Читать книгу En manos humanas - Richard C. Francis - Страница 8
3 GATOS
ОглавлениеPrácticamente, siento el mismo afecto por gatos que por perros. Eso me sitúa entre una rara minoría, al menos entre mis conocidos: la mayoría siente una atracción muy marcada hacia uno u otro animal. Pero actualmente vivo con una persona amante de los gatos, así que mientras escribo esto tengo uno sentado en el regazo. Se llama Sylvester porque se parece mucho al desdichado Silvestre de Looney Tunes, atormentado constantemente por un pajarillo extremadamente neoténico llamado Piolín. Sylvester también comparte con el personaje de los dibujos animados su mala pata: es poco elegante, por no decir patoso; una vez, estando profundamente dormido, cayó de lo alto del sofá sobre mi pecho y, aterrorizado, dio un salto hacia el sofá contiguo, pero calculó mal y cayó ignominiosamente contra el suelo de madera, del que intentó levantarse enseguida, agitando las patas desesperadamente para salir de allí; cuando por fin ganó tracción, fue a dar contra una cómoda de madera de cedro. (Dejándome, de paso, dos juegos de heridas superficiales en el pecho y un subidón de adrenalina). Sylvester tiene otros problemas, entre ellos un miedo atroz a los timbres y a la gente que aparece después. Cuando suena el timbre, va corriendo a esconderse bajo nuestra cama.
La hermana de Sylvester, Smoke —blanca y gris—, en cambio, es la criatura más elegante y atlética que he conocido nunca. Cuando tenía seis meses, podía dar un salto mortal completo, y se aguanta sobre las patas traseras como un suricato. Cuando va tras la marca de un puntero láser, es una exhalación que sube y baja las escaleras. Sylvester solo puede quedarse mirando hasta que su hermana se agota. Smoke está mucho más «adaptada». Le encantan los extraños, se acerca a ellos con el rabo levantado y seduciéndolos con un temblor o poniéndose panza arriba para que la acaricien.
El día que los trajimos a casa, cuando aún eran cachorros, Smoke salió de la jaula inmediatamente y se puso a explorar; Sylvester no se movía. Al cabo de una hora, tuvimos que sacarlo de allí. Cuando nos mudamos, Smoke lo aceptó sin problemas; Sylvester se pasó semanas descolocado. De no haber sido por la influencia de su hermana, que lo tranquiliza, habría tardado mucho más. Porque Sylvester le tiene un cariño enorme a su hermana. Y Smoke le corresponde. Cuando los llevamos a que los esterilizaran y los castraran, los colocaron en la misma jaula de recuperación, sobre todo por Sylvester. Cuando hubo que operar a Smoke de emergencia para extraerle una bola de lana del intestino, Sylvester estuvo muy agitado durante ausencia, llamándola constantemente. A menudo duermen hechos un ovillo tan apretado que es difícil distinguir dónde acaba uno y empieza el otro. Su relación ha alterado en gran medida las nociones que tenía sobre la socialidad de los gatos. La gente exagera mucho sobre su carácter solitario.
Sylvester y Smoke también me han servido para aprender sobre el síndrome conductual que tan importante papel desempeña en el proceso de domesticación, una dimensión de la personalidad de los gatos, los seres humanos y muchos otros vertebrados, desde los peces de pecera a los cerdos, llamado continuo timidez-atrevimiento. Sylvester está en el extremo tímido, y Smoke en el atrevido. Dado que compartieron útero y que se han pasado toda su vida salvo un día bajo techo, resulta tentador atribuir todas sus diferencias de personalidad a los genes. Sin embargo, pese a su juventud, Smoke y Sylvester habían tenido una existencia rica y formativa antes de que los adoptáramos a las diez semanas de edad, que sin duda influiría en su personalidad.1
Sin duda, las experiencias compartidas de Smoke y Sylvester —primero como cachorros muy manipulados por los humanos, y luego como consentidos gatos de compañía— han contribuido en gran medida a su temperamento, y en particular a su forma de reaccionar ante los humanos. Si Smoke hubiera vivido en estado silvestre, no sería tan afectuosa con los humanos como lo es ahora. Y lo mismo sucedería con Sylvester; en el fondo, no es tan tímido.
Tenemos una vecina que forma parte de un innovador programa —llamado trap-neuter-release («atrapar-castrar-liberar»)— que intenta tratar con los gatos silvestres y semisilvestres, que abundan en esta ciudad y por todo el mundo. A estos gatos los atrapan, los esterilizan o los castran, y luego los devuelven a los solares o a los edificios abandonados donde los encontraron. En realidad, si se quiere controlar la población de gatos callejeros este método es mejor —y más humano— que la simple eliminación de animales.
Figura 3.1. Os presento a Sylvester.
Antes de mudarse a Nueva York, nuestra vecina trabajó con gatos silvestres en la isla caribeña de Santa Lucía. Adoptó tres. Aunque ellos también son diferentes entre sí en cuanto a timidez, comparado con ellos, nuestro Sylvester es bastante atrevido. Uno de ellos, también bicolor, se llama Baby…, y yo apenas lo he visto. La diferencia entre Sylvester y Baby radica sobre todo en la diferencia de ambiente en el que se han criado. Al verse rodeado de humanos, el gato silvestre más atrevido se vuelve más tímido que el gato doméstico más tímido, aunque al silvestre se le adopte después del destete. Al igual que ocurre con los cánidos, existe una ventana de socialización, y en los felinos parece cerrarse antes y más firmemente que en el caso de los perros.
Estos tres gatos silvestres presentan una interesante tendencia relacionada con la edad a la que los adoptaron. A uno de ellos, Pablo, lo abandonaron cuando tenía entre cuatro y seis semanas de edad, antes de que acabara el tiempo que suele prolongarse la lactancia. Aunque es más tímido que Sylvester, es, con mucho, el más atrevido de los tres gatos silvestres adoptados. Lucy, que fue adoptada cuando tenía unas doce semanas (de dos a cuatro semanas después del destete), es mucho más tímida; y Baby, adoptada cuando era algo mayor, es aún más tímida. La interacción con los humanos a una edad temprana, especialmente mientras dura la lactancia, resulta determinante para la reacción que tendrán posteriormente con las personas.
