Читать книгу Cuidados básicos del niño sano y del niño enfermo - Roser Casassas - Страница 9
ОглавлениеCuidado del niño sano y del niño enfermo 1
Esta nueva edición se inicia con un capítulo relativo al cuidado, término central del título de este libro. Cuidado es un concepto muy antiguo, que involucra a todos las seres humanos en su afán de conservar la vida, desarrollarla y hacerla lo más plena posible en beneficio de toda la humanidad. El ser humano se realiza al cuidar a otro, pero a su vez necesita del cuidado de otros para alcanzar su plenitud. Los animales también presentan una capacidad para cuidar que es instintiva y forma parte de su código genético (Salas, 2004).
El término cuidado significa esmero que se pone en la realización muy bien de algo; vigilancia por el bienestar de una persona o por el funcionamiento de una cosa; también significa preocupación o inquietud que genera una acción. (Real Academia Española, s.f.).
El cuidado de un niño ya desde antes de su nacimiento produce en sus padres, especialmente en la futura madre, una preocupación que la lleva a tomar una serie de medidas para proteger la vida de este nuevo ser en gestación. Esta inquietud por el bienestar y protección del niño hace que los padres realicen una serie de acciones en beneficio de su cuidado. Somos cuidados desde antes de la llegada a este mundo y muchos hasta el fin de la vida. Sin embargo, además de aquel cuidado recibido con amor, proveniente de personas que nos estiman, existe otro tipo de cuidado, el cuidado profesional.
El cuidado del niño sano y del enfermo es una responsabilidad de todas las personas, pero en primer lugar de los padres y familiares más cercanos; en último término y en determinadas circunstancias de personas especializadas, los profesionales de la salud.
Cuidar no es patrimonio exclusivo de una determinada persona ni responsabilidad sólo de una profesión, es un deber de humanidad para con la humanidad (Moreira, 2002). El cuidado es también una responsabilidad de la persona consigo misma y a ello llamamos autocuidado definido como “la realización de actividades que las personas ejecutan libre y voluntariamente con el fin de mantener la vida, salud y bienestar” (Orem, 2001). Existen entonces dos grandes categorías de cuidado:
• Cuidado o auto-cuidado genérico, que se refiere al conocimiento y habilidades transmitidas y aprendidas a través de la cultura y que es realizado por cualquier persona con el fin de ayudar, apoyar, asistir a otros con evidentes o potenciales necesidades de fortalecer o aminorar una condición humana de salud y
• Cuidado o auto-cuidado profesional, que se refiere al conocimiento y habilidades aprendidas a través de un proceso de formación profesional formal, en instituciones de educación superior, que se utilizan con el mismo fin que el del cuidado genérico (Cameron & Luna, 1996, citada en Fitzpatrick & Whall, 1996). Este tipo de cuidado es el otorgado preferentemente por las “enfermeras/os” que han recibido dicha formación y obtenido un título profesional que las habilita para cuidar. El foco central de estos profesionales es el cuidado, no existe otra profesión que esté tan comprometida con el proceso de cuidar, con las acciones del cuidado y con una relación interpersonal de cuidado. El cuidado profesional otorgado por las enfermeras añade y enriquece al cuidado cotidiano, la profesionalidad. En Chile, el Código Sanitario establece en su artículo 113 que la enfermera es la responsable de la gestión del cuidado.
En determinadas circunstancias de la vida, mediadas por la edad, estado de salud, ciertas capacidades, entre otros, el cuidado de la salud debe ser asumido por un profesional experto, pero la mayoría de las veces las necesidades de cuidado pueden ser satisfechas por la propia persona o por un familiar o amigo que colabora en su cuidado. El cuidado de la salud es una actividad permanente y cotidiana de la vida de las personas. Todos o casi todos, cuidan y/o se cuidan (Kerovac, 1999).
EL CUIDADO EN EL NIÑO SANO Y EN EL ENFERMO
Los niños menores de 10 años representan en Chile el 15,3% de la población, según estimaciones del 2007. De ellos el 7,5% son menores de 4 años, es decir, lactantes y preescolares, y un 7,8% niños escolares de entre 5 y 9 años (INE, 2007). En otros países del continente que mantienen tasas altas de fecundidad, la proporción de niños es mayor.
Desde antes de nacer y durante el proceso de crecimiento y desarrollo, la salud y el carácter del niño dependen de las personas que los cuidan y de lo bien que lo hagan. “Los primeros años de vida son críticos para cimentar las respuestas emocionales a la vida” (Taylor, 2002).
