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El conflicto impactante
ОглавлениеDerek se había sentido cada vez más incómodo con el púlpito que había usado durante los ocho años en la Iglesia del Redentor. Le había servido bien cuando él predicaba más formalmente, apoyado en un manuscrito. Sin embargo, ahora le gustaba acercarse más a los congregados. Percibía el púlpito como una enorme barrera de madera. No complementaba su nuevo estilo de predicación. En su mente, el púlpito exclamaba: «tradicional»; «formal»; «barrera».
Tomó una decisión. El púlpito tenía que irse.
El viernes de la semana siguiente, Derek les pidió a los dos custodios que sacaran el viejo y enorme púlpito. Lo reemplazó por un nuevo estilo de púlpito, un pequeño atril que apenas se notaba. Ahora —pensó—, el púlpito complementará mi estilo de predicación.
En retrospectiva, el pastor ahora se da cuenta de que debería haber esperado la explosión; y admite que entró al servicio de adoración ese domingo con un poco de ingenuidad. Debería haber notado la tensión entre algunos en la habitación, al igual que las conversaciones entre dientes que tuvieron lugar antes y después de los servicios.
«Estaba ciego y me tomó por sorpresa —confesó Derek—. No me di cuenta de los rumores y murmullos de aquel domingo por la mañana. Supongo que me había confiado demasiado en mi estilo de liderazgo».
Todo comenzó aquel domingo por la tarde.
Primero, hubo una serie de correos electrónicos. Todos eran negativos, aunque el tono variaba en intensidad. Un miembro de cinco años sugirió amablemente: «Usted debería habernos advertido un poco». En el otro extremo, un miembro de setenta y tantos años atacó directamente al pastor: «¡Lo que ha hecho es herético! Debería avergonzarse de sí mismo. Creo que necesitamos ejercer un voto de no confianza contra usted». El resto del correo electrónico incluía otras ochocientas palabras, pero ya usted comprende la esencia.
Las cosas andaban mal. Muy mal.
Derek perdió la cuenta de los correos electrónicos, las reuniones y las llamadas telefónicas aquella semana. Entre todas, no había una voz de apoyo. Dejó de abrir el Facebook después de ver varias publicaciones que arremetían contra él.
El pastor sabía que lo había arruinado todo. «Violé mis propios principios de liderazgo —expresó—. En las iglesias establecidas en las que serví, siempre he realizado los cambios de manera gradual. He tratado de no sorprender a la gente, y de obtener la mayor participación posible —hizo una pequeña pausa—. Supongo que tuve un período de locura temporal», concluyó, pero solo medio en broma.
Derek sabía lo que tenía que hacer. Supuso que era demasiado tarde para traer el viejo púlpito de vuelta. El daño ya estaba hecho, y él realmente quería acentuar su estilo más informal. Determinó que el próximo domingo ofrecería una disculpa formal a la congregación.
El pastor entró algo turbado en el centro de adoración el domingo siguiente. No se sorprendió de ver a la gente haciendo comentarios entre dientes. No le sorprendió sentir la tensión en la habitación. Y no se sorprendió al ver muchos ojos mirando en dirección al púlpito.
Sin embargo, sí se sorprendió por lo que vio cuando miró al lugar donde estaba el púlpito. Cuando siguió aquellas miradas hacia el podio, Derek soltó un grito ahogado. Para sorpresa suya, constató el motivo de los murmullos de ese domingo.
El viejo púlpito estaba de vuelta.
Muchos miembros sostienen que la siguiente respuesta realmente sucedió. De hecho, afirman que se escuchó tan alto que toda la congregación se detuvo en una conmoción silenciosa. Todos alegan haberla escuchado. De hecho, algunos de los miembros señalaron que la pregunta del pastor se parecía más a un lamento de agonía. «¿Quién me movió el púlpito?».