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PRÓLOGO

NO DIRÉ, COMO CERVANTES, en el prólogo a su obra maestra, que «muchas veces tomé la pluma para escribille, y muchas la dejé, por no saber lo que escribiría; (...) con el papel delante, la pluma en la oreja, el codo en el bufete, y la mano en la mejilla, pensando lo que diría...». Además de que ya no hay plumas que llevarse a la oreja, sólo pretendo poner al corriente, al «desocupado» o bien ocupado lector, de algunos antecedentes acerca del protagonista de estas páginas.

Pedro Casciaro Ramírez —a quien todos llamaban sencillamente “don Pedro”— fue de los primeros que siguieron a san Josemaría Escrivá[1] en el Opus Dei[2]. ¿Qué lugar ocupó entre aquellos primeros? ¿Qué responsabilidades o cargos desempeñó? En esta semblanza se encontrará la respuesta a estas cuestiones. Pero, en realidad, la pregunta que nos interesa, la que llega a la sustancia de la personalidad de Pedro y a la raíz de sus acciones, es cómo respondió a la llamada de Dios, cada jornada, para hacer su voluntad.

A este respecto, podemos citar unas reflexiones de Pedro tras la muerte del fundador del Opus Dei. En su escrito menciona dos entrevistas a san Josemaría, publicadas en Le Figaro y Time, en 1966 y en 1967[3]:

Una de esas respuestas de Mons. Escrivá de Balaguer me trajo a la memoria algo que él me dijo, treinta años atrás, y que vino a confirmar que su predicación fue siempre que «la santidad no es cosa para privilegiados»[4], y también que nunca, desde los primeros años de la Fundación, dio importancia a las estadísticas: «En una asociación que tenga una finalidad terrena, es lógico publicar estadísticas ostentosas sobre el número, condición y cualidades de los socios, y así suelen hacerlo de hecho las organizaciones que buscan un prestigio temporal, pero ese modo de obrar, cuando se busca la santificación de las almas, favorece la soberbia colectiva: y Cristo quiere la humildad de cada uno de los cristianos y de los cristianos todos»[5] (...).

En efecto, en una de las primeras charlas de dirección espiritual que tuve con el Padre[6] en 1936, le pregunté cuántos socios[7] éramos en total y, en consecuencia, qué lugar de antigüedad vendría yo a ocupar en la Obra. El Padre debió percibir inmediatamente la falta de humildad que encerraba mi pregunta, y su respuesta, más que desconcertarme, me impresionó. «Yo me he encontrado —vino a decirme, porque no pretendo recordar ahora sus palabras textuales—, he conocido íntimamente y he dirigido a muchas almas de enfermos graves e incurables en mis andanzas por los hospitales de Madrid. Algunos —hombres y mujeres— han entendido perfectamente lo que se propone la Obra de Dios. Unos han ofrecido sus dolores y su muerte para que salga adelante; otros, no sólo han ofrecido esos sufrimientos, sino que han querido ofrecerse ellos mismos al Señor, ese poco de vida terrena que aún les quedaba: y yo los he recibido en la Obra» (...).

Después de oír esas palabras, me quedé sin saber cuántos éramos o habíamos sido, sin importarme, además, qué número de antigüedad haría yo en la Obra, pero, sobre todo, comencé a entender algo que el Padre expresó en una de esas entrevistas a los periodistas: «Me pregunta usted por hitos. Para mí, es un hito fundamental en la Obra cualquier momento, cualquier instante en el que, a través del Opus Dei, algún alma se acerca a Dios, haciéndose así más hermano de sus hermanos los hombres»[8], [9].

Pedro nació en Murcia, España, el 16 de abril de 1915. A los 16 años se graduó en el bachillerato con las máximas calificaciones y se trasladó a Madrid, para estudiar las carreras de Matemáticas y de Arquitectura. En enero de 1935 conoció a san Josemaría, y el 20 de noviembre de ese mismo año pidió la admisión en el Opus Dei. Con el estallido de la guerra civil española, en julio de 1936, tuvo que afrontar numerosas dificultades y peligros: pasó hambre, con frecuencia estuvo incomunicado, tuvo que desertar, esconderse largo tiempo y escapar por las montañas; corrió riesgo de ser arrestado y fusilado... Su trato con san Josemaría en estas peripecias y en los meses posteriores a la fuga, fueron determinantes en su biografía.

Al finalizar la contienda, en 1939, pudo concluir los estudios de Matemáticas. Después se matriculó en los cursos de doctorado, trabajó como profesor de nivel medio y superior, dirigió residencias para estudiantes universitarios, promovidas por el Opus Dei, en Valencia, en Madrid y en Bilbao; y se ocupó de la instalación y puesta en marcha de varios centros de la Obra[10] en esas ciudades, para el impulso del apostolado. En junio de 1946 obtuvo el doctorado en Ciencias Exactas. En septiembre de ese mismo año recibió la ordenación sacerdotal en Madrid, para la que ya se estaba preparando desde tiempo antes. Posteriormente, desempeñó una intensa labor pastoral y colaboró con el fundador en la dirección del Opus Dei, como secretario general[11].

