Читать книгу Las parábolas del reino de Jesús de Nazaret - Samuel Pagán - Страница 10

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_Introducción

También dijo: «Un hombre tenía dos hijos,

y el menor de ellos dijo a su padre:

“Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde”.

Y les repartió los bienes.

No muchos días después, juntándolo todo,

el hijo menor se fue lejos a una provincia apartada,

y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente».

Lucas 15.11-13

Un mensaje y cuatro evangelios

La lectura inicial de los cuatro evangelios canónicos revela la importancia que tienen las parábolas en el estudio y la comprensión del mensaje de Jesús. De forma continua y sistemática, el Señor hablaba a sus discípulos en esa singular forma literaria. Tenía muchas enseñanzas y discursos, pero afirmaba un solo mensaje de esperanza, transformación y vida.

Una evaluación atenta de los documentos bíblicos pone en evidencia clara que las parábolas contienen una parte fundamental e indispensable del mensaje del famoso Rabino de la Galilea. Inclusive, hay porciones evangélicas que afirman, de manera directa y categórica, que Jesús solo le hablaba en parábolas a sus discípulos (p. ej., Mt 13.34; Mr 4.34). Estos versículos ponen claramente de manifiesto, en un lenguaje figurado e hiperbólico, que las parábolas jugaban un papel protagónico en la metodología pedagógica, la afirmación de los valores y la teología de redención del Señor.

La verdad histórica y académica en torno a las parábolas de Jesús es que sin identificarlas, analizarlas y explicarlas nos perderíamos un componente primordial y necesario del mensaje y las doctrinas fundamentales de Jesús. Sin las parábolas nos quedamos sin entender la amplitud, intensidad y profundidad de la teología cristiana en torno al Reino de Dios, el Reino de los cielos o simplemente al Reino.

Nos interesa mucho comprender no solo quién es Jesús de Nazaret, para entender lo que hizo, sino analizar con detenimiento el contenido de lo que dijo a sus discípulos y a los diversos grupos de líderes judíos de su tiempo. Deseamos evaluar con sobriedad las enseñanzas religiosas, los principios morales, las afirmaciones éticas y los valores espirituales del Maestro galileo, pues esos relatos tienen la capacidad de romper los linderos del tiempo, superar las limitaciones de espacio y llegar a la sociedad contemporánea con virtud liberadora.

El número de parábolas que se incluye en los evangelios no es tan fácil de precisar. Esta dificultad no se relaciona con nuestra imposibilidad de identificarlas, aislarlas, contarlas y estudiarlas en los evangelios canónicos, sino con la definición específica que se haga de este singular género literario. Para algunas personas que estudian profesionalmente el Nuevo Testamento y que de forma específica analizan el mensaje de Jesús, se pueden contar como parábolas tanto algunas de las frases muy cortas y las expresiones breves que hablan del Reino, como las narraciones más extensas que llevan al oyente o lector a meditar con detenimiento y profundidad en algunos detalles del relato y en las implicaciones del mensaje.

Dependiendo de la definición que se adopte, las parábolas en los evangelios pueden llegar quizá de treinta a cuarenta y hasta cincuenta, aunque para algunos estudiosos ese número inclusive puede ser mayor. De todas formas, en este trabajo sobre las parábolas me propongo estudiar el mayor número de ellas, aunque también identifico y exploro algunos dichos parabólicos más breves para descubrir alguna enseñanza singular del joven rabino galileo.

Propósito de las parábolas

Referente al propósito de Jesús al usar las parábolas, los evangelios nos brindan dos posibilidades. La primera explicación se relaciona con la facilidad de comprensión: ¡Para que todos los discípulos y oyentes entendieran con claridad el significado del mensaje! (véase Mt 13.34-35; Mr 4.33-34). En efecto, para lograr su propósito educativo fundamental, Jesús requería del uso reiterado de esta singular forma de comunicación indirecta, pues facilitaba la comprensión de su prédica y propiciaba el entendimiento de sus enseñanzas. Estas narraciones, junto a su capacidad de oratoria, le permitían al Señor exponer sus doctrinas y actualizar sus enseñanzas.

Hablaba en parábolas, según el evangelio, para que su auditorio inmediato pudiera asimilar con facilidad su palabra redentora y pudiera aquilatar sin dilación su mensaje transformador. Inclusive, de acuerdo con las narraciones de los evangelios, nada impedía que luego de la presentación pública de las parábolas, posteriormente las explicara con detenimiento y sobriedad a sus seguidores más íntimos. Ese ambiente íntimo con sus discípulos propiciaba el diálogo necesario para profundizar en los temas expuestos y destacar algún asunto de importancia ulterior.

Los evangelios presentan otra razón de peso para justificar el uso continuo de las parábolas en la difusión del mensaje de Jesús. De acuerdo con varios pasajes evangélicos (p. ej., Mt 9.9-13; Mr 4.9-12; Lc 8.8-10) el propósito también era esconder el contenido de ese mensaje. Según varias narraciones evangélicas, ¡la finalidad era obstruir el proceso de asimilación de su palabra! Esa conclusión, que se basa en una lectura rápida de solo algunas narraciones, sin tomar en consideración el resto de las enseñanzas canónicas, no necesariamente hace justicia al mensaje educativo más amplio e inclusivo de Jesús. Posiblemente los evangelistas, al explicar esta metodología educativa del Señor, pensaban en hacer más difícil la comprensión del mensaje del Reino a quienes se allegaban al grupo de sus seguidores con la intención de sorprenderlo en alguna ofensa a la Ley o en expresiones en contra de las autoridades religiosas y políticas de Jerusalén.

Referente a este singular tema del uso repetido de las parábolas, es menester comprender que entre las personas que seguían a Jesús había discípulos, colaboradores, amigos y amigas, y gente que positivamente estaba interesada en su mensaje transformador de esperanza y vida en abundancia. Sin embargo, no debemos ignorar que, a la vez, había un grupo de individuos que buscaba desafiarlo, confrontarlo con las enseñanzas rabínicas tradicionales y oficiales, comparar sus palabras con las de otros rabinos, maestros y líderes judíos, y hasta para contradecir en público su sabiduría y doctrina. Ese grupo funcionaba como espías al servicio de las autoridades políticas y religiosas de la época, tanto judías como romanas.

Al utilizar imágenes comunes e ilustraciones populares en la articulación de sus enseñanzas, Jesús pretendía que sus discípulos y seguidores sinceros lo entendieran; y al mismo tiempo, intentaba nublar el entendimiento y complicar el significado y las implicaciones redentoras de sus palabras ante los líderes de los escribas, fariseos y representantes del imperio romano. Esa forma de enseñar hacía que sus amigos y amigas se sintieran atraídos, fascinados y edificados por sus palabras; y esas enseñanzas, a la vez, hacían que sus adversarios, enemigos y contrarios las rechazaran, se ofendieran y hasta se escandalizaran.

Esta comprensión amplia de la pedagogía de Jesús apunta posiblemente hacia el significado adecuado de expresiones complejas y un tanto enigmáticas de Jesús. Y entre ese tipo de afirmaciones están las siguientes: para «que viendo no vean, y oyendo no oigan» (Lc 8.10), o «el que tenga oídos para oír, oiga» (Mt 13.43). El maestro usa de esta forma una singular y antigua manera de comunicación bíblica, que atribuye a Dios tanto la virtud capaz de renovar un corazón como la autoridad de endurecerlo.

En esa tradición teológica de doble significación, está el singular caso del famoso faraón de Egipto, en los tiempos de Moisés, que fue objeto de una intervención divina compleja: Dios mismo hizo que el corazón de ese líder político se endureciera, para propiciar el éxodo o la salida extraordinaria de los hijos e hijas de Israel de esas tierras. Egipto representaba, de acuerdo con los antiguos profetas bíblicos, el cautiverio y la opresión del pueblo de Dios; y Moisés era símbolo de esperanza, futuro y liberación. En esos relatos del éxodo, Dios mismo comisiona a Moisés la liberación de los israelitas y, a la vez, endurece el corazón del faraón para complicar el proceso de salida a la Tierra Prometida.

