Читать книгу El adolescente y sus conductas de riesgo - Ramón Florenzano - Страница 9
ОглавлениеCAPÍTULO III
Las etapas de la adolescencia
"Los adolescentes pueden aparecer como excesivamente egoístas, considerándose abiertamente a sí mismos el centro del universo y como el único objeto interesante en éste; al mismo tiempo, en ningún otro momento de la vida serán capaces de mostrar tanta capacidad de entrega y devoción a los demás. Pueden también enamorarse del modo más apasionado, para romper estas relaciones en forma tan repentina como las comenzaron. Por un lado, se involucran entusiastamente en la vida de su comunidad, y, por otro, tienen una tremenda necesidad de estar solos. Oscilan entre una ciega sumisión a un líder elegido por ellos, y una desafiante rebelión en contra de toda y cualquier autoridad. Son egoístas y materialistas y, al mismo tiempo, están llenos del más elevado idealismo. Son ascetas, pero abruptamente se permiten las licencias instintivas más primitivas. En algunas oportunidades su comportamiento hacia los demás es rudo y poco considerado, pero, al mismo tiempo, son extremadamente sensibles acerca de cómo los tratan a ellos. Su ánimo cambia desde el optimismo más liviano al pesimismo más oscuro. A veces, pueden trabajar en forma infatigable y, en otras oportunidades, actúan en forma arrastrada y apática".
ANNA FREUD
"El Yo y los Mecanismos de Defensa"
TEORÍAS SOBRE LA ADOLESCENCIA
1. Teoría de la recapitulación de Hall La descripción de Hall, que diéramos anteriormente, se basa en la teoría embriológica de la recapitulación: durante la ontogénesis, el hombre recapitula la filogenia de la especie y la evolución de la sociedad humana. La adolescencia para él correspondía a un período conflictivo y transicional de la evolución cultural humana. No se ha llegado en ella, todavía, a la fase de formación de sociedades civilizadas, que corresponderían a un logro de la etapa adulta. En la adolescencia, el individuo supera la presión de los instintos y las actitudes egoístas, y si el desarrollo se da adecuadamente es capaz de llegar a ser un sujeto civilizado. Las descripciones de Stanley Hall se han mantenido en muchos textos casi sin variaciones hasta nuestros días. Hall fue el primer expositor de una teoría frecuente en nuestro siglo, la que muestra a la adolescencia como una etapa de "sturm imd drang", tormentosa y conflictiva. Otro de sus puntos de vista, mantenido hasta hoy, es la idea de que el adolescente pasa por una etapa de apego a pares del mismo sexo, para luego hacerlo a personas mayores del sexo opuesto, para finalmente desembocar en la atracción por pares del sexo opuesto.
2. El proceso madurativo según Gessell(52). Este autor se centró en el concepto de procesos innatos y universales de maduración, en los cuales el desarrollo físico y conductual está gobernado por la herencia genética individual. Describió así una sucesión de cambios de año en año a lo largo de la adolescencia, que son integrados en un conjunto de etapas. No estuvo de acuerdo con el carácter unitario y progresivo de la adolescencia como un todo, haciendo énfasis en sus etapas y en la sucesión de avances y retrocesos, de momentos positivos y negativos en las características y conductas adolescentes. Sus estudios acerca del crecimiento y desarrollo psicomotrices tienen vigencia hasta hoy
3. El desarrollo psicosexual según Sigmund Freud(53). El modelo freudiano coloca a la adolescencia como la etapa de resolución final de las etapas del desarrollo psicosexual que comienzan con el nacimiento. Para Freud, la pubertad reactiva los conflictos genitales y pregenitales propios de la niñez, debiendo el individuo, para alcanzar la plena madurez, ser capaz de superar las fijaciones y regresiones de etapas previas del desarrollo. El narcisismo con el que se entra a la adolescencia debe ser reemplazado por relaciones altruistas con el objeto amado, y el adolescente debe, asimismo, independizarse de sus figuras parentales. Freud explica la rebeldía, característica de esta etapa, como el modo de conseguir esta autonomía. Como en otros planos, delineó este autor una visión de la adolescencia basada en el conflicto entre impulsos libidinales y agresivos cuya intensidad aumenta con la pubertad, y las restricciones y normas sociales que no permiten dar libre cauce a los antedichos impulsos. Entre los conceptos freudianos que se han mantenido hasta hoy día está el de la adaptación psicológica a los cambios corporales (el duelo por el cuerpo infantil perdido), y el de tareas del desarrollo, que implica enfrentar desafíos instintivos y desarrollar equilibrios y balances diversos a los infantiles.
4. Los aportes de Anna Freud(54). Esta autora dio mayor importancia a las estructuras yoicas del adolescente, y a su funcionamiento defensivo. Apoyó y amplió tanto la visión de su padre, centrada en el conflicto, como la teoría de Hall del sturm und drang. Utilizando el esquema de etapas y subfases propio de la psicología evolutiva, mostró cuidadosamente cómo en la preadolescencia surge un aumento difuso de energía libidinal, que debe ser manejado con diversos mecanismos de defensa para evitar que aparezcan síntomas especialmente conflictivos. Entre estos mecanismos describió detalladamente algunos: la intelectualización, el ascetismo, la formación reactiva y la sublimación. La intelectualización es un modo de huir de los impulsos que surgen desde un cuerpo que cambia, para refugiarse en el plano de las ideas y las teorías, tratando de explicar ordenadamente lo que sucede en rededor en forma abstracta. Este proceso es facilitado por la capacidad recientemente adquirida del pensamiento de tipo abstracto. El ascetismo es la tendencia a mantener los impulsos del Ello bajo control a través de normas y prohibiciones, que le demuestran al adolescente de que es capaz de manejar estos impulsos. Plantea esta autora que los adolescentes parecen temer más a la cantidad que a la calidad de sus pulsiones, y que por ello optan por establecer las prohibiciones más estrictas que pueden aplicarse a sus necesidades físicas cotidianas, a evitar contacto con personas de su edad, música, bailes, indumentaria atractiva, etc. La formación reactiva es la capacidad de transformar los impulsos agresivos o sexuales en sus opuestos: las ganas de romper o ensuciar, en ordenar y limpiar, de acercarse al sexo opuesto, en mantener una prudente distancia de éste, el deseo de liberarse de las normas familiares en una aceptación total de éstas, etc. La sublimación es la transformación de un impulso instintivo en una acción socialmente útil y aceptada: las ganas de discutir se transforman en capacidad de liderar a grupos juveniles, las de tocar cuerpos femeninos, en el estudiar una carrera que le permite ayudar a través de terapias físicas y masajes, etcétera.
