Читать книгу La Procedencia - Ruthy Garcia - Страница 12

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Mientras tanto, en un lugar desconocido

–¿Piensa continuar con su pútrido silencio? ¿Ocultar tanto tiempo una verdad tan enorme como esta, fingir estar muerta para luego tratar de hacerse la víctima?

–Se equivoca, realmente se equivoca. –Su voz es fría y calculadora.

–Ah, ¿sí? ¿Qué me dice de su irresponsabilidad? El joven Bramdtom Cooper tuvo que crecer junto a una familia disfuncional por su culpa, por su abuso con la heroína, lo que me extraña es por qué fingir su muerte, ¿qué perseguía con todo esto?

–Ya le he dicho que me deje en paz.

–¿Creyó que recluirse en este viejo monasterio sería la salida? Pues ya ve que no, la encontré, ¿sabe algo? El chico Cooper es mi protegido, lo salvé una vez y volveré a hacerlo, aunque sea usted su verdadera madre.

“Quisiera atravesar las paredes y desaparecer”, piensa. Mira hacia el exterior, sus ojos están inquietos, lo que ve es aterrador.

–Déjeme ir..., por favor, debo irme.

–¿Y dejar de hacer justicia? ¡No! Primero responderá a todo lo que le pregunte y luego la llevaré ante las autoridades, debe pagar por su culpa.

–¿Y qué se supone que debe saber? –Se gira y seca sus ojos llorosos.

–Todo, quiero saberlo todo, todo.

Sus miradas se cruzan, no hay cabida para la empatía, ambas personas quieren lo mismo, la verdad, una verdad que tal vez no exista.

Desde una esquina, sentado en el suelo, él los miraba, estaba pasmado por todo lo que escuchaba. Se levanta y decide opinar.

–Por favor, déjela en paz, no conseguirá nada más que empeorar las cosas.

–¿Ahora la ayuda, monje Shaolin? Ha contribuido a que ella permanezca muchos años oculta en este lugar, es una verdadera vergüenza para su clase, para lo que representa, ¿no es usted un ente de paz?, ¿qué le sucede?

El hombre mira con fijeza a la mujer acosada, ella busca algo que decir, él trata de acercarse.

–No se acerque, por favor, yo... debo enmendar mis errores. –Interviene ella para que el hombre no se aproxime más.

–Así me gusta, cooperación, como detective tengo todo el derecho a exigir la verdad, he viajado desde muy lejos para encontrar una respuesta.

–Y la tendrá, solo que...

–Le recuerdo que no hay cabida para la negociación, no sería correcto, la policía no negocia con los acusados.

–No, no quiero negociar, más bien quiero que hagamos un trato.

–¿Qué clase de trato?

–Muy sencillo, le responderé a todo lo que me pregunte, pero usted tendrá que contestar también a mis preguntas, a cambio de una mía..., una suya, un trueque.

–No, no... y no, le recuerdo que no está en posición de negociar, soy el detective, usted debe hacer lo que le digo.

–Entonces... vaya preparando su equipo de tortura, no diré ni una sola palabra si no accede a mi petición.

El hombre se asusta e intenta intervenir en la conversación, la mujer le hace señas con la mano para que espere.

–Está bien, hecho, lo haré, responderé a sus preguntas, pero le advierto que si no me agrada...

Ella no le deja terminar.

–¡No! ¡Quien advierte soy yo! Si no coopera, me lanzaré por esa ventana y no obtendrá ninguna respuesta.

La Procedencia

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