Читать книгу Conversaciones desde Las Gardenias - Ricardo Ernesto Torres Castro OP - Страница 12

Prólogo

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Cuando mi gran amigo Ricardo me llamó desde Colombia para pedirme que elaborara el prólogo de su libro, no entendía muy bien por qué me hacía esa solicitud. Yo me encontraba terminando mi doctorado sobre temas de paz y desarrollo, en un pequeño pueblo llamado Eichstätt, en la región bávara de Alemania. Con seis horas de diferencia y poco tiempo para conversar, lo único que me dijo es que hacía cuatro años había tenido la oportunidad de escuchar a varias víctimas del conflicto armado colombiano, y que era el momento de compartir con el mundo sus reflexiones y también dar la voz a aquellos que usualmente no la tienen.

Al escucharlo me alegré mucho por su invitación, pero a la vez me sorprendí, ya que no tenía ninguna trayectoria literaria y mis experiencias profesionales se centraban más en la producción académica y en la práctica. Yo le expresé mi sorpresa y, ante mi inquietud, su respuesta fue movilizadora y contundente: me dijo que era un libro escrito desde el corazón y que quería que quien hiciera el prólogo fuera alguien significativo, importante para él. Dado que el afecto y la admiración por el trabajo era recíproco, sin pensarlo dos veces acepté su propuesta y me di a la tarea de acercarme a su obra Conversaciones desde Las Gardenias.

Inicié la lectura en medio de una de las últimas tardes invernales de ese año, pero que poco a poco se fue volviendo cálida, emocional, nostálgica, esperanzadora, gracias a la riqueza y profundidad de las palabras que me iba encontrando en el relato. Los primeros párrafos reflejaban sin duda el espíritu de mi querido amigo, un hombre transparente y humano, siempre dispuesto a servir, con un corazón grande como su corpulenta presencia, con brazos largos para abrazar, con una sonrisa que calma toda tormenta y con una capacidad de soñar que hace posible lo imposible.

Así es Ricardo —o Fray Ricardo como le dicen algunos—. Nuestros caminos se habían cruzado casi 14 años atrás en las oficinas de la Cáritas Colombiana, cuando yo era encargada de la oficina de proyectos y él un fraile dominico voluntario, que llegaba con las ganas de aportar, de servir. Sin pensarlo, y desde ese momento, comenzó también una historia de amistad y de apoyo mutuo, siendo yo testigo del amor, la esperanza y la capacidad de solidaridad que mi amigo —y, ahora, rector Ricardo— ha tenido como apuesta de vida.

Sin importar el lugar que ocupara, como voluntario, como apoyo en la Pastoral, como director de una ONG, o ahora como rector de la Universidad Santo Tomás en Medellín, Ricardo siempre ha sido el mismo: un facilitador de procesos, un soñador de vida, un motor de cambio, siempre con ganas de servir, y eso lo ha llevado a escenarios inimaginables, así como cuando llegó en el 2016 al barrio Las Gardenias en Barranquilla, Colombia, uno de los barrios más peligrosos de la ciudad caribeña, en donde su amigo Nelson, el párroco de la zona, lo llevó por primera vez a conocer el sector, sin imaginar que ese primer acercamiento se constituiría en un viaje maravilloso, dejando además un bello legado: Conversaciones desde Las Gardenias.

Continuando con la lectura del libro para hacer el prólogo, los párrafos subsiguientes evocaban mis más profundos sentidos y percepciones de mi querida Colombia. Así como Ricardo, pertenezco a una generación de la guerra, que no conoce el lenguaje de la paz. En sus palabras —las de Ricardo—, “somos una generación de la desesperanza y la indiferencia, la generación que camina sobre las innumerables fosas que este conflicto nos ha dejado”. Al leer sus reflexiones, entendí por qué me pidió que hiciera el prólogo de su libro; entendí por qué tanto cariño, lealtad y admiración recíproca pese al tiempo, a los miles de kilómetros que nos separaban y a las opciones de vida tan distintas que habíamos tenido. Ricardo y yo, aunque diferentes, tenemos algo en común que nos une, que nos moviliza, que nos quita el sueño, y es tratar de aportar desde nuestro pequeño lugar a la transformación de nuestro país, a esa paz tan anhelada y a ese desarrollo tan merecido. La diferencia es que mi querido amigo había encontrado desde su libro un medio, un lugar que le permitía “relatar” y “relatarnos”, “narrar” y “narrarnos”, generando un diálogo reflexivo, a partir de cuatro historias de vida, que infortunadamente reflejan la historia de muchas colombianas y colombianos; historias que, en medio de la tristeza, el dolor, la tragedia, también reflejan la esperanza, nuestra capacidad resiliente y la fuerza del amor, que todo lo transforma y que nos ayuda a resignificar los momentos más difíciles de la vida.

