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Prólogo

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El arraigo caracterizó a los pueblos sedentarios desde que sucedieron a los nómadas cuando el alimento dejó de basarse en la caza para hacerlo en la agricultura. Mucho tiempo pasó hasta que las comunicaciones y la globalización del trabajo permitió que los seres humanos calificados, y no tanto, pudieran emigrar, primero dentro de sus países, y luego a otros diferentes a los de su origen.

Siempre me impactó la historia de aquella mujer de un pueblo italiano, que conocí buscando mis raíces, que no solo nunca había salido de su pueblo sino tampoco de la calle en que había nacido. Seguramente no fue la única.

Si bien el sentido del arraigo al terruño tiene connotaciones culturales también hay razones relacionadas con la zona de confort que, aunque no lo supieran en su momento las personas que permanecían, generación tras generación, en sus lugares de origen, influía en su decisión de permanecer allí. Las guerras, las hambrunas, la creciente desigualdad económica de las regiones y países del mundo fueron modificando esa adherencia a la tierra por una migración que produjo un cambio, más que significativo, en la composición étnica de las sociedades modernas.

Los inmigrantes constituyeron una clase social hibrida hasta que sus descendientes “hicieron pie” en el lugar elegido para vivir, tanto cultural como socialmente. Vale la pena decir que, en su gran mayoría, los inmigrantes originales nunca dejaron de ser extranjeros.

Las historias que siguen relatan las vicisitudes de seres humanos que buscaron su destino en un lugar diferente al que nacieron y tuvieron éxito, o no, en esa lucha por superarse y encontrar su lugar en el mundo o, simplemente, sobrevivir. También relata lo que han vivido algunos que encontraron, finalmente, su lugar en el mundo donde nacieron.

Porque de eso se trata este libro de cuentos que espero traslade al lector con elocuencia y precisión a escenarios, tal vez conocidos, que sirven de telón de fondo a ese afán del ser humano de sobrevivir al desafío del destino que le propone la vida.

Ser dueño de su propio destino es un objetivo consciente o inconsciente del ser humano al tomar decisiones que definen el lugar para vivir. Aunque la mayoría lo hace donde nacieron o donde lo llevaron cuando no podía tener opinión para radicarse allí, siempre está presente, aunque sea en el fondo de su corazón, la idea de que hay un lugar en el mundo al que pertenece.

El autor

En busca del destino

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