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Prólogo

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Pablo Ruiz-Tagle

Este libro se propone identificar y criticar las raíces filosóficas del neoliberalismo que, según Renato Cristi, es un pensamiento ecléctico que combina ideas económicas, morales y políticas. Estas ideas tienen su origen en el utilitarismo, el hedonismo, el nominalismo, el empirismo, la teoría de los juegos, el convencionalismo y el contractualismo. La idea de Cristi consiste en enfrentar, particularmente, los supuestos del contractualismo desde una perspectiva fundada en una interpretación republicana de Hegel, rechazando los aspectos absolutos y totalitarios del pensador alemán. Se trata de enfatizar la noción hegeliana de «eticidad», que supone superar la idea de la moral individual, para incluir una idea de bien común y el patriotismo, que concibe las instituciones familiares y estatales en un nuevo contexto que sirve como contrapeso al dominio del contrato, la propiedad y la primacía del interés particular.

Para Renato Cristi, el neoliberalismo se instala en Chile a nivel del pensamiento constitucional a partir del trabajo de Jaime Guzmán, que se inspira a su vez en la obra de Carl Schmitt. Es la noción de Poder constituyente la que Guzmán hace suya al recibirla en forma indirecta al leer la obra de Luis Sánchez Agesta, en el libro que se encuentra en la biblioteca personal del político chileno. Cristi plantea que, en el caso de Guzmán, el pensamiento de Schmitt se usa para fundar la validación y justificación «guzmaniana» de la dictadura militar en sus peores medidas y consecuencias, tales como en las violaciones de los derechos humanos y la desigualdad económica y social en Chile. El punto de encuentro de Guzmán con el neoliberalismo se concreta en su antiestatismo que, en el caso del político chileno, también se remonta a la influencia que recibe del pensamiento «carlista» español, que se expresa en la obra de Juan Donoso Cortés, cuyo conservatismo es admirado por F. A. Hayek.

Esta genealogía y filología de las ideas y los conceptos que ha seguido el profesor Cristi para rastrear el modo en que se introduce el pensamiento neoliberal en los sectores conservadores que apoyaron el golpe militar en Chile, es de gran valor. Es probable que existan otras líneas de pensamiento no explorado en esta pócima de ideas autoritarias, tales como las que provienen del grupo «ibañista» o «estanquero». Sin embargo, el aporte de Renato Cristi para explicar la forma en que Jaime Guzmán se vincula con su pensamiento conservador al grupo de los economistas neoliberales de Chicago es ciertamente una contribución de primer orden al pensamiento político chileno. Hay otras ideas que se trabajan en esta obra, como las explicaciones sobre la noción de «ordoliberalismo» que según Cristi es, en verdad, una versión alemana del neoliberalismo. Esta idea todavía parece requerir más desarrollo, pero anuncia una cartografía intelectual muy compleja que sirve para entender mejor las ideas autoritarias que rigieron en Chile durante la dictadura militar que comenzó con el golpe de Estado de 1973 y que todavía conservan parte de su influencia.

La obra que comentamos contiene además una serie de argumentos dedicados al presente político y constitucional chileno. Sobre esta cuestión Renato Cristi nos dice que el periodo histórico postestallido del 18 de octubre de 2019 no corresponde a un momento constitucional originario, porque no ha destruido el régimen actual ni creado un nuevo origen, sino que ha sido un momento constitucional derivado y reformista. De esta idea se deriva el que para estos tiempos el profesor Cristi nos proponga concentrar el cambio constitucional en la reforma de la Constitución de 1925 y no en la de 1980. Es muy clara esta propuesta, pero me gustaría usar estas líneas para expresar mi desacuerdo con esta postura. Me parece correcto calificar de reformista y derivado, y no revolucionario, el momento constitucional actual, pero no en programar la reforma de la Constitución de 1925 como tarea para la Convención Constitucional chilena. El proceso de reforma en que estamos empeñados actualmente debe abrirse a recibir y evaluar todas las propuestas constitucionales de nuestra tradición, incluida la de 1980. Tal como lo ha demostrado Jaime Arancibia en su estudio de las disposiciones constitucionales actualmente vigentes, la Constitución chilena actual contiene, en un alto porcentaje, normas y principios de la Constitución de 1925 y de las experiencias constitucionales chilenas previas. En una sección del Ensayo V de este libro, Cristi desarrolla una apreciación crítica del estudio realizado por el profesor Arancibia. El contrargumento de Cristi asume la idea de una continuidad republicana en Chile a partir de 1810, de su violenta interrupción en 1973, y propone ahora restaurar, aunque no sea sino simbólicamente, esa continuidad. ¿No queda en evidencia aquí una actitud conservadora que rema contra la corriente del movimiento constitucional en la actualidad? Aunque solo se busque una restauración simbólica de la Constitución del 25, ¿no implica esto una sacralización hegeliana del pasado histórico? Por lo demás, la Constitución de 1925 tiene la marca del autoritarismo presidencialista que ya en su momento denunció Hans Kelsen (ver Pablo Ruiz-Tagle, Cinco Repúblicas y una Tradición, 2016, 122-123). Y, por cierto, el derecho comparado y sus adelantos más recientes, en mi opinión, también deben inspirar la nueva carta fundamental chilena.

