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Hada nº 2 Niaägaraa o el fluir
ОглавлениеSoy la diosa de las aguas eternas. Mi alma es suave como una gota de rocío y profunda como la lágrima de una sirena. En mí vive la esencia de la Ninfa de los manantiales.
Si acerca una gota de agua a su alma podrá sentirme. Cuando se zambulla en el mar, en un río o en una poza, podrá experimentarme...
Aromas de nenúfar en mis ojos y en mi piel. Mis ojos son de un claro transparente como mi reino, el agua. Mi cabello está hecho de fibras de diversos colores transparentes, suaves y sutiles que, cuando nado, crean un arco iris acuático. Mis orejas son alargadas, para recorrer mejor los espacios existentes entre las gotas de agua. Me gusta vestirme con gotas de agua que crean un mágico traje de transparentes reflejos, onduladas olas juguetonas con el viento de poniente y chispeantes reflejos solares. Fluyo más que vuelo con mis alas. Son de un blanco transparente con chispas doradas en las puntas. Mis pies revelan mi naturaleza acuática: tienen membranas entre los dedos. El color de mi tez es suave, color de rocío. Mi cuerpo todo es ligero y etéreo como el agua, liviano como una gota de lluvia.
Le contaré cómo reparto bendiciones acuáticas cuando encarno entre los humanos. En mi versión humana soy escritora, y es por ello que he de entrevistar a mucha gente para poder luego reflejar sus vidas, andanzas y bienaventuranzas en mis libros. Mis libros están escritos con el propósito de que sirvan de enseñanza a todo aquel que ande necesitado de un poco de fluidez en su corazón humano.
En mi tarea recolectora de información conocí una vez a un hombre de gallardo porte, arrogante semblante y rígido y congelado corazón. Le encantaba controlarlo todo, todo, todo. Fíjese hasta qué punto le gustaba controlar que su primera profesión había sido la de militar, aunque después se había hecho abogado, pero no para defender a gente, sino para ver por dónde les pillaba las vueltas. Cuando yo le conocí andaba muy indignado porque una mujer de altos vuelos profesionales le había dejado por un albañil. Él estaba indignadísimo, no le encontraba explicación alguna a semejante agravio... ¡Haber preferido a un albañil en vez de a él, todo un señor abogado de rancio abolengo familiar y apellido ilustre!
Yo sí lo podía entender... Como le decía, su amor por el control era tal que hasta había cristalizado en su cuerpo. ¿Cómo lo sé? Muy sencillo: su columna vertebral había necesitado reparación, o lo que es lo mismo, se la había roto... La columna vertebral, los huesos y articulaciones en general de nuestro cuerpo son, entre otras cosas, barómetro de nuestra flexibilidad y sabiduría del fluir humano.
Este hombre, maravilloso en su alma, estaba atascado en más de una experiencia vital. Entre otras, se le había atascado el tema de su matrimonio. Su mujer le abandonó, y le dejó además un niño al que cuidar. Eso fue algo que él nunca le perdonó, y a raíz de aquel evento enfocó su relación con ella como si de una batalla se tratase. Y así hizo: batallar legalmente con ella sin tregua ni descanso. ¡Lástima! Detrás de todo control hay un convidado de piedra: el Miedo con mayúsculas. Siempre que queremos controlar el resultado de algo es porque no podemos soportar el miedo que nos produce el no saber qué traerá mañana el Río de la Vida...
Tiempo más tarde me lo volví a encontrar, y me contó que un día decidió ponerle fin a semejante hambre de controlarlo todo, y contrató a una psicóloga experta en resolución de conflictos vitales como el suyo. Le había ido fenomenal. Con ella averiguó que no expresaba sus emociones, que estaban atascadas porque él había creído que las emociones eran cosa del cerebro, no del corazón. Su infancia había estado presidida por la rigidez de un padre al que le importaban más las normas que la dulzura del corazón. No era, pues, de extrañar que a él se le diese tan mal eso de fluir. La espontaneidad es el alimento de la fluidez, y sin ésta nos quedamos tejiendo herrumbre de miedo como si fuésemos un coche al que le han colocado un cepo y no puede moverse. El hombre de nuestra historia aprendió que de nada sirve tener carrera, fortuna material, posición social y demás nimiedades mundanas si tu corazón está atrapado en una caja fuerte... Hasta su hijo se dio cuenta de que el azul de sus ojos se había tornado más cálido a raíz de las sesiones con la psicóloga. Aquella maestra que se cruzó en su camino fue, según palabras de él, lo mejor que le había pasado en su vida. Pero yo sabía quién era aquella mujer y entendía perfectamente por qué pensaba así...
Asimismo, esto me recuerda otras historias de fluidez vital. Muchas de las mujeres y hombres que entrevisté tenían en común el miedo al futuro, y como solución para conjurarlo se aferraban a su presente congelado. Mucha gente no se separa porque tiene miedo a la catarata simbólica que representa divorciarse, es decir, lanzarse al vacío sin saber si el paracaídas se abrirá o no. Vivir requiere del fluir como las aguas de los ríos, formando cataratas y saltos del agua.
