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Cuarto fallo: no abordar los problemas con las personas

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«Si tuviera que señalar mi error garrafal —compartió Derek—, este sería no abordar los problemas con las personas. Me equivoqué en la etapa inicial, en la intermedia y en las consecuencias».

Aunque pensé que sabía a dónde él quería llegar, le pedí que me explicara en más detalles.

«No conseguí apoyo en la etapa inicial —respondió—. Sé quiénes son las personas que más influencia ejercen en la iglesia. Yo solo me abrí paso a empujones». Luego Derek me señaló dónde se quedó corto más adelante en el proceso.

«Tuve mi oportunidad cuando entré en el centro de adoración aquella mañana —comenzó—. Debido a que estaba tan enfocado en mí mismo, tuve aquella reacción visceral. Exclamé “¡¿Quién me movió el púlpito?!”. Debí tomarme un tiempo para admitir mis errores esa mañana y compartir con la congregación por qué había cambiado los púlpitos».

Me imaginé su conversación sobre las consecuencias. Él la confirmó. «Sí, realmente empeoré más las cosas en los días y semanas que siguieron —confesó—. Me estaban haciendo añicos en las redes sociales, por correo electrónico, en reuniones y por teléfono. Vaya, los miembros de la iglesia pueden ser realmente malos. Sin embargo, en lugar de liderar, entré en un retraimiento emocional».

Eso nos lleva al quinto fallo que Derek reconoció.

¿Quién me movió el púlpito?

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