En el Ensayo I, Cristi se refiere también a la idea de Orden Público Económico (en adelante denominado indistintamente OPE), como expresión del neoliberalismo en la Constitución de 1980. La crítica de Cristi no considera que existe una versión del OPE que adquiere ribetes pro Estado, y tampoco considera la discrecionalidad, ni el confusionismo que deriva de esta noción de OPE. Es de notar especialmente en esta parte de la obra de Cristi los párrafos que dedica a mostrar los errores de Cristian Gazmuri. Según Cristi, Gazmuri se equivoca en negar la influencia de Schmitt sobre Guzmán y en decir que no habría existido una conexión temprana de Guzmán con la dictadura.

El libro de Cristi, en su Ensayo II, trata del carácter central que adquiere el diario El Mercurio en la difusión de las ideas que dan sustento a la dictadura militar que se instala en Chile en 1973. En esta sección se muestra cómo El Mercurio expande y combina las ideas conservadoras con las de la Escuela de Chicago que llegan a Chile para dar sustento al régimen de la dictadura militar. Este medio de comunicación social estructura una inteligente y eficaz alianza entre el tradicionalismo político, social y religioso con una versión del liberalismo económico. Muy buena es, en esta parte, la explicación de Cristi de la idea de poder social (hoy sociedad civil) que contiene el corporativismo gremialista de Jaime Guzmán y que se expresa en diversas intervenciones en la Comisión Constitucional y que tiene como corolario la idea de distinguir entre una soberanía política y una soberanía social, una idea, según Cristi, de origen carlista. Así, el régimen de libertad económica que se consolida en Chile lo hace, no a pesar de la dictadura militar, sino en razón de esa dictadura. Esta es la «lección de orden» que, según Cristi, imparte El Mercurio en esos primeros años del régimen militar y que motiva, en último término, su ánimo refundacional. A este respecto puede parecer un tanto forzado atribuir al «carlismo» el ser un factor tan relevante y ser, por ejemplo, la fuerza ideológica de convencimiento de la Armada y otros participantes en la aventura de derrocar al presidente Salvador Allende. La verdad es que también la situación polarizada que se vivía en Chile, la crisis económica y social, y por cierto la intervención extranjera, particularmente de EE.UU., a través de la Escuela de las Américas y las acciones encubiertas de la CIA, tienen a mi juicio tanto o más incidencia que el carlismo en el golpe de Estado de 1973. En todo caso, Cristi tiene razón en argumentar que en el espectro y registro del limitado teclado ideológico en que se movía el pensamiento autoritario de Jaime Guzmán alrededor de los años setenta, el carlismo constituía una de sus teclas más recurrentes.

En el Ensayo III de la obra de Cristi se trata, en forma separada, la influencia del así denominado El Ladrillo. Este es un documento de política económica que, antes de 1973, sirvió para aglutinar a economistas de derecha y demócrata cristianos para preparar el programa económico de la dictadura. Según Cristi, El Ladrillo se escribe, en forma reservada antes del golpe militar, y se entrega a los jefes castrenses de la Armada. En este documento se enfatiza el fracaso de las políticas tradicionales de redistribución de ingreso, basadas en el control político de los precios y en los reajustes de remuneraciones. Según El Ladrillo, el control estatal de los precios y el reajuste de remuneraciones generan inflación y conducen a «situaciones aún más injustas que al inicio de esa política, ya que los sectores más pobres son los menos protegidos ante la inflación». Cristi hace notar la importancia de El Ladrillo y cómo en este texto se encuentra algunas supuestas contradicciones, ya que, por una parte, este documento afirma que: «Es evidente que, por razones humanitarias y de solidaridad social, debe garantizarse a los sectores de menor ingreso un servicio adecuado, cualquiera sea su posibilidad de financiar los gastos. Existen variados mecanismos para aplicar esta clase de subsidios» (CEP, 1992:125-6). Pero, según Cristi, en otra sección de El Ladrillo la afirmación recién citada no se concilia con otro pasaje en que se sostiene la idea de que la pobreza es principalmente responsabilidad individual y que para derrotarla es necesario «trabajar más esforzadamente». Los pobres deben ejercer «su propio esfuerzo y tesón» (CEP, 1992: 35-36).