Las parábolas se relacionan muy bien con la pedagogía de Jesús. Como es un género literario imaginativo, que toma en consideración la cultura, el entorno, la naturaleza y la historia para transmitir el mensaje, facilitaba los procesos efectivos de comunicación. Para el Señor, la educación verdadera no era la repetición acrítica de las tradiciones antiguas del pueblo de Israel, sino la revisión de los valores prioritarios y los principios rectores que se manifiestan en la Ley y las enseñanzas de los profetas bíblicos, para explicarlos y aplicarlos a las nuevas realidades históricas, espirituales, sociales, económicas, políticas y religiosas del mundo palestino del primer siglo.

En el análisis detenido de las parábolas, se pone de manifiesto la capacidad didáctica y la visión teológica de Jesús de Nazaret. El Señor no se dedicaba a repetir las doctrinas de los fariseos y los saduceos, sino que, fundamentado en las tradiciones de los antepasados del pueblo, articuló un mensaje pertinente a su generación, que ciertamente rompió los límites del tiempo y la geografía, para llegar con fuerza a otras épocas y latitudes. Jesús, en efecto, era un maestro de las parábolas, un educador contextual, un buen orador con gran capacidad de comunicación, y un predicador extraordinario de valores, sueños y esperanzas.

Respecto a las parábolas de Jesús, la gente puede escucharlas con agrado y sencillez, disfrutar su mensaje esperanzador, aquilatar el significado desafiante y responder positivamente al llamado divino. Hay personas que, al escuchar el mensaje de las parábolas, y al ver el resultado de esas palabras transformadoras en los individuos y en la comunidad, responden con humildad, gratitud, conversión y fidelidad a los valores que se destacan en esas enseñanzas.

Otras personas, sin embargo, ante esa misma palabra, ripostan al mensaje parabólico de Jesús, con indiferencia o altivez, con hostilidad e inmisericordia, con resentimiento y agresividad. Ante las palabras redentoras, desafiantes y penetrantes del Maestro, hay individuos que deciden rechazar el llamado divino e ignorar su reclamo fundamental e indispensable: Vivir a la altura de los valores de paz, justicia y dignidad, que se ponen claramente de manifiesto en las enseñanzas del Reino de los cielos, que es la forma que utilizaba Mateo para identificar esa importante enseñanza de Jesús.

Definición de las parábolas

De fundamental importancia en este estudio es la definición de parábolas que usaremos. Esa definición básica nos ayudará a desarrollar los parámetros necesarios para enmarcar nuestro estudio en un entorno temático y teológico adecuado, y para ubicar nuestras reflexiones en un contexto literario y lingüístico pertinente. Además, nos permitirá agrupar las parábolas en categorías, para propiciar un mejor manejo de los asuntos expuestos y para fomentar una mejor identificación de las diversas características que manifiestan.

Algunas definiciones tradicionales nos pueden ubicar en la tradición hermenéutica, o de interpretación, de estas narraciones relacionadas con el ministerio de Jesús. De forma sencilla y popular, una parábola es un tipo de relato sencillo que transmite una verdad profunda. Otra manera breve de explicar el género es indicar que las parábolas son narraciones cortas que se cuentan con una segunda intención, con una finalidad alternativa. Esta última definición destaca el componente referencial del relato, sin necesariamente identificar a lo que se alude. Se trata de un tipo de relato que tienen una intención ulterior, además de las realidades que presenta.

Una definición más elaborada y académica, que presenta los diversos niveles de la narración, indica lo siguiente: “En lo esencial, una parábola es una metáfora o símil de la naturaleza o de la vida cotidiana que cautiva a quien la escucha por su fuerza o novedad, y que deja en la mente suficiente acerca de su aplicación exacta como para provocarla a pensar activamente” (C.H.Dodd). Esta definición, un poco más elaborada, compleja y técnica, destaca los elementos de comparación e incluye el propósito de pensar con juicio para descubrir las implicaciones de la enseñanza.

Nuestro análisis de las parábolas, explora las definiciones necesarias y adecuadas entre esas directrices. Desde la perspectiva temática y literaria, las parábolas son narraciones sencillas, comunicaciones indirectas, generalmente breves, que toman de la vida diaria sus imágenes, personajes, contextos y asuntos. Jesús las utiliza como un vehículo fundamental y prioritario en la comunicación de su mensaje. Las realidades de la vida, con sus desafíos, contentamientos y paisajes palestinos, son el recurso fundamental para el desarrollo de este tipo de enseñanza de Jesús. El ambiente genera en Jesús la creatividad y propicia la inspiración. Los gozos y las tribulaciones del pueblo estaban en el corazón de los propósitos de Jesús al comunicar esas narraciones breves y directas. Y fundamentado en esas realidades de la vida presentaba una enseñanza que desafiaba a los oyentes.

El estudio sobrio de las parábolas revela que, además, como se fundamentan en la cotidianidad, sus detalles, imágenes, colores, olores e insinuaciones incentivan la comunicación, propician el aprendizaje, fomentan la asimilación de los valores y contribuyen positivamente al proceso educativo transformador. Son narraciones que llaman al oyente y lector a la renovación: los desafían a moverse del mundo conocido a esferas noveles de la imaginación y la creatividad. Ese ambiente familiar de las parábolas le permite al oyente o lector identificarse con los personajes de las narraciones, que propicia una muy buena manifestación de contrastes y revelación de sorpresas.

En este proceso de definición literaria y temática, una singular y clara afirmación metodológica es de importancia capital: las parábolas no son alegorías, por lo menos en el contexto primario de sus presentaciones. La palabra «alegoría» proviene del griego alla-agoreuo, y etimológicamente, significa «decir otra cosa».

Las alegorías son formas de comunicación que están llenas de significados. ¡Hay enseñanzas e implicaciones definidas en cada uno de los detalles de las narraciones! Los personajes, las imágenes, los parajes y los silencios; tienen relevancia y significación. Las alegorías son comunicaciones preñadas de simbolismos en sus diversos componentes.

A través de la historia muchas parábolas se han visto, estudiado e interpretado desde esta forma alegórica. Y los intérpretes de estas narraciones de Jesús, descubrieron diferentes significados en los detalles, las ilustraciones y los personajes de las parábolas. La verdad es que ha sido un ejercicio de creatividad e ingenio, pues muchas de las interpretaciones delatan más las teologías de los intérpretes que las enseñanzas de Jesús.

Las parábolas, aunque en algunos procesos de interpretación han sido alegorizadas con intensidad –es decir, han sido comprendidas como si fueran alegorías– tienen solo un propósito específico y una finalidad determinada. Los detalles de esas narraciones no tienen necesariamente significación particular y no cumplen función educativa alguna. Las parábolas tienen un mensaje central definitivo que debe identificarse, destacarse y asimilarse. Y ante esa enseñanza y desafío, se espera del oyente o lector alguna respuesta.

Un elemento singular de las parábolas de Jesús es que son narraciones abiertas, sin conclusiones definidas claras, y en ocasiones finalizan de forma abrupta y sorpresiva. Parte del proceso educativo del Predicador nazareno es desafiar a la persona que oye y lee el relato a sacar sus propias conclusiones. El Señor motiva a quienes escuchan y leen sus enseñanzas a descubrir y disfrutar algunos alcances, tanto individuales como colectivos, del mensaje. Esta singular característica de las parábolas mueve a las personas a crecer y desarrollarse en los niveles del conocimiento: van de lo que conocen, aprecian y aquilatan, a planos noveles de comprensión que propician cambios fundamentales en sus actitudes, prioridades, valores, principios, decisiones y estilos de vida.

El tema fundamental de las parábolas es lo que Jesús identifica como el Reino de Dios o de los cielos, que es una manera singular de referirse a lo eterno, a Dios y a su señorío y poder sobre la historia, la humanidad y la naturaleza. Además, el Reino es una forma significativa de aludir a las relaciones humanas del Creador y las personas.

Referente a este singular tema del Reino, que veremos con detenimiento más adelante, es indispensable indicar de antemano que el objetivo primordial de las narraciones evangélicas no es solo transmitir informaciones o compartir conocimientos, sino llamar a una nueva forma de vivir, convocar a una manera novel de enfrentar la existencia, y reclamar un cambio sustancial de prioridades, valores y actitudes en la vida. ¡Los mensajes del Reino requieren cambios éticos, conversiones personales, transformaciones espirituales, renovaciones morales, redenciones sociales, liberaciones nacionales!