En 1948, por encargo de san Josemaría, viajó a América para visitar a varios arzobispos y obispos que deseaban que el Opus Dei trabajara en sus diócesis. Seis meses duró aquel periplo desde Canadá hasta Argentina y Chile. Poco después, el fundador le confió el comienzo de la labor de la Obra en México. Y así, el 18 de enero de 1949 llegó a Veracruz, y el 19 por la noche a la Ciudad de México. Pedro llevó a cabo una gran actividad en esta nación. Este primer período en la República Mexicana se prolongó hasta 1958.

En octubre de ese año san Josemaría le comunicó que lo necesitaba en Roma. Así se abre paso la etapa italiana, que duró ocho años. En la ciudad eterna trabajó junto al fundador como procurador general[12] del Opus Dei y como delegado regional[13] en Italia. Intervino también en el desarrollo de iniciativas en Kenia y en otros países de África.

En 1966 regresó definitivamente a México. En los primeros seis años fue consiliario regional[14] e impulsó importantes proyectos en bien de las almas y para la promoción social. Los siguientes veintitrés, última etapa de su vida, continuó rezando y trabajando sacerdotalmente, como siempre, pero sin cargo alguno de gobierno. Murió en Ciudad de México el 23 de marzo de 1995, poco antes de cumplir ochenta años.

* * *

Mi primer recuerdo de Pedro Casciaro se remonta a 1960 o 1961. Yo vivía en un centro del Opus Dei, en la calle Diego de León, en Madrid. Don Pedro vino allí una tarde para ver una película con los que vivíamos en aquella casa. No me imaginaba entonces que pocos años después nuestras vidas iban a seguir cauces tan cercanos. Quiso la Providencia que, en 1965 —por deseo de san Josemaría, asumido gozosamente—, llegara yo a esta Patria mexicana. Ya cumplí, pues, 50 años cerca de la Virgen de Guadalupe, bastantes más de los que viví en la vieja España.

Viene a cuento esta breve referencia personal, para dar razón de mi intento de escribir sobre Mons. Pedro Casciaro Ramírez. En efecto, la segunda venida de Pedro a México tuvo lugar un año después de mi llegada. Desde entonces hasta su muerte, en 1995, nuestra convivencia —afortunadamente para mí— fue continua, de una u otra forma. En algunas temporadas me cupo la suerte de colaborar y aprender de él en nuestra tarea en la Comisión Regional[15]; en otras, aun sin compartir la misma casa, disfruté de una relación estrecha y frecuente con él.

* * *

Para conocer la vida de Pedro Casciaro, contamos ya con dos obras publicadas. La primera —Soñad y os quedaréis cortos[16]— fue escrita por él mismo para relatar sus recuerdos sobre san Josemaría. La segunda es de Víctor Cano Sordo y lleva por título: Don Pedro Casciaro, breve historia de un “pobre cura de ultramar”[17].

José Carlos Martín de la Hoz ha publicado un estudio en la revista Studia et Documenta, del Istituto Storico San Josemaría Escrivá[18]. También se puede recabar información en el Diccionario de San Josemaría Escrivá de Balaguer[19] y en las referencias existentes en muchos libros relacionados con san Josemaría y con los inicios del Opus Dei. Entre esas publicaciones, destaca la de José María Casciaro Ramírez, hermano menor de Pedro[20].

La presente obra se presenta, por tanto, con carácter complementario. Además de la bibliografía publicada hasta ahora, he podido acceder a fuentes inéditas de gran interés: la primera y principal, los recuerdos de don Pedro sobre el fundador del Opus Dei[21]; en segundo lugar, su archivo personal, formado por los guiones manuscritos de sus meditaciones —que no suelen llevar título ni fecha, por lo que aquí se citarán simplemente como “guion de una meditación”—, muchas veces utilizados en su predicación, su epistolario, sus apuntes personales y diarios; y, en tercer lugar, numerosos testimonios escritos de personas que trataron a Pedro de modo directo y frecuente, en España, en México y en Italia, en las diferentes etapas de su vida[22].

Agradezco a José Carlos Martín de la Hoz su colaboración en este trabajo y los datos biográficos de Pedro que me ha facilitado.

[1] San Josemaría Escrivá de Balaguer (1902-1975), fundador del Opus Dei. Cfr. A. VÁZQUEZ DE PRADA, El Fundador del Opus Dei, 3 vols., Rialp, Madrid (vol. I, 1.ª ed., 1997; vol. II, 2.ª ed., diciembre 2002; vol. III, 1.ª ed., 2003). Una semblanza reciente es la de M. DOLZ, San Josemaría Escrivá de Balaguer. Mi madre la Iglesia, Edibesa, Madrid 2010, 399 pp. Más bibliografía en J. M. FERNÁNDEZ MONTES — O. DÍAZ HERNÁNDEZ — F. M. REQUENA, Bibliografía general de Josemaría Escrivá de Balaguer: obras de san Josemaría, en SetD 1 (2007), pp. 425-506.