En este caso, uso el término «silvestre» de un modo muy laxo, porque los gatos «callejeros» de Santa Lucía y Nueva York probablemente sean en su mayoría recién llegados a la calle; muchos son descendientes de segunda o tercera generación de gatos abandonados, y reciben alimentos en mayor o menor medida. Los verdaderos gatos silvestres son los que consiguen todas sus calorías sin ayuda (consciente) de algún humano benevolente y que se han reproducido durante muchas generaciones en tales condiciones. Es difícil determinar cuántos verdaderos gatos silvestres hay en Nueva York; quizá sean relativamente pocos. Es mucho más probable encontrarlos en entornos rurales. Cabría esperar que un gato verdaderamente silvestre adoptado a la misma edad que Baby tuviera una interacción aún menor con los humanos. Pero incluso estos gatos silvestres de verdad parecerían «amistosos» comparados con los ancestros salvajes de todos los gatos silvestres de verdad, con los semisilvestres como Baby o con los gatos caseros y mimados como Smoke y Sylvester. Con las alteraciones psicológicas de origen genético que supone el proceso de domesticación, hasta los gatos más silvestres son más amistosos con los humanos que los verdaderamente silvestres criados en las mismas condiciones.
No obstante, la domesticación de gatos ha sido mucho menos pronunciada que la de los perros. Incluso Sylvester se parece mucho más a sus ancestros salvajes, tanto física como psicológicamente, que las razas de perro más parecidas al lobo. En general, podemos decir que los gatos domésticos tienen más de gato salvaje que los perros tienen de lobo, porque los gatos siguieron una ruta de domesticación algo diferente a la de los perros. Sin embargo, comparten importantes rasgos comunes. Las diferencias y los parecidos entre la domesticación de los perros y la de los gatos tienen mucho que ver con la historia evolutiva previa de los lobos y de los gatos salvajes, respectivamente. Exploramos la historia evolutiva (la genealogía) de los lobos en el capítulo 1; consideremos ahora la historia evolutiva de los gatos salvajes.
LA FAMILIA DE LOS FÉLIDOS
Aunque los gatos y los perros pertenecen al mismo orden dentro de los mamíferos, el de los carnívoros, proceden de dos ramas bastante diferentes (figura 3.2). La rama del perro incluye —además de otros cánidos— a los osos, los mapaches, las mofetas, las focas y los leones marinos. La rama de los gatos incluye —además de otros félidos— a las hienas, las mangostas y las civetas. Quizá lo que más distingue a la rama de los gatos de la de los perros es que los miembros de la rama de los gatos son más exclusivamente carnívoros; su dieta incluye muy poco material vegetal. La especialización relativa de la rama de los gatos es más pronunciada en la familia de los gatos, los félidos. Los félidos están considerados carnívoros obligados, ya que solo pueden metabolizar proteínas animales.
Hay varios rasgos característicos de los félidos que reflejan su dependencia de la carne; el más evidente es el de sus dientes. Recordemos que todos los carnívoros tienen los premolares y los primeros molares modificados, especializados para cortar como tijeras (muelas carniceras). El tamaño de las muelas carniceras en relación con los molares es un buen indicador de hasta qué punto la dieta de un carnívoro se basa en las proteínas de la carne. En los osos (familia de los úrsidos), las muelas carniceras son pequeñas y los molares grandes, en consonancia con su dieta, en gran parte vegetariana. El tamaño de los molares alcanza su máximo en los pandas gigantes, que se alimentan exclusivamente de bambú. En los cánidos (familia Canidae), tanto las muelas carniceras como los molares son grandes, lo que refleja una dieta relativamente equilibrada entre las proteínas cárnicas y los hidratos de carbono vegetales. En los félidos, las muelas carniceras son aún más grandes que las de los perros, y los molares son vestigiales. Los caninos de los félidos son aún más grandes que los de los cánidos, y sus incisivos más afilados. Su dentición está tan especializada para cortar que no son capaces de masticar.2
Figura 3.2. Filogenia de los carnívoros y relación entre las familias.
Quizá la mayor innovación evolutiva de los félidos está en sus uñas. Mientras que los perros y los osos caminan sobre las plantas de los pies, los felinos caminan sobre los dedos, lo que les proporciona una ventaja mecánica para caminar y correr, al alargar la zancada. Esta ventaja mecánica de los félidos es el motivo de que el saluki o el lebrel más rápido no puedan ganar a un guepardo en una carrera de cien metros. Pero caminar sobre los dedos plantea un problema de erosión, que podría desgastar las garras. Ese problema se solucionó con la evolución de las garras retráctiles. Cada garra está controlada por un músculo situado por encima que, al contraerse, retrae la garra; hay otro por debajo que, al contraerse, suelta la garra. Cuando un felino camina, las garras están retraídas, lo que las mantiene afiladas para los casos en que se hacen necesarias.
A diferencia de los cánidos, los félidos cazan casi siempre lanzándose por sorpresa, con un solo mordisco al cráneo, a la yugular o a la columna, dependiendo del tamaño de la presa. Los músculos de las mandíbulas de los félidos son proporcionalmente mayores que los de los cánidos, por lo que pueden generar una fuerza de mordida mayor, lo que también los convierte en asesinos más eficientes.3 Si el lector fuera un ñu, preferiría morir a manos de los leones que de los perros salvajes africanos, porque la muerte a manos de los leones es mucho más rápida y menos dolorosa. Los perros salvajes tardan muchísimo en matar una presa grande, que al final perece a causa de miles de pequeños mordiscos; en muchos casos, empiezan a consumir a su atormentada presa antes incluso de que haya muerto. Hasta los leones menos hábiles ejecutan la tarea de un modo mucho más «humano».
Solo existe un felino, el león (Panthera leo) que sea verdaderamente social y cace en cooperación, aunque los guepardos (Acinonyx jubatus) pueden cazar juntos ocasionalmente.4 Las otras treinta y cinco especies de félidos, incluidos los ancestros de los gatos domésticos, son cazadores solitarios y viven mayoritariamente en soledad.
Figura 3.3. Filogenia de los félidos (Adaptado de Johnson et al., 2006).
La familia de los félidos inició su fase evolutiva hace unos treinta y cinco millones de años (en adelante abreviado «Ma»), al final del Eoceno (en la era cenozoica). El último ancestro común de todos los félidos modernos vivió en Eurasia hace once Ma (Mioceno), y de él evolucionaron ocho linajes distintos (figura 3.3).5 La primera rama de especies que se separó (hace unos 10,8 Ma) incluía los grandes felinos del género Panthera (tigre, león, leopardo, leopardo de las nieves y jaguar), más dos especies de pantera nebulosa (Neofelis). La rama que incluye al gato doméstico (género Felis) se originó hace unos 6,2 Ma (a finales del Mioceno).