El Reino, más que un espacio histórico, es el reconocimiento del señorío divino sobre individuos, comunidades y pueblos. Más que un gobierno humano es la manifestación plena de la hegemonía divina en medio de la historia de la humanidad. Más que una administración geográfica es el aprecio a los valores que dignifican a las personas y enaltecen al Dios Creador. Más que súbditos serviles es la afirmación de la creatividad, la propiciación de la imaginación, la incentivación de esperanza y la promulgación de la renovación.

De singular importancia es comprender que las parábolas de Jesús son formas de comunicación simbólicas, son maneras de transmitir el mensaje que evitan las referencias claras y explícitas a los temas expuestos. Al mismo tiempo, son formas de referirse al Reino de manera directa, es decir: se trata de un valor supremo, un asunto fundamental, un principio distinguido en la vida, que demanda y requiere todo lo que las personas pueden brindar, todo lo que la gente quiere llegar a ser.

En las parábolas evangélicas, sin embargo, se indica únicamente que el Reino es «semejante a…», evitando de esa forma producir una definición explícita, definitiva y directa del término o de la idea. Se asocia el Reino con varias imágenes que destacan diversos conceptos que transmiten contenidos importantes para comprender su significado. Con el tema del Reino, Jesús inspiraba a sus discípulos y desafiaba a sus adversarios, abría nuevos horizontes teológicos para sus seguidores, e incentivaba la creatividad y la proyección al porvenir…

El análisis lingüístico del término griego parabolé también puede contribuir positivamente a nuestra comprensión de las parábolas en los evangelios. En español, la voz «parábola» tiene por lo menos tres usos y significados inmediatos. En primer lugar, puede describir, de forma amplia, a casi cualquier comparación que desee estimular el pensamiento y la reflexión. La expresión griega se puede utilizar para representar proverbios (Lc 4.23), enigmas o acertijos (Mr 3.23), comparaciones (Mt 13.33), contrastes (Lc 18.18), y narraciones simples (Lc 13.6-9) y complejas (Mt 22-14). Inclusive, si las alegorías constituyen un género literario singular, también pueden ser descritas de forma general por nuestro término (Mr 4.3-9).

Nuestra palabra «parábola», además, puede tener un uso más restringido y singular. Se puede utilizar solo para describir las analogías, y de esa manera se excluirían los proverbios, los enigmas o acertijos, y las formas narrativas de comunicación. Inclusive, una tercera forma aún más limitada de entender «parábola» en castellano, es distinguirla también de similitudes, alegorías e historias ejemplares.

La comprensión del término que usaremos en nuestro libro (p. ej., paraballo) se fundamenta en el análisis y la evaluación del sustantivo hebreo mashal, que generalmente se traduce en el texto griego de la Biblia hebrea conocida como la Septuaginta (LXX), como parabolé (p. ej., ¡en 28 de 40 oportunidades!). En efecto, mashal en hebreo posee un campo semántico amplio, pues puede referirse a cualquier frase o pensamiento que tiene la finalidad de estimular el estudio pausado, la reflexión profunda y el análisis sobrio. Hay estudiosos que entienden, inclusive, que Jesús, en una muy buena tradición rabínica, recurría regularmente a los mashalim (plural de mashal) para desarrollar sus ideas y presentar sus mensajes.

En nuestra evaluación de las parábolas, entendemos que Jesús hereda en sus enseñanzas esa comprensión hebrea del término mashal, traducido al griego como parabolé. Ese entendimiento de la antigua imagen bíblica lo incorpora en sus discursos, proverbios, comparaciones, enigmas o acertijos, e imágenes que estimulan el pensamiento crítico, la reflexión ponderada, el análisis cuidadoso, y la educación transformadora.

En hebreo hay tres verbos relacionados con la palabra mashal. Y pueden significar «ser como», «usar un proverbio o parábola» o inclusive «gobernar». Posiblemente esos tres verbos provienen de una misma raíz hebrea, que se puede asociar directamente con las ideas de «semejanza» o «comparación». De esta forma, los mashalim hebreos, son formas de comunicación indirectas que presentan semejanzas o articulan comparaciones. Esas ideas se revelan de forma clara en la comprensión que hacen los evangelios de las parábolas de Jesús.

Procesos de transmisión oral y redacción

Según se incluyen en los evangelios, las parábolas de Jesús han vivido procesos literarios importantes, que van desde la transmisión oral en las comunidades de fe, a la redacción individual y arreglo en grupos temáticos, pasando por varias etapas de revisiones estilísticas, transformaciones literarias, reformulaciones teológicas e interpretaciones contextuales. Desde el momento mismo en que el Señor pronunció las parábolas en su entorno inicial, hasta que se fijaron de manera escrita, para posteriormente incluirse en los evangelios, pasaron como tres décadas, posiblemente cuatro, o quizá más. En ese período la vida continuó, y las necesidades de los creyentes y las iglesias incipientes cambiaron, según variaban las realidades sociales, políticas, económicas y religiosas de las comunidades.

Con el paso del tiempo, y también con el desarrollo de los primeros grupos de fe, los creyentes, particularmente los líderes –p. ej., evangelistas, apóstoles, maestros, pastores y profetas– fueron repitiendo, redactando, revisando, reestructurando y actualizando el mensaje original de las parábolas de Jesús, para adecuarlas a las nuevas circunstancias y los nuevos desafíos. Y ese singular proceso de recuento, estudio, adaptación y presentación, se pone de relieve en la redacción de los evangelios canónicos en general, y también en la incorporación y fijación final de las parábolas que los evangelistas incluyen en sus documentos canónicos.

Jesús de Nazaret, de acuerdo con el testimonio evangélico, no escribió sus mensajes ni puso por escrito sus parábolas. ¡No tenemos constancia de que haya escrito sus enseñanzas! ¡El Señor dominaba la oralidad! ¡Era un genio de la palabra hablada! ¡Era un maestro de la expresión, los matices y la entonación! ¡Y tenía control sobre las pausas y los silencios, los gestos y las insinuaciones, las miradas y los suspiros, las declaraciones y los reconocimientos!

Lo que comenzó con un discurso pedagógico de importancia, llegó a la memoria de los oyentes. En esos recuerdos se mantuvieron las parábolas y enseñanzas de Jesús, que fueron repetidas por sus seguidores de manera reiterada. Las personas que escucharon las parábolas directamente de Jesús, y posteriormente de sus discípulos, las recitaban en diversos ambientes familiares y educativos, las explicaban en variados contextos eclesiásticos, las analizaban en entornos religiosos diferentes, y las exponían en distintas discusiones apologéticas.

Una forma de mantener la fidelidad en las narraciones originales, son los recuentos repetidos de las parábolas en diversos contextos. En presencia de otros testigos de los recuentos originales, no podían introducirse muchas variaciones ni podían incorporarse cambios temáticos y literarios que alteraran las fórmulas originales. La oralidad era una forma importante de mantener los temas singulares, los contenidos específicos y las fórmulas precisas de las parábolas. En ese período inicial del cristianismo, donde el recuento oral era visto con respeto y seguridad, la desconfianza recaía sobre los documentos, pues podían variarse o cambiarse de acuerdo con el propósito de quien redactaba el escrito.

Cuando las parábolas fueron fijadas por escrito, todavía estaban vivos algunos testigos de lo que Jesús había dicho. Entre los miembros de las iglesias había personas que escucharon esos mensajes en su contexto original. Esos testigos, que no necesariamente eran pocos, garantizaban la fidelidad de las transformaciones de las parábolas, que viajaron de una fundamental y básica etapa oral a otra escrita, de igual importancia.

Las enseñanzas de Jesús, incluyendo las parábolas, se utilizaban repetidamente en homilías, en la eucaristía o cena del Señor, en los procesos educativos, en diálogos teológicos entre creyentes, en himnos y cánticos espirituales, y en discusiones apologéticas. Y esos necesarios contextos eclesiásticos y pedagógicos constituyeron el ambiente adecuado, no solo para la fijación de las parábolas, sino para la redacción final de los evangelios canónicos.

