Читать книгу Según pasan los años. La vejez como un momento de la vida - Susana E. Sommer - Страница 10

1. Introducción

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“Envejecer no es nada; lo terrible es seguir sintiéndose joven”

Oscar Wilde

Algunos calculan que en el año 2050, un quinto de la población tendrá más de 65 años. ¿Qué significa esa cantidad de personas mayores? ¿Qué simboliza el paso del tiempo? Es el envejecer, ¿una época de decadencia o de integración? ¿Con las dietas apropiadas y el correspondiente ejercicio, retardaremos el proceso? ¿La respuesta estará en la genética?

A veces adoptamos la actitud de ignorar el envejecimiento, como una suerte de cábala, para pensar que no va a ocurrir. Pero, fundamentalmente, porque nos resistimos a pensar en la pérdida de integridad corporal, en la disminución de nuestra lucidez mental, en el menoscabo de la propia independencia. Por lo general, esta perspectiva nos aterroriza. Si no nos podemos valer solos, ¿reconoceremos ese momento? ¿Qué haremos?

En Tiempos Azules1, un buen libro en el que Joan Didion habla de la vida y muerte de su hija, la autora también aborda la sempiterna cuestión del paso del tiempo y de cómo “vivió toda su vida sin creerse en serio que iba a envejecer”. “Hasta hace muy poco, –nos cuenta Didion–, no se me había ocurrido que tener setenta y cinco años se pudiera presentar como una situación significativamente alterada”. Curiosa forma de expresar el envejecimiento, una circunstancia que parece sorprender tanto como la adolescencia, lo hiciera en su momento, pero con características muy propias.

Este libro es producto de la necesidad de reflexionar sobre algunas cuestiones, a saber: ¿cómo deseamos pasar nuestros últimos años?, ¿qué podemos y debemos hacer ahora para que nuestra aspiración se cumpla?

Por lo general, hay un momento en el que empezamos a pensar en los años que pasan, y coincide cuando el almanaque nos anuncia una cierta edad. Es muy simple comprobarlo: vean quiénes conversan sobre el tema. Nos miramos en el espejo, y a veces, no nos reconocemos, ¿será porque vemos menos?, ¿porque estamos cambiados?, ¿porque el sueño de la eterna juventud nos lleva a rechazar nuestra nueva imagen?

Además de darle importancia a los aspectos más privados e íntimos de nuestro proceso de envejecimiento, pensemos en datos objetivos y comprobables sobre el tema. Las preguntas que surgen son varias. ¿Cuántos años vamos a vivir? ¿Viven los mismos años hombres y mujeres? ¿La edad de la muerte es independiente del lugar donde vivimos? ¿Viven igual número de años un maestro que un plomero? ¿La gente muere antes en Buenos Aires, en Alaska, en la China, etc.? ¿Cuáles son los cambios biológicos que se producen en el organismo en el proceso de envejecimiento que culmina con la muerte? Afortunadamente existen algunas estadísticas confiables sobre estas cuestiones. Veamos algunos datos.

El valor promedio del número de años que vive una población se denomina longevidad o esperanza de vida. Este valor, todos lo sabemos, ha ido variando a lo largo de la historia. A modo de ejemplo, tanto en la Grecia Clásica como en la Antigua Roma, la esperanza de vida era de 28 años. A principios del siglo XIX es de 30 a 40 años y llega a ser de 50 a 65 en el comienzo del siglo XX. Estos cambios se deben a las mejoras en los sistemas de agua potable, cloacas, cuidado de la salud y educación, mucho más que al progreso de la medicina, con lo cual sabemos que los promedios de longevidad en los países pobres y ricos, son muy distintos.

Podemos suponer que la mayoría de nuestros contemporáneos vivirán más años que sus padres o abuelos. Y es un desafío para cada uno de nosotros indagar cómo viviremos esa etapa, no sólo como individuos sino como sociedad. Este desafío ha sido uno de los motores impulsores del libro.

Según pasan los años. La vejez como un momento de la vida

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