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E2: ¿Y SI LA TECNOLOGÍA LE GANA A LA MUERTE? BLACK MIRROR Y LA VIDA ETERNA
ОглавлениеPocas veces una serie de televisión consigue transmitir tan bien el espíritu de su época que se vuelve una manera de entender el presente que se está viviendo, pero es lo que sucede con Black mirror, la creación del inglés Charlie Brooker, quien le imprimió su espíritu crítico e incisivo a una serie de historias independientes que tienen como común denominador la tecnología en su vínculo con las personas. El título de la serie hace referencia a las pantallas de los celulares que, cuando se apagan, nos devuelven nuestra propia imagen en negro.
El diario The Guardian, donde trabajó Brooker como columnista antes de dedicarse a la ficción, definió Black mirror como la exploración de la resaca que genera una borrachera o el consumo de drogas… aunque nunca trata de estupefacientes. Tuve la oportunidad de charlar con él en una entrevista que le realicé en California y cuando le mencioné esa definición me dijo: “Nos hemos vuelto adictos a la tecnología. Eso no es ningún secreto hoy. Pero cuando empecé con estas historias, hace casi diez años, aún no existía esa certeza. Hoy, en cambio, recibo todo el tiempo comentarios o links de noticias que me aseguran que son ‘muy Black mirror’… ¡Soy el maldito creador de la serie y muchas veces ni yo sé decir qué es Black mirror, pero cualquiera que tiene mi teléfono me escribe para contarme que tal o cual cosa es ‘muy Black mirror’!’”.
Entre la veintena de episodios de Black mirror, incluyendo una película interactiva, se destaca “San Junípero”, considerado el más popular de la serie. Estrenado en Netflix en 2016, el capítulo comienza con el encuentro de Kelly y Yorkie en Tucker’s, un bar de la ciudad californiana de San Junípero en 1987. Las jóvenes parecen muy diferentes y tener poco en común pero pronto se sienten atraídas y se enamoran aunque el vínculo no será fácil. Sin embargo, como suele suceder en Black mirror, las cosas nunca son como parecen en un comienzo: San Junípero no es una ciudad real, o al menos no lo es como solemos pensar que son las ciudades reales, sino un entorno simulado por computadoras en el que pacientes terminales, adultos mayores y hasta personas fallecidas pueden revivir la etapa de su vida que deseen, eligiendo no solo ser más saludables y jóvenes sino también interactuando con otras personas y animándose a hacer aquellas cosas que en el pasado no pudieron. En el caso de Kelly y Yorkie, una tiene un cáncer terminal y otra tiene síntomas compatibles con el mal de Alzheimer. Sus médicos les dieron la oportunidad de visitar San Junípero cinco horas a la semana, ya que más exposición está contraindicada, y fue así como se conocieron y enamoraron. Nunca se habían visto por fuera de esta simulación y en el mundo analógico ni siquiera están cerca geográficamente. San Junípero es una suerte de terapia inmersiva en la que se invita a las personas a que puedan disfrutar mejor sus últimos días y se mantengan estimulados. Antes de morir, las personas pueden elegir que sus conciencias sean cargadas a la programación de la plataforma y dejar de vivir en este mundo para seguir sus vidas como parte de esta realidad simulada.
En muchos sentidos “San Junípero” parece salirse del tono distópico que Brooker les imprime a sus historias. Mientras que en episodios como “White Christmas” o “Be Right Back” también explora la posibilidad de crear versiones virtuales o duplicadas de seres humanos reales, aquí el foco parece estar puesto en cómo la tecnología puede crear una vida mejor (incluso en el episodio “Black Museum” se relata cómo se crea ese programa), pero, como veremos más adelante, es debatible si tiene o no el final feliz que muchas personas sentimos la primera vez que vimos el episodio. Su invitación, en realidad, es a imaginar que la tecnología no solo nos permitirá vivir eternamente jóvenes, más allá de la decadencia de nuestros cuerpos biológicos, sino que nos habilitará a cumplir aquellas metas que tal vez no pudimos en nuestra existencia física. Se trata de una promesa tentadora y que muchas veces fue imaginada por la filosofía pero que presenta muchas aristas para pensar.
La primera reflexión que despierta San Junípero es por qué nos atraen tanto las historias que nos prometen ganarle a la muerte, ¿por qué le tenemos tanto miedo a morir? Nadie negaría que, incluso si tenemos fe y creemos que existen otros planos de existencia además de este, el fin de la vida nos genera incomodidad y preferimos no hablar de eso o incluso directamente le damos la espalda, como si eso bastara para que nuestras incógnitas desaparecieran. Sin embargo, y muy por el contrario, nuestra propia muerte es de las pocas certezas que tenemos: más tarde o más temprano, nos vamos a morir.