Una de las fuerzas que motivó la redacción de las parábolas y los evangelios fue el rápido crecimiento de las iglesias, que demandó de sus líderes, particularmente de los maestros, materiales adecuados para discipular a los nuevos convertidos; necesitaban recursos eficientes para preparar a los creyentes que debían crecer y desarrollarse en la fe. El avance de las congregaciones por el Oriente Medio fue un detonante principal para transformar las narraciones en documentos, para mover la oralidad a la literatura.

De singular importancia en la evaluación de las parábolas de Jesús, es la relación entre Jesús y sus enseñanzas. Para los creyentes, las predicaciones y enseñanzas que se brindaban en las iglesias, particularmente en los procesos educativos, no eran los recuerdos de alguna persona fallecida y que recordaban con agrado y distinción. Por el contrario, esas enseñanzas y valores eran las palabras de un ser viviente, pues para las comunidades cristianas Jesús había resucitado, para los grupos de creyentes el Cristo resucitado estaba presente en sus actividades. Para la gente de fe, ¡Jesús no quedó cautivo en la tumba, no permaneció muerto! ¡El sepulcro no le había vencido! ¡Esas enseñanzas y narraciones y narraciones provenían de un líder que había roto con las comprensiones tradicionales de la vida y la muerte!

Las parábolas de Jesús, como también el resto de los evangelios, eran una forma de afirmar el milagro de la resurrección, era una manera espiritual de celebrar la vida sobre la muerte, era parte de un proceso teológico que destacaba la esperanza como un valor indispensable en la vida. El Jesús que había pronunciado las parábolas en su entorno original en la Galilea y Jerusalén, para sus seguidores, era el mismo Cristo que se manifestaba con virtud, gracia y misericordia en la vida de las congregaciones luego del día de Pentecostés. De esa forma teológica se unían las tradiciones históricas sobre Jesús de Nazaret con los reclamos de la fe, que afirma, sin temores e inhibiciones, que Dios resucitó a Cristo de entre los muertos.

En ese extraordinario proceso histórico, educativo, espiritual y teológico, las parábolas de Jesús fueron leídas y explicadas en las congregaciones. Algunas de esas reflexiones y revisiones posteriores se incorporaron en la redacción final de los evangelios como explicaciones de las parábolas (véase, p. ej., Mt 7.1-14). Y esas reflexiones se relacionan generalmente con los sermones y las enseñanzas de los líderes congregacionales, específicamente con las necesidades espirituales de las primeras comunidades cristianas.

Características de las parábolas de Jesús

Al estudiar el cuerpo en general de las parábolas de Jesús, se pueden descubrir y explorar algunos elementos significativos que las caracterizan. Se pueden discernir y descifrar, en efecto, al analizarlas, algunos detalles literarios, varias singularidades teológicas y diversas particularidades temáticas, tanto en el estilo del Maestro como del evangelista, que pueden contribuir positivamente al proceso de análisis y comprensión del mensaje.

No intento en esta sección imponer de forma arbitraria algunos criterios externos y ajenos a la gama rica, compleja y extensa del género parabólico de Jesús. La verdad es que cada una de las parábolas tiene su identidad, genio, sentido y singularidad: ¡No hay nada de lo que podamos decir que las abarque a todas! ¡No hay forma de contener la creatividad de un maestro excepcional! ¡No es posible subestimar la extensión y las implicaciones de las enseñanzas de Jesús!

Cada parábola es una unidad en sí, y no es tarea fácil descubrir y presentar características temáticas, estilísticas y literarias que se manifiesten en todas. Mi objetivo es identificar y subrayar algunos elementos estilísticos y temáticos que nos pueden ayudar en nuestro estudio. Sigo de esta forma los estudios contemporáneos en torno a las parábolas.

Las parábolas evangélicas son generalmente narraciones cortas

El mensaje se presenta de manera directa y clara, y la narración, en la gran mayoría de los casos estudiados, es corta. ¡Más de la mitad de las parábolas tienen cuatro versículos o menos! ¡Y solo nueve tienen más de diez versículos! Las parábolas van desde dichos breves en un solo versículo, hasta algunas narraciones un poco más extensas, que llegan a veintidós versículos. Los relatos son directos y desafiantes.

Las parábolas omiten detalles que no son relevantes para el objetivo del mensaje. Incluyen solo personajes y entornos que son necesarios para el descubrimiento y la afirmación de la enseñanza. Y de esta forma se excluyen pormenores y motivaciones que a nosotros nos pudieran parecer importantes y necesarios. En este sentido, hay que recordar y reiterar que las parábolas generalmente transmiten un solo mensaje, no son alegorías en las que cada detalle del relato tiene alguna significación ulterior.

Las parábolas son sencillas y en ocasiones, simétricas

La simplicidad de las parábolas impide que se vean más de dos personas o grupos actuando a la vez en la misma escena, aunque la narración incluya más personajes. Esa misma sencillez hace que el relato incluya estructuras balanceadas, contrastes, repeticiones y paralelos, que ayudan al importante proceso de memorización en las dinámicas educativas. Y para la oralidad y la memorización, esos detalles estructurales son muy importantes.

Las parábolas generalmente relatan acontecimientos relacionados con alguna persona

Con la posible excepción de la parábola de la semilla de mostaza (véase Mr 4.30-32), estas narraciones tienen que ver con los seres humanos. La prioridad de las parábolas es presentar una escena de la vida diaria. Lo cotidiano es lo importante, lo necesario y lo fundamental. No son enseñanzas hipotéticas o explicaciones filosóficas en torno a la naturaleza animal o vegetal, sino desafíos espirituales, éticos y morales para seguir los valores del Reino.

Las parábolas se fundamentan en la vida diaria, pero son relatos ficticios con componentes hiperbólicos

En estas narraciones se incorporan exageraciones para destacar algún punto, aunque el mismo relato hace que la gente se identifique con los personajes o se relacione con alguna de las escenas que se presentan. La hipérbole tiene la función literaria de enfatizar alguna enseñanza o incorporar el importante elemento de la sorpresa en la narración.

¡Es improbable que alguien pudiera tener 10,000 talentos en la Palestina del primer siglo! (Mt 18.23-35). La exageración en esta parábola hace que el mensaje llegue con autoridad y vida a su audiencia.

Las parábolas hacen que los oyentes o lectores se sientan atraídos por el relato, se sientan motivados por la narración

El propósito es crear interés, mantener la atención e incentivar algún tipo de respuesta, que puede ser reflexiva o activa. Y para lograr este particular objetivo, las parábolas hacen uso de diversos recursos, que pueden ser tanto literarios como retóricos: por ejemplo, se emplean soliloquios, diálogos y exageraciones; se pueden brindar algunos detalles en la narración que hagan que el oyente se sienta parte del relato. La finalidad es motivar al oyente a la acción y para lograrlo se utilizan los recursos disponibles.

Como uno de los propósitos básicos del mensaje de Jesús es desafiar a la gente a la conversión, algunas parábolas incluyen el importante elemento de llamado a la transformación. Son narraciones que llaman a la conversión, motivan al cambio de vida, reclaman la revisión de las prioridades, demandan la renovación de los valores en la vida.

Las parábolas generalmente incluyen un elemento crucial, muchas veces de forma sorpresiva, al final de la narración

¡La finalidad del relato es impactar el pensamiento de las personas y la conducta de la gente! Y de esa forma, al culminar la parábola, el oyente tiene espacio y tiempo para pensar qué debe hacer con el mensaje recibido. La sorpresa cumple un propósito didáctico fundamental en las parábolas.

Las parábolas tienen un contexto histórico, político, social y religioso específico y definido

El entorno de las parábolas se relaciona con la Palestina ocupada por el imperio romano, los campos de la Galilea, el mar de Genesaret, el camino de Jericó a Jerusalén, el judaísmo del siglo primero, el conflicto con los samaritanos. Y el conocimiento adecuado de ese contexto geográfico, político, religioso y espiritual es impostergable para la comprensión adecuada del mensaje. Por esa razón las parábolas se presentan sin explicaciones previas, ni introducciones temáticas. ¡La gente comprendía muy bien lo que Jesús decía!

