Читать книгу Huésped del aire - Theodoro Elssaca - Страница 17
ОглавлениеAlgunas noches he creído escuchar la satánica risa de Mefistófeles, a punto de robar el alma al deprimido doctor Fausto, el científico que buscó el conocimiento absoluto y al no alcanzarlo se encontraba sin anhelos. El que posee algo de la sangre de uno, lo posee por completo, apunta Goethe, en su tragedia medieval que me produce reverberos en estos días del plasma, los bancos de sangre y transfusiones. Tragedia que hasta la muerte lloraría. Mejor será entrar en el alambique del elixir de la juventud, cuando la pandemia invite al ruedo del aquelarre al viejo fantasma de la miseria que asolará al mundo.
Conversaré con las esfinges egipcias sobre la dimensión de los duros efectos sociales, sanitarios, de vivienda y económicos de la pandemia. Pediré a Thales de Mileto mesura y prudencia, con la dignidad en alto que merece la población más vulnerable. Invocaré a Galatea, la deidad epónima de los gálatas —pujanza tallada por Pigmalión de Chipre en un hueso que luego cobró vida—, para que controle la encolerizada catástrofe mortal que infringe toda ley conocida por la ciencia. Enemiga invisible y torturadora inclemente que desafía toda lógica, hasta el límite inconcebible de prohibirnos la mano, la caricia, el abrazo fraterno y el beso. Respiración ponzoñosa que matando fluye por el aire y queda suspendida, hasta anidarse en los pulmones de la tierra.
Que venga Acis desde las metamorfosis y resucite a Ovidio, para que nos explique el último adiós de nuestros seres queridos por videollamada. Ellos se nos adelantaron al último viaje. Se contagiaron sin saberlo, introduciendo por el aire al maligno huésped en sus cuerpos. Desde el principio del tiempo ha operado la teoría del azar, de las insospechadas probabilidades que tuercen los destinos.
Caminos o pantanos inescrutables del mal agüero, zurcieron la trazabilidad activa y contagiante, hasta deglutir informaciones ambiguas, inconsistentes y tornadizas. La OMS con sus falsas maniobras, de tuertos en el país de los ciegos, influyó en la fragmentación de la materia. Engranajes que parecieran querer borrar el sol de nuestro paisaje. Instalaron a la muerte como anfitriona en este baile macabro, hasta la exhumación del dolor. Miseria que hoy se ha quitado la estropeada máscara y sale al escenario a protagonizar la circunstancia en su cruda desnudez. Las sombras se alojaron en Nuestro viaje al fin de la noche, nuestros días convulsionados, pandemia de odio salida del averno, que arremete como jauría de lobos con hambre.
Abiertas las heridas, son cicatrices depresivas sin plaquetas que coagulen los ciclos circadianos segregadores del cortisol.
¿Hay alguien a cargo de todo esto?
En mi interior rompe el creciente oleaje de sangre encabritada y mi animal huye buscando otras realidades.