Читать книгу Cuentos de hadas para aprender a vivir - Rosetta Forner - Страница 5

1. Presentación

Оглавление

Quién no ha querido alguna vez en su vida convertirse en alguien especial, alguien con una luz diferente y singular, única ymaravillosa. Quién no ha deseado ser mágico y, asimismo, poder crear magia en su vida, derrochando alegría, buen humor, positividad, creatividad, ingenio, gracia, inventiva y todas esas capacidades propias de «dioses y diosas» que la mitología nos ha legado a través de sus fuentes orales y escritas. Se nos han narrado las gestas de seres especiales, privilegiados de la diosa Fortuna, tocados por la varita mágica de la Fama, amamantados por la diosa más excelsa que los dotó de una fuerza, un valor y una inteligencia con aromas de genialidad. Hemos leído acerca de seres que fueron capaces de realizar milagros, de hallar su particular piedra filosofal en su vida. Sabemos, por lo que otros han narrado en sus libros, papiros —o leyendas transmitidas oralmente de generación en generación—, que en toda época de la humanidad han existido seres únicos, capaces de logros fuera del alcance del común de los mortales. Dichos seres accedieron a conocimientos o dones reservados para unos pocos —comparado con la cantidad de gente que puebla y ha poblado el mundo, dado que numéricamente han representado un porcentaje menor respecto de la totalidad—, ya fuesen los relativos a la pintura, la escultura, la victoria en las guerras, la invención de determinado artefacto que pondría a la humanidad en un estadio diferente y más avanzado, el hallazgo de cierta sustancia que supondría la curación de ciertas enfermedades, la consecución de ciertos avances tecnológicos que posibilitaría el acercamiento a ciertos niveles impensables para generaciones anteriores... O, simplemente, la superación de ciertos obstáculos vitales como la curación de una enfermedad; la persistencia en alcanzar un objetivo fijado mientras que otros abandonaron la lucha; el haberse atrevido a intentar algo que otros ni tan siquiera se atrevieron a pensar que podrían hacer o queman hacer; o la consecución de una meta que requería grandes dosis de fe en uno mismo, valor, coraje, constancia y resistencia. Asimismo, se nos antojan privilegiados, benditos de la suerte, o, sencillamente, bohemios o «raros» (recuérdese que el significado menos usual de este vocablo es «único, diferente, especial...»), todos aquellos que osan vivir la vida a su aire, rigiéndose tan sólo por su ética personal y por «normas» de diseño propio, sin reparar en lo que les dice la sociedad que tienen que hacer o pensar, siendo sabios en una tierra de esclavos emocionales que no osan rebelarse contra el statu quo imperante. Los libres de espíritu siempre han suscitado admiración y envidia, cuando no celos o rencor, por demostrar que «si uno quiere, puede». Por consiguiente, los demás también pueden lograr lo mismo que esos seres «especiales»; bastaría con inspirarse en ellos, activar recursos (capacidades, habilidades), y desarrollar una estrategia apropiada para lograr la libertad, convirtiéndose así en libertos en una tierra donde la concesión de la libertad del alma está exclusivamente en manos de uno mismo.

A los seres privilegiados, la humanidad y su historia suele referirse con epítetos tales como «genios», «héroes», «dioses», «diosas», «ángeles», y «hadas», entre otros. ¿Le gustaría a usted saber cómo convertirse, por ejemplo, en un hada? ¿Querría acceder al privilegiado secreto de la divinidad y así generar magia en su vida, y sentirse un ser dichoso cada mañana al despertar?

Este libro contiene veintiún arquetipos para reconectarse con la sabiduría ancestral que mora en las recónditas cavernas, olvidadas quizás, de la Psïquae de nuestra alma. El retorno a la casa natural del alma —donde reside la belleza, la esperanza, la alegría, la sabiduría y, donde, a su vez, tiene morada el amor—, conlleva el regreso de la simplicidad y del sentido común de la magia, representando, asimismo, la vuelta del mito, el cierre del círculo mágico y el umbral de un nuevo ciclo evolutivo.