5. Erik Erikson y el concepto de identidad(55). Más adelante describiremos en detalle la visión de este autor. Sólo señalaremos acá que su idea de una secuencia evolutiva en ocho etapas, cada una con una crisis y una oportunidad de desarrollo, fue estudiada por el mismo y por otros autores en términos culturales, por lo que su aproximación ha sido denominada psicosocial, en comparación a la del mismo Freud, de más foco biológico y, por lo tanto, llamada psicosexual. Para Erikson, ante desafíos universales propios de cada etapa de la vida, cada persona busca soluciones individuales adecuadas a su contexto cultural. La fuerza del Yo será crucial en cuanto a cómo resuelva los desafíos sucesivos propios de esta sucesión de etapas. La adolescencia para él se caracteriza por una necesidad de mantener la continuidad del sí mismo a pesar de los marcados cambios corporales sobrevinientes, centrándose, por lo tanto, en la búsqueda y mantención de la identidad, las que serían las tareas propias de la adolescencia para este autor.
6. La perspectiva psicoanalítica revisada de Peter Blos(56). Este autor ha centrado su re-evaluación de la evolución adolescente desde el psicoanálisis al considerar los cambios psicológicos como de adaptación a la pubescencia, delineando cuidadosamente los procesos experimentados en el mundo interno del individuo. Así, define a la preadolescencia como una etapa en la cual hay un aumento cuantitativo de fuerzas instintivas y una reaparición de "todos los modos de gratificación libidinal y agresiva que fueron útiles en los años anteriores", con conductas compensatorias que son, a veces, difíciles de comprender para la familia o los profesores. La adolescencia propiamente tal trae consigo cambios cualitativos. Las amistades del mismo sexo son también importantes para las niñas, que tienden a tener amigas íntimas sin que esto implique una tendencia homosexual. Esta subetapa se caracteriza por una reactivación de los conflictos edípicos, separación de los objetos primarios de amor y elección heterosexual de objeto. La organización mental se hace más compleja, la emociones más profundas e intensas, y aparece el sentido de finalidad en las elecciones. Son comunes actitudes narcisistas y una sobreestimación de las propias capacidades. Propio de esta etapa es un "amor tierno", que lentamente se integra con la sexualidad. El ascetismo y la intelectualización son, dice Blos, más propios del adolescente europeo de clase acomodada, mientras que el adolescente promedio usa, más bien, una mezcla defensiva con identificación, negación, aislamiento y maniobras contrafóbicas que él denomina "conformismo". Durante la adolescencia propiamente tal comienza a cristalizarse la organización jerárquica del Yo, subordinándose las gratificaciones pregenitales a las genitales, quedando sólo como conductas introductorias hacia la relación objetal completa. En la adolescencia tardía se cristaliza un sistema integrado y unificado del Yo, la identidad sexual se consolida irreversiblemente, y se pueden reconocer los conflictos y constelaciones defensivas con los que el sujeto enfrentará la vida adulta.
7. Puntos de vista europeos: Spranger y Remplein. Estos autores tomaron un rumbo diverso al de Hall y Freud. Spranger, cuyo libro publicado por primera vez en 1924 ha tenido innumerables reediciones(57), se centró en el estudio de "estructuras mentales", con un énfasis mayor en determinantes innatos que en los ambientales. Para él, la adolescencia es aquel período durante el cual la estructura psicológica indiferenciada del niño se reorganiza a través del descubrimiento de sí mismo que éste hace, de la emergencia de un sistema de valores propios y del desarrollo de un plan de vida personal. La preocupación por uno mismo lleva a sentimientos de aislamiento, a una necesidad de interacción y aprobación sociales, a experimentar con diversas identidades (explicando el interés por figuras heroicas) y rebelión en contra de las tradiciones familiares y sociales. La elección vocacional es un aspecto de una expansión más amplia de la perspectiva temporal y de una actividad dirigida a integrar el sistema de valores. En todas estas etapas aparece una sobreestimación de las propias capacidades. La adolescencia también permite separar la realidad de la fantasía, el sí mismo del mundo circundante y la sexualidad del amor idealizado. Esta distinción consciente debe, al mismo tiempo, compatibilizarse con una fusión paralela de los dos aspectos de la sexualidad, necesaria para el desarrollo de una sexualidad madura. Spranger distinguió la forma hasta entonces más habitualmente descrita por los teóricos, la de sturm und drang, como uno de tres tipos posibles de desarrollo adolescente: los otros son el de cambio gradual y continuo y el de cambio proactivo, iniciado por el mismo adolescente.
Remplein(58) es otro autor que desarrolló un sistema abarcativo estructural, describiendo al adolescente con un desarrollo en tres etapas y tres fases, con una teoría de la personalidad basada en las tipologías constitucionalistas, y con una estratificación en capas, popularizada especialmente en Alemania por Lersch. Desarrolló así un sistema evolutivo en el que se parte de una capa inferior psicológica centrada en los impulsos vitales, asociada a las funciones fisiológicas básicas y centrada neuroanatómicamente en el centro del cerebro (paleocortex). Las actitudes, las intereses y las emociones no vitales se ubican en el estrato medio, o endotímico. Por ejemplo, el sexo es un instinto vital y el amor, un "sentimiento endotímico". Ambos confluyen y se dirigen hacia la misma pareja durante la adolescencia. El autocontrol y las funciones cognitivas son propias de la tercera capa, neocortical, que es denominada estrato personal o superior. El control volicional sobre las capas anteriores se logra sólo parcialmente al fin de la adolescencia y en algunos sujetos no se alcanza ni siquiera durante la vida adulta.