Hace unos dos Ma, el gato montés, Felis silvestris, se separó de otros miembros del género Felis. Este es el ancestro salvaje del gato doméstico. Al igual que el lobo, el gato montés está muy extendido por gran parte de Eurasia y África; de norte a sur se extiende desde Escocia hasta la región del Cabo, en Sudáfrica; de oeste a este se extiende desde la península Ibérica a Mongolia. En esta amplia región, evolucionaron cinco subespecies distintas: el gato montés europeo (Felis silvestris silvestris), el gato salvaje asiático (Felis silvestris ornata), el gato salvaje africano (Felis silvestris lybica), el gato chino del desierto (Felis silvestris bieti) y el gato salvaje del África austral (Felis silvestris cafra).6 (Figura 3.4). El debate sobre cuál de estas subespecies es el ancestro del gato doméstico duró mucho, pero acabó decidiéndose recientemente a favor del gato salvaje africano (F. silvestris lybica).7
Figura 3.4. Difusión geográfica de las subespecies de gatos salvajes.
El gato salvaje africano es un félido típico en cuanto a estructura corporal, dieta carnívora, vida solitaria y defensa de su territorio exclusivo, factores en los que difiere del lobo. Estos rasgos también hace que los felinos se presten poco a la domesticación, y explican en gran parte el camino divergente que tomó este proceso, ya que los gatos prácticamente se han domesticado solos a través del proceso de selección natural. Hasta hace muy poco no se había sometido a una porción muy pequeña de los seiscientos millones de gatos que hay en el mundo a la selección artificial para beneficio de los humanos.
De las cinco subespecies de gatos salvajes, el africano es uno de los que mejor tolera a la gente, pero eso probablemente no fue un factor determinante que decidió por qué solo esta subespecie acabó siendo domesticada. En este proceso y en su interacción con los humanos, influyeron factores históricos mucho más importantes.8
CONEXIÓN RATÓN
Durante mucho tiempo se ha pensado que los primeros gatos silvestres africanos domesticados aparecieron en Egipto,9 pero los recientes hallazgos arqueológicos y genéticos dicen lo contrario. Los resultados genéticos, basados en el ADN mitocondrial recogido en individuos de todo el rango de subespecies, indica que los primeros gatos salvajes africanos domesticados aparecieron en el Creciente Fértil, la cuna de la agricultura, hacia el 10000 AP.10 Fue aquí donde los seres humanos empezaron a almacenar cereales. Estas reservas de grano se mostraron vulnerables al ataque de un reciente invasor del norte de la India, llamado ratón común (Mus musculus). Para los gatos salvajes de la zona, esos ratones domésticos eran una nueva fuente de alimento segura, así que algunos gatos salvajes empezaron a rondar por los asentamientos humanos. Estos pioneros en el proceso de domesticación no necesitaron que los humanos los incentivaran, pero tenían que superar una gran barrera psicológica. La barrera era el miedo que tenían a los humanos y a otros grandes depredadores, incluidos los perros callejeros. Solo los gatos salvajes que conseguían superar ese miedo podían explotar de un modo efectivo esta nueva fuente de alimento.
En esencia, los entornos agrícolas humanos proporcionaron a los gatos salvajes de la zona un nuevo nicho, que requería una serie de conductas diferentes a las que habían necesitado antes, en su hábitat relativamente libre de humanos. A través de la selección natural de la docilidad, un subgrupo de los gatos salvajes consiguió prosperar en este nuevo nicho. Sin embargo, a diferencia de los perros, que también explotaban ese nicho, hasta los gatos salvajes más dóciles conservaban su habilidad y sus herramientas de cazadores adquiridas a través de la evolución previa. Por ejemplo, sus caninos no disminuían de tamaño, como sí ocurría con los perros callejeros.11 Estos gatos relativamente dóciles también podían defenderse contra los gatos salvajes menos dóciles del territorio en cualquier disputa. Y probablemente eso seguiría siendo así mucho tiempo después de que empezara el proceso de domesticación.
La primera prueba de que la relación gatos-humanos había progresado más allá de una de conveniencia mutua es una tumba de un gato del año 9000 AP, hallada en Chipre.12 Este gato fue enterrado junto a la tumba de un ser humano, y estaba orientado en la misma dirección. Los gatos no son nativos de Chipre, así que debieron de llegar allí de la mano de los hombres. Y dado que los gatos no son buenos polizones, como los ratones o las ratas, se supone que los llevaron deliberadamente. Es más, la tumba del gato hace pensar que ya no estaban confinados a los graneros, sino que tenían una relación más íntima con la casa. Los gatos caseros requieren un grado mucho mayor de docilidad y una respuesta más activa del ser humano.
