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ОглавлениеALLEN GINSBERG LE ESCRIBE A LAWRENCE
FERLINGHETTI, DESDE TÁNGER, EN 1957
Tengo que decir
que estoy más deprimido que contento,
más repugnado que contento,
con toda esta zarandaja (divertida
como es) de la incautación de Aullido...;
viendo el mundo hundido en tal pozo sin fondo
de hastío y podredumbre y paranoia,
y los harapos enfermos de la gente en estas latitudes,
Aullido me parece una gota en el cubo del vacío
y todo ese revuelo literario se me antoja
una ficción. Parece que todo estuviera sucediendo
en otro mundo, más allá de mí,
y no tuviera nada en absoluto
que ver conmigo, ni con nada.
Jack Kerouac me ha localizado
una habitación, y la próxima semana
me mudaré definitivamente allí; es un rincón
lleno de luz, en la colina, más arriba de la playa
desde donde te escribo ahora esta misiva;
tiene una terraza de baldosas rojas,
un enorme patio, desde el que se avista el puerto,
y el otro lado de la bahía, y se alcanza a ver
hasta más allá del soleado Estrecho,
y se divisa la costa azul de España, y los antiguos
parapetos de una Europa que aún no he visitado,
y Gibraltar, pequeña y lejana, pero presente
en el brillo azul del agua,
y un gigantesco y despejado
y liso cielo azul sin nubes.
Nunca he visto una más serena luz que esta...;
inmensurable luz mediterránea
de clásica belleza,
por encima de un pequeño mundo.