Читать книгу El aparato psíquico y la realidad - Ricardo Avenburg - Страница 7
Introducción
ОглавлениеEl punto de partida más inmediato de estos desarrollos es el análisis que fui realizando de varios textos de Freud, los que, a priori, me parecía tenían más que ver con el problema de la relación del sujeto con la realidad y las perturbaciones de dicha relación; a estos desarrollos se unieron ciertas circunstancias ocasionales como el X Congreso Latinoamericano de Psicoanálisis y el Simposio sobre Narcisismo realizado en la Asociación Psicoanalítica Argentina. Uno de los temas del Congreso era “Identidad e identificación en la cultura actual”, que relacioné en un trabajo presentado con otro de los temas: “El Yo y el Ello 50 años después”; el Simposio sobre Narcisismo me llevó a profundizar el texto correspondiente de Freud. El desarrollo de dichas temáticas me fue mostrando una secuencia que hacía emerger una problemática coincidente con mi inquietud inicial: la investigación de los distintos niveles de constitución de lo real en nuestra subjetividad o, lo que es igual, la constitución de nuestra realidad psíquica; a partir de dicha constitución, la dialéctica que se establece entre ésta y los diferentes niveles de realidad que la determinan (y que a su vez están determinados por ella), realidades que, en tanto exteriores a lo psíquico, constituyen las diferentes fuentes de sufrimiento humano: la naturaleza en general, el propio cuerpo, y la relación con los demás hombres. Cada uno de estos sectores es una realidad externa a nuestro aparato psíquico, exterior a ese nivel de realidad que es nuestro campo específico de estudio, la realidad psíquica.
Relación de exterioridad pero al mismo tiempo relación de interioridad: nuestro aparato psíquico, al formar parte de nuestra constitución biológica, entendida por supuesto como biología humana, forma parte de ese mundo natural al que, en otro nivel, se enfrenta bajo la forma de realidad psíquica. Y en tanto biología específicamente humana forma parte de un cuerpo en el que se halla inscripta la historia cultural de la humanidad, por lo que desde el comienzo aparece incluida en él la relación con los otros hombres (como un “en sí” aún no desarrollado y, por supuesto, menos aún sabido; el punto de partida es el narcisismo): es una psicología individual al mismo tiempo que social. Repito: cada uno de estos niveles de realidad que, como momentos de su constitución, forman parte de nuestra realidad psíquica, se enfrentan a la misma como oponiéndose a ella en tanto externos. Se establece así una dialéctica interno-externo en la que ya el sujeto narcisista, sin saberlo, se encuentra inmerso, dialéctica que, al mismo tiempo y ya en estos primeros niveles de desarrollo, se expresa en el lenguaje del principio del placer bajo la oposición placer-displacer. Sin embargo dicha discontinuidad entre lo interno y lo externo, en tanto tensión, deberá ser resuelta ineludiblemente a través de una acción específica.
La acción específica presupone el reconocimiento no sólo de los signos de realidad exterior, sino también el asumir, el hacer propias las diferencias específicas que surgen a partir del cuerpo bajo la forma de incrementos inespecíficos de excitación. Estas diferencias son asumidas ante todo a través de la alucinación, al relacionar dicha tensión de necesidad a percepciones específicas que provienen tanto del exterior como de la superficie del propio cuerpo; de este modo se crea una estructura elemental sensible, la realización alucinatoria del deseo que va organizándose ulteriormente en estructuras de fantasía a través de diferentes sistemas de relación cada vez más complejos; estas estructuras terminarán asociándose a un determinado tipo de percepciones que dan cuenta más adecuadamente de dichos sistemas de relaciones: son las percepciones acústicas verbales que, en tanto repetidas activamente, otorgan la posibilidad, a través del sistema Cc., de percibir nuestras propias cualidades psíquicas que son, en última instancia, los signos de realidad para todo aquello que provenga del interior de nuestro cuerpo.
Pero, a partir de determinado momento, sucede que a pesar de recibir esos signos de realidad tanto del propio cuerpo como del mundo exterior, los malinterpretamos o simple y llanamente los desconocemos: es la represión o defensa frente a los propios impulsos y el repudio o desconocimiento de la realidad, hechos presentes en nuestra estructura psíquica de adultos normales y que las neurosis y psicosis, respectivamente, denuncian.
Esto que las neurosis, las psicosis y, podemos agregar, los sueños nos muestran, abre el camino para el análisis de esa estructura que llamamos nuestro psiquismo normal, adaptado aparentemente tanto a nuestro propio cuerpo como a la sociedad en que nos movemos, pero que encubre no solo el drama de su constitución, sino los esfuerzos por mantener dicha organización aun a costa de pagar un pesado precio. Aquí se abren dos caminos a desarrollar, caminos para los que esta obra no pretende ser otra cosa que un inicio: el tema de la escisión del Yo, esa grieta producto de una doble actitud frente a la realidad y el de la defusión instintiva producto de la sublimación, con el sentimiento inconsciente de culpa y autodestructividad concomitantes.