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Carácter y personalidad

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Nuestra personalidad está compuesta de dos elementos, lo que llevamos dentro de nosotros de otras encarnaciones y lo que aplicamos ahora de ello.

Nuestro carácter es versátil, pues depende de las circunstancias e influyen en él muchos factores. Es la suma de todas las encarnaciones, ya que cada vida deja en nosotros sus huellas energéticas y mentales. Estas herencias constituyen una fuerza de atracción que, en la encarnación siguiente, nos lleva a determinadas circunstancias, personas, círculos culturales y vivencias. Esta es la causa de que encarnemos en un lugar y en un tiempo específicos. Podemos decir, entonces, que nuestro carácter siempre nos conduce adonde encuentra seres que comparten la misma manera de pensar o adonde existe algo igual o similar a los elementos del alma que lleva dentro de sí.

El medio que nos rodea nos muestra quiénes somos o qué carácter tenemos.

Nuestra vida cuotidiana refleja nuestro carácter. Cada vivencia, por pequeña que sea, es una señal de nuestra imagen interior. Nuestra alma emite estas señales a nuestro intelecto. Sirven para reconocer las causas de los acontecimientos y conducirnos a nuestra felicidad. Podemos emplear estas señales e informaciones de manera inteligente a favor de nuestra felicidad, pero también podemos ignorarlas y culpar a nuestros semejantes. Sin embargo, todo ser humano es y seguirá siendo la causa de sus acontecimientos bellos y feos en su vida.

Si tomamos en serio estas señales e integramos en nuestro comportamiento el conocimiento que hemos obtenido gracias a ellas, seremos cada vez más felices, ya que ennobleceremos paulatinamente nuestro carácter. Ennoblecemos nuestro carácter al actuar cada vez más de manera bondosa a favor de nosotros y de nuestros semejantes. Tenemos la posibilidad de elegir y el poder de convertirnos en seres humanos buenos o malos, en todo lo que hacemos, pensamos, sentimos, queremos y ofrecemos. Al final, sin embargo, tengamos que cargar solitariamente las consecuencias de nuestros actos.

No solamente es importante lo que llevamos por dentro, sino también lo que aplicamos de ello. Al descubrir características negativas en nuestro interior, podemos tratarlas de manera constructiva o destructiva. Si tomamos personalmente nuestras debilidades y errores, los agrandamos al entristecernos, enfadarnos o sentirnos inferiores a causa de ellos. Pero también podemos, simplemente, corregirlos sin convertirlos en un drama. Encontramos otros ejemplos en el ámbito de los talentos y las capacidades. Cada uno de nosotros es capaz de hacer alguna cosa. Cada cual tiene talentos, pero ¿cuales aplicamos? La mayoría de nosotros ni siquiera se interesa por sus propios talentos y estudia alguna cosa o se dedica a una profesión que no le interesa en absoluto.

La solución es: descubre y reconoce tus talentos y capacidades y úsalos inteligentemente para ti y para todos. ¡Es el camino más corto y rápido para lograr una vida feliz, exitosa y plena!

El carácter es un producto humano dirigido por las leyes humanas. La personalidad, por lo contrario, es la realización de los pensamientos divinos. Es y permanece inmodificable, noble y perfecta, ya que ha surgido como una viva imagen de Dios. La personalidad es un enriquecimiento de la infinitud y de la creación. Está provista de características y capacidades específicas para realizar tareas determinadas. Cada personalidad es un ejemplar único, ya que Dios no conoce la producción en serie.

El origen de la personalidad es Dios, mientras que el origen del carácter es el ego. La humanidad surgió por una carencia de divinidad. De modo análogo, también el carácter humano surgió por una carencia de amor, mientras que la personalidad proviene de la plenitud.

El auténtico desarrollo intelectual es el movimiento del carácter a la personalidad, el desarrollo para salir de las complejidades del ego.6

Una de las tareas de la vida más importantes es el ennoblecimiento de nuestro carácter. Cuantas más actos buenos cometamos, tanto más divinos seremos. Nuestra auténtica personalidad, así, asume cada vez más el mando sobre nuestros actos. Esto nos aproxima cada vez más a nuestro origen auténtico y nuestra auténtica patria de luz eterna.

El triunfo del amor sobre el ego

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