Tras el momento de la tumba de Chipre, hay un gran vacío en cuanto a registros arqueológicos, salvo por un par de dientes hallados en yacimientos israelíes. Una pequeña estatua de marfil de Israel, datada en el 3700 AP, indica que la relación gato-humano se había vuelto cada vez más íntima durante los años intermedios. Los gatos no hacen su aparición en Egipto hasta el año 3600 AP, al inicio del Imperio Nuevo.13 Pero los gatos domésticos no se originaron en Egipto; allí fue donde se llevó la domesticación al siguiente nivel.14
Durante esta «Edad Dorada» egipcia, los gatos aparecían cada vez más en pinturas. En algunas se los ve con collares, a veces comiendo en cuencos; así que algunos gatos egipcios —y sin duda la mayoría de los de la realeza— pasaban mucho tiempo bajo techo.15 Con el tiempo, esta conexión real llevó a la veneración por los gatos, hacia el 2900 AP, y luego a su deificación, en forma de la diosa Bastet.16 Cuando Herodoto visitó la ciudad sagrada de Bastet, Bubastis (2525 AP), los templos de Bastet estaban llenos de gatos mimados.17
Aunque la deificación tiene sus ventajas, también se cobró su precio. Los gatos sagrados eran sacrificados en gran número durante los rituales, momificados al estilo egipcio y enterrados en enormes cementerios para gatos, que llegaron a contener toneladas de restos.18 Dada la enorme dimensión de los enterramientos de gatos, se supone que en esa época los egipcios debían de estar criando activamente gatos domésticos. No está claro que esa cría fuera selectiva —es decir, selección artificial propiamente dicha—, aunque Patrick Bateson y Dennis Turner sugieren que la gran población de gatos en el norte de Egipto bien podía haber sido seleccionada para que fueran más sociables.19
Aunque Egipto había prohibido la exportación, en la Grecia antigua ya se encontraban gatos hacia el 2500 AP.20 Los romanos se hicieron con el control del delta del Nilo y del resto del norte de Egipto en el 2030 AP. Desde el puerto de Alejandría se transportaron gatos domésticos a todo el imperio en barcos contenedores de grano. Egipto fue durante mucho tiempo el granero del Imperio romano. Para proteger de los ratones el grano que salía de Alejandría, se metieron gatos domésticos en los barcos; probablemente, estos, fieles a su espíritu independiente, abandonaban el barco en puertos lejanos.21
En cualquier caso, muy pronto se crearían colonias de gatos en muchas ciudades portuarias, desde donde se abrirían camino al interior. Probablemente, este movimiento hacia el interior contara con la ayuda de los humanos, ya que los gatos por sí solos no suelen apartarse mucho del lugar donde nacen. Hacia el año 1000 AP, los gatos domésticos ya eran comunes en Europa.22 A América no llegaron hasta mucho más tarde —quizá ya con los viajes de Cristóbal Colón (1492-1496), o quizá no fuera hasta el viaje del Mayflower (1620)—; se supone que llegaron a Australia con los exploradores europeos en el siglo XVII.23
El avance de los gatos domésticos hacia Oriente también empezó durante el Imperio romano, por las rutas comerciales entre Roma y China. Hacia el 2000 AP, ya había gatos en China y en la India.24 Desde China, el gato doméstico se abrió paso por el sureste asiático continental, y luego por muchas islas de la región. Aunque el movimiento hacia el oeste de los gatos domésticos por el mediterráneo hasta el norte de Europa atravesó zonas con poblaciones de gatos salvajes indígenas, no fue así en gran parte de la ruta oriental (por ejemplo, en gran parte de la India o China o en todo el sureste asiático). Así pues, mientras los gatos domésticos occidentales siguieron cruzándose en diferentes grados con los gatos salvajes indígenas, los gatos domésticos del Extremo Oriente evolucionaron aislados. El resultado fue la aparición de varias razas naturales distintivas, reconocibles sobre todo por su pelaje característico, como es el caso de los siameses, los korats o los birmanos.
DERIVA GENÉTICA Y SELECCIÓN NATURAL
Igual que los perros domésticos fueron diferenciándose en razas naturales, también lo hicieron los gatos domésticos, solo que en un grado mucho menor. En la diferenciación de estas razas naturales del sureste asiático, el otro gran proceso evolutivo, la deriva genética, desempeñó un papel más destacado que la selección natural.
Con la deriva genética, las poblaciones divergen a causa de alteraciones genéticas al azar que son selectivamente neutras. Eso significa que no afectan al estado físico. Es el caso, por ejemplo, de los genes responsables de las variaciones de color de las razas naturales de los siameses, los korats y los birmanos. La deriva genética es un proceso omnipresente, pero varía según el tamaño de la población. Cuanto menor sea la población, más deriva genética hay, sencillamente porque las influencias aleatorias de cualquier tipo son más pronunciadas en las poblaciones pequeñas; eso es lo que los estadísticos llaman «error muestral».
Los biólogos evolutivos hablan de «tamaño de población efectiva», que corresponde, aproximadamente, con el número de individuos con capacidad de cruzarse con otras razas. La comunicación genética de una población con otra, llamada «flujo genético», aumenta el tamaño de población efectiva, hasta alcanzar el de las poblaciones combinadas. Así pues, las poblaciones aisladas genéticamente, en las que no se produce ese flujo genético, son más susceptibles de registrar esa deriva genética. En el caso de las razas naturales domésticas es importante tener en cuenta no solo el flujo genético entre razas naturales, sino también entre poblaciones salvajes y razas naturales. Mientras haya flujo genético entre poblaciones salvajes y razas naturales domésticas, la deriva genética será limitada. Pero en ausencia de poblaciones salvajes, como era el caso de los gatos del sureste asiático, se dan las condiciones ideales para la deriva genética. Las variaciones de color entre las razas naturales siamesa, korat y birmana son, muy probablemente, el resultado de una deriva genética reforzada posteriormente mediante la selección artificial.
Sin embargo, la selección natural también operaba en las razas naturales del sureste asiático como en cualquier otra parte. Por ejemplo, el pelo corto típico de las razas de esa y otras zonas, como la abisinia, muy probablemente sea el resultado de la selección natural, para reducir la retención del calor en un clima cálido.
Quizá sucediera lo mismo con su cuerpo, típicamente largo y esbelto, que elimina calor de forma más rápida que el tipo robusto llamado cobb. Y el pelo largo y la constitución cobb característicos de las razas naturales del norte, como los del coon de Maine, el Bosque de Noruega y el siberiano, son al menos en parte resultado de la adaptación a climas más fríos.
Todas las razas modernas derivadas de las razas naturales mencionadas en los párrafos anteriores se consideran «naturales» en el sentido de que se desarrollaron con la mínima intervención del ser humano en forma de selección natural e hibridación.25 Tal como ocurría con el término «razas antiguas» entre los perros, el de «razas naturales» resulta igual de problemático. El abisinio, el mau egipcio y el Chartreux, por ejemplo, son considerados razas naturales, pero, de hecho, son recientes reconstrucciones (fenotípicas) de razas naturales indígenas.26 El bobtail japonés y el americano de pelo corto, por otra parte, son candidatos a la denominación de «raza natural».
Algunas de las razas naturales tienen siglos de antigüedad, pero la mayoría de las razas de gato doméstico son mucho más recientes (de la segunda mitad del siglo XX). Fue entonces cuando los amantes de los gatos se pusieron manos a la obra. Las exposiciones felinas —hechas a imagen de las caninas— no estaban limitadas al entorno de los aristócratas.27 En la década de los sesenta, se creó una serie de razas «sofisticadas», como el fold escocés, el gato esfinge y el ocicat.28 En los años setenta, aparecieron el singapura y el Australian Mist; los años ochenta nos trajeron el York Chocolate, el California Spangled, el burmilla, el nebelung y el donskoy, entre otras creaciones. El ragamuffin nació en la década de 1990, mientras que el inquietante levkoy ya es una creación del siglo XXI.29 A mediados de este siglo, el número de razas de gato (actualmente más de sesenta) podría duplicarse.
