Читать книгу Los señores del Uritorco - Sebastiano De Filippi - Страница 9
Introducción
ОглавлениеEl alcance de este libro es tan modesto como su reducida extensión. Fueron los propios autores quienes se plantearon como uno de los objetivos de su trabajo buscar una exposición muy sintética de los contenidos involucrados, dentro de una mirada integradora.
Su intención fue la de resumir de forma amena lo que la arqueología, la antropología, la etnografía y la historiografía contemporáneas nos dicen sobre los comechingones, con la esperanza de generar así una fuente de consulta tan ágil como accesible para un público no especializado.
En razón de esta finalidad, la primera parte de la obra se articula en numerosos capítulos breves, cuyo respectivo título indica claramente qué aspecto específico del pueblo comechingón es abordado; estas unidades temáticas fueron concebidas de forma tal que el lector pueda consultar las que desee, y leerlas en el orden que prefiera.
La segunda parte presenta una necesaria desmentida a los mitos modernos que se están instalando en torno a los henia-kamiare (tal es la autodenominación de los comechingones) con relación a la mitología ufológica surgida desde mediados de la década de 1980 en la zona del cerro Uritorco; una mitología que actualmente, en algunos casos, está degenerando en auténticas religiones platillistas, cuando no en sospechosos cultos sectarios.
Una tercera y última parte ofrece al lector breves semblanzas biográficas de Aníbal Montes y Antonio Serrano, los pioneros estudiosos argentinos cuyo trabajo inspiró la escritura de este libro, y un nutrido y actualizado listado bibliográfico.
Sin perjuicio del limitado alcance de esta obra al que venimos de aludir, parecería que este pequeño texto viene a llenar –así sea en forma temporal e incompleta– un vacío muy real y no menos alarmante: sucede que el lector interesado en el tema no encontrará casi ninguna publicación sobre el tema circulando en librerías y apenas si tendrá mejor suerte acudiendo a las principales bibliotecas públicas de su ciudad.
Por increíble que parezca, por fuera del ámbito específico de los estudiosos universitarios resulta bastante difícil acceder a fuentes bibliográficas serias sobre el pueblo henia-kamiare. Los habitantes de los que fueron parajes de la Comechingonia –como la denominaron algunas crónicas españolas– casi no tienen dónde leer sobre sus antiguos moradores, los visitantes de los principales sitios arqueológicos de este pueblo a duras penas pueden conseguir allí publicación alguna al respecto y hasta los actuales descendientes de comechingones tienen por principal fuente de su propia historia algunos relatos orales de sus mayores.
Las informaciones sobre este grupo humano tan notable como olvidado se encuentran mayormente en libros de baja tirada o agotados hace décadas, revistas antiguas de escasa circulación, publicaciones académicas sin distribución comercial, actas de congresos, tesis de doctorado, apuntes universitarios mimeografiados y manuscritos inéditos, estos últimos no siempre presentes en bibliotecas y archivos de instituciones oficiales.
La publicación, en 2008, de un enjundioso compendio de escritos de Aníbal Montes titulado Indígenas y conquistadores de Córdoba resultó un esfuerzo tan encomiable como tendencialmente aislado. Pero aun en el caso de poder consultar este y otros valiosos libros, se trata de trabajos mayormente destinados a especialistas.
Como es de esperar por su ubicación geográfica y su tradición cultural, la Universidad Nacional de Córdoba dedicó y dedica loables esfuerzos al estudio de esta temática, con un interesante desarrollo que a partir de la década de 1930 lideraron algunas figuras tan pioneras como autodidactas en la investigación antropológica. Pero, contrariamente a lo que sucede con otros ámbitos de las disciplinas sociales, el lector ocasional no tiene mayor oportunidad de tomar contacto con lo medular de estas investigaciones a través de ensayos de divulgación científica.
Peor todavía: ante la natural curiosidad sobre la temática, esta escasez de literatura divulgativa dio pie a la difusión de afirmaciones incomprobables que pretendieron suplir la falta de información veraz con relatos fantasiosos, en los que la historia de este pueblo originario se mixtura desenfadadamente con áreas culturales tan insospechadas como la literatura germánica medieval, la mitología religiosa escandinava y el contactismo extraterrestre.
Desde mediados del siglo pasado la arqueología nos ha venido entregando un heterogéneo conjunto de artefactos provenientes del ámbito geográfico en el que los comechingones desarrollaron su vida comunitaria. Por su parte, las crónicas españolas de los siglos XVI, XVII y XVIII nos legaron algunas noticias respecto de la misma etnia, aunque –para pena del historiador– estas son más bien escuetas, muy sesgadas y poco informativas.
