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Exhibición, realización y seguridad de sí mismo

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Como acabamos de ver, la carencia es la fuerza impulsora del carácter. Como nos falta algo o, para expresarlo mejor, como nos imaginamos una carencia, aspiramos a conseguir esto y aquello. Deseamos tener algo que no tenemos, ser algo que no somos, hacer algo que aún no podemos, etc. Cuando la carencia es aquello que nos moviliza, buscamos siempre la realización en el exterior. Buscamos afuera la felicidad, la pareja adecuada, el trabajo apropiado, una vivienda, un carro, etc.

El que se exhibe a sí mismo es alguien que quiere compensar exteriormente su falta de reconocimiento y atención. Esta persona está dispuesta a asumir todo esfuerzo, toda humillación, todo desprecio o perversión, por grandes que sean, e incluso cualquier peligro de muerte, solo para llamar la atención de los demás, para gustarles y obtener su reconocimiento.

Quien se exhibe a sí mismo es, entonces, alguien que abusa de su público para satisfacer sus propias necesidades. Es el caso de la mayoría de artistas, políticos y personalidades famosas. Estar sobre el escenario, ser reconocido y amado es el sueño de aquellos que sufren enormemente a causa de la falta de amor propio. Cuanto menos nos reconozcamos y amemos a nosotros mismos, tanto más grande será nuestro déficit de autoestima y dignidad propia. En consecuencia, nuestra necesidad de recibir el aprecio de los demás es grande. Para conseguir esta meta, queremos ser famosos y distinguidos a toda costa.

El estatus de personalidad famosa es un residuo producido por la industria del entretenimiento para atontar a las personas.

La exhibición de sí mismo no solamente es inútil, sino que también nos convierte en seres infelices, deprimidos que solamente conlleva a tener decepciones. Es por este motivo que la mayoría de los seres famosos mundialmente son infelices y pretenden compensar la falta de alegría vital a través del consumo de drogas y estimulantes. Al mismo tiempo, las personalidades famosas tienen una gran responsabilidad, ya que, por una parte, ejercen una función de modelo y, por la otra, están en primera plana y gozan de la atención del público. Como efecto de esta función de modelo, muchas personas se dejan influenciar por ellas y adoptan sus pensamientos y su filosofía de la vida. Este peligro se presenta sobre todo cuando el público, inconscientemente, sufre de una falta de orientación mental, lo cual es el caso más frecuente. La fama implica, además, una responsabilidad más, ya que las personalidades pueden ponerla al servicio de un buen fin y llamar la atención sobre situaciones que deben remediarse. Lamentablemente, casi todos los famosos abusan de su popularidad y su poder sobre el público para exhibirse a sí mismo, levantarse por encima de los demás y difundir sus ideas egoístas, aunque les sería posible aprovechar estas posibilidades de manera desinteresada e impulsar la conciencia colectiva hacia el bien. La mayoría de ellos, por lo contrario, se prestan para la publicidad de cosas que no necesitamos y que, además, nos envenenan.

¡No existe la fama sin responsabilidad!

De manera contraria a la exhibición de sí mismo, es la realización de sí mismo una auténtica tarea a la que hay que consagrar la vida. El origen de la realización propia no es el carácter o la carencia de algo, sino la plenitud y la alegría de la vida. Mientras que la persona que se exhibe a sí misma se pone en el centro y quiere obtener algo para su ego, quien se realiza ofrece sus capacidades para el bien general y no espera a cambio ni reconocimiento ni gratitud. No lo hace para su ego, sino para todos. Si bien siente una gran satisfacción cuando a través de su trabajo puede darle una alegría a los demás, no introduce esta resonancia en su ego. De esta manera, el que se realiza evita asumir su éxito a título personal y levantarse por encima de los demás. Si los seres humanos llegamos a realizarnos a nosotros mismos auténticamente, pronto dejará de haber personas que elijan equivocadamente su pareja o su profesión.

Otro aspecto reside en el malentendido relativo a la seguridad de sí mismo. Muchas personas creen que uno de los signos de esta seguridad consiste en tener una presencia fuerte, arrogante y dominante. El caso es todo lo contrario. Cuanto menos equilibrada es una persona, tanto más intenta llamar la atención. Solamente quien se siente inseguro – porque no cree mucho en sí mismo – intenta presentarse como convencido de sí. Pero solamente se trata de una presencia segura de sí cuando la persona no finge, sino que se muestra como es, sin proponerse impresionar a los demás.

Seguridad de sí mismo significa: soy consciente de mí mismo, me comporto de acuerdo con mi ser verdadero y me oriento según valores divinos y nobles. No tengo que gustarle a otros, sino tener paz en mi corazón y ser uno con todos y con todo.

El triunfo del amor sobre el ego

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