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Prólogo

No lo dude; el libro que tiene entre sus manos es un libro arriesgado. En un momento histórico en el que el «mantra» de la civilización occidental es el «cambio», reivindicar que no cambiemos, que les pidamos a los amigos o a nuestras parejas que no intenten cambiarnos, que nos dejen ser como somos, es más, que nosotros nos aceptemos como somos y que ellos nos acepten tal cual somos, es cuanto menos una postura valiente, cuando no provocadora.

¿Por qué seguir siendo como somos? La idea central es que nuestro modo de ser y sentir tiene una raíz biológica que hace difícil que cambiemos. No es que estemos predestinados a ser como somos, es que nuestra genética hace que tengamos unas características biológicas que facilitan que aprendamos unas cosas con mayor facilidad que otras y que adquiramos y consolidemos unos hábitos de comportamiento con mayor comodidad, configurando todo ello lo que llamamos «personalidad».

Además, y lo más importante: ¿para qué cambiar? ¿Es que hay tipos de personalidad que son mejores que otros? No, no los hay, aunque nos parezca lo contrario. Todos tienen ventajas e inconvenientes según las situaciones. Incluso el rasgo «reactividad emocional», también conocido como «emocionalidad» o «neuroticismo», tiene sus aspectos positivos. Una persona muy emocionable vive la vida con mucha intensidad, mientras que para persona poco emocionable la vida es más gris. Sin embargo, ante situaciones de crisis, la persona emocionable se ve inundada por un torrente emocional que le dificulta llevar a cabo decisiones racionales, mientras que la persona poco emocionable es capaz de tomar decisiones con mayor independencia emocional. Como se irá viendo a lo largo del libro, todos los rasgos de personalidad tienen su cara y su cruz.

Todo esto está muy bien pero, ¿qué ocurre si hay situaciones en la vida en las que mi personalidad es altamente perjudicial para mí o para los demás?, ¿no debo cambiar? Tranquilidad. Una cosa es que cambiemos un tipo de comportamiento y otra que cambiemos nuestra personalidad. De hecho, «personalidad» y «comportamiento» o «conducta» no son términos equivalentes (aunque guarden relación). Más de 2.000 años de teatro avalan esta distinción: usted puede representar un personaje, comportarse como él e incluso sentir como él, pero usted no es ese personaje.

Cambiar nuestra personalidad es muy difícil; es más, resulta prácticamente imposible. Eso no ocurre con el comportamiento. Podemos cambiarlo –aunque no resulta fácil–, y para eso están los psicólogos. Pero el comportamiento que queremos sustituir por otro no es una pieza de recambio más; debe estar relacionado con nuestro modo de ser. Para cambiar un comportamiento debemos saber cómo somos, conocernos a nosotros mismos y hacer que ese nuevo comportamiento «fluya» con nuestra personalidad. Técnicas como el mindfulness, basadas en la aceptación personal, abogan por esta perspectiva.

Todo esto hace que este libro sea enormemente atractivo, valiente y revelador.

Cuando Rodrigo Martínez de Ubago me pidió que escribiera este prólogo, no solo me sentí honrado, sino que me hizo mucha ilusión. Conozco a Rodrigo desde hace muchos años durante los cuales me ha regalado su amistad. Pero, aparte de esto, es uno de esos raros psicólogos que a lo largo del tiempo ha compaginado su labor académica como profesor universitario con la labor profesional como terapeuta. En resumen: sabe de lo que habla. Esto hace que lo que se expone en este libro no solo sea una mera visión teórica; día a día, él y su compañera profesional Mara Aznar, coautora de este libro, han ido matizando y enriqueciendo esta visión desde la práctica profesional.

Solo espero que usted, lector o lectora, ya sea académico, profesional o profano, disfrute de este libro lleno de rigor y enseñanzas, tanto como yo lo he hecho. Que este texto contribuya, aunque sea solo un poco, a cumplir ese viejo mandato de la Grecia clásica que rezaba: «conócete a ti mismo».


Manuel de Juan Espinosa

Catedrático de Psicología

Universidad Autónoma de Madrid

Deja de intentar cambiar

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