Más allá de los rasgos fenotípicos que llamaron la atención de conquistadores y doctrineros, no es mucho lo que sobrevivió de la cultura comechingona original luego del impacto con el europeo. Por tanto, reconstruir su historia nos resulta hoy en día por demás complicado. Solo estamos capacitados para recuperar algunas pinceladas de ciertos aspectos de su diario vivir.
Por la razón que fuera, los comechingones no llamaron tanto la atención del español y del criollo, ni son tan populares en nuestros días como los incas; lo que no ha sido obstáculo para que supuestos especialistas se lanzaran a escribir sobre ellos como si hubieran convivido con ese pueblo ya extinguido como tal.
El resultado de esa operación derivó en especulaciones, fantasías y una imaginativa forma de entender el universo y la historia de los comechingones, además del rellenado –lápiz y papel en mano– de los huecos dejados por la falta de documentación antes mencionada.
De este modo, una dudosísima erudición acientífica invadió cierta bibliografía de pretendida divulgación, recreando una imagen esotérica no solo del grupo étnico, sino también de toda la geografía en la que este se desarrolló. Es parte del fenómeno sociocultural que hoy puede apreciarse en el valle cordobés de Punilla y muy especialmente en la ciudad de Capilla del Monte.
En definitiva, contamos con pocas fuentes escritas (crónicas) y muchas materiales (arqueológicas). En ambos casos, la mirada que se lanza sobre los comechingones a través de ellas está fuertemente mediada; ello es claro en los textos antiguos que nos muestran –cuando lo hacen– al comechingón no tal como era, sino tal como lo vio el español.
Por lo demás, los artefactos arqueológicos han sido interpretados etnológicamente, no pudiendo hacer de ellos más que descripciones razonablemente precisas y alguna que otra datación radiocarbónica (14C); aunque, lamentablemente, algunas fueron condimentadas con elucubraciones que no guardan fundamentos serios, fuera de ciertos ámbitos esotéricos que creen haberse apropiado de la temática.
Perimidas teorías difusionistas se cuelan en libros no especializados –atesorados generalmente por lectores de nula versación en cuestiones históricas– que buscan establecer como verdades absolutas especulaciones de corte racista, propias de cierta literatura europea del siglo XIX. Un pensamiento acendradamente reaccionario, que supone el origen ario o la presencia civilizadora de etnias nórdicas en las sierras cordobesas, intenta rediseñar sin prueba alguna el milenario pasado de la región. Increíblemente, ha tenido cierto éxito por fuera del ámbito académico.
Así, quien manifieste algún interés por los henia-kamiare se encuentra hoy con la disyuntiva entre la indigencia bibliográfica y la lectura de escritos de corte veladamente ocultista que incluyen a los comechingones en contextos que difícilmente puedan justificarse con algún asidero científico. En la era de internet estas elucubraciones proliferan y se entremezclan fácilmente con datos genuinamente antropológicos. Todo ello hace un flaco favor a los pobladores originarios de las serranías cordobesas.
La Constitución Nacional de la República Argentina, en el inciso 17 de su artículo 75, dispone –entre otras acciones de igual importancia–, “reconocer la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas argentinos. Garantizar el respeto a su identidad, y el derecho a una educación bilingüe e intercultural”. Sobre la base de lo que venimos de exponer, es ciertamente difícil que un Estado Nacional cumpla cabalmente con disposiciones como esta si la sociedad en su conjunto ignora la cultura de las etnias que debería tutelar.
Con esta pequeña obra, carente de pretensiones en cuanto a novedad conceptual y a formalismo académico, esperamos entonces dar un primer paso para modificar esta preocupante situación. Lo intentamos desde el respetuoso recuerdo de esos primeros y curiosos soldados, ingenieros, abogados y naturalistas –solo en algunos casos historiadores o sociólogos– que hace ochenta o noventa años se improvisaron antropólogos y arqueólogos para beneficio de las generaciones venideras.
Los escritos científicos a los que hicimos alusión –y que citamos profusamente a lo largo de este trabajo como forma de reconocimiento a la autoridad de sus autores, puesto que lograr consultarlos requeriría al lector una cantidad insólita de tiempo y energía– son una de las dos fuentes principales de este trabajo sobre un pueblo que parece injustamente relegado al olvido.
La otra es la entrañable experiencia personal de los autores como impenitentes viajeros de los cerros y valles de la Comechingonia, cuyo encanto irresistible parece acrecentarse con el paso de los años, experiencia que incluye extensas charlas in situ con ancianos repletos de historias y de historia, a quienes va con estas líneas el mayor de nuestros agradecimientos.
Por medio de estas pocas palabras damos la bienvenida al lector, con la esperanza de que comparta la idea que nos impulsó a escribir el libro que tiene entre sus manos: no se puede valorar lo que se desconoce.
Descubramos, pues, a los auténticos Señores del Uritorco.