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Introducción

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La trasformación del altépetl prehispánico, llamado posteriormente por los españoles pueblo de indios, supuso profundos cambios estructurales; sin embargo, muchos de sus componentes económicos, políticos, sociales y culturales permanecieron vigentes, aunque barnizados con la visión del mundo de los conquistadores.1 La música fue una de esas expresiones culturales que traspasó los confines de la conquista armada y terminó siendo utilizada como parte de la conquista espiritual de los naturales.

La Iglesia utilizó la música como parte integrante del culto católico, pero, además, sirvió para dar una paulatina continuidad al «proceso de occidentalización», que pretendía cristianizar e introducir el nuevo orden hispánico dentro de la comunidad indígena.2 La implantación de las sonoridades traídas de Europa convirtió a los músicos indios en un vehículo transmisor de ese proceso que modificó la forma de vida dentro del altépetl.

El gusto y la facilidad de los indios para aprender a cantar y tañer instrumentos, aunado a la necesidad que tenían los religiosos de acrecentar la concurrencia a la eucaristía dominical, dio pie para que se conformaran capillas musicales que acompañarían los servicios religiosos.3 En consecuencia, se puede observar que los músicos se fueron haciendo indispensables para el cabal cumplimiento de las misas, entierros, procesiones, profesiones de monjas y otras festividades de carácter civil.4

Recién iniciada la vida novohispana, la educación musical de los indígenas se forjó bajo el cobijo de los frailes. Dada la habilidad de estos naturales, fueron ellos mismos quienes enseñaron a las subsecuentes generaciones de músicos.

Igualmente permanece hasta el presente la práctica de que se enseñe canto llano y música a los indios, y haya cantores en las iglesias; pues además de atraerles mucho esto a los divinos oficios, no hay proporción ni rentas para mantener sacristanes y organistas con sueldo competente, como en España y otras partes.5

A pesar de su importancia dentro de la estructura del trabajo indígena, es casi nula la bibliografía dedicada a los cantores y ministriles (instrumentistas). Se ha puesto mayor énfasis en la investigación sobre los músicos de las grandes catedrales.6 Es evidente que la cultura musical novohispana no fue sólo creación de las capillas de los magnos templos; también participaban y coexistían «músicos menores» que ejercieron su actividad a lo largo del virreinato. Se puede afirmar que el panorama sonoro de la Nueva España no se construyó exclusivamente con las aportaciones de Franco, Fernández, López y Capillas, Vallados, Salazar, Zumaya, Jerusalem, Martínez de la Costa, Juanas o Arenzana, sino también por los «músicos sin rostro» que no aparecen en los libros de historia de la música: Gaspar de los Reyes, Matías de la Cruz, Lázaro de Santiago, Joseph de los Ángeles, Francisco Xavier Amaro, Lucas Mateo y muchos otros, cuyos nombres quedaron guardados en la memoria de sus comunidades y en los legajos de algún archivo. También ellos crearon música que se amalgamó al engranaje de la evolución sonora del mundo virreinal.

Sin embargo, se tiene escasa información sobre cómo transcurrió la vida de los músicos indígenas una vez que acabó el fervor evangelizador de los primeros misioneros. En realidad, se ha escrito muy poco acerca de la participación de estos cantores e instrumentistas en el mundo musical novohispano. No obstante, entre las añejas investigaciones musicológicas que presentan algunos datos sobre el tema, cabe resaltar el texto de Gabriel Saldívar, Historia de la música en México. Dicha obra expone una visión global de la música durante el periodo colonial, su importancia radica en que presenta información elemental sobre el quehacer de los músicos indígenas. Adicionalmente, quien ha realizado hallazgos significativos con respecto a la música que se ejecutaba en las parroquias y conventos de los altepeme7 indígenas es Aurelio Tello. Sus estudios han abierto una veta de investigación novedosa para la musicología.8

Desde la perspectiva histórica, los autores que han escrito sobre la realidad indígena posterior a la conquista como Gibson, Ricard, Gómez, Tank, Menegus o Lockhart, sólo exponen de manera tangencial la participación de estos cantores e instrumentistas en la solemnización de los oficios litúrgicos. No obstante, existen obras especializadas, entre las que se encuentra el libro de Lourdes Turrent, La conquista musical de México, que habla sobre la educación de los indios, la conformación de las capillas y sus actividades en los recintos religiosos. Turrent hace hincapié en el papel de la música durante el proceso de evangelización en el llamado «esplendor del culto»9. Asimismo, se puede citar el capítulo de libro de Rafael Ruiz Torres, «Los indios como músicos en las parroquias y fiestas durante la colonia», donde destaca la labor de los cantores, la introducción de instrumentos musicales y la continuidad de algunas tradiciones y prácticas indígenas10 y el de Sofía Torres, «Los coros de indios durante el siglo XVI», cuya principal aportación es la utilización de testamentos indígenas.11 También se tiene que hacer mención del capítulo de libro de Lérida Moya Marcos, «Los privilegios mortis de los maestros de capilla, cantores y ministriles de la parroquia de Jalatlaco (1620-1729)»;12 el de Lidia Gómez García y Gustavo Mauleón Rodríguez, «Un acercamiento a las capillas en los pueblos de indios del obispado del Puebla-Tlaxcala, siglo XVI-XVIII»13 y el de Ryszard Rodys, «Enseñanza musical y educación en las parroquias indígenas en Oaxaca (siglos XVI-XIX)».14 Así también, cabe destacar las aportaciones de Raúl Heliodoro Torres Medina, «La lucha por el dinero: conflicto entre dos capillas poblanas» y «Los músicos indígenas en la Nueva España: una visión social y cultural»15. Por último, la tesis de maestría de este último autor titulada «Comer del Aire. Músicos indígenas en el México Colonial (siglos XVII-XVIII)», escrito que se ha transformado en el presente libro.16