Pese a la diferencia de los relatos de la profe Carmen, Marcos, María Petra y Roberto, y Margarita María, encontramos el retrato de lo que somos como sociedad con sus sombras y luces. En las sombras, podemos identificar la violencia cíclica y sistémica que afrontan estas víctimas durante toda su vida, que incluye la generada por el conflicto armado (pero no únicamente); la estigmatización y exclusión social por su condición o por su opción de vida, que ha generado nuevas revictimizaciones; el desarraigo generacional producto del desplazamiento forzado y la necesidad de una construcción de identidad que aún continúa; el silencio como forma de afrontamiento del dolor y la tragedia; la legitimación de la violencia como mecanismo para tramitar los conflictos. Pareciera ser que, como colombianos, nos hemos acostumbrado a vivir en medio de la crisis, en donde la violencia, la pobreza y la desigualdad se han convertido en parte del paisaje, en medio de un contexto complejo en el que hemos aprendido a sobrevivir. Algunos han encontrado caminos equívocos, quizá más tortuosos, quizá más intensos. Lo cierto es que cada quien con sus herramientas ha ido reconstruyendo un sendero, se ha ido abriendo camino. Es como si fuéramos arrieros de este tiempo, abriendo trochas para andar, movilizados por el dolor, por el miedo, por el deseo de vivir, por la necesidad de la esperanza.

Pese a estas sombras, también encontramos la fuerza del amor como un motor de cambio y de resistencia; encontramos en la escucha una energía liberadora y transformadora; hallamos la inquietud sobre la comprensión de la paz y el actuar hacia esa dirección, pese al dolor y al hecho victimizante, y el anhelo por un cambio y por un futuro mejor, incluso para las próximas generaciones.

Desde el relato de estas cuatro víctimas, lo que Ricardo quería era “rescatar esa voz”, “relatar esa verdad” que, en muchas ocasiones, supera la ficción. La profe Carmen, Marcos, María Petra y Roberto, y Margarita María son los reales protagonistas de su obra; Ricardo es solamente un facilitador de estas voces. Este libro también es su forma de protesta y de reivindicación. Consciente del rol de esta generación, de la corresponsabilidad para aportar a la transformación del país, de la necesidad de hacer el tránsito de la generación de la guerra hacia la generación de la paz, Ricardo sabe que es necesaria una construcción de escenarios futuros que, entre muchas cosas, implica el reconocimiento de la verdad, el tejer la memoria, el visibilizar la voz de aquellos que siempre han sido acallados.

En medio de los relatos, el lugar y la importancia de la memoria se constituyen quizá en la mayor reflexión y aporte de Conversaciones desde Las Gardenias:

El rescate de ella —la memoria— y su preservación les permite a nuestras víctimas narrar su historia, reconstruirla y reconciliarse con ella. Es de tal valor y profundidad que ella misma comporta el eje de la reparación y el principio sobre el cual nuestra sociedad tiene que lanzarse al desafío de reconstruirse en torno a ese ambicioso e invaluable deseo que llamamos paz. (página 46)

La memoria, vista también como lugar de esperanza, debe construirse desde un diálogo de saberes que también implica la teoría y la práctica.

En tal sentido, aproximarse a Conversaciones desde Las Gardenias es, sin duda alguna, una oportunidad para acercarse desde otro lugar a esa Colombia profunda. Este libro se constituye en un punto de entrada interesante para comenzar a dialogar, pues nos ofrece unos mínimos comunes que, de ser abordados, nos permitirían dar pequeños pasos hacia la transformación y la tan anhelada construcción de la paz en Colombia. Gracias a la profe Carmen, Marcos, María Petra y Roberto, y Margarita María por compartir sus historias con nosotros, por enseñarnos tanto; gracias a mi querido amigo Ricardo por querer amplificar sus voces, por hacer el llamado a la corresponsabilidad generacional y a nuestro aporte colectivo.

¡¡¡Todo lo demás está en nuestras manos!!!

Natalia Velásquez Ríos

Doctora en Paz y Desarrollo por la Universidad Católica de

Eichstätt-Ingolstadt, Alemania

Eichstätt, Alemania, 6 de abril de 2021

Conversaciones desde Las Gardenias

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