CÓMO SE CREARON LAS RAZAS MODERNAS
Una serie de razas modernas nacieron con una mutación —en muchos casos limitada a un individuo de una camada— que tenía un efecto evidente en el fenotipo. El fold escocés, por ejemplo, nació a partir de un gato de granero de Perthshire, en Escocia, que tenía unas curiosas orejas inclinadas hacia delante.30 Alguien decidió que sería divertido perpetuar esta mutación. El manx, de la isla de Man, presenta una mutación esquelética que hace que no tenga rabo, entre otras cosas. En eso se parece un poco al bobtail japonés, raza natural con una mutación bastante diferente.31 Los gatos munchkins presentan una mutación que provoca un acortamiento de los miembros similar al de los dachshunds.32
Los gatos polidáctilos tienen dedos de más y constituyen una raza reconocida en Estados Unidos, llamada «polidáctilo americano».33 Parece que aparecieron en el suroeste de Inglaterra, desde donde cruzaron el Atlántico en barco hasta Nueva Inglaterra; allí son especialmente abundantes. Un motivo importante de su éxito inmediato fue la creencia extendida entre los marineros de que traían buena suerte (otro ejemplo del papel desempeñado por el capricho humano en el proceso de domesticación). El récord de polidactilia lo estableció un gato canadiense de veintisiete dedos.34 Eso suponiendo que no lo hayan superado ya.
Existe otra mutación, llamada hipoplasia radial (HR) o «patas de hamburguesa», que resulta en una forma diferente de polidactilia en que los dedos se curvan en espiral.35 Un creativo criador tejano quiso usar esta deformidad para crear una nueva raza de gato, el «twisty», en el que la curvatura se extendiera a los huesos de las patas anteriores. Los twisty tienen las patas anteriores extremadamente cortas y las traseras relativamente largas, lo que hace que se sienten como una ardilla —de ahí su nombre alternativo, «squitten», de squirrel (ardilla) y kitten (gatito)—. Los gatos twisty están prohibidos en Europa por motivos éticos, pero no en Estados Unidos; lo mismo ocurre con los munchkins. Es hora de que Estados Unidos se ponga a la altura de Europa en este sentido. La cría deliberada de razas con deformidades esqueléticas es inadmisible.
Algunas de las razas de aspecto más raro son las resultado de una mutación que provoca la ausencia de pelo. De hecho, esos gatos no tienen una falta total de pelo; simplemente lo parece. La primera de estas razas nació en 1966, a partir de una única cría desnuda, a la que llamaron Prune.36 A mí me resulta incomprensible por qué alguien querría perpetuar esta condición; sospecho que es simple neofilia. Teniendo en cuenta el clima de su lugar de origen, es especialmente perverso que el gato esfinge sea una creación canadiense. Pero también es cierto que otras dos razas de gatos desnudos destacadas, el donskoy y el levkoy, nacieron en Rusia y Ucrania, respectivamente. Esperemos que sean gatos de interior. También se han creado otras razas de gato con mutaciones del manto menos drásticas, como el Cornish Rex (pelo aterciopelado), el Devon Rex (pelo corto ondulado), el Iowa Rex (con rastas), y el American wirehair (pelo duro y denso).37
El otro método para generar nuevas razas de gatos es la hibridación con razas existentes. El siamés es la que más se usa para el cruce. Por ejemplo, el Havana Brown fue el resultado de cruzar el siamés con el americano de pelo corto, y el himalayo representa un cruce de siamés con persa. Otras hibridaciones de segundo, tercer y cuarto orden se iniciaron con híbridos del siamés, y entre las otras razas usadas están el ragamuffin, el ocicat y el California Spangled. Algunos híbridos notables que no han recurrido al componente siamés son el Australian Mist (del abisinio), el nebelung (del Russian Blue) y el burmilla (del birmano). El levkoy es conocido no solo por su aspecto desagradable, sino por que se creó a partir del cruce de dos razas mutantes (el fold escocés, con sus orejas defectuosas, y el donskoy, con su carencia de pelo). Y no está claro que la producción de mutantes haya cesado.
Algunos criadores realmente creativos han decidido salirse del espectro del gato doméstico a la hora de buscar especímenes para la hibridación. El chausie es un cruce de abisinio y gato de la jungla (Felis chaus). Como el gato de la jungla es del mismo género (Felis) que el montés y el doméstico, no es extraño que el cruce funcionara. Pero otros cruces con especies ajenas al género Felis son más ambiciosas. El Bengala es un cruce entre gato doméstico y gato leopardo (Prionailurus bengalensis). Por lo menos, el gato leopardo tiene un tamaño similar al del gato doméstico; no pasa lo mismo con otros dos cruces de géneros diferentes: el caracat es un cruce entre gato abisinio y caracal (Caracal caracal); y el Savannah es un cruce entre un gato doméstico y un serval (Caracal serval).38 Tanto los caracales como los servales son considerablemente mayores que los gatos salvajes.
ENDOGAMIA, OTRA VEZ
Cuando se inicia una raza con un único mutante, se parte de una población de origen de dos: el mutante y el individuo con el que se aparea. Para mantener la mutación con garantías, hay que cruzar a parientes cercanos (por ejemplo, hermanos, o madres y padres con hijos e hijas). En cualquier caso, el resultado es una intensa endogamia, y la acumulación de mutaciones recesivas dañinas, fenómeno conocido como «depresión endogámica». Efectivamente, la endogamia en algunas razas de gatos iniciadas de este modo es tan grave como en las razas de perros, y eso se refleja en las patologías características de la raza.
Lo contrario ocurre cuando se cruzan razas de diferentes especies, como es el caso del Savannah o el caracat. En este caso, el problema son los diversos desajustes entre los genomas (circunstancia conocida como «depresión exogámica»).39 Los servales y los gatos domésticos, por ejemplo, no tienen el mismo número de cromosomas, lo cual crea problemas fundamentales en la partición durante la creación de espermatozoides y óvulos. En particular, algunas sucesiones de genes que funcionan especialmente bien entre sí suelen heredarse más o menos como una unidad. Esos «complejos genéticos coadaptados» se descomponen al aumentar la exogamia aún más.
