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III. Verdad y unidad

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La verdad solo se une al amor y este a ella. Esto se debe a que el amor es su fundamento, siendo una unidad. Ninguno ha sido creado antes que el otro. No existe un lugar donde uno exista y el otro no. Tampoco existe un lugar donde uno termine y comience el otro. El amor y la verdad son el continuo de la realidad divina.

Lo que es eterno no tiene ni un principio ni un final. Esto es lo que hace que en Dios no pueda existir condición alguna. El amor es incondicional. De esto se desprende fácilmente, el porqué de la necesidad de soltar la costumbre de pensar de modo condicional. Si amas a algunos en razón de alguna condición de ellos, estate por seguro de que no estás amando en absoluto. El amor no hace acepción de persona, ni de condición, simplemente no sabe nada de límites.

¿Puedes comenzar a entender por qué se te pide que reflexiones, o mejor dicho observes, cuán poco amor se les da a veces a aquellos seres que, a pesar de tener una forma diferente a la tuya, son tan santos como tú, tus hermanas y hermanos? ¿Crees que las flores no van al cielo? Te equivocas.

Todo retorna al amor, desde donde surge. Nada se pierde en la creación. No existen las pérdidas. No hay un solo hijo de Dios que no retorne al amor que le dio su existencia. Del amor vienen y al amor volverán.

Créeme cuando te digo que, si caminas en la presencia del amor, ni siquiera las serpientes te morderían. Ninguna cosa que sea ponzoñosa hincaría sus dientes sobre ti.

A medida que vas recorriendo el camino de la vida en el tiempo, como el Cristo viviente que vive en ti, tu cuerpo compacto va siendo dejado a un lado. El ser sutil que eres, el cual se encuentra velado para muchos, e incluso a veces para ti, comienza a dar un paso hacia adelante y ya no eres aquel que fuiste.

Ahora te pido de todo corazón que aceptes que tienes el poder de hacer milagros y de traer el cielo a la tierra. Ese poder procede de Cristo y dado que él es la identidad creada por Dios, la cual compartes en verdad con todo lo creado, entonces no existe razón alguna para creer que algo que es propio de la capacidad crística, no sea tuya también.

Nada de lo que es de Dios puede ser ajeno a ti, pues ya no vives tú, sino que es él quien vive en ti. Sabes que la oración es el vehículo de los milagros, y has visto ya los que por tu intermedio se han realizado. Sabes que puedes obrar milagros. Esta es otra de las capacidades de la que debes hacerte cargo.

Recuerda cuando hablamos de tomar la cruz y seguirme, y de la explicación que te fue dada por medio de la cual se te invita no a sufrir, sino a hacerte cargo del ser divino que eres en verdad. Toma consciencia del poder de obrar milagros que vive en ti. No puedes decir que vives en la verdad sino aceptas el poder de Cristo en ti, un poder sin condiciones.

Quizá te preguntes por qué hablamos del poder de hacer milagros, el cual reside en ti como unidad que eres con Cristo, cuando estamos hablando del amor incondicional, y por sobre todo de amar todas las cosas en Dios, incluyendo a todos los seres de la tierra. La respuesta a esto es que se te pide que obres el milagro de la unión de lo divino y lo humano en la realidad presente en la que vives. Jesús demostró que su poder procedía de una fuente que no era del mundo, sino del Dios todopoderoso. Ya no necesitas hacer eso, pero sí necesitas servir a la humanidad, llevando el amor de Dios al mundo.

Elige solo el amor

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