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Presentación del libro por Alfonso Ropero

No hace tanto se nos enseñaba que la inspiración divina de la Biblia era semejante al dictado de un directivo a su secretaria. Con esta teoría se quería garantizar la autoría de Dios y la inspiración verbal de cada palabra. Es decir, que Dios, aparte de inspirar a los escritores bíblicos las ideas, pensamientos o temas a escribir, también los guio en su elección de las palabras a utilizar, un proceso complejo y milagroso, casi imposible de explicar, que llevó a cabo el Espíritu Santo no solo dando las ideas al escritor bíblico, sino también supervisándolo en cada palabra escrita, guardándole así de error hasta en el detalle más pequeño. Pero hasta los más conservadores comprendieron que esta imagen del “dictado” no hace justicia al concepto de inspiración, pues si bien destaca el papel y la autoridad divina de la inspiración, no hace justicia al hecho fenomenológico de la Escritura, con sus géneros y estilos literarios tan diferentes. Si Dios hubiera dictado a cada escritor bíblico lo que tenía que escribir, cada escrito producido tendría un único estilo: el de Dios como autor. Pero al analizar el texto bíblico, es evidente que cada autor tiene su propio estilo de escritura y responde a un momento histórico concreto.

Louis Berkhof adelantó la teoría de la “inspiración orgánica”, mediante la cual quiso hacer justicia a la parte divina —Dios como autor último—, y a la humana, mostrando que cada escritor sagrado escribió según su personalidad y su medio, en estricta fidelidad a lo que Dios quería decir en ese momento y mediante esa persona. La inspiración orgánica explicaría las diferencias de estilo, maneras de expresión, tiempo histórico-religioso, etc. “El término «orgánica» —escribía Berkhof— sirve para acentuar el hecho de que Dios no empleó a los escritores en un sentido mecánico, sino que actuó sobre ellos en forma orgánica, es decir, en armonía y consonancia con las leyes que rigen el ser interior de los escritores. Dios los usó tal como eran, con sus personalidades y temperamentos, sus dones y talentos, su educación y cultura, su vocabulario, dicción y estilo; iluminó sus mentes, los impulsó a escribir, contuvo la influencia del pecado en su actividad literaria y los ayudó a escoger las palabras y la expresión de sus pensamientos. Esta perspectiva es indudablemente la que posee mayor armonía con la información que tenemos en la Escritura” (Manual de doctrina cristiana. Eerdmans, Grand Rapids 1933. Ver también su Teología sistemática, cap. 4). Para ser precisos, Berkhof tomó esta teoría de la “inspiración orgánica”, de su correligionario Herman Bavinck, que fue quien primero introdujo esta expresión, con idéntica intención de hacer justicia y explicar el elemento humano en la Escritura divina.

En la actualidad, las ciencias bíblicas han avanzado mucho en todos los campos, especialmente desde los descubrimientos de los manuscritos del mar Muerto y de la biblioteca de Nag Hammadi. Se ha prestado más atención a la literatura extrabíblica y, sobre todo, la que se produjo en el llamado período intertestamentario, es decir, aquel amplio espacio temporal que va desde los tiempos de Esdras y Nehemías hasta el nacimiento y vida de Jesucristo. Período que dio a luz una ingente producción literaria judía de carácter sapiencial y apocalíptico, cuyas huellas se pueden detectar fácilmente en los escritos del Nuevo Testamento, una vez se conocen las características de esta producción literaria.

A semejante cuestión responde la investigación del autor de este libro, con un extenso recorrido por la literatura judía del período intertestamentario, una de carácter apócrifo, reservada para los iniciados; otra, pseudoepígrafe, revestida de la autoridad de los Patriarcas o personajes más célebres de la historia de Israel; todas preocupadas en dar una respuesta a los problemas, retos y desafíos del pueblo judío, que vivió períodos de sometimiento al poder político persa primero, al griego después, y al romano finalmente, con la memorable rebelión de los macabeos contra el atropello a la religión judía del monarca sirio-helénico Antíoco Epífanes y que fue inspiración de revueltas y guerras contra el nuevo poder romano, e inspiración también para los mártires cristianos.

En ese tiempo se perfilaron y profundizaron temas referentes al más allá, la vida de ultratumba; la realidad demoníaca, el final de los tiempos; la naturaleza del Mesías… Temas presentes en los escritos del Nuevo Testamento —como no podía ser de otra manera— pues es un hecho que la revelación se da en la historia y en respuesta a sus inquietudes.

El Dr. Raúl Zaldívar realiza un magnífico trabajo de rastreo y análisis de esos conceptos que estaban en el ambiente y aparecen en los escritos neotestamentarios, con el objetivo de presentar el marco histórico y literario de la revelación evangélica. Una obra original en nuestro idioma y en nuestro mundo evangélico que contrasta con los muchos escritos en otras lenguas y otras tradiciones eclesiales. Es, pues, de agradecer al autor el esfuerzo realizado en esta investigación, sólidamente documentada, que nos ayuda a tener una visión más amplia y adecuada del ambiente del “cumplimiento del tiempo” (Gálatas 4:4), cuando Dios envió a su Hijo en medio del conflicto de la historia para mostrarnos el camino de la salvación, salvación que comienza aquí, en medio de los tiempos, y se extiende a la eternidad.

Alfonso Ropero Berzosa

En un lugar de La Mancha, 9 de julio de 2018.

Las fuentes que dieron origen al Nuevo Testamento

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