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De partidos a coaliciones

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En el comienzo de este ciclo democrático, el sistema político contaba con dos partidos que tenían un fuerte despliegue territorial: la Unión Cívica Radical (UCR) y el Partido Justicialista (PJ). Ambos alternaron el manejo del poder durante dos décadas. En ese contexto, otras fuerzas mediaron sin éxito, aunque participaron de manera decisiva en las coaliciones de gobierno, como fue la UCeDe aliada a Carlos Menem en la gestión de su gobierno, en los noventa, y más tarde, Domingo Cavallo en la administración de la Alianza que lideró Fernando de la Rúa, conformada por la UCR y el Frente País Solidario (FrePaSo). El fin de la convertibilidad y la crisis de 2001 dieron por terminado ese bipartidismo imperfecto.

De 2003 a 2015, el kirchnerismo capitalizó ese vacío, aunque no logró consolidar un sistema hegemónico por los límites que le impusieron parte de la sociedad y algunos sectores del viejo orden partidario residual. Finalmente, en 2015, Cambiemos (ahora, Juntos por el Cambio) fue una coalición que llegó al poder con un acuerdo entre “lo viejo” del sistema político –la UCR–, más la Coalición Cívica (CC) de Elisa Carrió, y “lo nuevo”, el PRO, que había adquirido experiencia de gestión en el gobierno de la ciudad de Buenos Aires. Sin embargo, como veremos en este libro, Cambiemos nunca se conformó como una coalición de gobierno, a pesar de los éxitos electorales obtenidos.

En este contexto, el escenario actual se caracteriza por estar dominado no por partidos, sino por coaliciones amplias y diversas. La referencia que tenemos al respecto es Chile, en los últimos treinta años. Esto es, dos grandes coaliciones, una de centroderecha y otra de centroizquierda, que dominan la competencia por el poder. Así, las viejas identidades partidarias –peronismo y radicalismo– se unen a otras fuerzas políticas para lograr las mayorías necesarias. Otro ejemplo de esta dinámica es España, donde el PSOE y el PP conforman gobiernos construyendo poder con otras fuerzas, porque ya no se valen por sí solos para hacerlo.

Precisamente, acuerdo y consenso fueron dos términos que surgieron en el inicio del actual proceso electoral y que se fueron diluyendo en la misma dinámica de la política local. El gobierno había lanzado un decálogo de puntos básicos para llegar a un consenso con la oposición. Fue a comienzos de abril de 2019, cuando muchos en el mercado financiero suponían que era inevitable otra severa crisis financiera y estaba muy volátil el mercado cambiario. A su vez, parte de la oposición –Sergio Massa y Roberto Lavagna– presentaron sus propios puntos de acuerdo con un sesgo más “productivista” y menos “fiscalista”. Todos querían tener las tablas de los diez mandamientos para salir de la crisis en la que se había sumergido el país, y que todavía persiste. Como era de esperar, la dinámica electoral se impuso y terminó desplazando la idea del diálogo y los consensos: se trataba de la mejor iniciativa, pero el peor timing. El escenario se polarizó aún más con el lanzamiento de la fórmula Alberto Fernández-Cristina Fernández –con la novedad del segundo lugar que se reservó Cristina para sí–, y más tarde con Mauricio Macri-Miguel Ángel Pichetto (senador del PJ), una jugada pragmática, que implicó un intento de ampliación de la coalición oficialista. Pichetto, además, es un candidato que conforma al denominado “círculo rojo”.

La candidatura presidencial de Alberto Fernández también implica un giro pragmático por parte del peronismo, en acuerdo con el kirchnerismo. En este sentido, están dadas las condiciones para que se logren luego de las elecciones acuerdos relevantes.

Como suele ocurrir, la democracia y la competencia política impulsan en la sociedad nuevas esperanzas, generan un aire fresco más allá de que los candidatos sean nombres que no se renovaron. Pero, detrás de las luchas por el poder, los egoísmos y las vanidades de la política, existe la posibilidad de que surja algo distinto. La posibilidad está. Una vez más.

Este libro busca indagar en esa nueva posibilidad. Por eso, está lleno de matices, con idas y vueltas, con más preguntas que respuestas, y más hipótesis que definiciones concluyentes. Pero lo importante es que el sistema democrático, a pesar de todas sus falencias, permite alentar nuevos horizontes. Tiene y puede mejorar significativamente, pero su contribución a renovar la legitimidad de origen de nuestros gobernantes es sin duda crucial. De hecho, Macri es el primer presidente no peronista que terminará su mandato (aunque varios presidentes peronistas también tuvieron problemas de gobernabilidad, como Isabel Perón, Adolfo Rodríguez Saá y el propio Eduardo Duhalde).

