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CAPÍTULO II

El diario de Klaire

Con la grabadora en su bolsillo, subió al tren con destino a la casa de Klaire. La última vez que estuvo en ese lugar fue la segunda vez que conectaron por Facebook, cuando decidieron salir. “Maldito estúpido, ¿por qué fuiste drogado, por qué?, pensó de nuevo.

Un tiempo atrás.

Ella se mostraba tranquila, comieron algo en un restaurante barato del centro de la ciudad, bebieron una cerveza y luego, Jack le propuso cama, ella se molestó y se alejó a toda prisa, él fue tras ella.

–Detente un momento, Klaire, no es para tanto.

–Ah, ¿sí? Déjame decirte que no soy de esa clase de mujer, y lo sabes.

–Estás hablando como si te estuviera proponiendo algo indecente. Es algo normal, tener sexo es de humanos, Klaire, rayos, no te estoy pidiendo que robemos un banco, te estoy pidiendo lo más natural entre dos personas que salen y se gustan, que nos acostemos, ¿qué tiene de malo? –Sigue caminando con rapidez detrás de ella.

–Estás loco, hace años que ni siquiera nos hemos visto, me compras unas frituras y luego me das una cerveza creyendo que soy la Klaire de la secundaria la quien tienes enfrente, déjame decirte que no, que soy otra... muy distinta.

–Ya veo... –La mira de arriba abajo para provocar que se sienta mal por su sobrepeso.

–¡Idiota! –Camina con mucha más rapidez hasta llegar a su edifico, Jack entra detrás de ella, que sube con prisa las escaleras, sus gordas piernas han superado un record, jamás había sido tan veloz.

–¿Qué me dices? Cama, es lo único que nos falta en esta hermosa velada.

–¡Cretino! –Sigue subiendo y logra así llegar ante su puerta, abre la cartera y saca la llave.

Entra y al intentar cerrar, Jack lo impide con un golpe fuerte contra la puerta, entra y la abraza con fuerza ignorando sus claras muestras de enfado.

–¡Déjame, déjame!

Forcejean por toda la casa, ella consigue agarrar un libro grande y le da un golpe con toda su fuerza, Jack cae inconsciente, más por los efectos de la cocaína que había consumido en el baño del restaurante que por el golpe que ha recibido.

«Me habían dicho que los libros salvan vidas, ya veo que sí» –se dijo Klaire mientras, con la mirada borrosa, Jack la mira desde el suelo, sus ojos vuelven a cerrarse lentamente.

Despertó con la luz del sol que entraba por una rendija de la cortina, se encontraba tendido sobre el sofá, tenía la sensación de haber dormido un largo rato. Era evidente que la chica lo cargó y lo dejó allí.

El apartamento de Klaire era un depósito de libros, la chica se había tomado muy en serio los estudios.

Jack se sienta y empieza a pensar sobre su estupidez, se rasca la cabeza y pasa sus manos por la cara, se levanta y camina de un lado a otro.

«Eres un desastre cuando te drogas, Jack, eres un maldito idiota», se dijo a sí mismo en voz alta.

La voz de Klaire suena suave y clara.

–¿Levantado?

Jack se gira y ruega al infierno que ella no haya escuchado lo que acaba de decir, no quiere mostrar su oscuro secreto a la chica a quien le debe algo de respeto.

–Sí, Klaire... yo... –Camina hacia ella.

Evidentemente, ella no escuchó nada.

–No te acerques, quédate donde estás, quiero que te marches, son las siete de la mañana, yo me dispongo a partir, tengo mucho que hacer, trabajo, entre otras cosas, cuando regrese no quiero encontrarte aquí, es más, no quiero volver a verte jamás.

–¿No hay posibilidad de segundas oportunidades?

–Esta es una segunda oportunidad, Jack, ¿lo has olvidado? Y no habrá una tercera, eres un imbécil, un cretino… –Lloraba y tartamudeaba con una pena profunda.

–Soy un tonto, Klaire, un tonto que... está loco por ti. –Ahí iba de nuevo, mentiras, muchas mentiras, su especialidad.

