Читать книгу Excursión al hombre violento - Timoteo Marquez - Страница 5
ОглавлениеINTRODUCCIÓN
La violencia es una manera de actuar de muchas personas, quienes se apartaron del camino de la tolerancia, el respeto, la justicia, la honestidad, la verdad, además de muchos otros valores, o sea, salieron de la senda que siguen la gran mayoría de los seres humanos. Ingresar al mundo de los hombres violentos es una tarea harto complicada; considerando que hay dos tipos de violencia: los que desarrollan el maltrato de manera visible, como es el atropello de tipo físico, ya sea psicológico, ya sea oral, económico o de muchas otras formas. Otra es la violencia que se ejecuta a través de un maltrato invisible; esta es más difícil de detectar, aunque es la causante de los mayores daños en la sociedad, dado que las herramientas que se utilizan, en infinidad de casos, están bajo protección de leyes, o sea, muchas de este modelo de violencia son legales. Otras formas de este tipo son las que se aplican a través del poder, por ejemplo, quien es poseedor de bienes materiales y económicos condiciona a otros según su conveniencia y criterio.
En este trabajo, la referencia será particularmente la que desarrollan los hombres, quienes se apartaron y buscaron una forma diferente de resolver sus conflictos. De esa manera han logrado transformarse en hombres violentos; son ellos los que recorren el mundo esparciendo sufrimientos a mujeres, hombres, ancianos y niños, no permitiendo cubrir las necesidades esenciales que cada ser humano requiere para llevar una vida digna; las consecuencias van produciendo daños que se traducen en dolor, dolor en el alma, dolor en el corazón, dolor en el estómago, dolor en el hecho de existir de la gente; producen grandes despojos; generan abismales riquezas; son generadores de gran cantidad de enfermedades; generadores de una multitud de gente discapacitada; una gran variedad de adictos a diferentes tipos de adicciones; malas costumbres e incontables y distintos tipos de muertes. Humillaciones, atropellos, tanto a personas grandes como a chicos, que la gente padece son el resultado de las arbitrariedades, malos tratos, malas decisiones que ejercen muchos hombres, ya sean esposos, parejas, políticos, profesionales, deportistas, jueces, trabajadores, en detrimento de su propia familia y que también se extiende fuera de ella. La violencia de quienes tienen la responsabilidad de producir las condiciones para que la gente pueda tener posibilidades de desarrollo y crecimiento; la producción de desigualdad tan amplia entre unos y otros que a la vista algunos viven y disfrutan de una gran riqueza y bienestar, mientras otros solo pueden acceder a una alimentación de subsistencia y a ninguna comodidad e incluso muchos solo pueden aceptar una vida de total carencia. Ante la violencia las víctimas quedan paralizadas; el asombro que el ataque causa, las condiciones en que son oprimidas, las dejan sin capacidad de reacción, no pueden entender que esa persona que los tiene que proteger, que tiene que ayudarlas a conseguir una mejor forma de vida, se convierte en un ser irracional, irreconocible. El terror, el temor, la angustia, la confusión se apodera de todo el grupo que es receptor de los malos tratos; no es posible comprender las decisiones que aplican tanto a sus propios seres queridos como a los de su propia comunidad.
La gran mayoría de estas situaciones de violencia ocurren dentro de ámbitos privados, dentro de empresas, comercios, oficinas públicas, en los hogares, etcétera, donde el atacante goza de una gran impunidad. Cuando una mujer va a realizar la denuncia a la comisaría, es muy difícil que se la tomen, no les resulta sencillo denunciar por las preguntas que les hacen, agregado a las pruebas que tiene que demostrar. Una vez escuché a una madre decir: “Para que la policía tome la denuncia, hay que llegar con el cuchillo colgando”. En mi infancia, alrededor de los cinco o seis años, veo a un hombre que en la orilla del río (cerca de San Juancito), en la provincia de Jujuy, afilaba un puñal en unas piedras, me acerqué y le pregunté qué hacía y me respondió que estaba afilando su puñal; y para qué fue la siguiente pregunta, la respuesta fue paralizante: “¡Esta noche voy a matar a una persona!”. Quedé duro, no podía reaccionar, me fui caminando despacio por el campo casi temblando y sin mirar hacia atrás. Al otro día, con mucho temor pasé nuevamente por el lugar y había algunas personas reunidas, me acerqué con mucha cautela y vi que ese mismo hombre estaba muerto. Había fallecido apuñalado durante la noche. El recuerdo de esta espantosa situación quedó grabado en mi memoria y creo que nunca se va a borrar.
