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REFLEXIONES DE UNA PERSONA LIBRE PARA UNA SOCIEDAD LIBRE

Raúl y yo estábamos una vez atrapados en el caótico tráfico de Lima. Como soy un optimista de la tecnología, acabé hablando de las increíbles mejoras que traerían los carros autoconducidos. Mi argumento era que su impacto positivo sería mucho mayor en una ciudad como Lima que en una ciudad como Londres, porque el problema en sí era mucho mayor.

Raúl se lo pensó un rato y me contestó: «Los carros autoconducidos solo eliminarían un síntoma de una sociedad disfuncional. No su causa. Es más, al haber eliminado este síntoma, seríamos menos conscientes de las diferencias entre esta sociedad disfuncional y una sociedad basada en una mentalidad responsable, lo cual terminaría provocando problemas mucho mayores que los atascos».

Estas conclusiones contrarias y algo más profundas son lo que he llegado a esperar de Raúl. Sospecho que tiene que ver con su formación como físico. Al fin y al cabo, los físicos están formados para abordar la realidad desde los primeros principios y afrontar sus conclusiones sin ilusiones.

Este libro examina la libertad con cierta profundidad, tanto en su naturaleza esencial como en la forma de conseguirla. Al abordar lo primero, Raúl nos lleva a través de los primeros principios de la libertad, de dónde viene nuestra comprensión de la misma y por qué la consideramos valiosa. En cuanto a lo segundo, deduce de estos primeros principios una serie de reglas que le ayudarán a encontrar su propia libertad y a ayudar a los demás a encontrar la suya, incluso cuando la sociedad en su conjunto parezca ir en dirección contraria.

Una de estas reglas me ha llamado la atención, porque revela el típico espíritu contrario de Raúl: «Busca la libertad y serás cautivo de tus deseos. Busca la disciplina y encontrarás la libertad». Tiene un sabor similar al de «practica la pobreza», de Séneca, y en cierto modo me ayuda a recordar que muchas soluciones a los problemas más apremiantes no son exógenas —como los carros autoconducidos que mencioné antes—, sino endógenas: las sociedades libres y prósperas son el producto de mentes disciplinadas. Por tanto, disciplinar la propia mente es el punto de partida si se quiere lograr un cambio para mejor.

Si no disciplinamos la mente, en lugar de liberarnos, los mayores inventos de la humanidad solo servirán para esclavizarnos. Disciplinando su mente, acabará inventando el próximo smartphone. De lo contrario, solo acabará pulsando los botones de «me gusta».

Así que empiece por su propia mente leyendo este libro, y verá hasta dónde le lleva.

Alexander Gallé

Reflexiones de una persona libre para una sociedad libre

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