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Hada nº 3 Oceanïe o el amor
ОглавлениеSoy la reina de las sirenas luminosas y estoy enamorada de la luz. Me visto con escamas relucientes, adivinándose incluso en mis cabellos mi origen de luz. Soy la nadadora excelsa del océano providencial, y amo la naturaleza genuina de todas las cosas. Nací de las olas que se generaron en el encuentro del agua con el viento para darle sentido a la vida y amar el aliento del universo entero. Vestida de aire eterno, ligera como el océano de luz, sutiles destellos rojos, reflejos magentas en la mirada y frente despejada para ceñir el viento en mi vuelo a nado. Mis cabellos recuerdan al loto: por eso llevo prendidos algunos de colores luminosos cual guirnaldas excelsas. Como el loto, que hunde sus raíces en el fango, os recuerdo que sólo se puede amar la luz una vez se ha aprendido a amar la sombra. Mi mirada es viento de libertad. Mis ojos rasgados, como orientales, guardan la memoria del aliento divino. Ojos color del amor.
Mis ojos causan estragos, y más de una persona me ha preguntado qué tipo de colirio uso para tener esta mirada tan brillante y exultante. No uso más colirio que el de la libertad de amar a pleno corazón... Lo amo todo, todo.
Le contaré la historia de cómo conseguí mostrarles a las mujeres, y también a los hombres, lo que significa el auténtico femenino. Las hadas encamamos y tomamos identidades humanas para poder hacer esto. Por ello me deslicé en un traje de mujer de procedencia mediterránea y abuelo pescador, para que mi esencia pudiese tener la mejor de las bienvenidas. Y me dediqué a ser pintora. Mis cuadros estaban llenos de mujeres hadadas, cuyos pies calzaban zapatos de algas marinas que se enredaban hacia arriba en su vestido para formar un todo de armonía oceánica. Aproveché mi faceta de artista y pintora para entregar mi mensaje de amor a la humanidad.
Un día regresaba a mi ciudad —había ido de viaje a otro país para exponer mis últimos cuadros—, cuando en el avión se sentó a mi lado un chico de ojos y rostro angelicales. Parecía como si el destino hubiese cruzado nuestros caminos vitales para dibujar olas de aliento en el lienzo de la vida. Nos surgieron alas en el corazón, y decidimos vernos de nuevo.
A todo esto, tengo que contarle que no soy, evidentemente, la típica mujer que espera a que él dé el primer paso, o que juega al juego típico de la damisela que necesita de un hombre para que la rescate de sí misma. Todo lo contrario. Se me escapa la fuerza y la luz por cada poro de mis alas, y a mí me encanta. Pero los hombres no acostumbran a relacionarse bien con semejante seguridad en un cuerpo de mujer.
Yo llevaba mucho tiempo transmitiendo las ventajas de la expresividad del amor, de respirar el aliento del universo, pues mis cuadros son la excusa en tomo a la cual organizamos reuniones para hablar del alma. Como le decía, llevaba mucho tiempo compartiendo con otros mis vivencias terrenales, pero había llegado el momento de expresarme como Oceani'ae. Me encantaba aquel chico de ojos y rostro angelicales. Me fascinaba, y yo sentía que era recíproco. Pero no todo podía ser idílico: él tenía unos cuantos años menos que yo aunque, como hada que soy, no aparento mi edad real. Por ello se puede imaginar que cuando le conté cuál era mi edad (la fecha en la que llegué a la Tierra), así como detalles de mi profesión, se «le removieron las estructuras». Mi esencia no me permite mentir ni esconder, porque fingir lo que no se es o no se siente tan sólo conduce al desastre vital.
Mi amiga Andrea sostiene que en las relaciones amorosorománticas existen unas reglas que deben respetarse, a saber: que él ha de dar el primer paso, ha de tener más edad, recursos económicos, etc. Yo me salto todas esas reglas constantemente porque lo único que me importa es el amor. Sí, ¡respirar el aliento del universo! No creo en eso de aguantarse, comiéndote las alas, hasta que él decida arriesgarse a que le den un no o un sí. Nunca se sabe...
Sinceramente, creo que esconder lo que uno siente, obligarse a encerrar el corazón en una mazmorra y acallarle el sentido, ¡no tiene ninguna lógica! Yo, como hada que soy, aunque lleve traje terrícola, le permito a mi corazón que se exprese. Prefiero arriesgarme —si es que dejar fluir la emotividad es arriesgarse—, que perderme una maravillosa historia de amor —quizá la más mágica de mi vida—, por haberle ahogado la respiración al amor.