Los cuentos de hadas eran formas aparentemente simples de salvaguardar la mística y la verdad de los seres pobladores de la Tierra. Las hadas son estadios del ser en su camino evolutivo, si bien se refiere a los dominios del alma. Con los siglos, las hadas y los cuentos que sobre ellas versaban pasaron a ser considerados «cosa de niños», si bien el concepto se impregnó de una connotación peyorativa. Al parecer, sólo los niños pueden ver lo oculto porque son inocentes, es decir, «aún no contaminados» por la negrura de la desesperación que le genera al alma el hecho de que el ser, en su vivencia humana, viva su vida única y exclusivamente con la «fría» mente y al margen de la calidez de su corazón. Sin calidez, sin sentimientos, sin magia, la vida se queda fría, inerte, y pasa a ser presa fácil de la desesperación, la lamentación y el estrés de la vida cotidiana, generando personas presas de una soledad a la que tratan de conjurar a expensas de su felicidad, lanzándose por ello a la persecución de la gloria material y la acumulación de riquezas —¡cuantas más, mejor!—. Esta inmer sión en el consumismo no hace si no empeorar la situación: uno se aleja más y más de la magia cuanto más se sumerge en el atontamiento que genera consumir tanta bazofia material.

¿Es que ya nadie cree en las hadas?

Si no las vemos, ¿es porque no existen?

Si existiesen, ¿las veríamos? ¿O no las vemos porque no creemos que existan?

Si creyésemos en ellas, ¿las podríamos ver?

Misterios de las hadas.

Hay quien espera verlas volando por los cielos del atardecer purpúreo y hermoso cuando empieza la noche.

Puede que sí.

Puede que, efectivamente, vuelen con su par de alas al más puro estilo libélula.

Lo que está claro que existe, al menos en un hada, son sus ojos o, mejor dicho, la luz que emerge de sus ojos, y la risa cantarina y transparente que brota de su garganta.

¿O acaso sólo pueden existir en la imaginación de un escritor o en los mundos poblados de fantasía de un niño?

Tal vez hayamos perdido el contacto con ellas y con lo que representan porque hemos perdido la nostalgia del corazón. Ignorar la inocencia, haber dejado olvidada por el camino a la simplicidad, pasa factura. Y no hay pago más amargo que la pérdida de la creatividad.

Sin magia, sin fantasía, sin imaginación no hay creatividad, y es por ello que muchas personas se sienten mal y lloran lágrimas silenciosas porque sus almas han sido abandonadas por sus cuerpos y sus personalidades terrenas.

Muchas personas han hecho un mal negocio en pro de ser aceptadas por sus congéneres alegando que les gusta vivir en sociedad, y no desean ser tachados de raros.

Las historias de hadas son «cosa de niños», o de «nueva era». Pero, sean lo que sean, está claro que no son cosas serias y sesudas, al menos eso argumentan los intelectuales y la gente «sensata» que afirman su no existencia por estar convencidos de que son «cosa de niños» relegadas a la infancia, y punto.

Puede que así sea.

No obstante, ser niño no es ningún pecado, ni un error. Lo que sí es un error es tachar a los cuentos de hadas de «cosa de niños» y afirmar que se trata de cosas sin sentido, propias de la fantasía y de la ignorancia más primaria. Ya se sabe: los niños son seres de corta mente y fácil risa, con un proceso cognitivo por desarrollar, por lo que aún no son capaces de comprender y entender las cosas de los adultos (esos seres a los que les ha crecido el cuerpo, encanecido el cabello, y entristecido el alma.) ¿Cómo van a entenderlas si no se explican cómo los adultos están siempre tan enfadados, contritos y proscritos de la risa?

¿Cómo?

Y, ¿las hadas?

Las hadas son pura sabiduría que nos recuerda a la diosa que todas las mujeres llevamos dentro.

Pura energía que nos abraza el corazón para devolvernos la esperanza de una vida mejor, más plena de sentido, más abierta al aire de libertad y más henchida de creatividad.

Las hadas pueblan cuerpos de diosas y sólo se conforman con seres que las adoran, porque ellas, las hadas, nos recuerdan lo mejor que habita en nosotros: la magia eterna escrita en las estrellas. Hadas, diosas, mitos, ángeles, princesas, reinas del Olimpo, formas de una misma energía que trata de recordarnos que lo nuestro no se ciñe a una vida mortal plena de ruido y de letras o hipotecas por pagar.

Ellas, las privilegiadas del destino, tienen por misión devolvernos la memoria, reintegrarnos la magia y restaurarnos la dignidad que como raza hemos perdido. Ésa es su misión, su destino cierto.