La obra de Cristi que comentamos también contiene un estudio, el Ensayo IV, dedicado a la Constitución de 1980 y la consagración de las ideas que conforman la visión neoliberal del Estado, la concepción de persona y la sociedad que instala Guzmán en sus disposiciones. Entre ellas destaca el profesor Cristi la definición del bien común de su Art. N°1, que tiene como propósito resaltar el carácter accidental del Estado y contrastarlo con el carácter sustancial del individuo. Esta idea supone adoptar una posición filosófica que reconoce la primacía individual, cuya fuente deriva de una particular interpretación de la encíclica papal Mater et magistra. Es muy clarificador para Cristi el que Guzmán haya rechazado la idea de reconocer intereses colectivos como límites a los derechos, particularmente en el debate sobre el derecho de propiedad en que se enfrenta con los demás integrantes de la Comisión Constitucional. En esa controversia Guzmán sostuvo la idea de bien común y de armonía entre lo general y lo particular, dando primacía a la persona por ser sustancia y no accidente en una interpretación tomista. Sobre esta cuestión cabe preguntarse si lo que hace Guzmán respecto a la jerarquía que se desprende en el orden de los derechos, donde priman la libertad religiosa y la propiedad, por sobre los derechos políticos y los derechos económicos sociales, no corresponde también a una aplicación no reconocida del principio de distribución que Carl Schmitt expone en su obra Teoría de Constitución como idea normativa que da prioridad a algunos derechos respecto de otros (ver Schmitt, Teoría de la Constitución, Alianza Editorial, Madrid, p. 165). Cristi sostiene, por su parte, que Guzmán formula su concepción del Estado inspirado por la Doctrina social de la Iglesia, y le atribuye las siguientes tareas: primero, la defensa nacional, las relaciones exteriores, la dictación de normas jurídicas generales y la eliminación de la miseria. Y segundo, estipula que el Estado puede asumir actividades que los particulares no puedan desarrollar adecuadamente. Así, según Cristi, Guzmán le asigna al Estado las mismas funciones que corresponden al Estado mínimo del neoliberalismo, y asume como propia la concepción del Estado meramente protector, y no productor, que postulan destacados representantes del neoliberalismo, tales como Robert Nozick y James Buchanan. Se trata de un Estado al que le está vedado «producir» salud, educación y seguridad social. Para Guzmán, estas son funciones que le competen a las familias y a la Iglesia, y que deben organizar empresas privadas. Esta es, en verdad, según Cristi, la articulación de la idea de principio de subsidiariedad que inspira el pensamiento de Jaime Guzmán y que establece el vínculo o punto de contacto entre el pensamiento conservador de inspiración carlista y pontificia, con el neoliberalismo económico que se expresa en El Ladrillo y la Escuela de Chicago.

Adicionalmente, en la explicación que da Cristi del pensamiento constitucional que sirve de sustento al golpe de Estado de 1973, y al proyecto de la dictadura militar, hace notar que el juramento militar no incluyó referencia a mantenerse leales a la Constitución. Señala que a partir del gobierno del general Carlos Ibáñez dicho juramento se cambia para que las fuerzas armadas juren lealtad a símbolos abstractos tales como la bandera, la Nación y/o «las leyes», pero que los generales René Schneider y Carlos Prats sacrificaron patrióticamente sus vidas en aras de su lealtad al orden constitucional. Cristi sostiene que la historia chilena registra golpes y asonadas militares, pero nunca antes de 1973 se trató de una refundación que despojara al pueblo de su poder constituyente e intentara redefinir al sistema democrático de gobierno.