Los puntos de vista anteriores tienen un elemento constitucional importante. Por ejemplo, la prepubertad es caracterizada por la introversión, pero en la adolescencia propiamente tal hay una nueva emergencia de conductas agresivas y grupales, lo que hace esta etapa particularmente difícil para individuos con características esquizoides, que de por sí tienden a aislarse. Por lo mismo, es mucho menos problemática para los cicloides, que tienen menos dificultad en adaptarse a situaciones gregarias.
8. Las influencias de la antropología cultural y de la sociología. En la medida que diversos antropólogos estudiaron la validez de las teorías europeas y americanas anteriores en otros lugares, se dieron cuenta de que su aplicación era limitada. Se encontraron ceremonias de iniciación de gran variabilidad, actitudes variables de los adultos hacia los adolescentes, pudiendo sólo clasificar Benedict(59) las sociedades a lo largo de tres ejes en relación con sus actitudes hacia los adolescentes: responsabilidad vs. irresponsabilidad del joven, dominancia vs. sumisión, y contraste de los papeles sexuales. Esta variabilidad los ha llevado a adoptar en forma frecuente posiciones de relativismo cultural El papel de los factores socioculturales ha adquirido especial importancia en los últimos treinta años, en relación con lo que Richard Jessor(60) ha denominado un cambio de zeitgeist. Este cambio ha llevado a la adopción de una inevitable perspectiva multidisciplinaria, que utiliza constructos de disciplinas tales como la antropología y la economía. O sea, se da progresivamente mayor importancia a los exosistemas y a los macrosistemas.
9. Otros desarrollos contemporáneos. Entre los cambios recientes se pueden también constatar una declinación y gradual abandono de las epistemologías positivistas: la restricción de la atención psicológica a lo observable y operativamente definible ha sido reemplazada por una apertura a reconocer la función central del lenguaje y de los significados en las acciones humanas, y una revalorización de las experiencias íntimas y las dimensiones del encuentro interpersonal. Esto hace que la relación con el adolescente sea hoy, más que antes, vista como intersubjetiva.
TAREAS DE LA ADOLESCENCIA
Los conceptos de adolescencia y juventud engloban un período transicional con importantes cambios globales (biopsicosociales) en la persona. Dichos cambios han sido esquematizados dentro del concepto de "tareas del desarrollo", que han sido definidas por Havighurst de la siguiente manera: "Surgen en cierto período de la vida del individuo cuya debida realización lo conduce a la felicidad y al éxito en las tareas posteriores, y cuyo fracaso conduce a la infelicidad del individuo, a la desaprobación de la sociedad, y a dificultades en el logro de tareas posteriores"(61)
La tarea central de la adolescencia ha sido definida por Erikson como la BÚSQUEDA DE LA IDENTIDAD. Ella se relaciona con el sentirse a sí mismo como estable a lo largo del tiempo, con la adopción de una identidad psicosexual definitiva, expresada a través de papeles sexuales socialmente aceptados, y con la posibilidad de una conducta sexual activa. Muy ligado a lo anterior está el sentirse preparado para la elección de pareja y su estabilización, generalmente a través del matrimonio. Dicha tarea tiene diferentes pasos de "relaciones de práctica" (pololeos), con grados progresivos de acercamiento físico, que se consolida al final del período con la capacidad de estabilizar la relación de pareja, y de casarse(62).
Una segunda tarea del desarrollo adolescente es la separación de la familia de origen para posibilitar la individualización de la persona. Esta necesidad del adolescente por definirse a sí mismo (contestando su típica pregunta de, "¿quién soy yo?") implica un grado de conflicto e, incluso, de rebeldía en la relación con los padres, a veces necesaria para lograr un nivel suficiente de autonomía personal. La independencia psicológica es un paso necesario, a veces previo, otras paralelo, al logro de la independencia social y económica. Esta separación/individuación se logra en forma importante a través del desarrollo de lazos amistosos y emocionales con adolescentes de la misma edad: el centro de gravedad emocional pasa desde la familia y los padres hacia el grupo de pares. Dicha transición es importante y especialmente frágil: numerosos problemas surgen cuando las dos generaciones en juego no permiten que se atraviese en forma fluida.
Una tercera tarea de la adolescencia es la definición de la identidad en el plano de la elección vocacional y laboral. Esta consolidación es quizá la más influenciada por el entorno sociocultural, geográfico y económico del joven. El adecuado equilibrio entre capacidades, expectativas, logros académicos y oportunidades laborales determinará, en buena parte, la calidad de vida y satisfacción personal posteriores del sujeto(63).
Erikson ha descrito cómo el desenlace de estas tareas o "crisis normativa" de la adolescencia puede ser la consolidación de la identidad, avanzando, el adolescente, entonces, a la etapa siguiente (la de adulto joven) o, bien, quedando en el así denominado "síndrome de difusión de identidad". En éste el sujeto, a lo largo de su vida adulta, vuelve una y otra vez a tratar de definir sus áreas de interés o elecciones vocacionales o de pareja. Un seguidor de Erikson, Marcia, ha descrito cuatro diferentes etapas de la identidad adolescente: identidad lograda, cuando se ha vivido un período de toma de decisiones y se están persiguiendo las propias elecciones y metas; identidad hipotecada, en que el compromiso con la ocupación y posición existen, pero no se ha logrado personalmente, sino por el influjo de otros; identidad difusa, en la que no se han definido diversas opciones, independientemente de haber atravesado por un período de toma de decisiones personales y, finalmente, la así denominada por el mismo Erikson moratoria de identidad, en la cual se posterga y prolonga el período de definiciones hacia la etapa adulta de la vida(64).