Las parábolas de Jesús tratan el tema de Dios e intentan cambiar el comportamiento humano al confrontar las personas con los valores que deben distinguir a la gente que se asocia con los valores del Reino

En las narraciones se habla de una nueva realidad, superior a la presente, que demanda de las personas cambios sustanciales de actitud. ¡La teología de las parábolas es la afirmación del Reino de Dios! Y fundamentadas en esa importante afirmación teológica, las parábolas reclaman cambios sustanciales en la vida y el comportamiento de los oyentes.

Con frecuencia, las parábolas de Jesús aluden a narraciones o enseñanzas que se encuentran en el Antiguo Testamento

Jesús se educó en un ambiente judío donde el estudio de la Biblia hebrea era continuo, prioritario e indispensable. Y esas imágenes bíblicas y enseñanzas escriturales son las que informan el temario y nutren la teología de las parábolas de Jesús.

Regularmente las parábolas se incluyen en grupos, en el orden canónico de los evangelios

Ese arreglo literario posiblemente tiene la finalidad de destacar algún tema o enfatizar alguna enseñanza, no necesariamente indica el orden original en el cual Jesús presentó la parábola originalmente. Revelan, más bien, el objetivo temático y teológico del evangelista.

Interpretación de las parábolas

El proceso de interpretación de las parábolas debe seguir el rigor académico, la pulcritud intelectual y la piedad humilde que caracteriza todo estudio bíblico serio, pertinente, sistemático y profundo. ¡No hay atajos en la exégesis seria de las parábolas! ¡No hay caminos cortos en el estudio sistemático de estas narraciones! Se requiere, en efecto, buena disposición académica, recursos bibliográficos adecuados, serenidad de espíritu y apertura intelectual.

Para comenzar, hay que entender, y nunca olvidar, que tenemos tres desafíos mayores al estudiar la Biblia en general, y estas narraciones evangélicas en particular: las parábolas no se presentaron originalmente en español; no reflejan estos relatos la cultura latinoamericana; ni estas narraciones provienen de nuestra época moderna o postmoderna. En efecto, hay que reconocer, antes de acometer nuestra tarea investigativa de las parábolas, que existen diferencias lingüísticas, culturales y temporales que no pueden subestimarse al evaluar esta serie de discursos importantes de Jesús, ni mucho menos ignorarse.

Jesús pronunció sus parábolas posiblemente en arameo, y con el tiempo se tradujeron al griego koiné para formar parte de los evangelios. Las versiones que leemos en castellano provienen de traducciones de los mejores manuscritos griegos del Nuevo Testamento que tenemos a nuestra disposición el día de hoy. Sin embargo, no podemos perder de vista que aún las mejores traducciones siguen siendo traducciones, y que hay elementos lingüísticos que son extremadamente difíciles de mover de un lenguaje a otro. Además, cada idioma tiene su genio, sus características, sus singularidades, sus matices…

La cultura que presuponen las parábolas es esencialmente agraria, y prioritariamente revela las dinámicas rurales que se vivían en la Palestina del primer siglo. Es el mundo de la Galilea el que se pone de manifiesto en la mayoría de las narraciones de Jesús. Algunos relatos presuponen el ambiente y los contextos de la ciudad de Jerusalén, especialmente las dinámicas alrededor del Templo.

Las costumbres, los oficios, la geográfica, los comportamientos y las teologías forman parte de la cultura judía de la época de Jesús. ¡No son retratos de nuestras sociedades hispanoparlantes en América Latina, España y las comunidades hispanas de los Estados Unidos de América! Tener consciencia de esa distancia cultural es fundamental al comenzar el trabajo exegético y hermenéutico de las parábolas.

La Palestina que fue testigo de las parábolas de Jesús está enmarcada en las dinámicas sociales, políticas y religiosas del siglo primero. ¡Ese era un período de ocupación romana en Palestina! Era el momento de la hegemonía política de la familia de Herodes, que gobernaba bajo el amparo imperial de los ejércitos de Roma. Esa singularidad militar, que tenía repercusiones sociales, económicas, políticas y religiosas, es completamente diferente al mundo contemporáneo. En la actualidad, vivimos, solo para dar un ejemplo, en el tiempo de las comunicaciones instantáneas, donde las distancias físicas en el globo terráqueo se han acortado. ¡Es el mundo cibernético!

Una vez se toman las medidas necesarias para superar esos tres desafíos exegéticos básicos, procedemos a estudiar e interpretar las parábolas. Y para lograr ese objetivo fundamental, recomiendo ser cauteloso y riguroso, osado y prudente, audaz y humilde, sobrio y sabio. Además, invito a seguir las siguientes recomendaciones, que están en consonancia con las investigaciones académicas contemporáneas.

Hay que analizar cada parábola con sobriedad y detenimiento

Este estudio detallado debe tomar seriamente en consideración la estructura del relato, los paralelos y las simetrías de la narración; también debe ponderar las palabras clave del discurso, los paralelos en otros evangelios, el lugar de la parábola en la narración total del evangelio, y el factor sorpresa, que generalmente está presente al final del texto.

Debemos allegarnos a la parábola, en lo que se pueda, sin prejuicios teológicos ni presuposiciones temáticas

Es importante permitir que sea la misma parábola la que guíe el estudio, que oriente la identificación de los temas, que revele su teología, que describa a sus personajes, que presente las descripciones pertinentes. Es importante evitar, en lo que podamos, la imposición de nuestras teologías y estructuras eclesiásticas y filosóficas en la narración de la parábola.

Es muy importante recordar que las parábolas son producto de una cultura oral y fueron dichas mucho antes de ser redactadas

Aunque posiblemente Jesús las pronunció en más de una ocasión, la oralidad juega un papel protagónico en el estudio de las parábolas. Debemos estar pendientes de algunos detalles orales que son marcadores de significado: Por ejemplo, la expresión «el que tiene oídos para oír…» pone de manifiesto que en las narraciones de Jesús había más de un nivel de sentido al que había de poner singular atención.

Hay que prestar particular atención a cómo los primeros oyentes palestinos recibieron el mensaje

La interpretación de las parábolas debe tomar en consideración que fueron los discípulos, los líderes de las comunidades judías y los oyentes contemporáneos de Jesús en la Galilea o Jerusalén los que recibieron esa palabra por primera vez. Si alguna interpretación de estas narraciones no toma en consideración esa finalidad original de las parábolas, no es adecuada ni puede ser correcta. Debemos escuchar y tratar de descifrar lo que el Señor le quería enseñar a sus seguidores primarios, antes de llegar a conclusiones y preparar enseñanzas para las comunidades contemporáneas.

Referente a las parábolas, hay que estar conscientes que su redacción final, y su ubicación dentro de la narración general en el evangelio, responde a las prioridades temáticas y teológicas de los evangelistas

Esta singularidad estructural requiere que identifiquemos y evaluemos las líneas teológicas fundamentales de los evangelios, para relacionar el mensaje específico de las parábolas con esa finalidad educativa y teológica de cada evangelista. No podemos perder de vista que las parábolas revelan dos contextos inmediatos: el primero, el entorno en el cual Jesús las pronunció; y el segundo, el uso que le ha dado el evangelista en la formación de su evangelio.

Analice la relación de la parábola con el resto de las enseñanzas de Jesús

Al estudiar e interpretar las parábolas, es importante ubicar el mensaje específico de esa narración con relación al resto de las palabras de Jesús. Esa teología general de Jesús, esas reflexiones amplias del Maestro nos pueden ayudar a entender los detalles, las imágenes, los matices, las ideas y los principios que se revelan en algunas parábolas en específico.

Las parábolas son narraciones cortas y debe interpretarse lo que está explícito en el relato, no lo que está ausente

Como las parábolas son breves, y evitan brindar información no necesaria para el propósito específico del relato, hay economía de datos, y el silencio de algún detalle no puede ser el fundamento para desarrollar alguna teoría hermenéutica o afirmar una tendencia teológica específica.

El tiempo en las parábolas se desarrolla en función del propósito del relato

El tiempo en las parábolas cumple una finalidad simbólica no cronológica. No se presentan relatos históricos, no se trata de experiencias vividas por los personajes neotestamentarios. Cada narración tiene su percepción del tiempo, la historia y las realidades.

