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Entre los difusos límites de la luz
ОглавлениеDejé de ver a Ricardo unas horas antes de que lo llevaran a la clínica donde finalmente falleció el 4 de setiembre de 2020. Durante su internación, a causa de las restricciones impuestas por la pandemia de Covid, sólo se permitió la compañía de sus queridos hijos. Antes del último abrazo de despedida que, ambos sabíamos, sin decírnoslo, sería el último que nos diéramos, Ricardo me dijo: “yo ya no soy yo”. En ese entonces yo ya había escrito la Nota introductoria que sigue a continuación en la que cito, en el comienzo, este texto suyo: …El momento en que el psicoanálisis como tal deje de tener (su potencialidad creadora), si este momento se llega a dar en el curso de mi vida y yo logro reconocerlo, será el momento en que yo dejaré de ser psicoanalista; o, mejor dicho, seré psicoanalista y algo más, un algo más que estará constituido por mi haber sido psicoanalista…
Estas palabras me resuenan, al volver a leerlas, de un modo conmovedor y me evocan nuevos significados. Ricardo trabajó como terapeuta hasta uno o dos meses antes de su muerte y durante ese tiempo seguíamos dialogando sobre temas de psicoanálisis y de filosofía, hasta que la enfermedad y el dolor se fueron adueñando de su vida. Pero cuando pronunció esas palabras “yo ya no soy yo”, sentí que mi, nuestro, querido Ricardo, brotaba desde el hueso como la autoafirmación de la libido ante la inexorable disociación definitiva de los instintos, en el momento final del devenir de su yo y su no yo, se superaba como psicoanalista asumiendo la realidad total de su vida-muerte. Después, fueron las sombras.
Ahora Ricardo es en mí un nosotros, en el que está presente su haber sido un psicoanalista que después de recorrer en plenitud la experiencia de la clínica y de las relaciones humanas en general, emprendió el camino de intentar integrarla en la luz diáfana del más alto pensamiento especulativo. Su nosotros es el tango, el amor y la amistad y el diálogo fecundo, el humor, Hegel y Freud, Debussy y Troilo y Aristóteles… El jardín de los senderos que se bifurcan… la plenitud del mundo creado por el manantial de su libido desde el sentimiento del océano que es el mundo y que es la vida que es también la de todos… la carne y el espíritu vibrando que me evocan el cantar de García Lorca:
Pero yo ya no soy yo
Ni mi casa es ya mi casa
………………………..
Verde que te quiero verde
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar
Y el caballo en la montaña.