EL SÍNDROME DE LA ADOLESCENCIA NORMAL
¿De qué modo el adolescente reacciona frente a todos los cambios físicos recién descritos? Dos autores argentinos, Aberastury y Knobel(65), han estudiado el tema y han descrito una serie de síntomas y características que se presentan sistemáticamente a lo largo de esta etapa. Las diez características que conforman el denominado por ellos síndrome de la Adolescencia Normal, son las siguientes:
1. Búsqueda del sí mismo y de la propia identidad; aquí, el adolescente recurre a la búsqueda de soluciones como la uniformidad, que brinda seguridad y estima personal. Ocurre, también, un mecanismo que estos autores llaman de doble identificación masiva, en donde todos se identifican con cada uno, y que explicaría en parte el proceso grupal del que participa el adolescente. En otras ocasiones, la solución puede ser la de buscar lo que Erikson ha llamado identidad negativa, basada en identificaciones con figuras negativas, pero reales. Esto constituye una de las bases de las pandillas de delincuentes, los grupos de homosexuales, los adictos a las drogas, etc. Se pueden presentar también identidades transitorias, ocasionales o circunstanciales, adoptadas sucesiva o simultáneamente por el adolescente;
2. Tendencia grupal; se transfiere al grupo parte de la dependencia que antes se mantenía con la familia, y el grupo pasa a ser el continente de las ansiedades de sus integrantes;
3. Necesidad de intelectualizar y de fantasear; estas defensas aumentan frente a la imposición de la realidad del crecimiento y desarrollo físicos, y a la necesidad de renunciar a los aspectos infantiles, desarrollándose lo que Aberastury denomina atitismo positivo, que lleva a la preocupación por aspectos éticos, filosóficos y sociales;
4. Crisis religiosas que pueden ir desde el ateísmo más intransigente hasta el misticismo más fervoroso; puede presentarse, así, el adolescente como un ateo exacerbado o como un místico apasionado. Esta tendencia a irse a posiciones extremas va disminuyendo en la medida que se estabiliza el proceso de desarrollo;
5. Desubicación temporal: el pensamiento adquiere las características del proceso primario; las urgencias son enormes y las postergaciones son aparentemente irracionales. Dos ejemplos que da Knobel son el de la muchacha que necesita inmediatamente un vestido para una fiesta que tendrá tres meses después y el del muchacho que descansa plácidamente, porque tiene un examen recién al día siguiente;
6. Evolución sexual manifiesta que va desde el autoerotismo hasta la heterose-xualidad; se da una transición que va desde conductas masturbatorias esporádicas hacia la búsqueda inicial de pareja, con caricias cada vez más cercanas. Los enamoramientos iniciales son apasionados, pero dirigidos hacia figuras idealizadas: ídolos musicales o deportivos, poco alcanzables para el adolescente. El acercamiento inicial al otro sexo es primero lúdico, a través de bailes, juegos y conversaciones de pasillo. Aumenta la curiosidad sexual, que se expresa en el interés por revistas o videos explícitos o pornográficos. Para estos autores, como para Hall, hay en la preadolescencia una etapa normal de bisexualidad, que no significa necesariamente homosexualidad. Dice al respecto Françoise Dolto(66): "Se dice que hay cada vez más homosexuales, pero eso no es cierto. Se creen homosexuales después de haberse escaldado con un primer amor. Es una conducta de búsqueda de lo fácil, una liberación del compromiso. Se han quedado en ese terreno puesto que nadie les alentó a correr de nuevo un riesgo valorizante. Han perdido su creatividad después de malograr un primer amor, y nadie les dice ‘No te desalientes después de esta experiencia. Te preparas para otro encuentro más duradero, con un ser que tendrá fe en ti'. Entonces se vuelven hacia otro semejante que les devuelve el espejo del narcisismo así como el sentimiento de su valor respecto de gentes que desprecian al otro sexo"
7. Actitud social reivindicatoria; esta rebeldía se liga a la percepción de las contradicciones y falta de equidad del mundo adulto, y sirve, también, a la función de separarse de los padres, vistos como representantes de una estructura social injusta;
8. Contradicciones sucesivas en todas las manifestaciones de la conducta; no se mantiene una línea de conducta rígida, permanente y absoluta, aunque se la busca. Desde el punto de vista de los adultos, aparece como muy variable y poco predecible;
9. Separación progresiva de los padres; esta tarea sería la básica de esta etapa, ligada por estos autores psicoanalíticos a una segunda elaboración del conflicto edípico. Al ser claro que debe buscar su pareja fuera de la familia, comienza un proceso activo de alejamiento y de búsqueda de un objeto amoroso propio;
10. Constantes fluctuaciones del humor y del estado de ánimo. Estos cambios se relacionan con un sentimiento básico de ansiedad y depresión ligado a los duelos y separaciones que caracterizan a este período. Aparecen sentimientos de soledad, de frustración, de desaliento y de aburrimiento frecuentes. El adolescente pasa de la desesperanza más profunda a entusiasmos rápidos y poco duraderos.
LOS HOMÓCLITOS
Una de las polémicas más permanentes en la literatura es cuan generalizables son descripciones como la anterior y de otras realizadas por psicoanalistas como Anna Freud o Peter Blos, cuya experiencia es fundamentalmente clínica, al estudiar adolescentes consultantes. La alternativa ha sido el estudio de adolescentes normales realizada, primero, en los Estados Unidos y, luego, en forma transcultural por Offer y su grupo. Estos autores han acuñado el término homóclitos, para referirse al desarrollo habitual de los adolescentes que, de acuerdo a sus hallazgos, no es tan tumultuoso ni emocional como las descripciones hacen pensar. A través de una serie de encuestas realizadas con adolescentes estadounidenses de enseñanza media, utilizando un cuestionario estandarizado, han llegado a la visión de que la mayoría de los adolescentes son capaces de integrar sus nuevas experiencias afectivas, cognitivas, biológicas y sociales con poca disrupción(67). Los resultados de esta aproximación empírica muestran que los adolescentes, de acuerdo con las características de su desarrollo, pueden ser agrupados en tres grupos:
1. Desarrollo continuo. Este grupo, que correspondió al 21% del grupo total, progresaron a través de la adolescencia con un desarrollo imperturbado, con mucha seguridad de que llegarían a tener una vida adulta satisfactoria. En general, provenían de familias que no habían tenido experiencias particularmente negativas, y de unidades nucleares estables. Eran capaces de enfrentar las situaciones estresantes combinando la razón y la emocionalidad en forma tranquila, aceptaban las normas culturales y se podían insertar en su contexto sin mayor rechazo ni rebeldía. Sus padres habían podido apoyar la independencia de sus hijos, y aceptar un equilibrio diferente en la medida que éstos maduraban. Se había desarrollado un grado importante de confianza y respeto mutuos, con ligazones afectuosas evidentes entre padres e hijos. Este proceso era facilitado por el hecho de que en general los hijos no habían cambiado radicalmente de rumbo en comparación a los estilos de vida parentales, y sus sistemas de valores se relacionaban claramente con los de éstos, sin ser necesariamente idénticos. Estos adolescentes también exhibían la capacidad de relaciones interpersonales poco conflictivas, con amigos cercanos y con relaciones cada vez más cercanas con el sexo opuesto. Sus sistemas de valores no les creaban dificultades especiales, y tenían una vida de imaginación y fantasía relativamente activa, siendo capaces de llevar sus ideales y sueños a la realidad a través de la acción.