De singular importancia es el final de la parábola

Aunque en la narración de las parábolas hay detalles que se articulan y un asunto singular que se presenta, hay que poner atención específica a la forma en que finaliza el relato. La terminación de las parábolas con frecuencia incluye un elemento de sorpresa, que revela la intención específica de Jesús y el propósito real del evangelista.

Identifique la finalidad teológica de la parábola

Las parábolas eran instrumentos educativos que le servían a Jesús para articular sus prioridades teológicas y presentar sus desafíos éticos, morales y espirituales. La identificación del valor teológico que la parábola desea destacar es de gran importancia en el esclarecimiento del propósito del relato. La comprensión de la teología de la parábola nos ayuda a entender su finalidad educativa y su desafío ético.

Estas recomendaciones, unidas a la responsabilidad, el esfuerzo y la dedicación de las personas que estudian estas narraciones, contribuirán positivamente al análisis y el esclarecimiento del mensaje de las parábolas, y también al descubrimiento de sentidos y valores que pueden aplicarse a la sociedad contemporánea. La comprensión y enseñanza de las parábolas debe estar ligada a su estudio riguroso y profundo, con las herramientas necesarias y con los recursos pertinentes.

Una palabra adicional es requerida, referente a la metodología de estudio de este tipo de narraciones de Jesús. El estudio de las parábolas no solo es ciencia sino arte, gracia y revelación. En el proceso sistemático, sosegado y ponderado de evaluación literaria y análisis teológico, nada sustituye la creatividad y el ingenio de un estudiante motivado y decidido, ni suplanta la gracia divina y la virtud del Espíritu. Debemos recordar que las parábolas transmiten las enseñanzas de un maestro excepcional, que utilizaba el lenguaje, no solo con pulcritud semántica, sino con arte, creatividad, ingenio e inspiración.

Trasfondo histórico, cultural y religioso de las parábolas

Jesús de Nazaret fue el maestro en la creación y presentación de las parábolas. Las utilizó como su vehículo educativo principal, posiblemente desde los comienzos mismos de su ministerio público en la Galilea, y prosiguió esa metodología hasta las etapas más avanzadas de su tarea docente en Jerusalén. En ese proceso didáctico, el Maestro de Nazaret fue desarrollando y perfeccionando ese sistema de comunicación, al utilizar las imágenes que le brindaban los parajes palestinos por los cuales transitaba regularmente con sus seguidores, e incorporar los temas y asuntos que le proveían sus lecturas, estudios y conocimiento de la Biblia hebrea o Antiguo Testamento. Quizá no inventó el género, pero lo utilizó de forma óptima, lo perfeccionó.

En honor a la verdad, se puede documentar el uso de parábolas en diversas culturas del mundo, antes y después del ministerio de Jesús. En las culturas chinas, por ejemplo, particularmente en ambientes budistas, se ha descubierto que el uso de parábolas tuvo una influencia considerable en la comunidad. Aunque no podemos afirmar que Jesús fue el primero en usar este tipo de comunicación indirecta para transmitir sus enseñanzas, podemos decir que en su ministerio terrenal ese género llegó a su máxima expresión.

La influencia del Antiguo Testamento

En el desarrollo del ministerio parabólico de Jesús, la influencia más decisiva, firme y clara proviene de sus lecturas, reflexiones y estudios de la literatura veterotestamentaria. Específicamente esa influencia se nota con claridad en las imágenes y los temas expuestos, y en el uso continuo de la literatura poética, sapiencial y profética. Ese ambiente de ideas, imágenes, valores, conceptos, principios, enseñanzas y teologías, que se pone claramente de manifiesto en la Biblia hebrea, constituyó la fuerza mayor que movió a Jesús a utilizar y desarrollar su ministerio educativo a través de las parábolas.

El Antiguo Testamento griego, o la versión Septuaginta (LXX), utiliza la palabra parabolé para traducir de forma continua el término hebreo mashal. Lo singular de esta expresión hebrea, es que su significado fundamental en castellano es «enigma» (quizá «acertijo») y transmite la idea de algo oculto. Esa comprensión se pone de manifiesto con claridad al leer y estudiar varios pasajes bíblicos del Antiguo Testamento de pertinencia y significación (p. ej., 1Re 5.10-14; Sal 78.2; Ez 17.1-2).

El mashal bíblico, en efecto, estaba relacionado principal y directamente con la literatura sapiencial. Describía algo enigmático o secreto; aludía a lo misterioso o proverbial; se relacionaba con lo oscuro e inexplicable. El mashal del Antiguo Testamento, aunque se ha traducido como «parábola» en la LXX y otras versiones de la Biblia, no transmite la totalidad de las ideas y los sentidos que se ponen de manifiesto al estudiar el contenido de las parábolas que utilizó Jesús en su ministerio. El elemento semántico fundamental que se destaca en el término mashal, es el misterio, mientras que la voz parabolé, en el ministerio de Jesús, describe prioritariamente un cuerpo de enseñanzas que son entendibles, comprensibles, asimilables y apreciables.

Una posible excepción en torno a esa comprensión hebrea es necesaria en este análisis. Se trata de un caso singular en el que un profeta utiliza la narración parabólica para confrontar al rey, con una intención similar a que se usa en el ministerio de Jesús. Se encuentra en 2 Samuel 12.1-7.

El relato se relaciona con la palabra que le llevó el profeta Natán al rey David, luego que el monarca adulteró con Betsabé y ordenó el asesinato del general Urías, su esposo. La parábola es sencilla: Un hombre pobre tenía solo una oveja, pero vino un hombre acaudalado y se la quitó, para hacer fiesta con sus amigos. Como respuesta al relato profético, el rey declaró la sentencia de pena capital sobre el hombre rico, insensible y prepotente. De singular importancia en el relato, es que un sencillo profeta confrontó a un monarca poderoso con una corta narración parabólica, que finalizó con una sentencia clara, con un reclamo firme, con una decisión solemne: ¡David, tú eres ese hombre injusto!

Quizá este es el único relato que a ciencia cierta deberíamos identificar como «parábola» en el Antiguo Testamento, en la comprensión del término como lo utilizó Jesús en su ministerio. En la narración no hay nada misterioso ni enigmático. Es un relato que incorporó en el proceso de comunicación al oyente, de forma tal que dictó una sentencia, sin percatarse que se trataba de él mismo.

Como en las parábolas de Jesús, el relato del profeta Natán no es un enigma indescifrable y complejo, sino una historia sencilla que demandaba una acción concreta del oyente. Es posible que esta sencilla narración profética haya servido de inspiración y motivación de Jesús para desarrollar su ministerio parabólico. Quizá fue el profeta Natán quien más influenció directamente el ministerio de Jesús de Nazaret, y si ese es el caso, de ese singular relato es que surgen los compromisos proféticos de Jesús.

La búsqueda cuidadosa de narraciones que se asemejen a las parábolas de Jesús en el Antiguo Testamento puede encontrar otros ejemplos significativos. Y hacia esa dirección pueden señalar los siguientes relatos: la parábola profética de la viña en el libro de Isaías (Is 5.1-7); el relato en torno a la viuda y los vengadores (2Sa 14.1-20), en la que Joab hace que una mujer sabia de Tecoa aconseje a David; y la singular narración parabólica en la que un profeta desconocido confronta al famoso rey Acab (1Re 20.35-42).

Quizá es el libro de Ezequiel el que más utiliza en sus mensajes ese tipo de idioma figurado e indirecto característico de las parábolas. Podemos identificar, por lo menos, un grupo de pasajes que utilizan un singular tipo de narración similar al de las parábolas, aunque para algunos estudiosos se trata más bien de alegorías claras y explícitas. Son relatos que describen diversos períodos de la historia de Israel, en los cuales el pueblo es comparado, entre otras imágenes, con una prostituta, una viña y un león (p. ej., Ez 17.2-24; 19.2-9; 19.10-14; 23.1-49; 24.3-14).