En el Capítulo 1 se valora el sistema y las renovadas esperanzas que cada elección genera en la ciudadanía, a pesar de que la política muchas veces parece dilapidar el capital político que le otorga el electorado. De hecho, el sistema democrático demostró tener la capacidad suficiente para solucionar, al menos, parte de los problemas más importantes.

El Capítulo 2 describe la actualidad nacional de cara a las elecciones presidenciales: un gobierno debilitado, la oposición fragmentada, una sociedad con altos índices de desafección política y una escasa oferta de candidatos nuevos.

En el Capítulo 3 se define la dinámica de la crisis en función de las elecciones, los cambios de hábitos en el consumo, la presión tributaria y cuánto influye la economía en la decisión del voto de los ciudadanos. ¿Votamos con el bolsillo? Sin duda, pero nunca solamente con eso.

En el Capítulo 4 se analiza la coalición electoral que es exitosa, pero que nunca llegó a funcionar como una coalición de gobierno. Se revisan el papel de Elisa Carrió y la importancia de su alianza con Macri, aun cuando se trate de un vínculo volátil; el papel de la UCR como un aliado conflictivo, pero crucial en términos territoriales; el estilo hiperpresidencialista, y las peleas dentro del núcleo duro del PRO.

El Capítulo 5 repasa el rol de Cristina Fernández de Kirchner en el actual proceso electoral, cómo tomó la decisión de “bajarse” de la carrera a la presidencia, aunque garantiza seguir teniendo influencia política pública. También examina a los candidatos fallidos de Alternativa Federal, el pragmatismo de los gobernadores para adaptarse a un entorno cambiante e incierto, además de los sindicatos, que, aunque divididos y debilitados, siguen siendo actores fundamentales, y la vuelta de muchos al PJ. Por último, el fenómeno de Roberto Lavagna, víctima del giro pragmático de las dos fórmulas dominantes y también de sí mismo.

El Capítulo 6 es un análisis acerca de por qué en Argentina no hay cabida para un Bolsonaro. En efecto, responde a esa pregunta y a otra más inquietante: ¿o ya tuvimos nuestros propios “Bolsonaros” de baja intensidasd y no exitosos? Se examinan personajes que aparecen por fuera del sistema político tradicional, que llegan como reformistas, sin poder llegar a serlo del todo, en un sistema político que es disfuncional, pero resiliente. Esto es: los problemas que aparecieron fueron resueltos institucionalmente –pensemos en la crisis de 2001– y también fue el mismo sistema el que marcó límites a posibles aventuras de radicalización, como ocurrió en el segundo mandato de Cristina Fernández.

El Capítulo 7 abarca las fortalezas y debilidades de los principales candidatos de este proceso electoral. Lo que se puso en valor en las numerosas elecciones provinciales previas a las PASO fue el votante moderado, que eligió a los oficialismos, salvo en el caso de Santa Fe y Tierra del Fuego, donde ganaron candidatos con gestión comprobada. Es decir, los votantes se mostraron pragmáticos, premiando gestión y solución de los problemas. También se observan las fortalezas y debilidades de Juntos por el Cambio y del Frente de Todos, junto con sus ventajas relativas; qué gana y qué pierde el presidente Macri al peronizarse; el potencial de la figura de Pichetto; el conflicto entre los pañuelos verdes y los celestes impactando en las elecciones; la movida de Cristina en el tablero político, a la que siguió la de Macri; cuáles serán las dudas en la real influencia de La Cámpora en un eventual gobierno de Fernández-Fernández,y qué pasaría si los mercados reaccionan negativamente en función del resultado de las PASO.

Luego especulamos los escenarios poselectorales, en el Capítulo 8. Es decir, lo que se puede prever que sucedería tanto si ganara Macri como si lo hiciera Fernández, en el mercado financiero y los márgenes de maniobra posibles que tendrían uno y otro para responder a los compromisos con el Fondo Monetario Internacional. ¿Se radicalizará Fernández o dará un giro “a la Menem”? ¿Lo incorporaría a Lavagna a su gabinete? ¿Cuánta paciencia tendrá el mercado financiero a Macri? ¿Qué esperar de un segundo mandato de Macri?

Finalmente, el Capítulo 9 plantea desafíos esenciales para el futuro del país. Si bien algunos problemas de la democracia se resolvieron dentro del sistema, es imperioso mejorar la calidad de las instituciones. Para ello, entre otras cosas, debería haber consensos estratégicos sobre las políticas urgentes de Estado, respaldados por las principales fuerzas políticas y sociales.

¿Somos todos peronistas?

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