[2] El Opus Dei es una prelatura personal, con estatutos propios, de ámbito universal, perteneciente a la organización pastoral y jerárquica de la Iglesia. Está constituida por sacerdotes y seglares, bajo el régimen de su propio prelado. El Opus Dei comprende también la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, como asociación de clérigos intrínseca e inseparable de la prelatura. Opus Dei significa “Obra de Dios”; suele llamarse familiarmente “la Obra”. Su misión es promover la santidad y el ejercicio del apostolado en medio del mundo, a través del trabajo profesional y de las demás circunstancias de la vida ordinaria.

[3] Cfr. J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Conversaciones con Monseñor Escrivá de Balaguer, edición crítico-histórica preparada por J. L. Illanes — A. MÉNDIZ, Rialp, Madrid 2012, nn. 24-47 (en adelante: J. Escrivá de Balaguer, Conversaciones).

[4] Ibid., nn. 26, 34.

[5] Ibid., n. 40.

[6] Se refiere a san Josemaría, a quien los fieles del Opus Dei y otras muchas personas suelen llamar «Padre» o «nuestro Padre».

[7] Pedro Casciaro escribió este texto en 1975, cuando el Opus Dei aún no había llegado a su configuración jurídica definitiva, como prelatura personal. Concluido, en 1982, su proceso de configuración jurídica, el vocablo «socios» ha podido ser abandonado y sustituido por el de «miembros» o, con más precisión, por el de «fieles» (cfr. A. DE FUENMAYOR — V. GÓMEZ-IGLESIAS — J. L. ILLANES, El itinerario jurídico del Opus Dei. Historia y defensa de un carisma, Eunsa, Pamplona 1989, pp. 314-338; ver también V. GÓMEZ-IGLESIAS, El proyecto de prelatura personal para el Opus Dei en los primeros años sesenta, en E. BAURA [ed.], Estudios sobre la prelatura del Opus Dei, Eunsa, Pamplona 2009, pp. 149-154).

[8] J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Conversaciones, n. 32.

[9] Testimonio de Pedro Casciaro, 7 de agosto de 1975, pp. 1-3 (AGP, serie A.5, 203-3-3).

[10] Los «centros» de la Obra son las entidades morales que se ocupan de organizar los medios de formación y la atención pastoral de los fieles del Opus Dei, cooperadores y amigos. También se suele llamar «centros» a las sedes materiales donde se desarrollan esas actividades.

[11] En la configuración jurídica actual del Opus Dei como prelatura, ese cargo equivaldría al de vicario general.

[12] Como procurador general, se ocupó de representar a la Obra ante la Santa Sede.

[13] Como delegado para la región de Italia, colaboró en la dirección del Opus Dei en esa nación.

[14] El consiliario o vicario regional hace las veces del Prelado en una región, es decir, en una de las circunscripciones territoriales en que se estructura el Opus Dei, que suelen coincidir con los países.

[15] Consejo que ayuda al consiliario o vicario regional en la dirección de la sección de varones, en la circunscripción respectiva. La Asesoría Regional ejerce la misma función para la sección de mujeres.

[16] P. CASCIARO RAMÍREZ, Soñad y os quedaréis cortos, Minos Tercer Milenio, 2.ª edición, México 2011, 310 pp. (en lo sucesivo, se citará así: P. Casciaro, Soñad y os quedaréis cortos).

[17] V. CANO SORDO, Don Pedro Casciaro. Breve historia de “un pobre cura de ultramar”, Minos, México 2008, 141 pp.

[18] J. C. MARTÍN DE LA HOZ, Mons. Pedro Casciaro Ramírez (1915-1995), en SetD 10 (2016), pp. 97-140 (en adelante: J. C. Martín de la Hoz, Mons. Pedro Casciaro Ramírez).

[19] R. Pereira Somoza, Pedro Casciaro Ramírez, en J. L. ILLANES (ed.), Diccionario de San Josemaría Escrivá de Balaguer, Istituto Stórico San Josemaría Escrivá, Monte Carmelo, Burgos 2013, pp. 212-213.

[20] J. M. CASCIARO RAMÍREZ, Vale la pena. Tres años cerca del Fundador del Opus Dei: 1939-1942, Rialp, Madrid 1998, 222 pp. (en lo sucesivo: J. M. Casciaro, Vale la pena).

[21] Testimonio de Pedro Casciaro sobre Josemaría Escrivá de Balaguer. Son más de cincuenta escritos, fechados entre junio de 1975 y junio de 1992. En total son 550 folios y 11 cuartillas mecanografiadas por una sola cara, y una cuartilla manuscrita. La mayoría se conservan en AGP, serie A.5, carpetas 203-2 y 203-3; en cambio, algunos se encuentran en la sede de la Comisión Regional de la Prelatura del Opus Dei en México. Estos últimos se citarán señalando solo el nombre, la fecha y la página.

[22] Los originales de los documentos de este archivo personal y de los testimonios se conservan en la sede de la Comisión Regional de la Prelatura del Opus Dei en México. Se citarán anotando en primer lugar el nombre, después la fecha —siempre el año; el día y mes cuando conste— y finalmente la página (p. ej., Testimonio de N., 15 de abril de 1994, p. 36).

Pedro Casciaro

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