La mayor parte de los textos anteriores centran su atención en el quehacer de los músicos indígenas durante el siglo XVI, debido a su importancia durante el periodo de la evangelización como agentes en la transmisión del cristianismo por medio de la música. Este trabajo analizará el papel que desempeñaron estos mismos en los tres siglos subsecuentes, cuando, de manera aparente, no ocurrieron cambios significativos en la práctica de la música como oficio inserto dentro del sistema de trabajo novohispano.

No se puede entender el desarrollo de la práctica de la música eclesiástica durante los siglos XVII y XIX sin un estudio sobre la misma en el altépetl indígena; si bien desde la musicología se empiezan a hacer trabajos sobre la música formal tocada por estos individuos, es primordial resaltar la parte social y laboral de su oficio. En este sentido, la indispensable presencia de cantores e instrumentistas en los servicios del culto en las parroquias, iglesias, conventos y colegios novohispanos hace que esta investigación tenga por objeto estudiar las situaciones y problemáticas que giraron en torno a su trabajo y cómo afectaron su desenvolvimiento como parte de la iglesia y habitantes de un altépetl.

A lo largo de este libro se analizarán los factores económicos y sociales que influyeron en el desarrollo de esta actividad laboral; ello permitirá comprender mejor la importancia del músico indígena dentro de la sociedad novohispana. Por tanto, esta investigación pretende comprobar que, pese a los obstáculos que encontraron para el desempeño de su oficio durante todo el periodo virreinal, la trascendencia de su trabajo como sirvientes de la iglesia se fincó, por un lado, en que la música fue siempre indispensable tanto en el culto católico como en las prácticas religiosas y sociales de la época y, que por el otro, su oficio proveía prerrogativas, prestigio y dinero que no hubieran alcanzado ejerciendo otra actividad laboral desligada de la sagrada institución.

A la luz del análisis para la elaboración del presente texto, se puede afirmar que el oficio de músico forjó un grupo que, si bien era secundario en la esfera social de los españoles, debido a su labor dentro de los templos se percibió diferente a los del resto de los indios que habitaban el altépetl. Esta brecha no sólo se generó por los privilegios económicos y sociales o por la especialización del oficio, sino por la llamada «estructura de la diferencia» que permeó a la sociedad novohispana en su conjunto.17

En cuanto a los parámetros de espacialidad y temporalidad, se ha preferido estudiar la zona central del virreinato (Ciudad de México, Puebla, Tlaxcala, Hidalgo y Estado de México) durante los siglos XVII y XIX. Lo anterior se debe, en gran medida, a la cercanía de los repositorios y al volumen de documentos encontrados que hacen alusión al trabajo de los músicos indígenas, material que no es tan extenso como se pudiera pensar, lo cual obligó a abarcar un periodo de varios años. Cuando existe algún vacío en la información se recurre a documentación de lugares distantes como Oaxaca, Michoacán, Guerrero o Veracruz.18

Para subsanar las carencias documentales, se ha decidido estructurar el trabajo en forma de temas que destacan los pormenores que encontraron los músicos para realizar su trabajo. Muchos datos no se presentan de manera cronológica; en cambio, han sido colocados para que respondan a una problemática específica. Es decir, si se localiza un documento del siglo XVII y otro del siglo XVIII, cuyo abrupto salto temporal sea evidente, para fines del trabajo, no obstante, resulta relevante porque reitera una continuidad en el asunto sobre el cual se está tratando, ya sea acerca de los salarios, la exención de tributos y servicios personales, o actividades de los cantores dentro y fuera del coro. El mismo trato se da a la información sobre las actitudes sociales de rebeldía contra las autoridades indígenas locales, acerca de la unidad de los músicos o de la inconformidad por su situación laboral.