2. El grupo de desarrollo surgente, como lo denominó Offer y su grupo, correspondió al 35% de los adolescentes estudiados y se caracterizó por desarrollarse a través de "saltos" y mayor discontinuidad que el anterior. Tenían que concentrar más energía en enfrentar las tareas del desarrollo, y oscilaban entre una adaptación adecuada y períodos de detención y, a veces, retroceso. Tendían a mostrar más emociones de tipo enojo y frustración, y sus relaciones con la familia eran menos positivas. En general, podían enfrentar el estrés adecuadamente, pero con niveles de ansiedad, a veces, significativos. Tenían menos confianza en ellos mismos, con una autoestima más oscilante; en general, desarrollaron relaciones interpersonales tan cercanas como el grupo previo, pero demostraron mayores diferencias de opiniones y valores con sus padres. Los temas de disciplina, rendimiento acádémico o creencias religiosas los colocaron, en oportunidades, a distancia de sus progenitores. En general, definieron adecuadamente sus expectativas de largo plazo, pero les costó más trabajar hacia esas metas, pasando por etapas de desinterés o falta de entusiasmo por sus estudios. En cuanto a su acercamiento al sexo opuesto, mostraron más dificultad, tendiendo, a veces, a postergar su acercamiento a éste, con excepción de un pequeño subgrupo que mostró conducta sexual muy temprana. En general, sin embargo, el ajuste final de estos sujetos era tan adecuado como el del grupo anterior al final de la adolescencia.
3. Grupo de desarrollo tumultuoso. Este grupo es el más cercano al habitualmente descrito en la literatura psiquiátrica y psicoanalítica, y corresponde al 15% a 20% de los adolescentes estudiados. La turbulencia interna de estos jóvenes no sólo se expresa en una mayor emocionalidad y en síntomas ansiosos y depresivos, sino en conductas alteradas que les pueden crear problemas en la casa o en la escuela. Tienen muchas mayores dudas acerca de sí mismos, conflictos, a veces, significativos con sus padres y rendimientos académicos inconsistentes y en algunas oportunidades francamente deficitarios. Su background familiar es menos estable que en los otros grupos, encontrándose familias con conflicto conyugal abierto, historia de enfermedad mental: en general, un contexto familiar o social menos favorable. En nuestra nomenclatura, corresponde a sujetos con mayor riesgo que los anteriores.
Un 20% adicional en el estudio de Offer correspondió a sujetos no clasificables en ninguno de los tres grupos anteriores. En resumen, este autor plantea que alrededor del 80% de su muestra corresponde a homóclitos, y un 20% a adolescentes que calzan con la forma clásica de sturm und drang.
SUBETAPAS DE LA ADOLESCENCIA
Los diferentes componentes del síndrome de adolescencia normal antes descrito no se presentan de una vez, sino que en varias subetapas, que se superponen entre sí. Ellas se han clasificado en: la FASE PERIPUBERAL (o de adolescencia inicial) que va de los diez a los catorce años; la FASE POSPUBERAL (o de adolescencia propiamente tal) que va de los quince a los diecisiete años, y la FASE JUVENIL INICIAL (o de adolescencia tardía) que va de los dieciocho a los veinte años. A continuación, describiremos, en detalle, cada una de dichas etapas.
1. Adolescencia Inicial
Los cambios biológicos de la pubertad antes descritos son vividos por el niño como una irrupción de elementos nuevos, irracionales y extraños, en un mundo que hasta el momento era ordenado y previsible. En especial, la niña fluctúa en su estado emocional en relación con los cambios de sus niveles hormonales que se acentúa alrededor de las primeras menstruaciones. El cambio en su aspecto externo puede, también, preocupar sobremanera a la muchacha adolescente. Se da cuenta de que los varones la miran, de que su padre no le demuestra ya el cariño físico anterior, y experimenta sentimientos encontrados al contemplarse en el espejo. La reelaboración del conflicto edípico, en este período, ha sido descrita como de especial importancia en los estudios psicoanalíticos ya mencionados de Anna Freud y Peter Blos.
La metamorfosis anterior, en el caso del varón, se centra en el aumento de su masa muscular y, por lo tanto, de su capacidad potencial de agresión física. Aparece también la capacidad de eyacular, y con ello las poluciones nocturnas y conductas masturbatorias. El control de la tendencia a la masturbación compulsiva representa un desarrollo de la capacidad psicológica de autocontrol. Estudios chilenos muestran que las conductas masturbatorias son mucho más frecuentes en los varones que en las mujeres: Avendaño encontró que a los dieciséis años se había masturbado el 95% de los hombres y el 23% de las mujeres. Estos porcentajes ascendieron al 98 y 33%, respectivamente, a los diecinueve años(68).
Otro elemento importante, en esta etapa, es a nivel del desarrollo cognitivo. De acuerdo con las investigaciones mencionadas de Piaget y su escuela de Ginebra, se avanza desde el pensamiento lógico concreto del inicio de edad escolar al pensamiento operatorio formal(69). Dicho pensamiento se orienta hacia lo posible, y procede contrastando sistemáticamente las alternativas de solución de un problema. Esencialmente hipotético-deductivo, se libera de la realidad concreta inmediata y se adentra en el terreno de lo abstracto y de las operaciones simbólicas. El mencionado pensamiento permite la construcción de sistemas y teorías y, además, la adopción de una actitud crítica frente a la realidad, tan propia de los adolescentes. Álamos y cols.(70) encontraron, en su estudio de 143 adolescentes chilenos de nivel medio-alto, que si bien desde los catorce-quince años disminuye el pensamiento concreto y aumenta el formal, aun a los dieciséis-diecisiete había un predominio del primero sobre el segundo: el 56,7% de los jóvenes estudiados presentaron respuestas concretas y sólo el 43,3% tuvieron respuestas formales.
