Читать книгу La escuela desconcertada - Rau´l Molina Garrido - Страница 4
INTRODUCCIÓN
ОглавлениеTenía alrededor de veinte años y pasaba una quincena de mi verano en un campo de trabajo. Estaba cavando una zanja para asentar los cimientos de una futura casa de oración. Alguien pasea con una Biblia debajo del brazo, se acerca a mí y me pregunta: «¿Qué tiene que ver lo que estás haciendo con el reino de Dios?».
La pregunta se ha convertido en recurrente en mi vida: ¿qué tiene que ver mi día a día con el reino de Dios? Y, en concreto, ¿qué tiene que ver mi día a día, en la escuela católica, con el reino de Dios?
Sin duda, hay respuesta. La naturaleza de nuestras escuelas brinda un marco de posibilidades para hacer Reino: el trabajo con y por otros, espacios que permiten generar estilos de convivencia, la realidad comunitaria de la escuela, las propuestas de transmisión de la fe en Jesús, la apertura a las realidades del mundo y al conocimiento, la concepción de la persona desde la antropología cristiana, el acceso a la formación en valores, la posibilidad de transformación del entorno…
No creo que falte ninguno de estos aspectos en los centros escolares católicos. Tampoco creo que falten la mayoría de ellos en institutos o colegios aconfesionales. En la vieja Europa, inevitablemente, todo lo que hay tiene un baño de tradición cristiana. Por tanto, no me pregunto sobre lo que nuestra tarea tiene que ver con la construcción del Reino, sino si la construcción del Reino –y de su justicia– es la base de nuestra oración, discernimiento y acción; me pregunto si diseñamos nuestra actividad educativa y pedagógica desde la pretensión de hacer de la escuela un espacio de transformación personal y social inspirado en la propuesta del Evangelio de Jesús. Creo que la respuesta es que no siempre.
Nuestros idearios y caracteres propios están impregnados de pretensiones por hacer de la escuela lugares donde se vivencie la buena nueva del Evangelio, pero me temo que, en lo práctico, no es siempre este el leitmotiv de nuestro día a día. Me hago las siguientes preguntas: ¿cruzamos cada mañana el umbral de nuestro colegio con el ánimo de entregarnos a encuentros con compañeros, familias y alumnos que hagan de lo que somos signo de Reino? ¿Leemos todo lo que acontece y se proyecta en nuestros centros desde la luz del Evangelio? No sé si somos conscientes de que nuestro apellido católico hace que nuestro trabajo sea parte de la imagen que nuestra sociedad recibe de Dios. No sé si somos conscientes de este valor sacramental en nuestra tarea.
Vivir es leer e interpretar. En lo efímero puede leer lo permanente; en lo temporal, lo eterno; en el mundo, a Dios. Y entonces lo efímero se transfigura en señal de la presencia de lo permanente; lo temporal, en símbolo de la realidad de lo eterno; el mundo, en el gran sacramento de Dios. Cuando las cosas comienzan a hablar y el hombre a escuchar sus voces, entonces emerge el edificio sacramental. En su frontispicio está escrito: «Todo lo real no es sino una señal». ¿Señal de qué? De otra realidad, realidad fundante de todas las cosas, de Dios (L. Boff, Los sacramentos de la vida).
Aquella pregunta que alguien me lanzó mientras cavaba a pleno sol aún resuena en mí. Podría haber respondido. Podría haber encontrado una correlación entre esa agotadora tarea y la construcción de Reino. Sin embargo, comenzar a cavar aquella mañana no fue el resultado de un momento de silencio tras el que concluí que construir los cimientos de aquella casa era la tarea que me llevaba a hacer Reino aquel día.
No sé muy bien a quién va dirigido esto que escribo. No sé si estas reflexiones pueden conectar con algún otro trabajador o directivo de la escuela. No sé si existen personas que comparten mi sospecha de que la respuesta que la escuela católica está dando a los interrogantes y demandas que nuestra sociedad plantea no siempre está en consonancia con las demandas del Evangelio. No sé si hay una mayoría significativa de trabajadores de centros escolares católicos que viven el trabajo desde su compromiso como laicos insertados en una obra de Iglesia. La verdad es que no sé si todo lo que cuento a continuación son solo cosas mías.