La situación óptima se encuentra en un punto intermedio entre estos polos, cuando la sopa no está ni demasiado fría ni demasiado caliente. La sopa «perfecta» se llama vigor híbrido. Es lo que se obtiene en los mestizos. (Sylvester y Smoke son gatos americanos de pelo corto, pero su madre era mestiza). Cabría esperar que el vigor híbrido se consiguiera cruzando dos razas de gato diferentes, como se hizo para crear el himalayo (siamés y persa). E inicialmente así es. El problema es que solo un número relativamente reducido de las crías obtenidas de estos cruces, con las características deseables, se usan como progenitores para la próxima generación. Muy pronto la intensa selección artificial de estas características provoca nuevamente la depresión endogámica.
Las denominadas «razas naturales» se mantuvieron en el punto «exacto» del vigor híbrido hasta que los amantes de los gatos empezaron a controlar su reproducción, en el siglo XX. Los efectos de esta acción son especialmente evidentes en el siamés, que durante mucho tiempo ha sido la raza natural más popular. Los siameses de Europa y de América del Norte son asombrosamente diferentes de los de Tailandia, tal como he podido comprobar personalmente.40 El siamés de Tailandia es más grande y tiene las patas más largas. Aunque tiene el típico cuerpo esbelto «oriental», es más musculoso y no tan flaco como los siameses occidentales. Además, tiene el cráneo más grande y notablemente más redondeado. Estas diferencias reflejan los efectos de la selección artificial en Occidente.
El primer siamés que llegó a Occidente —y que en un alarde de imaginación recibió el nombre de Siam— fue un regalo que le hicieron en 1878 al presidente Rutherford B. Hayes.41 Seis años más tarde, se importó la primera pareja para la cría del Reino Unido, y más adelante se importaron otros más, siempre en números reducidos. Es posible que la mayoría de los siameses que, hoy en día, hay en el Reino Unido desciendan de solo once siameses importados. Esta limitada población de origen, con su inherente error muestral con respecto a los genes del siamés de Tailandia, presentaba mayor posibilidad, por lo reducido de sus dimensiones y su aislamiento, de ir aumentando la divergencia de forma aleatoria a través de la deriva genética.
Los nuevos siameses enseguida causaron sensación en las exposiciones felinas, así que se les sometió de nuevo a la selección artificial, lo que aumentó aún más la divergencia con respecto al tipo original. Esta evolución divergente se aceleró en la primera mitad del siglo XX porque los jueces preferían a los gatos más largos y finos, con la cabeza proporcionalmente más pequeña y triangular, con grandes orejas bien separadas para destacar aún más su forma triangular (con lo que el morro se volvía más fino y los ojos adquirían más forma de almendra). Unas décadas más tarde, los siameses habían desaparecido de las exposiciones felinas (figura 3.5). Algunos criadores se organizaron para conservar el estilo «tradicional» del siamés, actualmente reconocido por la TICA (Asociación Felina Internacional) como nueva raza, llamada Thai. Paradojas del insólito mundo de los criadores de gatos.
La endogamia ha tenido efectos nefastos. Los siameses presentan índices de cáncer que rivalizan con lo de los boyeros de Berna y otras razas de perro susceptibles de sufrir esta enfermedad. Son especialmente vulnerables al cáncer de mama. La esperanza de vida del siamés, por supuesto, es considerablemente menor (de 10-12 años de media, según un estudio) que la del gato doméstico medio (15-20 años). Otras «razas naturales», como el abisinio, también presentan una esperanza de vida menor a por culpa de la endogamia. Los que viven más tienden a desarrollar ceguera a causa de una atrofia progresiva de la retina y otros defectos propios del envejecimiento prematuro.
Figura 3.5. Siamés tailandés (izquierda) y siamés europeo (derecha). Obsérvense las diferencias en el cráneo y el rostro.
Aparte del siamés, el persa y el himalayo han sido las razas más modificadas por la selección artificial continuada. Además de su espléndido pelo largo, estas dos razas son famosas por su rostro braquicéfalo (chato), desarrollado primero en el persa y luego heredado en el himalayo, cuando se creó mediante cruces de siameses y persas. Desde la creación del himalayo, la braquicefalia se ha exagerado en ambas razas, con resultados predecibles. Aunque ninguna de las razas llega al nivel grotesco del bulldog, con todas las enfermedades asociadas, sí sufren de problemas de respiración, infecciones nasales crónicas y, en general, viven menos años.
En cambio, el gato americano de pelo corto, del que Smoke y Sylvester son un buen ejemplo (bueno, solo Smoke), es una raza natural que se ha mantenido natural. Lo que significa que los americanos de pelo corto han criado con quien les ha parecido —y las hembras a menudo deciden aparearse con más de un macho—. Han evolucionado a partir de una amplia población de origen mediante la selección natural. Se han convertido en el gato doméstico perfecto (robusto, atlético y fácil de cuidar). Si socializan correctamente, son unos gatos domésticos ideales. Además cuentan con la ventaja de ser de los mejores en la caza de ratones, como los mau egipcios.
Existe un proyecto en curso destinado a crear un cazador de ratones aún mejor, lo que supondría la primera raza de gato pensada con un fin práctico, en lugar de por su aspecto. La raza se llama keuda, acrónimo de Kitten Evaluation Under Direct Assessment («evaluación de gatos bajo control directo»).42 Esta raza está naciendo a partir de gatos americanos de pelo corto de granja. El único criterio para el programa de cría es la habilidad excepcional para la caza de ratones. Para ello se reduce al mínimo la endogamia, que inevitablemente reduce esta habilidad, tal como demuestra la enorme gama de colores que presentan en el manto. Curiosamente, algunos keudas han acabado pareciéndose mucho al mau egipcio, la raza de gato que posiblemente se parezca más al ancestral Felis silvestris lybica del que descienden todos los gatos domésticos.
LA GENÓMICA DE LOS GATOS
La genómica de los gatos no está tan avanzada como la de los perros; aún se encuentra en sus primeros pasos. La primera secuencia completa del genoma de los gatos fue la de un abisinio llamado Cinnamon.43 Posteriormente se han secuenciado de forma parcial otras diez razas. Los parecidos genéticos entre razas de gatos reflejan claros factores geográficos. Las razas del sureste asiático, por ejemplo, forman un grupo distintivo en la parte baja; las razas europeas y norteamericanas componen un grupo menos distintivo en la parte alta; y las razas centroasiáticas, del oeste de Asia y del norte de África, tienden a situarse en el centro. Las excepciones, como el ragdoll, el American Curl, el ocicat, el esfinge, el Devon Rex, el Cornish Rex y el de Bengala, son normalmente razas occidentales creadas recientemente a través de la hibridación o de grandes mutaciones.