En el plano de las relaciones interpersonales, en esta época comienzan los primeros entusiasmos por otros, a veces del mismo y generalmente del sexo opuesto. Tales enamoramientos fugaces son de carácter narcisista, buscando o bien un reflejo del sí mismo o bien una proyección idealizada del cómo se quisiera ser. Los "ídolos juveniles", sean cantantes, figuras públicas o maestros, tienen una característica de lejanía, idealización y cualidad de "amor imposible". Representan, asimismo, una elaboración de la relación con el propio progenitor: de allí el interés frecuente de las preadolescentes en hombres mucho mayores.
La sexualidad en esta etapa es activamente sublimada, sea en proezas deportivas o en una activa vida social. Tal sublimación es reforzada positivamente por las organizaciones que se preocupan de la juventud: boy sconts o girl guides, grupos deportivos o de Iglesia, etc. En cuanto a la familia, la relación con el progenitor del mismo sexo se distancia, y comienza la reorientación desde la familia hacia los grupos de amigos. Este cambio de centro de gravedad es muchas veces mal tolerado por los progenitores, produciendo un grado de tensión en la familia que típicamente se exacerba en la etapa consecutiva.
2. Adolescencia media
El hecho central en este período es el distanciamiento afectivo de la familia y el acercamiento a los grupos de amigos. Implica una profunda reorientación en las relaciones interpersonales, que tiene consecuencias no sólo para el adolescente sino para sus padres. La familia ha sido el centro de la existencia emocional del joven por catorce o quince años. La superación del apego y el dejar de aceptar fielmente el control familiar es un paso difícil, pero necesario para conocer sin temor el mundo de los demás y para aprender a relacionarse con los pares, en especial con los del sexo opuesto. El adolescente oscila entre la rebelión y el conformismo. Para alejarse de sus padres los jóvenes se visten, hablan y opinan muy diferente a ellos, pero a la vez son muy leales a su grupo de iguales, conformándose rígidamente a las modas, expresiones y estilos de relación de éstos. Las pandillas y los grupos de amigos conforman, entonces, una subcultura cerrada que hace que los padres se sientan excluidos, sea por costumbres o por lenguaje que no entienden o aceptan. El uso excesivo de drogas u otras actividades antisociales surgen dentro de este contexto de búsqueda de actividades que diferencien al joven de las generaciones que le preceden.
Muchas veces la superación de la dependencia con respecto a la familia se hace descalificando a uno o ambos progenitores. Ello puede obedecer más a una necesidad inconsciente de aflojar lazos que a dificultades objetivas con los padres. El joven, para alcanzar más autonomía, necesita demostrarse a sí mismo que es capaz de trazar su camino por la vida y que no precisa de los juicios y directivas de sus padres. El adolescente busca activamente juicios, opiniones y valores propios, sin aceptar ya, automáticamente, los de sus padres. Los errores y contradicciones de éstos son magnificados para facilitar el proceso de desapego.
Otras veces se produce una desilusión real al descubrir o corroborar una conducta o antecedente decepcionante en la vida de uno o ambos padres. Este desplomarse de los modelos patentales puede representar una dificultad para éstos, cuya relación con los hijos se ve sometida a prueba. Deben confiar en que lo que realizaron en la niñez de sus hijos ha sido sólido, y que el adolescente ya es capaz de comportarse bien por su cuenta, y no estar permanentemente supervisado. Hemos ya comentado cómo esta dificultad aumenta cuando la crisis del adolescente coincide con la crisis de la edad madura de uno o de ambos padres.
La importancia del grupo juvenil aumenta en la medida que decrece para el joven la de sus progenitores. El grupo mencionado desarrolla, frecuentemente, posiciones antiadultas. Se forman núcleos de amigos íntimos, que se apoyan y acompañan mutuamente. Dentro de estos grupos no se aceptan normas o controles externos, y se da un espacio donde se define la legitimidad o madurez de las propias conductas. Este grupo pasa a compensar para el joven la pérdida que implica la separación de los padres, y representa, también, un lugar donde se exploran costumbres y normas sociales externas a la familia. La conducta es controlada por el grupo respecto a la homogeneidad de todos los miembros: cada uno debe actuar conforme a los patrones valorados por el grupo. El prestigio individual se basa en símbolos (ropas de marca, posesión de objetos, etc.) que son valorizados por todos.
Existe, además, una diferenciación sexual en la estructura y temática de los grupos. Algunos son predominantemente masculinos, orientados hacia la acción y otros mixtos o predominantemente femeninos, orientados hacia la socialización y relaciones de tipo sentimental o romántico. Los grupos masculinos encuentran su polo extremo en las pandillas antisociales, que roban y condonan otras conductas agresivas de sus miembros.
La homeostasis intrafamiliar implicaba la represión de la conducta sexual del muchacho. Dicha represión se supera paulatinamente en tal etapa, al desplazarse el foco afectivo y erótico fuera de la familia y hacia personas de la misma edad y del sexo opuesto. La transición hacia los primeros pololeos se da en esta etapa, en forma paulatina y tímida primero, y más agresiva y abierta, después. Las actividades de búsqueda entre ambos sexos son progresivamente más cercanas y explícitas, y van desde el enamoramiento sentimental y romántico a las primeras aproximaciones físicas. Las reuniones grupales pasan a transformarse en grupos de parejas y, luego, en parejas solas que tienden a aislarse.
Las relaciones sexuales son relativamente poco frecuentes en esta etapa, dada la prohibición cultural que pesa sobre los encuentros prematrimoniales. El doble estándar de nuestra cultura, más permisivo con respecto a hombres que a mujeres, está variando en las últimas décadas. Psicológicamente, sin embargo, es necesario que exista un lapso de tiempo entre tener la capacidad biológica de relacionarse sexualmente y el concretar esta potencialidad en la práctica.
