la relevancia y los efectos de la neuroplasticidad. Lo que Maguire hizo fue comparar el hipocampo de los taxistas londinenses con el hipocampo de personas que no precisaban memorizar tantas calles ni tener una excelente orientación espacial. El hipocampo, como ya veremos en el próximo capítulo, es una estructura muy relacionada con la memoria y con la orientación espacial. Esta autora llegó a la conclusión de que el hipocampo de los taxistas era mayor que el del resto de la población debido a su ejercitación diaria. El sistema nervioso, por lo tanto, puede cambiar como resultado del aprendizaje y del entrenamiento, así como de las lesiones cerebrales. Y esto se da a cualquier edad.


Otras investigaciones también han llegado a las mismas conclusiones. Por ejemplo, se ha comprobado que las personas que tocan habitualmente un instrumento musical tienen un 25 % más desarrollada la corteza auditiva. También se ha comprobado que las personas invidentes dedican su corteza visual, ubicada en el lóbulo occipital, a la lectura del braille (tacto). Con todos estos ejemplos, podemos ver cómo el cerebro se adapta a las diferentes situaciones y cambios.

Las funciones ejecutivas se ubican en el lóbulo frontal; más concretamente en la corteza prefrontal, situada en la zona anterior del lóbulo frontal. Es por ello que, como veremos más detenidamente en el capítulo dedicado a los trastornos de las funciones ejecutivas, las lesiones que se producen en la corteza prefrontal pueden provocar dificultades en la concentración, el control de impulsos, la memoria operativa, la planificación y otras funciones ejecutivas. Gracias a la plasticidad cerebral, es probable que determinadas lesiones o trastornos tengan una mejor recuperación mediante el entrenamiento ejecutivo.

Cómo estimular el cerebro del niño

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