Muchas de las grandes mutaciones que afectan a la constitución y a la coloración del manto de los gatos domésticos se identificaron en tiempos pregenómicos mediante análisis de ligamiento convencionales.44 Aquí consideraremos unos cuantos descubrimientos recientes interesantes relacionados con las características del manto.
Recordemos que una mutación (en un gen llamado Fgf5) era la responsable del pelo largo en muchas razas de perros. La mutación en ese mismo gen también parece ser la causa del pelo largo en los gatos.45 En realidad, cuatro mutaciones diferentes en este gen pueden propiciar el pelo largo en los gatos, todas ellas diferentes de la mutación de ese gen que causa la aparición del pelo largo en los perros. Este fenómeno —mismo gen, diferente mutación, fenotipo similar— es en realidad bastante común. Se produce cuando diferentes mutaciones, que provocan diferentes sustituciones de aminoácidos en la proteína codificada, alteran la actividad biológica de formas similares. Como cada variante de un gen se llama «alelo», podemos decir más precisamente que, en este caso, diferentes alelos dan como resultado el mismo fenotipo.
Sin embargo, es más habitual que distintas mutaciones en el mismo gen tengan efectos de desarrollo diferentes; es decir, que diversos alelos resulten en diferentes fenotipos. Pensemos en el gen tirosina (TYR), que desempeña un importante papel en la pigmentación del manto. Una mutación en este gen es la principal responsable de la coloración característica del siamés: oscura en las extremidades y clara en el cuerpo.46 Este patrón de color responde a que el alelo mutante es sensible a la temperatura. Durante el desarrollo, las extremidades están más frías que el resto del gato, y el gen TYR está más activo; en las zonas más centrales del cuerpo, donde está más caliente, el gen TYR es menos activo debido a su mutación. Una mutación diferente de este gen da como consecuencia un alelo menos sensible a la temperatura.47 El resultado es el patrón de color del birmano, que tiene el tronco más pigmentado que el siamés. Diferentes mutaciones —por tanto, alelos de un gen relacionado, llamado TYRP1— pueden crear el color chocolate o el albinismo.48
Al igual que el resto de los genes, los Fgf5, TYR y TYRP1 son secuencias codificantes del ADN, puesto que codifican proteínas. Pero tal como hemos visto en el capítulo anterior, gran parte de la acción evolutiva radica en las secuencias no codificantes que regulan la actividad de los genes. Una de esas mutaciones no codificantes es la responsable de la polidactilia. El gen que la regula es uno de los más notorios de toda la biología del desarrollo: el sonic hedgehog (shh).49 El sonic hedgehog es un gen regulador del desarrollo básico que produce una proteína de tipo «morfógeno», que crea un gradiente de concentración por difusión.50 Los efectos de este morfógeno sobre las células del embrión en desarrollo dependen de su concentración. De este modo, el sonic hedgehog desempeña un papel importante en el desarrollo de órganos, del cerebro y de los miembros. Su actividad se encuentra regulada por elementos no codificantes próximos al gen llamados «elementos cis-regulatorios». El elemento cis-regulatorio específico de los miembros se llama ZRS. Una mutación en el ZRS que provoque una actividad excesiva del sonic hedgehog provocaría la polidactilia.51
La mutación no codificante de la polidactilia es un ejemplo de un mecanismo genético también presente en diversas anomalías de desarrollo humanas. Y este no es más que uno de los muchos casos en que las miserias sufridas por los gatos por acción directa de los criadores han servido para que la medicina humana avance, puesto que muchas de las enfermedades de los gatos (y perros) de pura raza también se encuentran en los humanos, legado de nuestra historia evolutiva compartida como mamíferos. De hecho, la aplicación médica de estos descubrimientos fue en muchos casos el motivo que impulsó la elaboración de los genomas de perros y gatos.52
Más de doscientas cincuenta enfermedades hereditarias de los gatos domésticos son homólogas a las enfermedades humanas. El objetivo es identificar el sustrato genético de estas enfermedades en los gatos, y luego buscar el correspondiente en los humanos. Los modelos con gatos son especialmente prometedores en el campo de la degeneración retiniana progresiva, la cardiomiopatía y la neuropatía motora hereditaria.53 El gato también puede ser un modelo útil para la esclerosis lateral amiotrófica (ELA).54 Ya se usa como modelo en diversas enfermedades víricas graves, incluido el sida, que es prevalente en los gatos callejeros, al igual que la leucemia felina y el equivalente felino del SARS.55 Hay investigaciones en curso para determinar las variantes del ADN que hacen que algunos gatos sean más vulnerables a estas infecciones.
Hasta que no se complete el genoma del gato salvaje, la genómica de los gatos no puede aportar demasiada información sobre las alteraciones genéticas que facilitaron la domesticación. Podemos predecir, eso sí, que esas alteraciones genéticas tuvieron más que ver con la conducta que con la anatomía y la fisiología, porque es en su conducta en lo que más se diferencian los gatos domésticos de sus antepasados salvajes.
NADA DE SOLITARIOS
La gran mayoría de gatos se han librado de la selección artificial. Se han domesticado solos. Y salvo por los cambios superficiales en el manto, los gatos domésticos se parecen mucho físicamente a los gatos salvajes. Tanto es el parecido que no hacen diferencias en lo relativo al apareamiento. Allá donde hay gatos salvajes (de cualquier subespecie) viviendo en proximidad a gatos domésticos callejeros, ambas especies se aparean la una con la otra, mucho más de lo que puede pasar entre lobos y perros domésticos. Estos cruces, y la hibridación consiguiente, amenazan con extinguir muchas poblaciones de gatos monteses europeos (Felis silvestris silvestris), en particular el gato montés escocés y el gato montés ibérico.