Quienes acompañaron a Pinochet en 1973, según Cristi no solo traicionaron la Constitución del 25, sino que rompieron nuestra continuidad republicana y tradición constitucional bicentenaria, matriz y símbolo de la identidad y unidad de los chilenos, y la capacidad de la nueva Constitución de suscitar la fe y la lealtad ciudadanas. Este punto quizás explica por qué después de treinta años de vigencia de la Constitución de 1980, que dio paso a la Quinta República chilena, no se haya podido adquirir la legitimidad necesaria para subsistir y hoy sea objeto de reforma por la vía de una Convención Constitucional que propone sentar las bases de una Sexta República en Chile.

La obra del profesor Cristi, dedica su Ensayo VI a examinar las ideas de Carlos Peña, en particular las críticas que esgrime el rector Peña en contra de Michael Sandel. A Cristi le parece que algunas de estas críticas a Sandel avanzadas en la obra de Peña parecen inicialmente afines al neoliberalismo. Cristi cita para fundar sus observaciones el que ciertas afirmaciones de Peña parecen contradictorias. Por ejemplo, Carlos Peña dice que: «no es posible concebir la sociedad moderna sin la extensión del mercado y la expansión del consumo» (Peña, 2017: 25). Al mismo tiempo que Peña agrega que la importancia que se le atribuye al mercado no debe: «conducir al exceso de pretender privar de autonomía a la política, concibiéndola nada más que como un remedo del mercado» (ibid.: 25). A partir de estas ideas de Peña, Cristi se pregunta ¿cómo explicar estas disonancias en su argumentación? Cristi concluye que es posible decir que el pensamiento de Carlos Peña está en proceso de experimentar una transición para dejar atrás sus vínculos potenciales con el neoliberalismo. Según Cristi, en su formulación actual, las ideas de Peña parecen más inspiradas en Hegel y Durkheim que en la versión anterior, donde destacan elementos del neoliberalismo que se inspiran en la obras de Kant y Rawls.

En el ensayo final de su libro, Cristi examina la síntesis orgánica entre libertad y autoridad que procura el republicanismo como doctrina política. La compenetración de la libertas y la civitas según Cristi se manifiesta en Atenas y Roma, y más tarde en las ciudades italianas del Renacimiento y en los movimientos revolucionarios burgueses. Según Cristi, la obra de Maquiavelo coincide con el republicanismo romano porque concibe la autoridad de la ley como condición transcendental de la libertad. En abierto contraste con estas nociones que se fundan en el pensamiento del republicanismo clásico, el neoliberalismo ha servido para instalar una visión individualista y autoritaria que ha conformado la esfera de lo público en Estados Unidos y Chile. Estos son países que, no solo por inepcia, sino también debido al dogmatismo economicista, han sufrido las peores consecuencias del azote de la pandemia del Covid-19. En este contexto, resulta imperativo en nuestros tiempos, según Cristi, reactivar y fortalecer constitucionalmente una política republicana del bien común y rescatar los ideales republicanos que estuvieron vigentes en Chile hasta 1973. Solo así es posible sobrellevar las severas regulaciones y controles públicos que resulta necesario imponer para superar la pandemia del Covid-19.

Estos ensayos concluyen con una serie de referencias al pensamiento de Jaime Guzmán y muestran, cómo, en sus ideas conservadoras, se percibe la disparidad entre el ethos tradicional y la nueva mentalidad neoliberal que él ha contribuido a forjar. Según Cristi, Jaime Guzmán se propuso afirmar la conveniencia de que las: «formulaciones conceptuales y las expresiones prácticas» del sistema económico neoliberal que se impuso en Chile «se lleven a cabo buscando conseguir y demostrar su congruencia con la idiosincrasia y la mejor tradición nacional, en lugar de escoger el camino inverso –por desgracia frecuente en los últimos años– de presentar las ideas y las medidas económicas en cuestión, del modo más chocante imaginable para la mentalidad chilena..». (Guzmán, 1982c: 26). Para Cristi, es claro que en el caso de Guzmán el problema no reside en el sistema económico mismo, sino en la retórica de sus apologistas. Lo que este libro de Cristi propone como alternativa al complejo pensamiento de Jaime Guzmán y de los partidarios del neoliberalismo en Chile, en palabras del propio Cristi: «es una restauración efectiva de la institucionalidad constitucional, política y económica de nuestra ‘mejor tradición nacional’, y que es precisamente la republicana».

La tiranía del mercado. El auge del Neoliberalismo en Chile

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