Lentamente surge, en este período, la capacidad de enamorarse, integrando componentes espirituales, sentimentales y eróticos en una persona, no disociadas en diferentes personas, como en las etapas anteriores. El adolescente es capaz de integrar estos aspectos gracias a la capacidad de utilizar mecanismos de defensa más elaborados, tales como los de fantasía activa (ensoñación), el de sublimar impulsos prohibidos en otros socialmente aceptables, y el de intelectualizar y racionalizar cierto ascetismo. La adolescencia media constituye, entonces, una última etapa en la que pueden ensayarse conductas sin que esta práctica tenga las consecuencias determinantes y los compromisos a largo plazo propias de las etapas consecutivas.
3. Adolescencia final
En esta etapa terminal de la adolescencia se concretan los procesos recién descritos, alrededor de la consolidación de la identidad del Yo. La respuesta a la pregunta: ¿quién soy yo? es contestada ahora con innumerables variaciones. La búsqueda de vocación definitiva se hace más premiosa y urgente, muchas veces estimulada por hermanos o amigos que se casan o comienzan a trabajar. Para muchos adolescentes dicha etapa constituye un desarrollo lógico y no conflictivo de procesos previos. En otros casos, hay conflictos más abiertos que llevan, a veces, a la así llamada por Erikson MORATORIA PSICOSOCIAL.
La identidad consiste en la sensación de continuidad del sí mismo ("self) personal a lo largo del tiempo. Dicha identidad hace a la persona diferente tanto de su familia como de sus coterráneos. Ella confiere cierta previsibilidad a las conductas individuales en diferentes circunstancias, y acerca y diferencia, al mismo tiempo, al joven de su familia, grupo social, colegas profesionales y laborales, grupo etario y momento histórico. El completar la propia identidad es personal y socialmente necesario para, posteriormente, evitar fluctuaciones extremas. La elección vocacional se hace con un costo interno y externo: el cambiarse de una carrera a otra cuesta cada vez más en la medida que transcurre el tiempo. Lo mismo vale para la elección de pareja, ya que el daño emocional que conllevan las separaciones matrimoniales es progresivo, en la medida que transcurre el tiempo.
En algunos cuadros clínicos, como ciertas neurosis y patología limítrofe del carácter, se aligera este cierre y delimitación de elecciones. El patológico síndrome de difusión de identidad descrito por Erikson se advierte en sujetos que, crónicamente, van de oficio en oficio, de carrera en carrera o de pareja en pareja, ya que no han logrado una definición positiva de la propia identidad. La alienación y el fatalismo juveniles y el cierre prematuro de la identidad son otros desenlaces posibles, pero anormales de este período.
Los problemas de identidad en la mujer se centran en la opción entre el papel matrimonial y el laboral. La preparación para un título universitario pasa, en algunas adolescentes, a tener mucha más importancia que la búsqueda de una relación de pareja adecuada. El encontrar marido y el realizarse profesionalmente son percibidos como objetivos incompatibles, generándose dinámicas de competencia intelectual con los varones que se les acercan: ellas se sienten, constantemente, superiores a éstos. Dicha configuración explica por qué es más frecuente en mujeres profesionales la soltería prolongada.
La identidad yoica, en este período, pasa a fusionarse con la capacidad de intimidad: el saber que se es amada y que se ama, y el poder compartir el yo y el mundo con otra persona. Esta capacidad de intimidad sólo aparece después de tener una razonable fe en sí mismo y en la propia capacidad de funcionar en forma autónoma e independiente: antes de caminar de a dos, es necesario saber caminar solo. De otro modo, se necesita al otro no como persona sino como bastón. La identidad de la mujer pasa también a depender, en gran medida, de las características y capacidades de su pareja. Ello hace que, a veces, se orienten al matrimonio más rápida y activamente que los hombres. Esta es una etapa difícil para la mujer, pues culturalmente se espera que adopte un papel más pasivo y receptivo que el varón. En general, la capacidad para la intimidad tiene una función más central en la formación de la identidad femenina que en la masculina.
Sólo al final de la adolescencia está el joven preparado para una relación íntima estable. En los períodos previos predominan la exploración y la búsqueda, y hay una mayor presión de impulsos que buscan descarga, así como un mayor grado de egocentrismo y narcisismo. La coparticipación y el interés en la satisfacción del otro se hacen sólo gradualmente más centrales. Existen casos en los cuales el sexo se mantiene separado del amor y del cariño. Éste puede prestarse a ser juego, deporte o camino para superar las propias inseguridades, siendo usado agresivamente en la relación con el otro. Varias desviaciones del impulso sexual, como el sadomasoquismo o el exhibicionismo, son ejemplos en la práctica clínica de la afirmación anterior.
Las variaciones en la conducta sexual y de acercamiento de pareja han sido documentadas por diferentes estudios chilenos. Así, Álamos (op. cit) demostró cómo la dicotomía amor-sexo recién aludida es más acentuada en la adolescencia inicial que en la tardía. De los doce a trece años sólo el 46% de los adolescentes informa experimentar atracción física hacia la mujer que se quiere. Este porcentaje sube a un 83% en el período de dieciséis-diecisiete años. La frecuencia de relaciones heterosexuales encontrada en el estudio recién aludido de Álamos, en adolescentes de nivel medio alto, fue de un 36,4% entre los varones. En el mismo sexo, Avendaño (op. cit.) encontró un 56,7% entre adolescentes de nivel medio y medio-bajo en el sector norte de Santiago de Chile. Las mujeres del último grupo habían tenido relaciones en un 19,4%. Velasco(71) halló un aumento en la frecuencia de las relaciones sexuales entre las mujeres, desde un 6% a los quince-dieciséis años, hasta un 31% entre los diecisiete a diecinueve. Todos los estudios, por lo tanto, concuerdan en la mayor frecuencia de conducta sexual activa en el varón de estratos socioeconómicos bajos. En nuestros estudios antes mencionados, en una muestra representativa de los adolescentes escolarizados de Santiago de Chile en 1994, un 22,7% señalaba haber tenido relaciones sexuales, la mayoría de las veces en forma única u ocasional. El porcentaje de relaciones frecuentes aparecía en un quinto del total de adolescentes iniciados sexualmente. La conducta homosexual era aún más rara: un 1,6% de los varones y un 0,2% de las mujeres informaban experiencias de este tipo. Más adelante volveremos a estas cifras.
