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Replantar los campos

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No solo está amenazado el arte de la fitoterapia, sino también las propias plantas medicinales. Como nómada de sangre y corazón, he viajado mucho a lo largo de mi vida. He tenido la oportunidad de conocer lugares de espléndida belleza botánica y he escuchado atentamente a sabios fitoterapeutas. No obstante, he observado una tendencia preocupante: en casi todos los lugares en que he estado, incluso en aquellos donde la fitoterapia es una tradición sana y activa, las poblaciones de especies autóctonas están en declive. China, por ejemplo, célebre por su antigua fitoterapia tradicional, está casi desabastecida, desprovista de sus plantas medicinales más importantes, que han sido prácticamente aniquiladas por los recolectores. La India, con dos millones de hectáreas dedicadas al cultivo de plantas medicinales, es el productor más importante del mundo y, a pesar de ello, su población de especies silvestres autóctonas es escasa y dispersa. En la actual Grecia cuesta encontrar los campos repletos de plantas silvestres o los majestuosos bosques que poéticamente describiera Homero en la Ilíada. En todas partes, el reino silvestre está acorralado y en peligro de extinción.

HONRANDO A LOS ANCIANOS

El saúco (Sambucus nigra), que en inglés recibe el nombre de elder tree (‘árbol anciano’), es conocido como el guardián de la naturaleza y suele plantarse en el centro de los jardines medicinales. El resto de plantas buscan su protección, su sabiduría y su fortaleza; lo mismo ocurre con los ancianos en las comunidades herboristas.

Cuando mi hijastra Melanie era adolescente, me dijo: «Los fitoterapeutas son como el buen vino, ¿verdad? Se vuelven más valiosos con el tiempo». Aunque nunca lo había visto así, tenía razón. En las comunidades herboristas, los ancianos son los guardianes de la sabiduría, y sus conocimientos y enseñanzas se valoran muchísimo; son los invitados de honor en las conferencias y eventos, y los fitoterapeutas jóvenes viajan kilómetros para conocerlos y estudiar con ellos. ¿Por qué?

Aparte de que suelen ser personajes de espléndido carácter, maravillosamente divertidos y con un sinfín de historias que contar, han tenido vidas intensas y llenas de sentido; sus experiencias nos conmueven y nos emocionan, dando sentido a su vez a nuestra propia vida. Gracias a ellos, el conocimiento de las plantas medicinales se ha transmitido de generación en generación; son los sabios que enseñaron a los niños a identificar las plantas, a comunicarse con ellas y a usarlas como medicina. Este linaje, aunque debilitado, aún perdura, y nuestros corazones anhelan esta conexión con las tradiciones.

Los ancianos herboristas muestran a menudo una pasión por la vida y un compromiso en sus creencias extraordinarios. Nos alumbran el camino. Aunque muchos de los que he conocido y amado hayan fallecido ya, sus enseñanzas siguen vivas en las personas a las que marcaron para siempre. Del mismo modo, las enseñanzas de la naturaleza seguirán vivas a través de nosotros.

Cada vez que regreso a mi hogar, a los bosques de Vermont, me siento maravillada ante la vasta extensión de tierra virgen que se extiende frente a mí. He aprendido a amar la rica biodiversidad que puebla esta tierra joven, así como la velocidad a la que todo cambia ante nuestros ojos. Como en otros lugares del mundo, la destrucción de los hábitats, la superpoblación, la tala indiscriminada y las malas prácticas de recolección están mermando las poblaciones de plantas silvestres. Sin una supervisión de las prácticas de recolección, el aumento repentino de la popularidad de una planta determinada puede causar un daño irreparable en su población —recordemos cuando el hipérico, se puso de moda en la década de los noventa—. En Estados Unidos, desde 1940 hasta finales de 1980, la fitoterapia fue una práctica menospreciada e incluso ilegal, lo que posiblemente haya salvado a poblaciones enteras de especies silvestres autóctonas (de hecho, a pesar de su popularidad, la fitoterapia sigue siendo técnicamente ilegal). Relegadas a la clandestinidad, las plantas medicinales y su uso tradicional enraizaron en lo más profundo y, lentamente, florecieron.

Plantas medicinales para toda la familia

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