De los padres, los niños comienzan a aprender sobre el mundo social y a adaptarse a él. Cuando los niños no reciben un adecuado afecto físico y cariño, tienen mayor riesgo de sufrir problemas de salud tanto físicos como emocionales. Cuidados deficientes al comienzo de la vida pueden potenciar cualquier vulnerabilidad preexistente en el niño. En cambio, un riesgo genético puede que se exprese en forma mínima, o que no se exprese cuando el niño crece en una familia que le entrega afecto (Taylor, 2002).
Durante el primer año de vida los niños son vulnerables y maduran lentamente, requieren de un cuidado casi continuo, proporcionado principalmente por sus madres. Aunque hoy día los padres participan cada vez más del cuidado de sus hijos, muchas veces las madres requieren recurrir a redes de apoyo social que en ocasiones son las abuelas, grupos de amigas y/o los jardines infantiles.
El cuidado del niño comienza antes de su nacimiento, lo que hace necesaria una adecuada atención de la madre durante el embarazo. Afortunadamente la mayoría de los niños crecen y se desarrollan en forma normal gracias a los cuidados otorgados por sus padres y al apoyo de los programas de protección de la salud como el control pre-natal y el control de salud en los primeros años de vida. Estas son actividades a través de las cuales los profesionales de salud ayudan en estas etapas de la vida, enseñando a las madres y familias sobre su cuidado. A pesar de ello, el riesgo de enfermar y morir está siempre presente y es mayor cuanto menor es la edad del niño.
La mayoría de los problemas de salud que afectan a los menores se resuelven en forma ambulatoria y con cuidados realizados en el hogar. Sólo una pequeña fracción de los niños requiere hospitalización. Las principales causas de ello son las enfermedades del aparato respiratorio, las afecciones originadas en el período perinatal (complicaciones del embarazo o del parto, desnutrición fetal, traumatismos al nacimiento, asfixia del nacimiento, síndromes de aspiración neonatal, enfermedades virales congénitas, entre otras) y las enfermedades infecciosas y parasitarias. Según información del Ministerio de Salud de Chile, el año 2005 un 34% de los egresos hospitalarios de niños de 0 a 4 años correspondió a enfermedades del aparato respiratorio, un 20,7% de ellas a las del período perinatal y un 9,4% a enfermedades infecciosas.
La mortalidad infantil, término que sólo se refiere al número de niños que fallece durante el primer año de vida, expresa el riesgo de morir de los niños nacidos durante este período. Se calcula como el cociente entre el número de defunciones de niños menores de un año ocurridas en un año determinado y el número de nacidos vivos en ese mismo año, multiplicado por mil por lo tanto la cifra se informa por cada mil nacidos vivos. En Chile, en el año 2005 la mortalidad infantil fue 7,9 por mil nacidos vivos. Esta cifra ha disminuido en forma significativa y constante a lo largo del tiempo; en el año 1985 era de 19,5 por mil nacidos vivos, en 1990 de 16 y en 1995 de 11,1. La actual cifra de 7,9 por mil (año 2005) junto a la de Cuba de 5 por mil, son las más bajas de Latinoamérica y muy similares a las observadas en Estados Unidos y Canadá. No ocurre lo mismo en países vecinos. Según cifras publicadas por la Organización Mundial de la Salud para 2006, la mayoría de los países latinoamericanos mantienen tasas de mortalidad infantil de entre 17 y 29 por mil nacidos vivos y las más altas están en Haití (60 por 1.000) y Bolivia (50 por 1.000). En muchos de estos países las enfermedades infecciosas son una causa importante de muerte. En Chile, gracias a la buena cobertura de los programas de vacunación, control de salud infantil, saneamiento ambiental y de educación a los padres, la mortalidad por estas afecciones se ha controlado en forma importante. Las principales causas de muerte en el menor de un año son las afecciones originadas en el período perinatal, seguidas por las anomalías congénitas y en menor proporción, las enfermedades del aparato respiratorio y las causas externas como los accidentes y agresiones.
A partir del año de vida en adelante, el riesgo de muerte de los niños disminuye en forma importante y el principal motivo de recurrencia son las causas externas, principalmente los accidentes. La tasa de mortalidad de los niños de 1 a 4 años en Chile fue para el año 2005 de 0,3 por mil habitantes y para los niños de 5 a 9 años, de 0,2 por mil habitantes.
Con respecto a las enfermedades, entre los problemas de salud infantil que han ido cobrando cada día mayor importancia están los de malnutrición. La malnutrición por déficit ha disminuido considerablemente en nuestro país alcanzando sólo al 2,9% de los menores de 6 años el 2006; en cambio, la malnutrición por exceso para el mismo año fue de 22,8% (MINSAL, 2008).
