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Aportes de las teorías críticas y poscríticas del currículum

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Dejando de lado posturas idealistas e ingenuas acerca de principios plasmados como de “educación abierta y/o a distancia” en numerosos trabajos que relatan experiencias supuestamente innovadoras, creemos no obstante que ciertos proyectos de educación a distancia en el nivel superior permiten transformar el currículum de acuerdo con algunos de los planteamientos que formulan los teóricos críticos. La lucha de significados, valores, conocimientos e ideologías que se produce en el propio seno del currículum educativo entre los diversos sectores de la sociedad, constituye un eje central de los pensadores críticos y poscríticos que han estudiado esta temática. En este sentido, entre los importantes análisis que realiza B. Bernstein (1997) acerca de las distintas formas que adquieren las prácticas pedagógicas, recuperamos el concepto de “enmarcamiento” como un aporte relevante de la sociología crítica de la educación. Bernstein explica que existe enmarcamiento fuerte cuando los transmisores controlan la selección, organizan el ritmo y los criterios para la comunicación; y establecen la disposición de la localización física de la misma. Cuando, por el contrario, el adquirente tiene mayor control sobre estos aspectos y puede regularlos en alguna medida, se considera que el enmarcamiento es débil. La educación a distancia surge como una modalidad que deja de lado el rígido enmarcamiento de los sistemas presenciales, los cuales pautan los tiempos, ritmos y lugares en los que deben desarrollarse los procesos de enseñanza y de aprendizaje. Poco y nada es lo que queda fuera de esta administración marcadamente burocrática en la educación convencional, y las consecuencias de ello son que muchos adultos no pueden ingresar a la misma, o deben optar por dejar otras ocupaciones de lado para poder seguir una carrera universitaria. Las instituciones de nivel superior que han implementado propuestas de educación a distancia o virtuales, en cambio, poseen un enmarcamiento más débil en lo que se refiere a la organización de los factores témporo-espaciales, y esto coadyuva ampliamente a que las personas puedan cumplimentar los estudios ejerciendo un mayor control sobre sus actividades y regulando sus propios ritmos de aprendizaje.

Los análisis efectuados acerca de la problemática del género en la educación, han demostrado que en muchos países el acceso a los niveles superiores de estudio no es igual para hombres y mujeres. Aun en las regiones en las cuales esta desigualdad pareciera no existir, los estereotipos del género se encuentran muy extendidos, considerándose que determinadas disciplinas y profesiones son propiamente femeninas, y otras masculinas. A partir de los desarrollos que la “pedagogía feminista” realizó en relación a la enseñanza universitaria, se comienza a plantear la necesidad de contar con un currículum más inclusivo, incorporando contenidos y metodologías didácticas que dieran cuenta de los valores feministas; y reemplazando las prácticas educativas tradicionales –representativas de intereses patriarcales y masculinos– en prácticas de carácter crítico en las que se genere un trabajo colectivo y solidario. Coincidimos con T. Tadeu da Silva (2001) en que no puede decirse que el currículum oficial se haya modificado mínimamente desde los importantes insights de la pedagogía feminista y de los estudios del género. No obstante entendemos que, a diferencia de lo que sucedía hasta mediados del siglo XX cuando la educación superior era totalmente formalista en relación a los métodos de instrucción, las actuales propuestas de educación a distancia y de tecnología educativa posibilitan que un gran número de mujeres puedan acceder a la formación universitaria. Si bien la sociedad no ha modificado estructuralmente los estereotipos que hacen que vivamos en un mundo pensado por los hombres, creemos que una organización flexible del currículum que respete las condiciones reales de existencia de las mujeres, constituye una puerta importante para comenzar a desandar caminos históricos de marginación.

En 1994, Ignacio Ramonet acuñaba en el periódico Le Monde Diplomatique la noción de “pensamiento único”, para referirse a la traducción –en términos ideológicos pretendidamente universales– de los intereses de cierto conjunto de fuerzas económicas, en especial los del capital internacional. En este discurso la razón económica predomina sobre la política, y su lugar es de supremacía total. Los conceptos de democracia y de mercado se utilizan en forma doctrinaria. El primero sirve para caracterizar generalizadamente a diversos regímenes políticos que existen en el mundo, aunque entre muchos de ellos haya diferencias sustanciales. El segundo, ha sido una idea abstracta plasmada como panacea para lograr amplios beneficios al conjunto de la sociedad, justificándose su desigualdad a partir de una definición artificiosa de eficacia. Dentro de este escenario de incertidumbres y paradojas, nos preguntamos cuál es el papel que le cabe a la educación a distancia en el ámbito de las instituciones públicas. Las actuales tendencias globalizadoras presuponen opciones estandarizadas entre los consumidores a partir de la influencia de las nuevas tecnologías, y contribuyen a conformar redes planetarias impulsadas por grandes grupos que operan a nivel mundial. En este contexto, el riesgo de instaurar una “brecha digital” es, posiblemente, el peligro más acuciante que actualmente amenaza la extensión igualitaria y solidaria de la sociedad de la información (Ortega Carrillo, 2004). Ante el desdibujamiento de los compromisos del Estado como garante de derechos para el logro del bienestar común, han surgido en los países desarrollados innumerables organizaciones no gubernamentales destinadas a amalgamar las posibilidades que ofrecen los diversas medios de comunicación –desde el video hasta la informática–, con el fin de responder a las cambiantes demandas de actores sociales dispersos. De este modo, estos selectos consumidores han aprendido a reflexionar acerca de un “tercer espacio” que se sitúa “entre las lógicas intermercantiles y las lógicas interestatales, mediando entre el pragmatismo del mercado y la Realpolitik de los príncipes”. La irrupción de las leyes del mercado en todas las manifestaciones de la sociedad, origina tensiones permanentes entre una globalización homogeneizadora que impone determinados productos de consumo a nivel mundial; y una localización que emerge como fuerza centrípeta para resguardar identidades en espacios de decisión que se conciben como propios. En el campo de la cultura y la educación, existe una fuerte tendencia privatizadora en busca de “segmentos transnacionales”, es decir, de grupos de individuos que puedan compartir las mismas condiciones de vida, gustos y valores, más allá de las fronteras nacionales. Se puede afirmar que en estos contextos, la educación superior a distancia aparece como una forma de estudio legitimada que permitiría comercializar productos educativos utilizando las potencialidades de las TIC. Si bien estos mercados del conocimiento posibilitan a muchos el acceso a una formación sistemática en diversas áreas disciplinarias, creemos que estas opciones de consumo cultural pagas no deben ser las únicas. La responsabilidad del Estado de asegurar el acceso a estos formatos educativos no debe estar ausente, pues de otra manera se generarían circuitos fuertemente diferenciados.

Anteriormente describíamos algunas características históricas de la educación universitaria a distancia que le dieron origen a importantes principios fundacionales de la modalidad. Entendemos que el espectacular desarrollo que han adquirido las propuestas de educación/aprendizaje/enseñanza de carácter abierto/virtual/a distancia a través de los recursos telemáticos, instauran una nueva utopía: la de mantener vigente el principio de educar a todos, para que el conocimiento y sus formas avanzadas de transmisión le sean accesibles a cualquier persona sin importar su lugar de nacimiento, residencia, edad, raza, género o condición socioeconómica, porque como afirma Armand Mattelart (1998): “Se quiera o no, la era de la sociedad de la información es también la de la colaboración de los cerebros”.

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