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ARGUMENTO
ОглавлениеLa acción es de tema troyano, como Antenóridas, Cautivos, Rapto de Helena y Memnón. Después de que Aquiles cayó en la batalla, Áyax y Odiseo creyeron, cada uno por su lado, que habían sobresalido más en la recuperación del cuerpo. Haciendo un juicio en torno a las armas, es Odiseo el que resulta vencedor. A partir de esto, Áyax, que no ganó el juicio, se trastorna y pierde la razón, de suerte que, agarrando unos corderos, creía estar matando a los helenos. De los animales, a unos los mató y a otros se los llevó atados a la tienda. Entre estos hay un carnero, de tamaño superior, al que toma por Odiseo y al que, habiéndolo atado, le daba latigazos, de donde el subtítulo de la obra: El que lleva el látigo, para distinguirlo del Locrio. Dicearco la titula Muerte de Áyax, pero en los catálogos está reseñada como Áyax solamente.
Esto hace Áyax. Atenea, por su parte, sorprende delante de la tienda a Odiseo espiando qué puede estar haciendo Áyax, y le aclara los hechos. Llama al exterior a Áyax, que aún está en su arrebato de locura y se vanagloria de haber matado a sus enemigos. Aparece este en la actitud de estar azotando a Odiseo. Acude el coro de marineros salaminios conocedor de lo sucedido: que los rebaños helenos habían sido sacrificados, pero sin saber quién lo había hecho. Sale también Tecmesa, concubina esclava de Áyax, que sabe que el asesino de los corderos es Áyax, pero ignora de quién son los rebaños. Así pues, aprendiendo cada uno del otro lo que desconoce —el Coro, de Tecmesa, que el autor era Áyax, y Tecmesa, del Coro, que los rebaños sacrificados eran helenos— se lamentan, sobre todo el Coro. Entonces Áyax, entrando ya con el juicio recuperado, llora por sí mismo. Tecmesa le pide que ponga fin a su irritación. Él, respondiendo que había ya cesado, sale con la excusa de unas purificaciones y lleva a cabo su propia muerte. Hay también, al final de la obra, unas palabras de Teucro a Menelao, que no permite enterrar el cadáver. Por último, Teucro, tras darle sepultura, se lamenta.
La lección de la tragedia destaca que, a partir de la ira y del gusto por las disputas, los hombres pueden llegar a situaciones tan malas como Áyax, que, esperando ser dueño de las armas, al no obtenerlas, resolvió quitarse la vida a sí mismo. Tales pendencias no son provechosas ni siquiera para los que creen haber vencido. En efecto, considera lo que, con pocas palabras y muy expresivamente, se encuentra en Homero acerca de la derrota de Áyax:
«Sola el alma de Áyax Telamonio lejos está, llena de cólera por causa de las armas» (Odisea XI 543 ss.).
Y luego oye al que ha quedado vencedor:
«¡Ojalá que no hubiera vencido con semejante premio!» (Odisea XI 548).
Efectivamente no le aprovechó la victoria, al haber muerto un hombre como aquel a causa de la derrota.
La escena de la obra tiene lugar en el fondeadero junto a la tienda de Áyax. Extrañamente se presenta a Atenea para que recite el prólogo, pues nos resultaría poco convincente que Áyax se presentara para hablarnos acerca de sus propias acciones como acusándose a sí mismo. Nadie conocía esos hechos, ya que Áyax lo hizo en secreto y durante la noche. A una divinidad, pues, tocaba esclarecer el asunto y por ser Atenea la que protegía a Odiseo es por lo que dice:
«... desde hace rato me puse en tu camino como resuelto guardián de tu persecución» (vv. 36 ss.).
En cuanto a la muerte de Áyax, se tienen diversas noticias. Unos dicen que, herido por Paris, llegó a las naves desangrándose, y otros, que el oráculo respondió a los troyanos que arrojaran barro sobre él, pues no era vulnerable con la espada, y así murió. Otros, que él mismo fue su propio asesino, entre los que también está Sófocles. En cuanto al costado, puesto que era lo único que tenía vulnerable, cuenta Píndaro que la parte del cuerpo que había cubierto la piel del león era invulnerable, mientras que la que no había sido cubierta permanecía vulnerable.