–¡No, no, no caeré otra vez, ¿sabes jack?, cuando me contactaste por Facebook creí que... creí que habías cambiado, pero me equivoqué, eres un loco, un depravado, un estúpido egocéntrico que solo quiere acostarse con la tonta a la que robó la virginidad usando sustancias ilegales, con la idiota a la que todos vieron su ropa interior rota, con la insatisfecha e ingenua Klaire Morgan, que ya no recuerda cómo, cuándo ni dónde fue tuya.

Esas palabras le apuñalaron el pecho, era la primera vez que los sentimientos de culpa llegaban a la mente de este desordenado hombre, que desde muy joven practicó la impiedad, la promiscuidad y la penosa fase sin salida de la adicción a las drogas.

–Klaire, yo... –Esta vez sería sincero, esta vez estaba arrepentido, pero ella no le daría la oportunidad de expresarse, la carga de dolor del pasado era demasiado fuerte, debía ser cortante e irse.

–Tú nada, tú te vas, y punto. –Salió de la casa con la cartera en la mano, su fuerte brazo cerró la puerta.

Jack volvió en sí al llegar a la estación en la que debía bajarse, encendió la grabadora, pero no pudo escuchar nada importante, eran notas de su trabajo y conversaciones sobre sus investigaciones.

Con la vista perdida, subió desde el subterráneo, respiró el ambiente sofocante de la ciudad, caminó con prisa, estaba cerca de la casa de Klaire, tomó la misma ruta que el día de su fallida cita, se encontró ante aquel restaurante y como rutina entró para ir al al baño. Una fuerte dosis de coca por la nariz fue recurso suficiente para volver a recrear las escenas entre ambos.

Salió frotándose la nariz y pidió algo de comer, parece que habían cambiado la administración, ya no tenían las carnes fritas de antes, ahora era todo asado.

–¡Maldita sea! Ahora todos quieren ser light –Muerde un trozo de pan y otro de filete a la plancha, de pie ante la barra, todos lo miran, su camisa casi no se puede abotonar, está algo pasadito de peso.

Pide una cerveza y sonríe solo, todos le miran extrañados, aún lleva algo de polvo en su nariz, una de las camareras se acerca.

–Señor… ¿se siente usted bien? –La mira a la cara, pero solo ve el rostro de Klaire y ríe como un loco mientras mastica y toma tragos de cerveza como un desquiciado.

–¿Que si estoy bien? Claro, Klaire, claro que estoy bien, estamos bien, mírate, eres la de antes, sabía que esas fotos de la casa de tu madre eran un fraude, que no eras tú.

–¿Quiere que llame a un doctor? –La camarera insistía.

–Yo soy el doctor, el doctor del amor, Klaire, entrégate a mí –Agara a la chica y la besa a la fuerza.

–¡Está loco! –Cuando la chica logra soltarse, él se da cuenta de que no es Klaire, está regresando lentamente de su éxtasis.

–Perdón, lo siento, no era mi intención…

–Váyase o llamaré a la Policía, lárguese. –Le grita el dueño, que está en el otro lado de la barra.

Jack sale tras pagar la cuenta, inundado de un sudor frío, con los nervios alterados y la presión por los suelos, sus manos tiemblan.

Recorre el mismo camino, aunque las calles habían cambiado, sentía que Klaire iba a su lado.

“Debes recuperarla, idiota, es lo último que debes hacer en tu miserable vida de mierda, eres una basura putrefacta, un mal nacido, encuéntrala, su madre te lo agradecerá, la mujer está ilusionada con la idea de que eres el único que puede encontrarla, no nos decepciones, Jack, tú puedes, después de esto, te cortas las venas y desapareces, no te atrevas a morirte de una sobredosis, eso es para estrellas de Hollywood, danos una muerte auténtica, qué se yo, lánzate al tranvía, ve a una excursión de paracaidistas y tírate al vacío sin paracaídas, o más genial, ¿por qué no te ahorcas en Central Park? Hay muchas formas de desaparecer con estilo, muchas, Jack”. – Se detiene y se enciende un cigarro justo frente al edificio de Klaire, lanza el humo al aire, sus manos dejan de temblar, está más sereno.

En ese momento alguien se acerca y le ataca con fuerza poniéndole contra la pared, el cigarrillo cae al suelo, se trata del detective Harris, el jefe de Klaire.