Pero hay más. Hecho el preámbulo introductorio, he de contarle que para dejar fluir esta valentía uno ha tenido que visitar las mazmorras del inconsciente, haberse hecho con la sombra y haber aprendido a buscar las respuestas en su interior y no en el exterior. A esto se le conoce como «referencia interna». Cuando uno ha visitado sus oscuridades, sanado sus heridas y reestructurado sus emociones, no quiere volver a pasar hambre de sí mismo nunca más. ¿Cómo se da uno de comer? Le puedo contar cómo hice yo para darme de comer en aquella «oportunidad mágica» que me presentó el destino al cruzar mi camino con el de aquel hombre de ojos y rostro angelicales. Si sigue las reglas de las que hablaba mi amiga Andrea puede que pierda la oportunidad de expresar su verdad y ejercitar su dignidad. Me explico: yo le confesé a aquel chico de ojos de ángel que me gustaba. Asimismo, le hablé de mis intenciones. ¡Cierto! Le hice una declaración de intenciones, es decir, le expliqué que yo no jugaba con los sentimientos de nadie ni entraba en el juego de «voy a fingir que no me interesas para hacerme la interesante», ni iba a exigirle matrimonio, ni rogarle que me hiciese feliz. Le conté que, tan sólo para empezar, quería explorar la posibilidad que el destino nos había ofrecido al sentarnos juntos en aquel vuelo de luna creciente. Le expliqué, del mismo modo, a qué me refería con aquello de explorar. Él se quedó muy asombrado porque nunca en su vida una mujer le había hablado con tanta claridad, y mucho menos sin exigirle una relación, es decir: un «tú y yo, de ahora en adelante, nos regimos por estas normas de relación carcelera: ni cenas con tus amigos, te vienes a vivir conmigo, me haces feliz, y te pasas las veinticuatro horas pegado a mí». Explorar una relación es como explorar el inconsciente. Al principio todo está oscuro, pero poco a poco va haciéndose la luz, y de la incertidumbre pasamos a la recuperación de la memoria y a sentirnos dueños de nuestro destino. Sólo si estamos dispuestos a arriesgarnos podremos desplegar un futuro lleno de felicidad y magia. Nadie tiene la garantía de qué va a suceder, porque ya se sabe: «el hombre propone y Dios dispone», que es lo mismo que decir que el alma tiene razones que el Ego desconoce. Pero si no exploramos la posibilidad, si no nos arriesgamos a abrir la puerta, nunca sabremos qué pudo haber sido...
Amar es la aventura más grande que se le presenta al ser humano. Pero sólo ama aquel que se atreve a amarse a sí mismo y a permitir que los demás le amen. Nadie que no se ame a sí mismo podrá amarle. Observe los ojos de la gente, busque su angelical aliento. Si de verdad ama, le ofrecerá la posibilidad de tener una relación basada en la honestidad y la sinceridad desde el primer instante, y a eso se le conoce como «respirar».
Pero, recuerde. Si ama al otro como a usted misma, y a usted misma le ama de verdad, es decir, sin barreras, reproches, mentiras o disimulos... hará otro tanto con el otro: le amará sin fecha de caducidad, sin exigencias ni contratos, sin normas o condicionamientos, sin tapujos ni disimulos, sin escatimar la alegría que le produce su presencia en su vida, por lo que el angelical roce de sus ojos en sus alas le llenará el alma de dicha y expansionará su corazón para que respire plenamente el aliento del Universo.
Respire.
¡Ah! Olvidaba decirle que cuando las relaciones se dan al nivel del alma, el tipo de conexión que toda hada busca por ser la única válida y auténtica —las relaciones basadas en ella fluyen, a diferencia de las basadas en otros niveles neurológicos del ser que se han de trabajar mucho para que encajen, si es que ello se logra—, no importa la edad cronológica ni las diferencias sociales ni nada. Una conexión en el ámbito de alma se nota porque las dos personas involucradas se entienden, se sienten muy a gusto juntas y todo fluye armoniosamente.
Yo, Oceaniae, surgí de las profundidades del aliento divino para surcar el alma humana y recordarle que la vida es amor, aliento divino. Le susurro al oído del corazón que sin amor la vida se queda fría, que nunca debemos dejar de respirar. Rondo los corazones humanos en sus noches de ausencia para que puedan sentir la suave caricia del aliento divino y amar al ser más importante de su vida: ellos mismos.
Cuando un corazón ha sido tocado por mi gracia ya nunca más puede encerrar su latido, ya nunca más dejará de amar sus amaneceres, y será capaz de observar la chispa divina en todo ser que en su camino se encuentre, ofreciendo su aliento al mundo, nadando en la libertad del sentido. Por eso, si alguien se atreve a hablarle de sus emociones y de las mariposas que el recuerdo de su perfume produce en su ser, a buen seguro ha sido tocado por mi varita.
MENSAJE CLAVE
«El amor es el aliento del Universo, el océano de luz en el que se bañan todos los corazones en su viaje hacia la plenitud, la vida y la belleza de lo eterno.»
ENSEÑANZA
Sin amor, la vida se queda fría. Sin amor no hay destino que merezca la pena ser vivido.
Amar sin límites ni fronteras, de forma incondicional, es propio del alma, y es, asimismo, el único Amor real que, como tal, puede ser así nombrado ya que todo lo demás es puro sucedáneo.
Amar sin reservas, sin límites, sin corsés ni banderas, sin condiciones ni subterfugios... Amar por el placer de amar, por la bendición de sentir correr el aliento del Universo por nuestras venas e inundar nuestros corazones.
