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PREFACIO

Durante los varios años de preparación de este libro, he contraído algunas deudas de gratitud. En primer lugar, he disfrutado de las invitaciones y de la hospitalidad de tres instituciones y de sus miembros. Empecé a trabajar en el libro en 1975-1976 como colaboradora del Center for Advanced Study in the Behavioral Sciences de Stanford. Pude proseguir la investigación sobre el terreno en 1979, durante mi estancia de seis meses como becaria en el Netherlands Institute for Advanced Study, en Wassenaar, con la ayuda del Humanities Research Commitee de la Universidad de California, Berkerley, y una beca del American Council of Learned Societies. Por último, realicé la mayor parte de la redacción en 1979-1980, siendo colaboradora del Institute for Advanced Study en Princeton, donde Clifford Geertz dio cabida a los estudios de arte en la School of Social Science. Cada una de estas instituciones me brindó el estímulo de nuevos colegas de distintas especialidades y también el placer (no exento de cierto dolor) de poder hacer el propio trabajo, día tras día, sin interrupciones. Por último, y con menos formalidades, el Warburg Institute de la Universidad de Londres me ha dado en su docta casa un hogar cuando estaba lejos del mío.

Tan importante como esas temporadas de retiro ha sido el tiempo que he pasado enseñando en Berkeley. Las preguntas, las discusiones y los trabajos realizados por los estudiantes en mis seminarios me impulsaron a clarificar y desarrollar los míos propios. Su afán de tomarse en serio el estudio del arte y de su historia me ayudó a convencerme de que la empresa merecía la pena. A cada uno en particular daré las gracias por su particular ayuda. Aquí quiero simplemente dejar constancia de lo esenciales que han sido para la realización de este libro tanto el ejercicio de la enseñanza como los estudiantes a quienes ha ido dirigida.

En el curso de su redacción me ayudaron más personas de las que es posible citar. Estoy sumamente agradecida a Carol Armstrong, Celeste Brusati, Bob Haak, Anita Joplin, Susan Donahue Kuretsky, Walter Melion, Michael Montias, Johan Snapper, Pieter van Thiel, Eric-Jan Sluijter, Nicolette Sluijter, James Welu, Arthur Wheelock, Jr., y M. L. Wurfbain por los datos o materiales concretos que me han brindado. Al aventurarme en terrenos muy alejados del mío particular, he tenido la suerte de encontrar a muchos estudiosos dispuestos a contestar preguntas o hacer las correcciones necesarias para quien era una neófita bastante inexperta en sus respectivas especialidades. Deseo dar las gracias en particular a Bruce Eastwood, Roger Hahn, Gerald Holton y Helen Wallis. La invitación de David Woodward para participar en las Kenneth Nebenzahl Jr. Lectures sobre arte y cartografía en la Newberry Library, en 1980, me proporcionó la oportunidad ideal para trabajar mis ideas sobre los mapas. Entre los amigos que se han mostrado disponibles en tantas ocasiones con su buena conversación y su buena pluma, quiero mencionar especialmente a Paul Alpers, Michael Baxandall, James Cahill, T. J. Clark, Natalie Zemon Davis, Michael Fried, Stephen Greenblatt, Rosalind Krauss, Edward Said y Edward Snow. Tuve la fortuna de iniciarme en el estudio del arte holandés con Seymour Slive, Egbert Haverkamp-Begemann y el desaparecido Horst Gerson. En un sentido más amplio, siempre me sentiré discípula de E. H. Gombrich. Desde la primera vez que estudié con él, años atrás en Harvard, su obra ha sido el ejemplo y su apoyo, un estímulo para la mía.

Por último, conviene hacer una observación de tipo práctico. Para aludir a las Siete Provincias Unidas que componían la República holandesa, es normal, aunque inexacto, utilizar el nombre de Holanda, la más rica de ellas. Para mayor facilidad en las referencias, he respetado este uso. A menos que se indique lo contrario, pues, el nombre de Holanda designa no solo dicha provincia, sino la República holandesa en su conjunto.

Svetlana Alpers

El arte de describir

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