El doble par de alas es toda una simbología de su misión. Pues volar en la doble dimensión requiere destreza, habilidad suprema y recursos exquisitos. Las hadas han de restituirnos nuestros privilegios, y al mismo tiempo han de lidiar con la oscuridad que nuestro materialismo ha tejido alrededor de nuestros corazones: de ahí que necesiten su «par» de alas. La oscuridad sin la luz no es nada. La noche sin el día no existe. La enfermedad sin la salud, lo humano sin lo divino, el nacimiento sin el final, el final sin el principio, lo masculino sin lo femenino, la pérdida sin la ganancia... No son posibles. Por consiguiente, las hadas poseen un doble par de alas para recordarnos la dualidad de la existencia, la doble oportunidad, la doble naturaleza (somos seres espirituales viviendo una experiencia humana), la unión de los opuestos, la sinergia de un doble par de alas... Ellas, las hadas, llevan en su esencia tanto lo femenino como lo masculino, tanto lo espiritual como lo humano... A ello se debe su doble par de alas. Las hadas han vivido tanto la vida humana como la eterna, hecho que les ha conferido la cualidad de elegir en cuál de las dos quieren habitar según la misión que elijan.

Las hadas son libres, igual que lo es el ser humano, y en su libre albedrío escogen la vida intensa que proporciona el tener un doble par de alas. Su destino es sembrar la esperanza entre los pobladores de la Tierra. No pueden evitar la luz de sus ojos ni la risa de sus alas. No pueden disimular su belleza ni esconder su naturaleza.

Ni quieren.

Sin embargo, sólo pueden reconocerlas aquellos que ven la vida con los ojos del corazón. Sólo aquellos de alma despierta pueden ver a un hada, ya que en su apariencia humana son sencillas y cotidianas, y por eso cuesta tanto darse cuenta de que esa mujer anónima, que camina por la calle con aire de felicidad en la mirada, es quizás un hada que ha descendido a la Tierra a ejercer su misión discreta y sutilmente. Sus alas asoman en la mirada, le envuelven la voz y elevan su paso.

No todas serán vistas.

No todas serán descubiertas.

No todas abrirán las puertas de sus castillos humanos.

No siempre confesarán su origen estelar.

No siempre te harán partícipe de su naturaleza.

Por eso, si usted tiene a alguien en su vida en cuya presencia se siente mejor —como si le recargaran las pilas y rejuveneciese—, que además le induce al optimismo, le anima a despertar la magia de su corazón, le ayuda a descubrir lo mejor de usted misma, que, casualmente, aparece en el momento oportuno —sincronía—, y le ama de una forma y con una calidad de amor como nadie antes lo hizo... Si le ha ocurrido esto, con toda probabilidad su vida se ha visto bendecida por la presencia de un hada. Disfrute del tiempo que esté en su vida y déjela marchar cuando haya llegado el momento. Las hadas gozan de libertad de movimientos y aman la independencia que les confieren sus alas: saben cuándo ha llegado el momento de partir.

Hadas que habitan entre los seres de la Tierra y traen mensajes de la eternidad.

Hadas que aman la esencia que puebla en los corazones de los hijos e hijas de Gaia.

Hadas que prestan su magia a todo aquel, hombre o mujer, que en ellas crea.

Hadas que están siempre dispuestas a enseñar a vivir a todo aquel que acuda a sus escuelas.

Hadas que han habitado entre los humanos desde los principios de todos los tiempos y que, reincidentes, no cesan en su intento de contarle al ser humano que no existe más magia que la que crea un corazón feliz que ama cada uno de sus latidos y cree en sí mismo. Hadas que confían en que, algún día, podrán ver satisfecho su deseo de dispensar dignidad a petición de los humanos.

Hadas.

Hadas con un par de dobles alas en su alma.

Hadas.

Hadas que alimentan el alma humana.

Hadas.

Hadas que abren puertas a nuevas dimensiones del ser.

Hadas.

Hadas que cobijan bajo sus alas a los corazones huérfanos.

Hadas.

Hadas que prestan su risa para alegrar las mañanas del frío invierno del alma.

Hadas.

Hadas que iluminan la oscura noche del alma.

Hadas.

Hadas que caminan lo que hablan.

Hadas.

Hadas que esparcen sencillez y tejen mantos de verdad.

Hadas.

Hadas que curan las heridas del alma.

Hadas.

Hadas cuya voz evoca cantos del paraíso perdido.

Hadas.

Hadas cuya risa eleva el espíritu y hace danzar la alegría en derredor.

Hadas.

Hadas atrevidas que no titubean en abrir nuevos horizontes.

Hadas.

Hadas que siempre, siempre, te protegerán con su latido eterno.

Hadas.

Cuentos de hadas para aprender a vivir

Подняться наверх