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INTRODUCCIÓN

En 1989 pronuncié por primera vez en Marytown (Chicago) una conferencia titulada «La cuarta copa», en la que abordaba algunas de las investigaciones que tres años antes me llevaron a convertirme al catolicismo. En aquella época era profesor adjunto de estudios religiosos en el College St. Francis de Joliet (Illinois). No ganaba mucho. No tenía una plaza fija ni había publicado nada. Pero era feliz porque era católico, y quería decírselo al mundo. Y tenía la oportunidad de hacerlo.

Estaba encantado de poder contar mi historia ante un pequeño auditorio de gente que tenía interés en ella; y me quedé más encantado aún de la entusiasta respuesta que recibió mi conferencia. Luego corrió la voz y hubo más grupos de gente que me invitaron a narrar mi «búsqueda de la cuarta copa», que yo planteaba como una historia detectivesca protagonizada por mí mismo (con el «Colombo» de Peter Falk como modelo) en el papel del patético investigador que soy en realidad.

Aquello sucedió hace millones de palabras, docenas de libros y miles de lecturas. No sé cuándo perdí la cuenta del número de veces que he hablado desde entonces de «la cuarta copa». No menos de varios centenares, desde luego. He tratado el tema en distintos continentes —casi in situ en el cenáculo de Jerusalén— ¡y hasta lo he contado en medio del mar!

El año pasado, hablando con un viejo amigo que había oído mi conferencia más de una vez a lo largo de los años, me dijo que nunca trataba «la cuarta copa» del mismo modo. Aunque siempre abarcaba el mismo período temporal, me basaba en acontecimientos distintos y en distintas fuentes antiguas.

Reconocí que tenía razón. Emprendí esta gran aventura entre 1982 y 1986, cuando aún era un marido joven, un padre primerizo, un pastor recién ordenado y un erudito novel. Me enfrentaba por primera vez a buena parte de la vida. Y entonces Dios provocó un caos y una confusión que amenazaron todo lo que estaba empezando a amar. Corría el peligro de perder cuanto me brindaba consuelo y confianza. Mi sacerdocio, mi cargo académico, mis amistades e incluso mi matrimonio podían venirse abajo.

¿Cómo iba a ser capaz de resumir esa experiencia en una sola conferencia?

Naturalmente, no era capaz. Por eso me limitaba a contar mi historia una y otra vez, tomando la Pascua como hilo conductor y sin perder de vista el reloj. Llenaba el tiempo con cualquier historia y con cualquier fuente que me pasaran por la memoria.

Mi amigo me sugirió que reuniera todas esas historias y todas esas fuentes en un único libro con todo lo que tenía de aventura y labor detectivesca.

Eso hice. Y aquí está.

He procurado evitar repetir lo que ya he contado en otros libros como Roma, dulce hogar (escrito en colaboración con mi mujer, Kimberly) y La cena del Cordero. Lo que cuento aquí pretende completar mis relatos anteriores.

Cuando estudiaba en un seminario protestante, a algunos nos gustaba cantar los himnos de antaño. Uno de ellos decía así:

Grato es contar la historia

del celestial favor,

de Cristo y de su gloria,

de Cristo y de su amor.

Hace muchos años la cantaba de corazón, y sigo haciéndolo hoy. Treinta años después, ser católico continúa haciéndome extraordinariamente feliz y sigo queriendo contárselo al mundo.

* * *

Nota acerca de las fuentes: Los acontecimientos de que trata este libro tuvieron lugar hace mucho tiempo. He procurado, en la medida de mis capacidades, complementar mis recuerdos basándome en los libros que leía por entonces. A veces, cuando me ha fallado la memoria, he tenido que acudir a otras fuentes recientes con las que estoy más familiarizado.

La cuarta copa

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