Muchas de las enfermedades del período infantil son prevenibles con adecuados cuidados del niño y en los casos que no se puedan prevenir, los cuidados tempranos y oportunos de una determinada afección, evitan complicaciones que pueden llevar a que ésta se agrave. El cuidado otorgado por los padres debe ser fortalecido por la educación realizada por los profesionales de la salud, para que éste sea el adecuado tanto en períodos de salud como de enfermedad. Cada día es más necesario incrementar la responsabilidad de la familia en lo referente a la salud de sus miembros, especialmente a la crianza y cuidado de los niños. Los primeros años de vida son decisivos para cimentar las bases de una buena salud.
Cuidar a un niño sano es ofrecerle todo lo necesario para que crezca, se desarrolle y alcance el máximo de todo su potencial genético, es ofrecerle un ambiente cálido y seguro para el desarrollo de su autoestima y de su afectividad. Es contribuir a mantener un óptimo estado de su salud y al desarrollo de un estilo de vida saludable.
Cuidar de un niño enfermo es tratarlo con mucho cariño, es tener compasión de él, es ponerse en su lugar, vivir lo que está viviendo, sufrir lo que está sufriendo, es estar atento y anticiparse a sus necesidades. Es evitar que su enfermedad se agrave o complique, es ayudar a su familia a aprender a cuidarlo para que pueda recuperar la autonomía. Dependiendo de la edad del niño, cuidarlo es enseñarle y ayudarlo a cuidarse con responsabilidad.
El autocuidado de la salud es un concepto que considera lo realizado por la propia persona, tanto en situaciones de salud como de enfermedad, lo realizado por personas no especializadas en beneficio de los suyos cuando por diversas situaciones como edad extrema, enfermedad invalidante, discapacidad, falta de conocimientos, entre otras, la propia persona no puede hacerlo y lo realizado por los profesionales cuando la complejidad de lo requerido así lo amerita.
La definición de autocuidado como “la realización de actividades que las personas ejecutan libre y voluntariamente con el fin de mantener la vida, salud y bienestar” ya citada en los párrafos precedentes, corresponde a Dorothea Orem, enfermera, creadora de un modelo de autocuidado de la salud. Esta definición hace tomar conciencia que el autocuidado de la salud es un fenómeno activo, que requiere que las personas sean capaces de usar la razón para comprender su estado de salud y decidir un curso de acciones apropiadas en beneficio de su salud y bienestar. El autocuidado de la salud no es un conjunto de acciones rutinarias que se realizan en forma automática.
El modelo de autocuidado al que hacemos referencia emplea una serie de conceptos propios de su lenguaje que definiremos en forma sintética con la finalidad de que los cuidadores informales (padres, familiares cuidadores no profesionales) comprendan su importancia.
Término para referirse a las necesidades que son requeridas para lograr el funcionamiento y desarrollo humano. Existen tres tipos de requisitos de autocuidado: universales, del desarrollo y de desviaciones de la salud.
• Los requisitos de autocuidado universal están presentes en todas las personas en todo momento de su vida; son parte de la condición vital. Ellos incluyen: mantención de un ingreso suficiente de aire; mantención de una ingesta suficiente de líquidos; mantención de una ingesta suficiente de alimento; aseguramiento de los cuidados asociados con los procesos de eliminación; mantención de un balance entre la actividad y el descanso; mantención de un balance entre la soledad e interacción social; la prevención de accidentes y la promoción de la normalidad.
• Los requisitos de autocuidado del desarrollo son específicos para una edad, estado y experiencias particulares de vida de una persona debidas a la etapa del ciclo vital. Ellos incluyen actividades destinadas a proveer las condiciones que apoyen y promuevan el desarrollo y de prevención o superación de las condiciones que afectan el desarrollo.
• Los requisitos en desviación de la salud son resultado de una enfermedad, lesión o alteración y de su tratamiento. Ellos incluyen acciones como: buscar y asegurar una asistencia médica apropiada; la realización del tratamiento prescrito; estar consciente y atento a los efectos de condiciones de la enfermedad, incluyendo sus efectos sobre el desarrollo; modificar el autoconcepto y autoimagen, aceptando el estado de salud y la necesidad de cuidado y aprender a vivir con los efectos de la enfermedad o del tratamiento.
La forma como cada persona satisface los requisitos de autocuidado está influida por una serie de factores, denominados en el modelo factores condicionantes básicos, que reflejan las condiciones personales como: edad, estado de salud, sexo, entre otros y la situación en que se encuentra la persona: familia, sistema de salud, previsión, entre otros (Orem, 2001, citado en Urrutia 2007).