Hay un modo de distinguir los gatos salvajes de los gatos domésticos sin tener que recurrir a pruebas genéticas: por su conducta. Hasta los gatos domésticos más ariscos son mucho más sociales que los gatos salvajes. Los gatos salvajes son criaturas solitarias, con territorios propios exclusivos. Los gatos domésticos son criaturas sociales que, en libertad, a menudo forman colonias cuando la comida es relativamente abundante y está localizada.56 Incluso cuando la comida es menos abundante y más dispersa, los gatos callejeros interactúan mucho más que los salvajes.57 Cuando viven en colonias, las hembras de gato callejero comparten los cuidados de los pequeños, a menudo dando de mamar y protegiendo a los cachorros de otras hembras de la colonia, como hacen las leonas —la especie más social de todos los felinos—. Los miembros de una colonia también defienden el territorio común de los extraños, como los leones.58
Además, los gatos domésticos han desarrollado una señal de conducta nueva llamada «rabo arriba», que usan para indicar sus intenciones amistosas.59 Esta conducta no se da entre los gatos salvajes, mucho menos sociales. Los leones, en cambio, sí usan la señal de «rabo arriba» del mismo modo que los gatos domésticos.60 Este es un caso de evolución convergente, facilitada seguramente por el hecho de que leones y gatos domésticos compartan ancestros, un elemento del repertorio de conducta de los félidos al que solo las especies más sociales tienen acceso evolutivo. Dicho de otro modo, la alteración genética requerida para la señal de «rabo arriba» quizá sea mínima (otro ejemplo de la creatividad conservadora de la evolución).
Se ha propuesto la idea de que la neotenia haya tenido que ver con la sociabilidad de los gatos domésticos.61 Maullar, ronronear y acariciar con la pata son rasgos típicos de cachorros que los gatos domésticos adultos conservan, pero no así los gatos salvajes. Aunque las caricias pueden ser un efecto secundario no adaptativo (selectivamente neutro) de la infantilización, los ronroneos y los maullidos son importantes señales sociales. También hay pruebas de que las propiedades acústicas del maullido de los gatos se han ido alterando para que resulte más audible al oído humano.62 (Si es así, Sylvester, que tiene un maullido bastante estentóreo y ronco, está mucho mejor adaptado que Smoke, cuyo maullido sigue teniendo el volumen y la suavidad del de un cachorro). Podríamos decir incluso que Sylvester está a la vanguardia de la evolución de los gatos.63
Sin duda, el gato doméstico refuerza la hipótesis de Beliáyev de que en el proceso de domesticación las modificaciones de conducta en pos de la docilidad llegan primero, y los cambios físicos después, puesto que los gatos domésticos solo presentan diferencias superficiales con respecto a sus antepasados salvajes. En el experimento de los zorros, la docilidad se consiguió a través de una intensa selección artificial; en el caso del lobo y, sobre todo, en el del gato salvaje, la docilidad llegó con la selección natural y la adaptación a un entorno creado por el ser humano. Los gatos salvajes, a diferencia de los lobos, tuvieron que superar una barrera psicológica: la proximidad de otros gatos salvajes, que se congregaban en torno a los graneros. Solo estos gatos salvajes más sociales, los que se angustiaban menos por la proximidad de otros gatos salvajes, podían explotar a fondo esta nueva fuente de alimento.
Estos gatos salvajes sociales, tras la selección para tolerar a los humanos, fueron capaces de incluirnos en su círculo social. Pese a lo independientes que se dice que son, no es cierto que los gatos simplemente nos toleren; disfrutan de nuestra compañía. Smoke está durmiendo sobre mi impresora; Sylvester ha vuelto a subirse a mi regazo.
GATOS EN UN MUNDO DE PERROS
Las actitudes de las personas hacia los animales domésticos varían mucho a lo largo del tiempo y de las culturas. Eso lo hemos visto con los perros, a los que hemos mimado, ignorado o usado como alimento, según la época y la cultura. De hecho, aunque hoy en día el perro es un alimento tabú en gran parte del mundo, sigue siendo plato habitual en China, Corea, Vietnam y la Polinesia. Pero con la notable excepción de las culturas islámicas, los perros no son considerados animales sucios, infames o dignos de oprobio. En general, a lo largo de la historia humana y en sus diferentes culturas, los perros evocan respuestas emotivas entre neutras y positivas. En el nivel de consideración que les tenemos a los animales, se sitúan justo por debajo de los caballos.
A pesar de su deificación en el antiguo Egipto, los gatos se perciben de un modo mucho más ambivalente, aunque también se registren grandes variaciones en el tiempo y el espacio. En el oeste de Asia, el gato se asoció durante mucho tiempo con la sexualidad y la fertilidad femeninas, actitud hallada también en gran parte de la Europa pagana. La difusión del cristianismo fue mala para los gatos, quizás al asociárselos con las religiones paganas; se los consideraba agentes del diablo y se los relacionaba estrechamente con la brujería. Durante la Edad Media, los días de fiesta eran especialmente peligrosos para los gatos domésticos; se los torturaba de un modo espantoso: hervidos o quemados vivos, asados lentamente sobre la hoguera, despellejados o mutilados. Había una fuerte corriente de misoginia en este odio hacia los gatos, como en la persecución de presuntas brujas. Afortunadamente, las cosas han mejorado desde entonces para los gatos. En nuestra época, de mayor lucidez, los gatos callejeros suelen recibir cuidados o ser adoptados. Y actualmente el gato es la mascota más popular en todo el mundo.
Aun así, aún tienen una imagen más negativa que los perros, según un reciente estudio realizado en Estados Unidos. A la gente que no soporta a los gatos les molesta su independencia felina. Sin duda, a algunos aún les inquieta las asociaciones de antaño con la brujería y el paganismo en general. Y algunos simplemente ven a los perros como el animal de compañía ideal y creen que los gatos no están a la altura. Los perros son una referencia inapropiada con la que medir a los gatos, y aun así muchos persisten en el error. Hace poco, alguien me explicó, para demostrar la superioridad de los perros, que «un gato no te sacará de un edificio en llamas», como si eso respondiera a una falta de motivación, más que a la manifiesta imposibilidad física de hacerlo. Un gato no se jugará la vida como un perro.
Quizás. O quizá no. Existe un vídeo muy popular en Internet que hace pensar lo contrario. En él, un niño de cuatro años está sufriendo el ataque de un perro de tamaño medio y de pedigrí incierto cuando, desde fuera del plano, un gato atigrado atraviesa la pantalla y se lanza contra el perro, mucho más grande que él. El perro, al no tener ni idea de lo que le ha golpeado, sale huyendo a gran velocidad. Por lo que parece, los gatos pueden ser tan heroicos como los perros.