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La presencia de las algas en las diferentes culturas

A lo largo de la historia muchas sociedades han usado los vegetales de origen marino. Desde la Antigüedad, los pueblos costeros los han incorporado a sus comidas diarias.

La filosofía oriental asigna a las algas un origen divino. Desde hace miles de años estos vegetales se utilizan en muchos pueblos asiáticos como fármaco, como alimento y como deliciosa forma de condimentar.

En China se atribuye el mérito de la difusión del uso alimentario y terapéutico de las algas al emperador Chen-Nung (2.800 a. C.). Este personaje era venerado como benefactor de la agricultura y de la medicina. Los antiguos coreanos llegaron incluso a establecer la costumbre de enviar verduras de mar a la corte imperial de China, donde eran apreciadas por su valor medicinal. Ya en aquel tiempo, la enciclopedia china Ehr Ya constataba el uso regular de doce especies. Posteriormente, en el siglo VI a. C., el estratega militar y filósofo Sun Tzu dejó escrito que «las algas son una delicadeza apropiada para el más honorable de los invitados».

Gracias a su extenso y accidentado litoral, los japoneses son quienes más han desarrollado el potencial culinario de las algas. Todas las variedades que hoy se consumen fueron registradas ya como parte del tributo anual a la corte en el siglo VIII de nuestra era.

La antigua medicina hindú recurre a las algas marrones (las que contienen más yodo) para curar el bocio, frecuente en la región del Himalaya. Con la misma finalidad, los habitantes de los Andes peruanos utilizan las cenizas y el carbón de este tipo de algas.

Desde el año 600 a. C. está documentado el uso alimentario de los vegetales marinos también en la cuenca mediterránea. Plinio el Viejo (siglo I d. C.) fue autor de la Naturalis Historia —enciclopedia de los conocimientos científicos de la Antigüedad— en la que recomendaba el uso de las algas en la cura de la gota. Su coetáneo Dioscórides, un médico griego, las aconsejaba para uso externo en caso de erupciones o quemaduras y, en uso interno, para diarreas y gastritis.

En el medievo, las algas se utilizaban básicamente para fertilizar los campos. La superstición impedía el uso de materias primas provenientes del mar, lugar entonces poco conocido y considerado lleno de peligros y reino del diablo. No fue hasta 1750 que un médico inglés, Richard Russel, las aplicó con fines curativos. A partir de la segunda mitad del siglo xx se asiste a un gran desarrollo de la talasoterapia, un conjunto de prácticas terapéuticas que aprovecha los beneficios salutíferos de los elementos marinos, entre ellos los de las algas.

En todo el planeta, las poblaciones costeras siempre han sido grandes consumidoras de algas. Especialmente los habitantes de lugares con escasa superficie cultivable —como las islas del Atlántico, del Pacífico y del Índico— se han visto obligados a aprovechar en gran medida estos recursos del mar. Los antiguos reyes de Hawái cultivaban o recogían alrededor de setenta variedades en su litoral. Los maoríes de Nueva Zelanda han usado durante mucho tiempo el karengo, un tipo de nori, en sopas o ensaladas.

Hay también constancia del uso de vegetales marinos en el noroeste de Europa. Los celtas y vikingos mascaban las algas dulse en sus viajes y la nori silvestre ha sido popular desde tiempos de los romanos. En Inglaterra, Escocia, Irlanda, los países escandinavos, Islandia y Francia las algas se han ganado un lugar en la gastronomía local. Y hasta en el interior del continente europeo, como en Austria y Alemania, se utilizan las algas para elaborar un tipo de pan muy apreciado.

Cómo curan las algas

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