PARTICIPACIÓN DEL NIÑO EN SU AUTOCUIDADO
Una de las ideas centrales del modelo de autocuidado de D. Orem es la relación existente entre acciones de autocuidado, desarrollo y funcionamiento individual y grupal. La teoría explica que el autocuidado es una conducta aprendida, cuya finalidad es regular y mantener la integridad de la estructura humana, su funcionamiento y desarrollo. Esta conducta de autocuidado se relaciona con el hombre, el medio ambiente, la cultura y los valores. En este sentido el papel de la familia, especialmente de los padres, para que los niños aprendan desde su más temprana edad a satisfacer las necesidades de autocuidado de su salud es de fundamental importancia. La educación para el autocuidado se debe iniciar en las etapas más tempranas de la vida ya con la formación de hábitos como por ejemplo: reposo, sueño, recreación, alimentación, higiene, entre otros, en los cuales es necesario incluir, en la medida en que las capacidades del niño lo permitan, la enseñanza de su importancia y relación con la salud.
El niño, junto con el desarrollo de habilidades psicomotoras, debe desarrollar su potencial de habilidades intelectuales. ellas le permitirán más adelante comprender el porqué de sus conductas con el propósito de que sus acciones, al ser intencionadas, sean verdaderas acciones de autocuidado de su salud.
Los niños aprenden a cuidarse primero que nada en la familia, por ser ésta el agente más importante del proceso de formación y socialización del niño. En su seno se adquieren los valores, actitudes y primeros aprendizajes que más adelante marcan las conductas del adulto.
En la familia se transmiten las creencias y los hábitos, como también las percepciones de riesgo. Los niños aprenden mirando, observando y luego reproduciendo el comportamiento adquirido. En la edad escolar el colegio adquiere un rol fundamental en este aspecto, tal es así que la salud forma parte de los objetivos que deben permear toda la educación escolar.
CAMERON, C., LUNA, L. (1996). Leininger’s Transcultural Nursing Model. En Fitzpatrick, J., Whall, A. Conceptual Models of Nursing. Appleton&Lange, 188. Fitzpatrick, J., Whall, A. (1996). Conceptual Models of Nursing. Appleton&Lang.
CAMPOS, C. & JAIMOVICH, S. (2001). Autocuidado de la salud y crecimiento y desarrollo del niño. En Meneghello (Ed.) Pediatria práctica en diálogos. Pp. 172-175. Editorial Médica Panamericana, Buenos Aires.
CAVANAGH, S. (1993). Modelo de Orem. Aplicación práctica. Masson. Barcelona.
CONTRERAS, A. (2008). Cuidado de Enfermería. Recuperado el 11 de agosto de 2008, del sitio Web del Departamento de Publicaciones de la Pontificia Universidad Católica de Chile: http://cursos.puc.cl/enf1129-2/
DURAN, M. (1999). La Intimidad del cuidado y el cuidado de la intimidad. Una reflexión desde la ética. Rev. Rol Enf.
INSTITUTO NACIONAL DE ESTADÍSTICAS. Compendio Estadístico 2007, Estadísticas Demográficas. Recuperado el 15 de octubre de 2008 de http://www.ine.cl/canales/publicaciones/compendio_estadistico/pdf/2007/1_2.pdf
KEROVAC, S. (1996). El Pensamiento Enfermero. Masson. Barcelona.
MOREIRA, A. (2002). Cuidados de Enfermería. En Conferencia Clase Inaugural para alumnos de primer año Escuela de Enfermería. Pontificia Universidad Católica de Chile. (s.n).
REAL ACADEMIA ESPAÑOLA (s.f.) En Diccionario Real Academia Española, vigésima edición. Recuperado el el 24 de junio de 2008 de http://www.rae.es/rae.html.
RIVERA, M.S. (2004). El arte de cuidar en enfermería. Horizonte de Enfermería, 15, 11-22.
SALAS, M.J. (2004). Una introducción a la naturaleza del cuidado. Cultura de los cuidados. Año VIII (15)1. pp. 43-48. Recuperado el 24 de mayo de 2008 de http://rua.ua.es:8080/dspace/bitstream/10045/1033/1/culturacuidados_15_08.pdf
MINISTERIO DE SALUD DE CHILE. Egresos hospitalarios 2005. (s.f.) Recuperado el 27 de agosto 2008 de http://www.minsal.cl/
MINISTERIO DE SALUD DE CHILE. Departamento de estadísticas e información de salud. (s.f.) Recuperado el 27 de agosto 2008 de http://www.minsal.cl/
ORGANIZACIÓN MUNDIAL DE LA SALUD, DATOS Y ESTADíSTICAS. (s.f). Recuperado el 27 de agosto de 2008 de http://www.who.int/whosis/data/Search.jsp?countries=[Location].Members
TAYLOR, S. (2002). Lazos Vitales De cómo el cuidado y el afecto son esenciales para nuestras vidas. Santillana Ediciones Generales. Madrid.
URRUTIA, M. (2007). Teoría de autocuidado de Dorothea Orem Lectura 2 del Curso Enfermería para el Autocuidado: de la teoría a la acción. Recuperado el 26 de junio de 2008 del sitio Web UC Virtual de la Universidad Católica de Chile.