Si aún ama con reservas, condiciones, pegas, reproches, miedo, titubeos, ansia, temor, cláusulas, contratos, materialismos, traumas, facturas o sinsabores... es que no ama. Tal vez aún tenga que aprender a amar, a soltar condicionalismos varios, y para ello deberá redefinir qué es el Amor para usted. Igualmente, haría bien en averiguar qué se esconde detrás de su forma de amar. Hay que amar al amor.
Amor, amar... Es el misterio más grande aún sin resolver. Hablamos de amor y no sabemos qué es. Creemos saberlo pero pocos han sentido o sienten esa fuerza descomunal que barre vientos de diferencias, acerca orillas de desencanto, derriba muros de silencio, besa rostros de extraños, abraza almas conocidas en su latido y desconocidas en su rostro, inunda desiertos de ausencia y cubre de bendiciones la vida de quien le abre la puerta.
Amor es un misterio que anida en las profundidades de nuestro espíritu. El amor es Luz y la Luz es el aliento del Universo. Amar es estar vivos. El alma asoma a los ojos y en ella pinta su destello la brisa enamorada; no hay brillo más intenso y profundo que el que emana de un alma henchida de amor en el latido de su inmensidad.
No se trata de enamorarse de alguien: se trata de amar, de fluir esa Luz por nuestras venas, por nuestras vidas. Se trata de estar enamorados de la vida, de nuestra propia Luz, pues ello equivale a honrar la Luz que somos, la esencia de nuestra vida. Y, lo más importante, equivale a estar vivos.
Amar es ser capaz de ver algo positivo en medio de la tormenta, del desastre o del problema que nos quita el sueño. Amar es ser capaz de seguir adelante cuando todo se ha puesto del revés y el temporal amenaza con no arreciar. Amar es creer en la bondad intrínseca de un corazón desprotegido de cariño y brusco en su latido. Amar es sacar fuerzas de donde sea para hallar una solución. Amar es ir al infierno, si hace falta, a rescatar a quien sea de lo que sea. Amar es confiar en que el Universo sabe qué es lo mejor para nosotros mismos. Amar es recordar que detrás de todo comportamiento hay una intención positiva. Amar es darse a uno mismo la oportunidad de hacer un sueño realidad y de volver a intentarlo las veces que haga falta. Amar es ser amable con uno mismo cuando tropieza, se cae o «fracasa». Amar es permitir que la belleza que puebla nuestra alma asome su creatividad y se exprese libremente y sin tapujos de ningún tipo. Amar es aprender a respetar el plan vital, sea cual sea. Amar es negarse a mendigar cariño. Amar es aceptar la soledad como ingrediente necesario para la plenitud. Amar es trascender las barreras de las apariencias. Amar es ser capaces de disfrutar de todo lo que acontece en nuestra vida y exprimirle hasta la última gota a cada acontecimiento vital. Amar es sonreírle al destino. Amar es comer chocolate sin sentirse culpable ni pensar cuántas calorías tendrá. Amar es ir al gimnasio a ejercitar el cuerpo físico. Amar es mantener nuestra casa limpia para honrar así nuestro habitáculo físico. Amar es perdonar todo tipo de ofensas y olvidarlas antes de perdonarlas. Amar es no guardar rencor por nada. Amar es recordar nuestro origen común: la Luz.
Ame y suyo será el reino de los amorosos cielos. Por ello, si quiere gente que le ame por quien es en su alma y no por lo que tiene, comience por amarle usted a sí misma con esa clase de amor que anhela. Cree usted misma la experiencia de amor más bella. Comience por enamorarse de usted y que ésta sea la relación más importante y maravillosa que haya tenido jamás en su vida. La paradoja está en que amándose de esa manera atraerá a la gente de su cuadrilla, es decir, a los que, como usted, saben amar de verdad.
Cuanto más enamorado está uno de sí mismo más luminoso se vuelve. Quizá deberíamos hacerle un monumento a Narciso y devolverle su lugar, pues el narcisismo se comprendió mal... Una sociedad donde la gente no se ama a sí misma ni aprecia sus dones es fácilmente manipulable. Cómprese narcisos y acuérdese de ejercitar el narcisismo sano un poco todos los días.
Cuanto más honre al ser que alberga más se potenciará su capacidad de amar y más amor expandirá hacia el Universo... Por ello, cuando alguien sea amado por usted, podrá sentir el aliento del Universo en sus alas y saberse un privilegiado del destino, pues será amado por un corazón auténtico, pleno de sí mismo y con el brillo de la más pura luz del alma. Ser amado por un ser que expresa su luz no tiene parangón en el mundo, no hay nada que se le pueda comparar. Fomente el amor entre seres auténticos que expresan quiénes son en cada cosa que hacen. Amemos y el mundo entero amará con nosotros, y así podremos llenar el planeta de obras de amor en su más variada expresión creativa.
Ame y el mundo amará con usted creando así brisas de eterna melodía, pues el Amor es el aliento del Universo.