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Prólogo

por Yoly Hornes

Recordaré siempre esta habitación de hotel porque aquí comencé a olvidar...

Quienes tengan ahora mismo este libro entre sus manos son, sin duda, unos seres afortunados. Que se preparen para el viaje, con la mente abierta a lo secreto, inesperado e inhabitual. Tienen por delante unas cuantas horas o unos días pródigos en sorpresas literarias y vitales y un excelso placer lector.

Rubén Mettini es un autor que ha viajado mucho por esos mundos iridiscentes de la vida y la literatura y lleva en su mochila una vasta experiencia de escritura y de lectura que resulta patente en todos y cada uno de estos relatos. Conoce los trayectos, los atajos, los entresijos, las piedras del camino. Sabe cuándo detenerse y en qué momento cambiar de dirección. Lleva en sus alforjas todo lo necesario para el viaje. Que se entreguen a su embrujo los lectores y, confiados, se dejen guiar por él: los llevará de la mano con lucidez, con buen ritmo, a veces con dureza y a veces con ternura, casi siempre con humor. Lo hace desde la más absoluta empatía con sus personajes, hagan lo que hagan, amen a quien amen, olviden a quien olviden...Aunque odien, aunque traicionen, aunque se flagelen a sí mismos hasta hacerse sangre en el alma, aunque no se arrepientan por haber actuado mal... Todos y todas son profundamente humanos y los motivos que los impulsan justifican sus acciones y explican sus errores, el punto de convertir en verosímil incluso lo más inaudito.

Este libro es como un viaje, digo. Un viaje en el que lo exterior se entreteje --destreza narrativa mediante- con el interior de unos personajes de ficción que, seguro, conectarán con el alma de las personas reales que los leen u otras con las que todos nos hemos cruzado alguna vez. Con el exterior de países, continentes, islas, playas o carreteras y con el interior de casas urbanas y rurales, hoteles, bar cos, despachos o bares. Con los mundos oníricos infinitos y con las más prosaicas realidades. Afuera y adentro. Antes y ahora. Aquí y allí. Idas y vueltas. En suma, realidades y ficciones entrelazadas con pericia en una urdimbre poderosa que hace pensar y que estremece.

Cada uno de los cuentos que componen este libro conforma un universo en sí mismo.

Uno lee el título, el dónde y el cuándo..., ingresa allí y se olvida de todo lo demás, de modo instantáneo, porque bastan las primeras líneas de cada relato para quedar atrapados en las diversas redes del lenguaje que lo vertebran, en el tiempo que lo sitúa, en el rincón del mundo que lo enmarca y se despliega como telón de fondo, en los personajes que cobran vida inmediata y en la historia que estalla ante nuestros ojos con una fuerza arrolladora e irresistible que vuelve casi imposible abandonar la lectura antes de llegar al final. Simplemente, el buen pulso narrativo del autor hace que queramos saber, asistir a esas confesiones, comprender lo esencial, hundirnos hasta el centro del volcán que es, en última instancia, toda existencia humana.

Al mismo tiempo, si lo miramos como un todo, la suma de los relatos conforma un tapiz hecho de distintas texturas, geografías y épocas, de cultura, de arte, psicología y filosofía, pero también de esas sabidurías inefables de personas sencillas, aparentemente grises o anónimas que, intuitivamente o con la ayuda de un extraño, descubren la pluralidad del mundo, ya sea desde dentro de las murallas de prejuicios de una familia invisible, entre las paredes de una oscura oficina notarial o entre los locuaces silencios de un matrimonio aburrido donde el amor se ha ido esfumando o acartonando sin remedio.

Mettini da voz a quienes se olvidan de sí mismos para consagrar su vida a otro, a quienes de pronto descubren un brillo interior que desconocían de sí mismos, su reflejo inesperado en la mirada del otro, al verse, por vez primera, bajo la influencia del haz de luz de una perspectiva diferente.

Como en la vida real, estos personajes de ficción -en su mayoría, mujeres-se debaten entre sentimientos encontrados, disyuntivas, contradicciones.

Hay dolores enterrados que de pronto salen a la luz en un encuentro inesperado.

Hay recuerdos que, de tanto morder, van pudriéndose por dentro y minando, gota a gota, la autoestima.

Hay objetos tan pequeños como una canica de cristal, una vieja fotografía, la frase de una carta o de un antiguo diario personal, capaces tanto de obrar el milagro de la sanación como de provocar un cataclismo que hace saltar todo por los aires.

Hay amores equivocados o mal interpretados que, de todos modos, propiciaron felicidades ciertas.

Hay humillaciones y torturas físicas o psicológicas que, en algún momento, paralizaron el fluir natural de las emociones dejándolas enquistadas, hasta que afloran de modo violento o creativo cuando menos se lo espera.

Hay infidelidades intrascendentes capaces de enaltecer la lealtad y el respeto al otro o a la otra.

Hay habitaciones de hotel que, en un momento dado, devienen un hogar que nos protege y nos contiene y nos permite descubrir, en un instante que es casi una epifanía, quiénes somos de verdad.

Hay la tentación de acabar con la propia vida cuando uno la ama con locura y por esa misma razón.

Hay sentimientos de culpa que uno arrastra durante años, por mucho que haya querido taparlos o disfrazarlos de otra cosa, y, en un momento dado, pugnan por liberarse y liberarnos.

Hay sueños, hay deseos, hay miedos, hay dudas y también certezas.

Y hay el azar que algunos llaman destino que, caprichosamente, nos pone por la fuerza ante un espejo que no permite las trampas.

Al tratarse, en gran parte, de relatos narrados en primera persona, las palabras, los giros y el lenguaje mismo se convierten en fuente de información y de conocimiento que fluye directamente desde el texto al corazón de quien lee. El autor desaparece o se esconde hábilmente detrás del personaje que narra su historia o la de otros. Los recursos narrativos más variados y las técnicas literarias elegidas con acierto consiguen el efecto buscado casi sin que nos demos cuenta. No vemos «las costuras» en el reverso de los relatos. Creo que esta es una de las virtudes a destacar de estos cuentos.

Un breve apunte sobre los amores de este libro:

Diría que todos los tipos de amor, habidos y por haber, aparecen en estas historias. El amor heterosexual, bisexual, homosexual (ya sean hombres o mujeres), el amor a dos, el amor a tres, el poliamor, el amor de una noche, el de toda la vida, el amor apasionado, el amor blanco, el amor imaginado, deseado o soñado, el amor recordado con nostalgia o desapego, el amor loco, el amor tradicional y cualquier otra variante, incluso las del amor sin amor, con o sin ternura, con o sin convivencia, en la pobreza, en la riqueza, en la juventud, en la madurez, después de la muerte, el amor/ amistad, el amor por mutua conveniencia, el amor furioso, el incondicional, el egoísta, el amor romántico...

LOS CUADROS DE HOPPER

Esos óleos fascinantes, esas enigmáticas mujeres de Edward Hopper, han puesto en marcha el motor creativo de Rubén Mettini. Son como un trampolín desde donde él salta haciendo piruetas literarias que leemos conteniendo el aliento. Una vez imaginada la historia, se aleja del cuadro, lo abandona para internarse por territorios inexplorados y nos lleva con él en esos arriesgados viajes de descubrimiento hasta el fondo del abismo humano.

Innecesarios e imprescindibles

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