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DERROTA, EXILIO Y LIBERACIÓN
ОглавлениеEn cualquier obra literaria es necesaria la comprensión adecuada del contexto histórico que enmarcó a los autores, editores y destinatarios del mensaje para una lectura inteligente y para la comprensión de los textos. En un estudio bíblico, el entender los aspectos históricos, religiosos, culturales y lingüísticos es fundamental por una razón básica: el Dios que se revela en las Sagradas Escrituras interviene en medio de la realidad y de la historia humana. Y el análisis de esas particularidades revela características teológicas de importancia capital para la comprensión y valoración adecuada del mensaje bíblico.
El caso específico del Libro del profeta Isaías manifiesta una singular complejidad histórica y literaria: la obra debe estudiarse a la luz de tres períodos históricos diferentes. La primera sección del Libro (caps. 1—39) se relaciona directamente con la vida y el ministerio del profeta Isaías en Jerusalén (ca. 740-700 a.C.); la segunda parte de la obra (caps. 40—55) se puede relacionar con la época del exilio en Babilonia (ca. 587-538 a.C.); y la tercera sección de este importante libro profético (caps. 56—66) apunta hacia el período post exílico de dominación persa (ca. 538-450 a.C.).
Esa particular característica literaria de este libro profético demanda de las personas que estudian sus mensajes un esfuerzo notable. La historia de Israel y de Judá en esos períodos manifiesta años de independencia y cautiverio, guerra y paz, tranquilidad política y turbulencia social, conflictos nacionales y amenazas internacionales, exilios y liberaciones, además de dificultades sociales y reformas religiosas. El Libro de Isaías también toma en consideración y alude frecuentemente, en medio del complejo panorama político y militar de la región, a la presencia de tres imperios que tenían importantes y agresivas políticas expansionistas: el asirio, el babilónico y el persa.
Sin embargo, es fundamental, para proseguir nuestro análisis de esta importante obra profética y literaria, afirmar que la redacción final del Libro de Isaías presupone posiblemente el contexto exílico babilónico y el entorno postexílico relacionado con el imperio persa. Estos períodos, que se caracterizaron por las luchas contra los samaritanos, la supervivencia histórica de los judíos y su búsqueda de sentido como pueblo, es el amplio marco de referencia para la comprensión canónica del Libro de Isaías, y particularmente para el estudio y disfrute de los cánticos del siervo sufriente del Señor.
Los temas acerca de la esperanza o el juicio, que se revelan en toda la obra profética de Isaías, no sólo deben ser comprendidos como el mensaje a las diferentes generaciones previas, sino la palabra divina que llegó a la comunidad judía que deseaba descubrir el sentido fundamental de la vida, luego del dolor exílico y las dificultades asociadas a la reconstrucción nacional luego del destierro y sus agonías.
Un período histórico de importancia medular para la comprensión adecuada del Libro de Isaías es el exilio en Babilonia. Esta época reconoce el avance del imperio babilónico en el Oriente Medio y, específicamente, evalúa su intervención definitiva en Judá y Jerusalén.
El nuevo imperio babilónico, fundado por Nabopolasar, llega a su esplendor con la presencia del gran estratega militar Nabucodonosor (ca. 605-562 a.C.). Las campañas de ese general babilónico en Palestina trajeron dolor, desolación, muerte, destrucción, cautiverio y deportación. Las instituciones nacionales cayeron frente a las nuevas estructuras administrativas, económicas, sociales y militares impuestas por el imperio babilónico. La conciencia nacional fue herida. Y hasta la religión, con sus símbolos de culto, templo, sacerdotes y sacrificios, recibió un fuerte golpe.
En efecto, Judá fue uno de los pueblos derrotados por el imperio babilónico que vio cómo su historia y sus vivencias diarias fueron afectadas adversa y permanentemente por el exilio. Y este es el entorno histórico y teológico que sirve de trasfondo a los cánticos del Siervo Sufriente del Señor. Ante las sociologías del dolor y la desesperanza, se manifiestan las teologías de la vida y la esperanza.