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Una luz en las tinieblas

Un mensaje del arcángel Rafael al unísono con el coro de los ángeles en presencia del arcángel Gabriel

I. Unidos en una cadena de luz

¡Amadas hijas e hijos de Dios! Gracias por permitirnos morar entre vosotros, que sois la luz del mundo cuando permanecéis en la presencia del amor. Gracias por escuchar nuestra voz que es la voz de los muchos que, desde el reino del amor que es Dios, hemos venido a pasar juntos este tiempo de sabiduría y amor con vosotros. Hoy hemos venido a hablaros acerca de la verdadera unión. Para que el discernimiento que somos brille en el mundo entero por medio de la mente una que somos en verdad. Somos una sola mente. Somos un solo corazón. Unidos somos el cielo del mundo. Somos el Cristo viviente.

Gracias por responder a la llamada del amor. Gracias por vuestra voluntad deliberada de recordar lo santo, lo bello, lo perfecto y de ese modo permitir que las memorias divinas iluminen vuestras mentes y al mundo entero. Los beneficios de estos diálogos son inconmensurables. Toda mente se beneficia de ellos, pues por este medio la luz que brilla en todo lugar resplandece en vuestra mente y refleja un destello de luz que es visto por todas las mentes de todos los tiempos y lugares e incluso por las mentes que no están en el tiempo. De este modo, vuestra mente iluminada actúa como un faro de luz que en medio de las tinieblas señala el camino de regreso al hogar.

Tú, que has llegado a las orillas del reino y has dejado atrás para siempre el mar encrespado, ahora eres como un faro de luz. Faro que guía las barcas que navegan en la noche. No podemos dar un solo paso más. No podemos porque ya no es necesario hacerlo. No es necesario ir a ningún lado.

Ahora somos la presencia del amor. Somos faro que ilumina. Ahora es el tiempo de guiar con nuestra luz a los que con nosotros entrarán en las profundidades de las moradas interiores del corazón de Dios. Las moradas de la luz.

Desde ahora y hasta el final de los tiempos nuestra luz atraerá a otros como si se tratara de una bella melodía que poco a poco va siendo recordada y seguida por otros a causa de su belleza y armonía. Nuestras melodías serán melodías de luz. Cantos de amor. Resplandeciendo gozamos en la alegría de servir a la causa y el efecto del amor.

De esta manera guiamos tal como nosotros hemos sido guiados hasta aquí por los muchos que en amor y verdad nos han ayudado. Ahora somos como un faro de luz que no hace nada, no va a ningún lado, simplemente brilla en medio de la oscuridad. Simplemente extiende su luz permaneciendo inmóvil, soberano. Siendo la presencia de la luz. La presencia del amor.

¡Hijas e hijos de la luz eterna! Debéis tener presente que todos formamos parte de una cadena de expiación, que es amor perfecto. Guiando y siendo guiados como uno. Dando y recibiendo como uno. Guiados ya no por una fuente externa sino por la luz que brilla en todo lugar. Guiados por la sabiduría que procede de la plenitud del corazón. Es decir, de una mente y un corazón unidos en la plenitud del amor. Unidos en esta unión de luz que brilla en las tinieblas nos hacemos conscientes de la unidad que somos en verdad.

Dejamos que la sabiduría de Dios sea la fuente de nuestro saber y obrar. Ahora encontramos nuestra guía en la sabiduría del corazón. Y reconocemos que somos el guiado y el guía. Guiamos a medida que somos guiados. Dar y recibir son uno y lo mismo. Causa y efecto son uno. Guiar y ser guiados son uno.

II. Aceptación y unidad

¡Hijas e hijos de la luz que brilla en las tinieblas! Faros de amor. Una vez más queremos recordaros lo que ya sabéis. No podéis recordar quienes sois en verdad y vivir en armonía con esta verdad si no reconocéis y aceptáis que sois el guiado y el que guía. Sois el faro, la luz que ilumina a todo hombre y el iluminado. Esto es lo mismo que decir: unir es amar y amar es unir. Permanecer en la presencia del amor es permanecer en la unidad.

Sois una unidad. No puede ser de otro modo, ya que lo que no está unido no puede permanecer. Todo reino dividido sucumbe. Por ende, vuestro ser sucumbiría si no estuviera unido en una unidad que es integridad del ser. A ti que escuchas nuestra voz, que es la voz del amor, la de tu verdadera consciencia que es la consciencia de Cristo. A ti te recordamos que eres un ser íntegro. Eres el yo soy de Dios. Eres la belleza indivisa. Imagínate a la belleza dividida, es decir, sin ser una unidad. ¿Sería posible algo así? Es evidente que no. Lo mismo ocurre con el ser.

No puede existir tal cosa como un ser fragmentado. Un ser desintegrado. No puede existir la separación de ninguna manera. Solo puede existir la unidad. Ser un ser desintegrado o fragmentado es ser menos que la totalidad del ser. Un ser que es menos ser es algo inconcebible. O eres o no eres en absoluto. No existen grados de ser. Del mismo modo en que no existen grados de verdad ni grados de amor. Es verdad o no es verdad en absoluto. Es amor o no es amor en absoluto.

Eres tu ser verdadero o no eres nada. Si no vivís en la verdad de lo que sois en verdad no podréis iluminar al mundo. Si no aceptáis vuestra santidad como la verdad de lo que sois y de lo que todo es, entonces no podréis ser felices. Si no aceptáis serenamente que cada uno de vosotros sois los creadores de vuestra propia experiencia no vivís en la verdad que es siempre verdad.

¡Hermanas y hermanos en Cristo! Aceptar la verdad acerca de vosotros es aceptar todo lo que sois aquí, ahora y siempre, incluyendo vuestras circunstancias. Esto incluye, desde luego, el aceptar amorosamente todo lo que son vuestras hermanas y hermanos en Cristo. Y todo lo que es cualquier cosa o circunstancia que este siendo en cada momento de la existencia. Esto significa abrazar todo lo que surge en tu interior haciéndote una con todo. Y también significa que todo lo que percibes como externo a ti debe ser abrazado por el amor que eres. Esto era imposible hacerlo por completo antes de este tiempo en que el ego se ha ido.

Ahora vivimos un nuevo tiempo. Somos un nuevo ser. Por lo tanto, desde este instante, todo lo que se acerque a vosotros no será otra cosa que barcas que vienen navegando entre las tinieblas, acercándose para reunirse con la presencia del amor. Ya no son los viejos fantasmas que asustaban al hijo de Dios cuando estaba identificado con el ego. Eso ya pasó y no volverá jamás.

Desde ahora en adelante los que se encuentran allí afuera y vienen a ti (y esto incluye toda circunstancia que atraes hacia ti misma) no son otra cosa que esa parte de tu ser que habías separado de ti. Y dado que ahora responderás con amor donde antes respondías con miedo, esa parte de ti que se había perdido y ahora regresa se hace una contigo, y de ese modo retorna a tu consciencia la plenitud del amor que eres.

Desde ahora y para siempre vive la vida con los brazos bien abiertos y abraza todo lo que surja. Ama lo que eres y tus circunstancias. Ama lo que es tu hermano y sus circunstancias. Ama todas las cosas por lo que son en verdad. Deja que venga todo lo que venga. Deja que se vaya todo lo que se vaya. Y recuerda que eres simplemente un faro de luz. Eres la luz del mundo. Eres una luz en las tinieblas.

Elige solo el amor

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