No se quede atrás, atascada en sus historias del pasado vital. No se aferre a ninguna roca tratando de arrebatarle la agenda al destino... Es tarea inútil. Fluya. La vida no suele ser como su nivel consciente desea, es decir, su Yo terrícola (algunos le llaman Ego), sino como la construye su Yo espiritual y eterno (el Alma). Por eso debe aprender a desvelar la agenda secreta de su inconsciente... En las aguas de sus sueños hay mucha información... ¿Cómo están? ¿Claras, tranquilas, revueltas, ociosas, desbordadas...?
Una buena terapia acuática es nadar, ya sea en piscinas, en el mar, en un río o en un lago... Nade y tírese por los toboganes acuáticos.
Recuerde: yo, Niaagara, soy la bendición del agua, el hada que acudió en auxilio de un chamán indio que hasta sus orillas se acercó en busca de un elixir que deshiciese la rigidez de corazón de su pueblo. El chamán me contó que los de su tribu se empecinaban en controlarlo todo, en adaptar las circunstancias a ellos y en forzar el Río de la Vida. En definitiva: no sabían fluir. Por ello creé las cataratas que llevan mi nombre, para recordarles a los humanos que hay que precipitarse para crear movimiento, que hay que crear ímpetu para poder fluir libre y esparcir gotas de alegría, que hay que confiar en que siempre habrá flujo, que la vida nunca cesa. Y, así, el chamán y toda su tribu se convirtieron en aguas eternas para danzar conmigo la emoción más sublime que pueda contener una simple gota de agua.
MENSAJE CLAVE
«Fluir con las emociones es estar viva, y así liberamos la energía interior que nos ayuda a adaptarnos a todo tipo de situaciones.»
ENSEÑANZA
Las emociones no son ni positivas ni negativas, sino variadas como las especias. Es usted, y sólo usted, quien al etiquetarlas las dota de «vida virtual». El agua fluye sin detenerse ante roca o precipicio alguno.
El agua crea bellos ríos, hermosas cataratas y mares de inolvidable atardecer.
El agua se desborda apasionada para abrirse paso cuando algo o alguien pretendió enmudecer su canto.
Aprender a fluir como el agua es un aprendizaje clave para poder nadar los mares de la providencia existencial. Fluyamos con el Río de la Vida para poder ser abastecidos con lo que es esencial para cada uno en cada momento del discurrir de la vida en su tránsito terreno hacia el cumplimiento de su destino. Fluyendo «sabemos» cuándo, dónde, cómo y con quién o por quién o desde quién o a pesar de quién nuestro amanecer tendrá lugar en cada recodo del camino, en cada remanso, en cada catarata... Fluir es saber que, pase lo que pase, siempre será para nuestro beneficio aunque en ese momento no podamos entenderlo. Fluir, ser agua, es vivir la vida con intensidad, alumbrando dichas y cosechando abrazos de rosa, inundando corazones que jamás nos olvidarán. Ser agua, fluir, es cantarle al viento la promesa de que volaremos juntos cascadas de inmensa lluvia y sembraremos besos sobre las tierras que viajemos en nuestras risas.
Ser agua es saber que uno puede tomar la forma que desee según las circunstancias, sin importarle cuán difícil o retador pueda antojarse el panorama... Somos agua y salvaremos con olas de encanto aquello que nos salga al encuentro.
Ser agua es ser una fuente interminable de abundancia y de prosperidad.
Ser agua es fluir como el río profundo de intenso caudal y amplia vereda, alimentando la espiritualidad que en nuestro fondo germina y crece.
Ser agua para poder formar estalactitas de hielo con el amado del Norte, acurrucándonos en sus brazos para luego ser intensamente derretidos por la Señora de las Primaveras radiantes, y así proseguir en nuestra danza eterna de ciclos vitales.
Ser agua para poder alimentar la dicha que duerme en los corazones de la gente, a la espera de que una gota de rocío le inunde el alma de alegría.
Fluir es sentir la inmensidad de nuestro destino y carecer de miedo y de temor en las alas.
Gélida o cálida, derretida o congelada, mar o río, lago o riachuelo, catarata o cascada, manantial o río subterráneo, hielo o géiser, vapor o gota de lluvia... Contenida en un vaso de papel o en la copa del más exquisito cristal, abrazada por la luz o arropada por su ausencia... Pero siempre agua sin forma y con mil formas a la vez... Agua que convierte desiertos en vergeles por donde su magia discurre.
Emociones para ser experimentadas en todas sus formas como el agua se experimenta a sí misma en todo tipo de temperaturas, lugares, escenarios y ausencias.
Nunca deberíamos negarnos el goce de una emoción por dura o gélida que ésta sea para el alma. La risa sin el llanto no es posible, pues la risa más límpida y transparente en su canto es aquella cuya garganta las lágrimas de amargo llanto han limpiado.
Emocionarse para poder brincar como el agua sobre la catarata de las experiencias y los acantilados vitales. Emocionarse para poder sentir la plenitud del rocío en nuestras mañanas plenas de promesa y de sueños por reclamar.
Sin emoción la vida se estanca.
Sin emoción el mundo enmudece su latido y cesa todo canto.
Por ello, emociónese como el agua en la presencia de su destino.
«Mi alma siempre fue agua que sació la sed de corazones sedientos de sí mismos en la larga travesía de su desierto existencial. Que la emotividad ponga luz en su amanecer.»