A esos pasajes de Ezequiel debemos añadir dos narraciones que merecen nuestra consideración especial, por los temas expuestos y la teología articulada. En el primero se alude a los pastores irresponsables e infieles de Israel, y se afirma que Dios mismo será el pastor de su pueblo (Ez 34). La relación directa con la imagen de Jesús como el buen pastor (Jn 10) es clara, obvia y directa. Y el segundo, trata el tema de la resurrección del pueblo de Israel, en medio de un valle lleno de huesos secos (Ez 37), que puede relacionarse sin mucha dificultad con las narraciones de la resurrección de Cristo.

La observación de su entorno

En el desarrollo del ministerio narrativo de Jesús, se puede identificar cómo el Maestro incorporó en sus parábolas las experiencias de vida: por ejemplo, sus vivencias de hogar, sus viajes por la Galilea, sus trabajos como carpintero y sus estadías cerca del lago de Genesaret. Se puede notar, al estudiar con detenimiento las parábolas y sus enseñanzas, que el entorno tiene una gran influencia en las dinámicas que rodearon a Jesús, mientras vivía, crecía, viajaba, observaba, enseñaba y trabajaba.

¡Un buen maestro usa lo que está a su disposición para crear y presentar sus lecciones! Y eso hizo Jesús… El hogar, la comida, la naturaleza, la flora, la fauna, el lago, la construcción, los paisajes, los pescadores, los agricultores y los peligros del camino, entre otros temas y asuntos, se incorporaron en las enseñanzas parabólicas de Jesús. Transformó esas experiencias de vida en narraciones interesantes y desafiantes, que hacían que el oyente o lector se sintiera atraído, motivado, desafiado, interpelado.

El Señor hablaba del trabajo familiar, la carpintería, y del hombre prudente que construía su casa sobre la roca (Lc 6.24); de la puerta estrecha (Mt 7.13) que aludía a las entradas bajas y angostas que permitían pasar a solo una persona a la vez; y de las lámparas de aceite (Mt 5.15) que facilitaban la visión en las casas oscuras de la Galilea.

La observación del trabajo del hogar le brindó a Jesús material adecuado y pertinente para la elaboración de los relatos parabólicos. En sus mensajes, aludía a la levadura necesaria para la elaboración del pan (Mt 13.33); a las medidas justas de grano (Lc 6.38); al vino nuevo y al viejo (Lc 5.37); y al trigo (Lc 16.7) y la cebada (Jn 6.9). Inclusive alude a la letrina (Mr 7.19), en uno de sus mensajes en el cual hablaba de lo que hace daño al cuerpo.

También la naturaleza le brindó al Señor una serie extraordinaria de imágenes, que utilizó para la ilustración adecuada de sus enseñanzas. Hablaba de las aves que no siembran ni siegan (Lc 12.24); y de higueras (Mr 13.28), olivos (Mr 13.3), zarzas (Lc 6.44) y espinos (Mt 13.7). Inclusive, comparó al Reino de los cielos con un sencillo y diminuto grano de mostaza (Mr 4.31), y entendió que la labor fundamental del sembrador es salir a sembrar, aunque la semilla caiga en diferentes tipos de terrenos (Mr 4.3).

Una serie de mensajes de Jesús requieren nuestra singular atención: las parábolas que incorporan sus observaciones sobre las personas y la naturaleza humana. Una buena persona da a sus hijos alimentos adecuados (Mt 7.10), como hace Dios con sus hijos e hijas; a los buenos amigos hay que recibirlos y responder a sus reclamos (Lc 15.5), aunque sea tarde en la noche; los jueces justos revelan solo un reflejo pálido de la justicia divina (Lc 18.3); los ciegos necesitan lazarillos que los dirijan, que no pueden ser también ciegos (Mt 15.14); y afirmó que en la vida, la gente que triunfa tiene lealtades definidas, no tiene dos señores (Mt 6.24).

Quizá la observación más intensa, y de significación más grata e importante, se relaciona con sus experiencias en el campo, específicamente en la observación de los pastores y las ovejas. Cuando vio las multitudes en la Galilea, pensó que estaban como ovejas que no tenían pastor (Mt 9.36); y cuando habló de la importancia de que nadie quedara atrás ni desorientado en la vida, relató la famosa parábola de la oveja perdida, en la cual un buen pastor dejó las noventa y nueve, por buscar a solo una oveja descarriada (Mt 18.13). Estas imágenes pastoriles, llegan a su más alto nivel cuando habla y dice: «Yo soy el buen pastor, y el buen pastor su vida da por las ovejas…» (Jn 10.11).

La literatura judía

Aunque en la literatura rabínica hay bastantes ejemplos de parábolas, similares a los usos de Jesús, es difícil precisar las fechas de composición de muchas de esas narraciones. Se incluyen en el Talmud, que consiste principalmente de una recopilación de enseñanzas originalmente orales que se encuentran en la Misná, y que destacan y exponen la interpretación de la Ley. Sabemos que estas narraciones estaban redactadas en el siglo 5 d.C., lo que desconocemos es de qué período específico provienen esos relatos. Suponemos que algunos de esos relatos pueden provenir del siglo primero.

El Maestro de Nazaret formaba parte de un grupo de rabinos que se dedicaban a la educación popular en Palestina, y que ciertamente presentaban una teología alternativa a las posturas oficiales del judaísmo de la época, especialmente el que se vivía en Jerusalén. En ese sentido, lo más probable es que Jesús debe haber influenciado y haber recibido la influencia de esos grupos sociales, políticos y religiosos coetáneos.

Varios ejemplos de literatura parabólica se pueden encontrar en Qumrán (p. ej., Génesis Apócrifo 19.14-21), y en algunos documentos apócrifos y pseudoepigráficos (p. ej., Jub 37.20-23; 1En 1.2-3; 2Mac 1.28-30; 4Ez 4.13-21; Bib Ant 37.1-5; 2Bar 22-23; 4Bar 7.26-27). Esa presencia indica que luego del primer siglo, las parábolas se convirtieron en un vehículo popular de comunicación.

Literatura griega y romana

En la literatura greco-romana se pueden encontrar también ejemplos de parábolas. Se trata de narraciones que usan el lenguaje figurado similar a las formas en que Jesús utilizaba el género. Generalmente son formas de comunicación indirectas que incorporan analogías, alegorías y paralelismos (p. ej., Ilíada 9.502-514). Los filósofos griegos son los que más utilizan este tipo de comunicación (p. ej., Séneca y Plutarco).

Las primeras iglesias

En el Nuevo Testamento, aparte de los evangelios y específicamente de las enseñanzas y los mensajes de Jesús, no hay muchos ejemplos del lenguaje parabólico. Quizá en la literatura epistolar alguna analogía (p. ej., 1Co 9.26-27) y alegoría paulina (Gá 4.21-31), pero los ejemplos no son muchos ni significativos. Además, en la Epístola a los hebreos se utiliza la palabra griega parabolé, con un significado más bien metafórico: para indicar que el día del juicio era un símbolo o ilustración de la inefectividad del viejo orden de las cosas (Heb 9.9), y para afirmar que Abraham recibió figuradamente a Isaac de entre los muertos (Heb 11.19).

En la literatura apostólica posterior, la expresión griega parabolé se utiliza con cierta frecuencia. Especialmente en los documentos relacionados con el Pastor de Hermas, se encuentran bastantes referencias al género de las parábolas, aunque no se trata de enseñanzas y narraciones similares a las de Jesús (p. ej., Her 3.2.4—3.8.11; 3.3.2; 3.12.1-3). Y en las cartas de Clemente se utiliza la alegoría para contrarrestar algunas tendencias teológicas (1Clem 23.4-5; 1Clem 11.2-3).

Respecto al mundo que rodeó el desarrollo del género de las parábolas, es importante reafirmar lo siguiente: la influencia mayor de Jesús en el desarrollo de su ministerio parabólico fue posiblemente el Antiguo Testamento, aunque el entorno físico de Palestina debió haber incentivado la creatividad del Maestro. Predicó y enseñó Jesús en medio de un ambiente cultural y religioso judío, que también estaba influenciado por el mundo político y filosófico del imperio romano.