Un aspecto que se ha tratado de evitar, en la medida de lo posible, es generalizar la forma en que se realizaba el trabajo de los músicos indígenas. Si bien hay aspectos que se reproducen en distintas regiones de la Nueva España, es necesario tomar en cuenta las «realidades locales», es decir, aspectos que sólo se reproducen en ciertas áreas y que se fincan en la aplicación de los usos y costumbres particulares: las diferentes maneras de la aplicación de las leyes, apropiación de recursos, atribución de privilegios, cambios en el personal, relación con funcionarios y sacerdotes, etcétera.

Las líneas de investigación son las siguientes:

Describir al altépetl como el gran escenario donde se encontraban enclavados los templos que sirvieron a los músicos indígenas para ejercer su oficio, ya que la capacidad económica de los mismos redundaba en las percepciones monetarias de aquellos. Asimismo, destacar la importancia de la llamada «gente de la iglesia», donde los músicos eran el grupo mayoritario de quienes servían al interior de los templos. Por otro lado, analizar la estructura interna de las organizaciones musicales y subrayar su trascendencia en los altepeme.

Enfatizar el alcance que tuvo la música como elemento cultual19 insustituible dentro del ritual católico de la época y consignar la importancia de los indios músicos a través de la descripción de algunos eclesiásticos. Asimismo, describir las actividades de los músicos dentro de los templos y realizar un somero repaso por el repertorio que ejecutaban. De igual manera, ponderar la existencia de capillas ambulantes y músicos informales que se dedicaban a la práctica de la música sin estar aprobados por la Iglesia. También, hablar de la existencia de espacios alternos a los templos y capillas donde participaban los citados músicos y cómo fueron transmisores de la música profana y popular por medio de las fiestas y celebraciones.

Además, describir las diversas formas en que podían obtener ingresos económicos: por un lado, las sobras de tributos, los salarios individuales, las obvenciones que procedían de los aranceles parroquiales y conventuales o lo establecido por la costumbre; por el otro, del cultivo agrícola, recurso que se utilizaba para asegurar un medio de subsistencia alterno a su oficio, y si era el caso, para el sustento de cofradías y obras pías y el pago de tributos y otras obvenciones eclesiásticas.

De igual manera, se pretende referir cómo, a pesar de las leyes que los protegían, los músicos fueron coaccionados a realizar trabajos externos a su oficio. En este sentido, se hablará del pago de tributos y la obligación de acudir a repartimientos y servicios personales, además de realizar servicios extraordinarios en la publicación de la Bula de Cruzada.

Otra línea de investigación consiste en exponer los motivos que originaban los conflictos entre los propios músicos, así como las discordancias con otros miembros de su comunidad: las pugnas que se generaban con las autoridades locales y los curas regulares y seculares por los abusos que cometían contra ellos, a pesar de ser sirvientes de la iglesia y contar con exenciones y privilegios. También ejemplificar las disputas que tuvieron con otros vecinos por la posesión de tierras.

Adicionalmente, se busca poner de manifiesto la política civil y eclesiástica que, durante toda la época virreinal, pretendió reducir el número de cantores, y explicar por qué las organizaciones musicales se mantuvieron más o menos estables a pesar de las restricciones legales. Por último, recalcar cómo los privilegios y la especialización de su oficio fueron alimentando en los músicos indígenas una mentalidad que les hacía diferentes al resto de quienes vivían en el altépetl; algunos porque además eran principales, el resto por saberse músicos de la iglesia.

Las fuentes de archivo que fueron básicas para armar la investigación proceden del ramo de Indios del Archivo General de la Nación (AGN); empero, hay otros ramos del mismo archivo, como, por ejemplo, Tierras, Tributos, Bienes Nacionales, donde se encuentran dispersos muchos datos de suma relevancia. Mención aparte merece el ramo Indiferente Virreinal, documentación que vio la luz después de que se había terminado el texto para fines de la tesis de maestría y cuya información ha llenado algunas lagunas temáticas y reforzado otras en la actual versión escrita. También, resultó importante la consulta del archivo que se encuentra en la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia (BNAH). En la fase final de esta investigación han sido fundamentales algunos archivos parroquiales de Puebla, Tlaxcala, Estado de México, Hidalgo, Veracruz y Guerrero, fondos frecuentemente olvidados, incluso algunos que jamás habían sido consultados desde su inventariado. En su conjunto, estos documentos establecen una serie de similitudes, discontinuidades, tendencias y problemáticas que incidieron en el quehacer laboral y cotidiano de los músicos indios.20

Este libro es apenas un esbozo sobre la diversidad, riqueza y continuidad de la práctica de la música eclesiástica en el altépetl, se trata de un primer intento por comprender el desarrollo de una actividad laboral que va más allá de los confines del mundo virreinal y se engasta en la primera mitad de siglo XIX. Falta un mayor trabajo documental, es necesario hacer un acucioso sondeo en una gran cantidad de archivos parroquiales, los cuales tienen muchas respuestas a lo que se presenta ahora para su discusión.

Música eclesiástica en el altépetl novohispano

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