Читать книгу Las parábolas del reino de Jesús de Nazaret - Samuel Pagán - Страница 8
Оглавление_Prólogo
“Círculo vicioso” es una expresión negativa, como lo indica el adjetivo peyorativo que acompaña a la palabra “círculo”. El Diccionario de la lengua española, de la Real Academia Española y de la Asociación de Academias, la define así: “Vicio del discurso que se comete cuando dos cosas se explican una por la otra recíprocamente, y ambas quedan sin explicación”.
El círculo vicioso está emparentado, en cierta forma, con otro error de raciocinio: el llamado petitio principii (“petición de principio”), que consiste en dar como probado aquello que hay que probar.
A esas formas desvirtuadas del razonamiento, podemos oponer lo que hemos denominado –para seguir utilizando simbolismos geométricos– “espiral virtuosa”.
Nos explicamos.
La argumentación que se sigue en el círculo es, como el nombre deja claro, circular. O sea, que en el recorrido argumentativo se llega, con precisión, al punto de partida. Con ello quiere decirse que no se ha avanzado nada en el razonamiento. Al terminar el recorrido se está en el mismo preciso lugar desde donde se partió. Por eso, a ese círculo se le añade el calificativo de “vicioso”.
En la espiral, al contrario, no se cierra el discurso. Como en la espiral geométrica, el círculo va elevándose de plano, de tal manera que cuando podría parecer que va a tocar el punto de partida, la línea se encuentra en un nivel superior.
¿Es esto, acaso, una lección de geometría? –se preguntará el lector–. ¿O de lógica? ¿Qué tiene que ver esto con las parábolas?
Con mucha probabilidad, nada.
Pero sí, y mucho, con un libro sobre las parábolas.
Y lo tiene, porque “saltamos” del nivel estrictamente lógico que analiza la corrección del pensamiento al más amplio de comprensión de los contenidos. Lo aclaramos en los párrafos siguientes.
“Escribir más y más libros es un trabajo interminable”, dijo el Predicador (Ec 12.12). No obstante, hay libros y libros.
Unos libros son como los círculos viciosos, al tomar en consideración la bibliografía referida al mismo tema. Dicen solo lo que ya se ha dicho. El punto de llegada es el mismo al que otros ya han llegado siguiendo la misma ruta, sin añadir ningún elemento nuevo o novedoso… o sin profundizar más en la comprensión de lo ya dicho.
No se nos malentienda…, a pesar de haber usado, para referirnos a esos libros, el mismo adjetivo que ya mencionamos. Muchos de esos textos tienen su razón de ser, por muy diversas razones. Por ejemplo, por las personas que los escriben; por la forma en que se dice lo que se dice (o sea, por el estilo, al que algunos autores no le prestan la debida atención); por la inopia de textos sobre el mismo tema, en el contexto propio de la publicación; por las experiencias que los autores hayan añadido de su propia cosecha, etcétera.
Hay, así mismo, otros libros que responden a eso que hemos bautizado como “espiral virtuosa”, pues la espiral no se desdice de la curvatura un tanto circunferencial que le es propia. Con esto queremos señalar que el autor de esos libros presta atención a lo que otros hayan expresado sobre el tema. En estos otros libros hay nueva información; nuevos acercamientos al tema (sin dejar de reconocer los aportes hechos por otros comentaristas); nuevos detalles, producto de la acuciosidad del ojo del investigador; nuevos énfasis, que pueden responder a experiencias de quien escribe o de aquellos para quienes se escribe…
Pues bien, dicho lo dicho, consideramos que el presente libro del doctor Samuel Pagán se enmarca dentro de la categoría de “espiral virtuosa”. Por supuesto –repetimos– sin desdeño alguno, como debe ser parte de cualquier investigación responsable, por lo que otros hayan investigado sobre el mismo tema. La bibliografía que se incluye al final de este libro da testimonio de ello.
De las parábolas se ha escrito mucho. Y en diversos idiomas.
Y de esas mismas parábolas se ha predicado aún mucho más desde los púlpitos de las diversas comunidades cristianas.
Escuchar en la actualidad a dos expositores predicar, en tiempos distintos y en contextos diferentes, sobre una misma parábola es no solo interesante sino también intrigante. Dejemos de lado lo que podría considerarse accidental, aunque importante, en la predicación (como, por mencionar solo un aspecto, las habilidades y recursos retóricos de los que cada uno de los expositores pudiera echar mano). Lo intrigante radica en que nunca son dos predicaciones iguales. La labor que cada predicador haga en la “desmetaforización” de la parábola, o sea, en la traslación de las metáforas del relato a la realidad del propio predicador y de su auditorio, para determinar a qué corresponden, nunca coincide. Por ejemplo, ¿a qué se refieren las metáforas que el parabolista utiliza para describir las distintas clases de terreno en que cayeron las semillas? Más aún: tampoco coinciden esos predicadores en sus esfuerzos por señalar las implicaciones que tienen esas enseñanzas para las respectivas congregaciones receptoras de los mensajes. Y se da el caso, incluso, de divergencias en la comprensión de qué es la semilla que se siembra.
Todo ese proceso es significativo porque ilustra un hecho que bien destaca el profesor Pagán. Dice él, en efecto, lo siguiente:
Con el paso del tiempo, y también con el desarrollo de los primeros grupos de fe, los creyentes, particularmente los líderes –p. ej., evangelistas, apóstoles, maestros, pastores y profetas– fueron repitiendo, redactando, revisando, reestructurando y actualizando el mensaje original de las parábolas de Jesús, para adecuarlas a las nuevas circunstancias y los nuevos desafíos.