En medio de todas esas fuerzas militares y espirituales, y también al reconocer lo que le había sucedido a Juan el Bautista, Jesús decide llevar a efecto su ministerio parabólico, que ciertamente ha roto con los linderos del tiempo. Las parábolas han llegado hasta las comunidades académicas y a los grupos de fe en la sociedad contemporánea.

Las parábolas en los Evangelios sinópticos

Al evaluar el conjunto de parábolas que se incluyen en los cuatro Evangelios, se descubre que se trata de un fenómeno literario de la tradición sinóptica. Juan en su evangelio ciertamente incorpora un lenguaje metafórico (Jn 10.1-18; 15.1-8), pero la naturaleza y la extensión de esas comunicaciones son eminentemente de orden teológico. Inclusive, este cuarto evangelio no utiliza el término parabolé en sus presentaciones del ministerio de Jesús.

De singular importancia es notar que Marcos es, entre los sinópticos, quien incluye menos parábolas de Jesús, pues es el evangelio más corto. La situación cambia dramáticamente en Mateo y Lucas, que incluyen una gama extensa de las narraciones parabólicas de Jesús. Posiblemente, porque sus redacciones son posteriores a Marcos, estos dos evangelios incorporan en sus descripciones del ministerio de Jesús, casi todas las parábolas del segundo evangelio.

Mateo y Lucas tienen en sus evangelios nueve parábolas que provienen de otras tradiciones que no son de Marcos. Además, cada uno de estos evangelios incluyen parábolas únicas, que no están presentes en ningún otro evangelio canónico. De singular importancia, es descubrir que en Mateo 13 se juntan seis parábolas del Reino, que destacan ese fundamental tema en las enseñanzas prioritarias de Jesús. Y en Lucas, se incorpora un grupo singular de quince parábolas en la sección que tradicionalmente se conoce como “relato del viaje de Jesús” (Lc 9.51—19.44).

Las parábolas en el Evangelio de Juan

El estudio de las parábolas de Jesús encuentra un desafío especial al llegar al cuarto evangelio canónico. Por alguna razón, el evangelista Juan no incorporó en su redacción en torno a la vida y las actividades de Jesús las parábolas, que son tan comunes e importantes en los evangelios sinópticos. Se pone de manifiesto claramente de esta forma, la importancia que tiene el objetivo específico del evangelista y su audiencia en la redacción final de los evangelios neotestamentarios.

No son muchas las instancias en las cuales Jesús utiliza el lenguaje parabólico en Juan. En primer lugar, el idioma usado para presentar a Jesús como el buen pastor y la puerta es parabólico. Inclusive, de acuerdo con el relato, cuando el Señor explicó la parábola del buen pastor, el texto de Juan indica que los oyentes no comprendieron lo que el Maestro les indicaba (Jn 10.6).

Posteriormente, Jesús indica a los discípulos que hasta ese momento les ha hablado en parábolas, pero que llegará la hora en que les hablará con claridad respecto al Padre (Jn 16.25). La implicación es que los mensajes parabólicos son enigmáticos y ocultos.

Y entorno a ese mismo tema, los discípulos responden al Señor, y le indican, que ahora le entienden porque hablaba con claridad y «no en parábolas» (Jn 16.29). Esas afirmaciones ubican el uso del género parabólico en Juan, cercano a las comprensiones de la palabra hebrea mashal en el Antiguo Testamento. Para Juan, las parábolas son sistemas de comunicación complejos y ocultos, que vedan los significados y complican la comprensión adecuada del mensaje.

El estudio del cuarto evangelio, en contraposición con los sinópticos, pone de manifiesto que para el evangelista Juan la palabra griega parabolé, tiene un significado misterioso y enigmático. Sin embargo, el estudio de las parábolas en Mateo, Marcos y Lucas revela que el objetivo de las parábolas era la comprensión adecuada para generar una respuesta pertinente.

Esta comparación revela la intención teológica de Juan al redactar su evangelio. Su propósito específico es presentar a Jesús como el Cristo, Mesías o Ungido de Dios, que articula discursos teológicos sofisticados, profundos, misteriosos, desafiantes. En efecto, la finalidad del cuarto evangelista es mostrar que el Maestro de la Galilea articula una teología alta, es decir, que comparte pensamientos teológicos que están en diálogo con las corrientes teológicas y filosóficas que se manifestaban a finales del primer y principios del segundo siglo de la iglesia. De esta forma Juan se distancia del Jesús de los primeros evangelios, que es más educador del camino, más predicador de la calle, más profeta de pueblo.

La cristología de Juan se define desde los inicios mismos del evangelio. La primera afirmación teológica lo dice con claridad: en el principio está el Verbo o la Palabra. Y ese principio básico y fundamental está fuera de los niveles del tiempo: ya no está en Belén, Nazaret o Jerusalén, sino en los comienzos mismos de la historia humana.

Las afirmaciones en torno al Verbo de Dios o la Palabra divina, presentan a un Jesús denso en su teología, y en diálogo intenso con los maestros en la Ley y los filósofos griegos. La teología referente a la misión de Jesús ya no era la presentación del Reino que se asemeja o se parece a… En Juan se intenta explicar a Dios, comprender el mensaje del Hijo, presentar la presencia del Espíritu. Es un viaje novel hacia la razón, hacia el conocimiento, hacia la filosofía, hacia la alta teología, hacia el camino, hacia la verdad, hacia la vida…

Nuestra metodología

Muchos estudios de las parábolas las dividen en tres grupos. El primero se relaciona con las parábolas dichas en la Galilea, al comienzo de su ministerio. El grupo segundo se asocia principalmente con el capítulo 15 de Lucas, que son narraciones que se pueden asociar al tema de la misericordia. Finalmente está el tercer grupo, que incorpora las parábolas dichas en la etapa final de su ministerio, en Jerusalén.

Otra forma de estudiarlas es dividirlas en categorías temáticas, estructurales y estilísticas. Y esa clasificación alterna identifica las siguientes divisiones en las parábolas, que son más complejas: Parábolas con aforismos, similitudes, interrogativas, narrativas (que se subdivide en indirectas dobles y sencillas, o judiciales), y las que incluyen la pregunta «cuánto más…».

Desde la perspectiva temática, las parábolas de Jesús se pueden dividir en tres secciones mayores, de acuerdo con un criterio general muy amplio. La primera sección se puede relacionar con las parábolas del Reino; la segunda, con los ciudadanos del Reino; y la tercera, con el Señor del Reino.

De esta forma descubrimos que el tema del Reino es fundamental y prioritario en las enseñanzas de Jesús, en los evangelios en general y en las parábolas en particular. Sin embargo, ese reconocimiento no cautiva nuestro análisis en categorías contemporáneas, que pueden incluir algún grado de arbitrariedad. Debemos permitir que cada parábola exprese su propio mensaje y articule su tema distintivo, en su contexto escritural pertinente. Además, al estudiarlas vamos a tratar de respetar y seguir el orden canónico (p. ej., Mateo, Marcos y Lucas).

Con el propósito de orientar el análisis de las parábolas desde la perspectiva temática, sugerimos el siguiente esquema para destacar el Reino. Otros formatos pueden ser pertinentes y útiles. Sin embargo, optamos por nuestro propio arreglo del material para poner de manifiesto, no solo el tema del Reino y su prioridad en las parábolas, sino una serie de asuntos secundarios que también eran importantes para el ministerio de Jesús.

1.Parábolas del Reino y el rey

2.Parábolas del Reino de Dios o de los cielos

3.Parábolas del Reino y los animales, cosas o personas perdidas

4.Parábolas del Reino y el pueblo de Israel

5.Parábolas del Reino y sus ciudadanos

6.Parábolas del Reino y las riquezas

7.Parábolas del Reino y la piedad

8.Parábolas del Reino y la escatología

El estudio de cada parábola incluirá lo siguiente: la presentación general del tema, con sus paralelos y variaciones, si fueran pertinentes; la identificación y explicación de algunos problemas textuales, lingüísticos, culturales y teológicos de la narración; el análisis del tema central y el mensaje fundamental del relato; y algunas implicaciones contemporáneas del mensaje.

Con este trasfondo histórico, metodológico y teológico, nos proponemos estudiar las parábolas de Jesús de Nazaret, según se presentan en los evangelios.

Las parábolas del reino de Jesús de Nazaret

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