–¿Qué diablos haces aquí, parásito?

–Hey, hey, un momento, suéltame. –Trata de zafarse, pero no puede, aún está algo mareado.

–¿No te acuerdas de mí? ¿Te suena la palabra policía forense de Dallas?

Jack hace esfuerzos para recordar, pero es inútil, había trabajado con tantos, y la mayoría de veces estaba drogado, así que ignoraba que ese sujeto había sido su compañero hacía mucho tiempo, trabajaron juntos antes de que Jack fuese promovido a jefe de departamento en NY.

Durante una misión en Dallas, ambos se encargaron de un caso de asesinato con un gran éxito, pero solo Jack, como siempre, se llevó los créditos, el dinero en efectivo hallado en la escena del crimen y cinco kilos de coca. Su compañero era transparente y no participó de ello, por lo cual Jack hizo que le transfirieran a otra ciudad, fue allí donde conoció a Klaire como su pupila.

Klaire estudió para ser policía y resultó ser una de las chicas mejor preparadas de su promoción, después siguió estudiando para convertirse en detective y realizó muchas investigaciones relevantes. Harris invierte tiempo y recursos preparándola, la considera su pupila preferida y no parará hasta convertirla en uno de los agentes especiales más reputados de Nueva York.

Por eso fue trasladada a Texas, para que pudiera resolver el caso de la muerte de Lara Nova.

Klaire realizó diferentes especialidades como detective, la de auxilios psicológicos, por ejemplo, entre otras muchas, de ahí su buen desenvolvimiento con Cooper en la piel de Sir Arthur.

–¡Oye, suéltame, eh... me confundes!

–No, Jack, no te confundo, apuesto a que estás drogado.

Entonces supo que sí, que ese hombre le conocía, su vida de exageraciones, extremos y derroches le impedía retener los rostros de la gente.

–Ok, está bien. si me tienes apresado contra esta pared de forma tan oprimente es porque fui muy, muy malo contigo, y no lo lamento, ¡mira que eres feo!, amigo.

Esto irrita al hombre que se prepara para darle un golpe, pero Jack es ágil, saca su arma y apunta decidido, sus ojos de loco maniaco asustan al hombre, ya sabe que Jack es capaz de disparar e irse como si nada.

–Cálmate, Jack.

Ambos ignoran que tienen algo en común: encontrar a Klaire.

–Estoy calmado, amigo, pero mis manos, ah, ah, ellas no se gobiernan, ¿sabes?, me encantaría dispararte a la cara y borrar ese horrible rostro que no recuerdo, pero no puedo, estoy buscando a una vieja amiga, si no fuera por eso, te mataría, por desperdiciar mi cigarrillo, ¡idiota! –Baja el arma, la guarda, respira y toma el cigarro del suelo, al que le queda una ínfima llama, exhala y lanza el humo hacia el cielo–. Estoy vivo, permanezco en mi propio infierno, soy un dios.

El hombre lo mira sintiendo lástima de aquella personalidad distorsionada, respira y más calmado se dirige a él.

–¿Quién es tu amiga?

–¿Qué amiga? –Finge ser un despistado para molestarle.

–Dijiste que... buscabas a una amiga.

–Ah, sí, eso, es una amiga de la secundaria, ha desaparecido, vive aquí, en este edificio.

–¿Klaire? ¿Buscas a Klaire?

–¿La conoces?

Durante una conversación que duró unos veinte minutos, se pusieron al tanto de todo, ambos se informaron sobre casi todo lo que sabían, Jack no le mostró la grabadora, no quería delatar a la madre de Klaire, no quiso mostrar esta evidencia.

–Ahora que te he puesto al tanto de todo, quiero... quiero entrar en su apartamento.

–Imposible, no puedo permitirlo.

–Vamos, ambos queremos que regrese.

–¿Qué encontrarías que no hayamos ya visto? Hay un equipo de expertos en el caso.

–¿Olvidas quién soy? Soy el policía forense más reputado de NY, mi experiencia es trascendental, lo sabes.

–Está bien –dijo tras pensarlo unos segundos. Jack ignoraba lo desacreditado que estaba en su trabajo, realmente permanecía en él porque muchos le debían favores, si Jack hablara, muchos caerían, conoce todos los círculos corruptos de su departamento policial.

