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CAPÍTULO 1

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¿Tiene uno de esos momentos en su vida cuando se dio cuenta de que no era tan divertido, apuesto, afable o inteligente como pensaba que era? Yo sí.

Era estudiante de primer año en una universidad, y lidiaba con dos emociones fuertes. Por un lado, me encantaba mi nueva etapa de independencia. Por otro lado, odiaba mi nueva etapa de independencia; y estas no son afirmaciones contradictorias.

Pensaba que era fantástico poder trazar mi propia agenda, ir donde quisiera y hacer lo que quisiera. Mamá y papá estaban alejados de mi vida diaria.

Pero extrañaba las relaciones, la seguridad y la comodidad del hogar. Estaba en un lugar nuevo intentando ser independiente, tratando de saber qué hacer a continuación, e intentando hacer nuevos amigos.

Fue en esa última categoría en la que tuve una llamada de atención: hacer nuevos amigos. Verá, yo pensaba que Mark y yo nos llevábamos bien. Parecía que ambos disfrutábamos de la compañía mutua. Nos reíamos el uno del otro, e incluso nos ayudábamos en las clases de nuestro primer año.

Por lo tanto, estaba bastante satisfecho cuando escuché a Mark hablando con sus padres por teléfono. Les contaba lo bien que yo le caía, que nos habíamos hecho buenos amigos enseguida, y que yo era un tipo fantástico.

Lo sé. No debería haber estado escuchando a escondidas. Pero me encantaba oír la persona tan fantástica que yo era.

Después dijo algo que no tenía sentido. Les dijo a sus padres dónde estaba mi casa. Pero no era mi casa. Ni siquiera era el mismo estado.

Entonces me di cuenta. Mark estaba hablando de otra persona que se llamaba igual que yo. El mejor amigo que él había hecho era Tom, no Thom. No se refería a mí al decir eso del tipo fantástico. No era yo la persona divertida. No era yo su nuevo mejor amigo.

Me quedé devastado.

Las llamadas de atención pueden apestar. La realidad puede ser dolorosa.

Muchas iglesias necesitan llamadas de atención. Lo sé. He trabajado con cientos de ellas in situ, y con miles por teléfono, correo electrónico y videoconferencias. Muchos líderes y miembros de iglesias piensan que sus iglesias son más saludables de lo que realmente son. Muchos líderes y miembros piensan que sus iglesias tienen ministerios mejores de lo que realmente son. Y muchos líderes creen que sus iglesias son más amigables de lo que realmente son.

Antes de que siga leyendo, ¿podría hacerle algunas preguntas? ¿Está usted dispuesto a dejar a un lado sus ideas preconcebidas sobre su iglesia? ¿Está dispuesto a mirar su iglesia con más sinceridad y más claridad? ¿Está dispuesto a hacer lo que sea necesario para ser una iglesia acogedora y centrada en el evangelio?

Si no es así, por favor cierre este libro y haga otra cosa. No malgaste su tiempo aquí. Este libro es para los que están dispuestos a “mirarse en el espejo”. Este libro es para quienes están dispuestos a hacer frente a la realidad. Este libro es para quienes están cansados de la misma vida eclesial aburrida y coja representada por demasiadas congregaciones.

La Biblia tiene muchos versículos sobre la hospitalidad. Por ejemplo, Pablo escribió a la iglesia en Roma y a Timoteo y Tito sobre este asunto. A la iglesia en Roma, simplemente le dijo: “… practicando la hospitalidad” (Romanos 12:13). Y Pablo le dijo a Timoteo que los líderes de la iglesia deben ser hospitalarios: “Pero es necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar; no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino amable, apacible, no avaro” (1 Timoteo 3:2-3, énfasis añadido).

Y Pablo escribió palabras muy similares en Tito 1:7-8: “Porque es necesario que el obispo sea irreprensible, como administrador de Dios; no soberbio, no iracundo, no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino hospedador, amante de lo bueno, sobrio, justo, santo, dueño de sí mismo” (énfasis añadido).

Este libro es para esos miembros de iglesias que realmente quieren ver a sus iglesias marcar una diferencia.

Sea una iglesia acogedora

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