La violencia ocupa todos los espacios y tiempo por donde el hombre transite y en su largo caminar adquiere infinitas formas de mostrarse, desde lo psicológico, lo económico, lo físico, y muchas otras formas, que se producen en todos los niveles sociales. Cuando la violencia se desarrolla en la clase más alta de la sociedad, lo que comúnmente se denominan “sectores pudientes y de una formación intelectual más amplia”, las consecuencias y con ello los sufrimientos, y la cantidad de víctimas son aún mayores. Pero a la vez son las que menos se tienen en cuenta como actos violentos porque el poder los hace invisibles; quien acumuló una gran fortuna siempre tiene más posibilidades de ganar o de salir ileso, porque sus decisiones se tratan como falta de inversiones, falta de acuerdos en el parlamento, falta de leyes, políticas no acordes con las ideologías, necesidad de reducir personal, etcétera.
Este trabajo es un intento de explicar cómo se genera la violencia desde el entramado familiar en las distintas clases de la escala social y a partir de ahí cómo el sufrimiento se hace carne en la gente, que una vez naturalizado, inicia una nueva etapa de crecimiento exponencial de nuevos hombres violentos; donde no hay un límite para la crueldad y las formas precarias para vivir; todo se transforma en un caos social. Cada día se multiplican más el despojo y la escasez de recursos para algunos. Quien más sufre el atropello de los violentos es la gente que menos posibilidades tiene de conseguir formas dignas para vivir: los niños, las mujeres y los ancianos.
Lo que aquí expresé coincide con innumerables trabajos de muchos profesionales que investigaron, y además generaron un importante caudal de teorías y conocimientos; solo intentaré utilizar algunos de esos aprendizajes para contar las experiencias a través de mi largo recorrido por la vida; observando desde mi propia infancia el accionar de los hombres violentos; el hecho de haber padecido las palizas de un padrastro muy violento, haber sufrido los castigos de un hermano mayor, haber visto en muchas oportunidades los golpes hacia mi propia madre, también haber andado y trabajado durante muchos años entre personas violentas; vivir la actual realidad de una violencia inexplicable, que no tiene límites; el desenvolvimiento de muchos hombres violentos en la calle; las consecuencias de estas violencias en las familias; tanto de las víctimas como de los victimarios; haber visto el actuar de los violentos en la escala social más alta; en los lugares de trabajo; en centros de salud; en oficinas públicas; en campos deportivos. Es decir, quien aplica sus métodos violentos lo hace en todos los lugares por donde el hombre se desplace, es muy difícil encontrar un espacio en donde no haya producido algún daño o no se encuentre a un hombre violento.
Para intentar minimizar estas situaciones de violencia, creo necesario convertir el corazón del hombre, para ello es fundamental una nueva reeducación que los vuelva a transformar en ellos mismos y que abandonen el camino de alienación que les fue inscripto en su crecimiento desde el mismo momento de su gestación y, por ende, de su nacimiento.
También considero necesario realizar una propuesta para aliviar la tremenda carga que una gran parte de la sociedad padece, como resultado de las decisiones tomadas a través de muchos años de impunidad, por hombres pertenecientes a las más altas esferas de la escala social. Son muchos los padecimientos de las víctimas, son muchas las muertes, son muchos sus hijos que quedaron en el olvido, son muchas las familias sin historia. Hay una gran cantidad de hombres violentos que han amasado fortunas. Uno de ellos me comentó una vez: “Mi padre me dejó de herencia treinta propiedades, hoy tengo ciento cincuenta”. Lo expresaba con un gran orgullo y satisfacción.