–Pero entraré solo, sabes que trabajo solo.

–No hay problema, ya las cosas de valor han sido puestas en lugar seguro –dijo insinuando que Jack podría robar algo.

–Me alegra, no me gustan las tentaciones en la escena del crimen. –Se intenta mostrar sarcástico y divertido al mismo tiempo.

No tardó nada en entrar en el apartamento. “¿Dónde está el montón de libros?” Ya no estaban, solo una computadora que enciende, mientras se inicia el sistema, mira con detalle la moderna decoración, sí que había cambiado Klaire, ahora es más que una frustrada mujer, se ha convertido en una vanguardista neoyorkina, en el lugar se respira equilibrio gracias a aquella decoración contemporánea, de colores blanco, plata y azul cielo, se refleja clase, estilo y mucha paz.

El vuelve a ponerse ante el ordenador, se sienta, pero el PC reclama una contraseña y un usuario, lo intenta con algunos.

–A ver, 1234, no, no es ese, el nombre de la madre, va, tampoco, su nombre, tampoco.

Entonces se le ocurre una idea idiota: “Solo me falta poner mi nombre”, lo puso y se abrió, el PC se inició.

Su corazón latió muy fuerte, ella tenía su nombre como usuario, o le amaba mucho o le odiaba demasiado.

Es cuando ve algunos documentos, uno de ellos es un audio, pone: “Diario de Klaire”, con nada más y nada menos que casi 1GB de datos. También está esa aplicación con montones de libros. “Ahora lee a través de la computadora, cómo cambian las cosas”, piensa. “¡Vaya! La chica tiene mucho que decir”.

Conecta su móvil al PC y lo descarga.

Luego toma la grabadora y empieza a escuchar tranquilamente las últimas conversaciones de Klaire antes de desaparecer.

Se levanta mientras escucha, se fija en el teléfono, tiene varios mensajes, empieza a escucharlos. Algunos son de su madre, otros, de su jefe, y uno al final, ese le llamó su atención, era un mensaje de Petrushka Nova, la madre de la fallecida Lara Nova.

–Detective Morgan, soy Petruska Nova, dígame que todo está bajo control, por favor, dígame qué ha pasado, espero noticias suyas.

El mensaje era de hacía dos días, era el último, copió el número y lo marcó, era un número con código de área ruso, no logra contactar.

En ese momento, la puerta se abre y el jefe de Klaire entra. Jack saca el USB y quita el cable de su teléfono. Por suerte, el documento ya se había descargado.

–Veo que está escuchando los mensajes… Ah, ¡también pudo obtener la clave de acceso!

–No es algo tan difícil, sus expertos pueden deshabilitar las claves en cuestión de segundos, ¿por qué no lo hicieron?

–Por respeto a su privacidad, su PC es algo muy personal, veo que conoces más de Klaire de lo que creía.

–Te sorprenderías –respondo irónico.

–Hay mensajes recientes, por lo que veo –dice mientras empieza a escuchar el de hace dos días.

–Sí, se ve que están haciendo un gran trabajo.

–Déjate de ironías, Jack, no puedes querer encontrar a Klaire más que yo, apareciste en su vida después de mucho tiempo, yo he estado en ella bastante más.

–¿De cuál te enamoraste, de la obesa pusilánime o del clon de la psicóloga muerta? Ambas parecen muy ardientes, ¿no crees? –Su sarcasmo era repugnante.

–No voy a permitir que...

–¡Ya basta, calma! No vamos a pelearnos por ella, ¿eres capaz de compartir un sándwich, o depende del tamaño?

–Oye, Jack, no sé qué existe entre ustedes, no me interesa, pero una cosa sí te digo, Klaire es la mujer más honesta, respetuosa y transparente que conozco, lamento que tengas una imagen equivocada de ella, quizás eres de las personas que miran a los demás a través de sus propios espejos. Lo siento, eras una mala persona antes y lamento decir que... ahora, eres un asco.

Esas palabras fueron cortantes y empezó a reflexionar, se preguntó en ese mismo instante: “¿Qué clase de monstruo soy?”.

La Procedencia

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