(El énfasis, por medio de la letra itálica,lo ha añadido el autor de este prólogo).
No hay que olvidar algo que también se destaca en el texto que prologamos: tal como salieron de los labios de Jesús, las parábolas fueron narradas en arameo, por lo que ya en las transcripciones que encontramos en los Evangelios ha habido diversos procesos de traducción oral que recorrieron un largo camino hasta plasmarse en los textos que sirvieron de base a nuestros Evangelios canónicos, escritos en griego.
Ese hecho no contradice, en absoluto, la otra afirmación que se hace así mismo en el presente libro: en esas parábolas se mantiene, no obstante, esas transformaciones, el núcleo esencial de las enseñanzas que Jesús quería transmitir. Y cada Evangelio acentúa detalles o aspectos de las parábolas que registran y que le sirven para destacar el oportuno mensaje. Así deben interpretarse, creemos, las diferencias en detalles cuando comparamos el texto de una misma parábola en dos o en los tres Evangelios canónicos.
Junto a ello, hay que destacar otro dato, como aporte indispensable para la más plena comprensión de las parábolas y, por ende, para su aplicación a nuestras diversas realidades. Lo expresamos, de nuevo, en palabras del autor:
El entorno de las parábolas se relaciona con la Palestina ocupada por el imperio romano, los campos de la Galilea, el mar de Genesaret, el camino de Jericó a Jerusalén, el judaísmo del siglo primero, el conflicto con los samaritanos.
Lo explicamos con otras palabras: en efecto, las parábolas tuvieron sus propios contextos. Y estos fueron diversos, pues van desde la presentación original (la hecha por Jesús), pasando por las etapas por las que hayan pasado en el proceso de transmisión, oral y escrita, hasta la formulación en el texto canónico que ahora poseemos. Hay que añadir, además, que estos contextos son totales, en el sentido de que incluyen tanto los aspectos geográficos, políticos, religiosos, económicos y culturales, como los espirituales (por ejemplo, las expectativas mesiánicas de liberación que el pueblo albergaba y anhelaba). Si no se toma en consideración todos esos datos, se pierde el auténtico sentido del relato parabólico.
Préstese atención, a este respecto, a lo que el propio autor dice en el Prefacio en relación con el contexto en que este libro se gestó, pues tiene que ver, así mismo, con su propio contexto.
Aquí también resulta significativo percibir cómo el autor de nuestra obra ha esquematizado sus comentarios de las parábolas.
Aunque en la Introducción se explican aspectos que tienen que ver con lo que hemos comentado en líneas precedentes (hay una sección que se titula “Trasfondo histórico, cultural y religioso de las parábolas”) se incluyen ahí otros epígrafes muy importantes. Entre ellos, destacamos estos dos: “Características de las parábolas de Jesús” (con diez subtítulos) e “Interpretación de las parábolas” (con la indicación de diez principios que deben tenerse presentes o seguirse al hacer la labor exegética).
Además de lo anterior, en cada uno de los comentarios a las parábolas, en los diversos capítulos de la obra, encontramos los siguientes apartados: (a) la parábola misma; (b) la cultura; (c) las implicaciones.
Un último detalle deseamos destacar.
No hay total unanimidad, entre los estudiosos de las parábolas, a la hora de definir cuántas son las que encontramos en los Evangelios del Nuevo Testamento. ¿Son parábolas los relatos que solo ocupan un versículo (en la división del texto en versículos propia de nuestras ediciones de la Biblia)? Por ejemplo, ¿son sendas parábolas lo que se dice en Lucas 13.19 y 13.21? ¿Son parábolas lo que encontramos en Marcos 2.21 y 22? Si se comparan con otras, como las de “Los labradores malvados”, “El hijo pródigo”, “El buen samaritano”, pareciera que no lo son…, en caso de que nos atuviéramos solo a la extensión. De ahí que algunos comentaristas hablen también de “dichos parabólicos” …
Pero tampoco hay unanimidad cuando se trata de clasificar las parábolas.
Todos los estudiosos concuerdan en que gran número de las parábolas tienen que ver con el tema central del ministerio de Jesús, tema que él mismo expuso desde su primera predicación en la norteña provincia de Galilea, según el testimonio del Evangelio de Marcos. O sea, el “reino (o reinado) de Dios”. Pero pareciera que la unanimidad de criterio termina ahí.
Por eso, es significativo que el Dr. Pagán haya enmarcado, dentro de ese tema general, todas las parábolas. Y lo hace siguiendo este llamativo esquema:
1 Parábolas del Reino
2 Parábolas del Reino y las cosas y las personas perdidas
3 Parábolas del Reino y sus ciudadanos
4 Parábolas del Reino y las riquezas
5 Parábolas del Reino y la piedad
6 Parábolas del Reino y la escatología
Nota final
Más, mucho más, habría que añadir, pero queda en manos de los lectores. Ahora solo queremos señalar que quienes hayan leído otras obras de la fecunda pluma del Dr. Samuel Pagán se percatarán de inmediato del hecho de que la que tiene en sus manos se enmarca dentro de su inconfundible estilo. Léxico variado; expresión clara; énfasis reiterados donde lo cree oportuno, con el uso de palabras (verbos, substantivos o adjetivos) que en escala ascendente van revelando diversos aspectos del punto que desea destacar; intención pedagógica; interés pastoral.
Y una nota muy personal: agradezco el inmerecido privilegio de escribir esta presentación.
Plutarco Bonilla A.
Tres Ríos, Costa Rica
6 de junio de 2020