El fin de la adolescencia es, por lo tanto, un cierre de un tiempo de cambios rápidos y de exploraciones, y lleva a uno de compromiso personal y laboral: la adultez joven que, externamente, puede parecer una restricción y una pérdida de los horizontes amplios que caracterizaron al período que acabamos de revisar. Los logros típicos del final de la adolescencia que se.encuentran normativamente son entonces los siguientes:
1. Una identidad coherente, que no cambia significativamente de un lugar a otro;
2. Una capacidad de intimidad adecuada en términos de relaciones maduras, tanto sexuales como emocionales;
3. Un sentido claro de la integridad, de lo que está bien y lo que está mal, con desarrollo de sentimientos socialmente responsables;
4. Una independencia psicológica con sentido del sí mismo que permite tomar decisiones, no depender de la familia, y asumir funciones y responsabilidades propias de los adultos;
5. Una independencia física con capacidad de ganarse el propio sustento sin apoyo familiar.
CORRELATOS SOCIOCULTURALES
El concepto de adolescencia es una construcción social relativamente reciente, propia de las sociedades urbanas occidentales industriales y posmodernas. Las descripciones, clasificaciones y subetapas recién expuestas deben, por lo tanto, tomarse con bastante precaución al trabajar en niveles socioeconómicos bajos o con grupos urbano-marginales o rurales. El niño con baja escolaridad que debe empezar a trabajar en forma muy temprana para contribuir al sustento familiar, o el hijo de una madre soltera adolescente, muchas veces no atraviesa las etapas recién descritas. Es en estos jóvenes donde son más necesarios los esfuerzos de investigación tanto descriptiva como explicativa. La marginalidad y la interfase sociocultural de las poblaciones periféricas del gran Santiago, o los "pueblos jóvenes" de Lima, o las "favelas" paulistas albergan un tipo de adolescente poco estudiado en comparación al de la clase media urbana. Mucho de la violencia y delincuencia juveniles de las grandes ciudades corresponde a estos grupos de riesgo alto, de salud tanto física como psicosocial Los adolescentes campesinos constituyen otro grupo, demográficamente en disminución, pero también importante: gran parte del cambio socio tecnológico recién descrito también ha llegado al campo, e impactado no sólo las economías sino los estilos de vida agrarios. La crisis de la adolescencia será, como ya señaláramos, muy diferente en sociedades estables y tradicionales, en las cuales los jóvenes heredan las actividades, propiedades y estilos de vida de los padres, que en sociedades en flujo y cambio rápidos.
Otro fenómeno propio de nuestra época es la aparición de subculturas juveniles urbanas. Los niños de la calle de Rio o São Paulo son una versión latinoamericana de los gangs neoyorquinos y del fenómeno del mobbing nórdico o germano que aparece en el cine juvenil europeo actual. Son necesarias investigaciones que muestren las motivaciones y peculiaridades de estas subculturas juveniles. Zegers(72) ha mencionado tres dimensiones que caracterizan a los jóvenes de nivel medio, integrados a la estructura social urbana: actividad autónoma, individualismo y orientación hacia el futuro. Éstas se contraponen a algunas características de los grupos socioeconómicos bajos que la misma autora menciona: pasividad-fatalismo, colectivismo y orientación hacia el presente.
El estudio socioantropológico de las subculturas juveniles marginales de las grandes urbes es, pues, hoy día, cada vez más necesario. Un aporte interesante al respecto es el realizado por Portillo, en Uruguay, quien ha descrito el actual modelo cultural de la juventud, señalando cómo(73) en nuestras sociedades se ingresa cada vez más temprano a la adolescencia, lo que se expresa en los juegos, las costumbres o las modas. Se irradia así sobre toda la sociedad un "espíritu juvenil", que pone en entredicho y cuestiona la respetabilidad y hegemonía del mundo adulto que existió en épocas anteriores. Dice este autor: "Ubicado en el centro de la propuesta cultural de la postmodernidad, este modelo juvenil hegemónico no sólo acorta la infancia, sino que hace que adultos y hasta viejos pretendan ser jóvenes". Se trata de afrontar un futuro incierto, dadas las crisis de las ideologías y del "fin de la historia" desde la alegre irresponsabilidad juvenil. Vivir al día, sin ataduras con el pasado y en ruptura con la memoria colectiva, en un discurrir sin rumbo fijo. Todo esto se expresa con mucha fuerza en la música, en la moda y, sobre todo, en la transmutación de las prácticas deportivas. De un deporte fuertemente disciplinado y disciplinador que se desarrolló como un correlato de la industrialización al servicio de individuos físicamente aptos para la producción, se evoluciona a un deporte predominantemente individual que privilegia lo placentero sobre lo competitivo. En un debilitamiento de las prácticas deportivas, las nuevas manifestaciones deportivas enfatizan la soledad del individuo en el placer de un deslizamiento sin un rumbo fijo: es el caso del windsurf, el jogging, la bicicleta de montaña, etc. Concomitantemente, se constata cada vez más una propensión al encerrarse en uno mismo cuyas manifestaciones son el individuo aislado de su entorno escuchando el walkman o los jóvenes cautivados durante horas enteras frente a los videojuegos.
Mencionemos, finalmente, que el adolescente en situación de pobreza requiere una consideración especial. La gran mayoría de las investigaciones se han centrado en los hijos de las clases medias profesionales. En Chile, tres de cada cinco adolescentes viven en familias de bajos ingresos. Este vacío de conocimientos lo hemos enfrentado estudiando en mayor detalle a adolescentes urbano-marginales. Queda, sin embargo, mucho por hacer. En especial, el adolescente rural o de origen campesino es un subgrupo descuidado, pero de crucial importancia en el caso chileno: mucho de la migración desde el agro a la ciudad y por ende del rápido crecimiento de nuestras urbes, se hace sobre la base de jóvenes que vienen a probar fortuna a la capital o a otras grandes ciudades del país.