Epicuro, un filósofo que nació en el año 342 a. C. y que fundó una escuela que hoy conocemos como epicureísmo, pensó y escribió mucho sobre la vida y la muerte. Lamentablemente sus escritos se perdieron, pero contamos con algunas cartas y el testimonio de sus discípulos que nos permiten saber que para él la misión de la filosofía era la búsqueda de la felicidad, evitando el dolor en el cuerpo y la turbación del alma. En los términos de Epicuro la felicidad es la ausencia de dolor y la búsqueda de placer, aunque poco tiene que ver con el placer que nos da una rica comida, un delicioso vino o un tórrido romance. Para este griego las heridas del cuerpo y del alma se curaban llevando una vida austera y sencilla rodeada de amigos y guiada por la razón.
Uno de los motivos del dolor era el miedo a la muerte, que él reconocía que estaba presente en todas las personas. Sin embargo, sostenía que se trataba de un sentimiento totalmente irracional, ya que la muerte es el cese de todo estímulo y que, por lo tanto, no debería traernos ansiedad ni temor por el dolor, ya que será la ausencia total de sensaciones. “Acostúmbrate a pensar que la muerte no es nada para nosotros. Porque todo bien y todo mal residen en la sensación, y la muerte es privación del sentir. Por lo tanto, en el recto conocimiento de que nada es para nosotros la muerte hace dichosa la condición mortal de nuestra vida; no porque le añada una duración ilimitada, sino porque elimina el ansia de inmortalidad. Nada hay, pues, temible en el vivir para quien ha comprendido rectamente que nada temible hay en el no vivir”, escribió.
No debemos temer a la muerte porque estaríamos siendo irracionales: no solo la muerte es inevitable, y por lo tanto no tiene sentido temer por algo que sabemos que inexorablemente pasará, sino que no hay nada doloroso en ella, ya que es el cese de toda sensación. Temer a la muerte nos aleja del placer y nos vuelve infelices. Abrazarla, en cambio, es la manera de liberarnos de ese sufrimiento que nosotros mismos nos estamos infringiendo. La única manera de ser feliz es rechazar el dolor pero solo experimentamos dolor al existir y, como cuando estamos muertos no existimos, no hay dolor en la muerte. No debemos, entonces, temer ni ponernos ansiosos, son estas actitudes irracionales que tenemos en vida las que nos alejan del placer.
La realidad que nos propone “San Junípero” parece ser de total placer y alejada del dolor: si esta plataforma tecnológica existiese y estuviese disponible a todos, ¿por qué debería yo temer a la muerte estando vivo si sé que puedo continuar mis días en una realidad simulada en la que no solo no hay final, sino que puedo habitarla en un cuerpo sano y joven que no se degrada? Muchos encuentran un problema en el razonamiento de Epicuro: podemos no temerle a nuestra propia muerte pero sí nos puede generar muchísima tristeza, y de hecho lo hace, cuando mueren personas queridas a nuestro alrededor. Pero en este sentido San Junípero también parece ser una opción superadora: puedo pasar el resto de la eternidad en un ambiente con personas a las que quise e incluso, como a Kelly y Yorkie, enamorarme de alguien que conozco allí. Pero ¿esto es suficiente para querer subir mi conciencia a este programa?
Mucho antes de Black mirror, un filósofo pensó un escenario similar. En 1974 Robert Nozick, un estudioso estadounidense que realizó importantes contribuciones a la filosofía política y la teoría de la decisión, publicó un libro llamado Anarquía, Estado y utopía en el que presentó un experimento mental llamado La Máquina de Experiencias. Se trata de un dispositivo creado por un grupo de talentosos neuropsicológicos que consiste en un tanque cerrado que se llena con un líquido especial. Las personas que decidan utilizarlo deben sumergirse en él y aceptar que se le conecten a su cerebro una suerte de cascos con electrodos. Con los ojos tapados por el casco y privados de sus sentidos mientras flotan en el tanque, las personas reciben estímulos específicos que les hacen sentir que están leyendo un libro interesantísimo, hablando con amigos o incluso escribiendo una gran novela. Los programas disponibles en la máquina son innumerables y permiten replicar cualquier experiencia. La pregunta que hace el filósofo en esa obra es: “¿Te conectarías a esta máquina de por vida, preprogramando tus experiencias de vida? Mientras estés en el tanque no sabrás que estás allí y pensarás que todo lo que estás experimentando sucede en realidad, ¿te enchufarías?”.
Para Nozick, lo esperable es que las personas rechacen una vida así. En su visión, si pudiéramos elegir entre nuestra realidad cotidiana y una simulación de una realidad, preferiríamos lo primero sin dudar. Su libro es un argumento en contra de lo que se conoce como hedonismo ético, ya que él cree que las experiencias dolorosas reales son mejores que las experiencias placenteras falsas. Puedo soñar con ser el capitán de una nave espacial como en el capítulo de Black mirror “USS Callister”, pero nadie elegiría vivir en esa simulación para siempre porque no se conecta con la realidad sino con una matriz de algoritmos o, en el caso del experimento mental de Anarquía, Estado y utopía, electrodos. Su intuición es que los seres humanos no solo queremos sentir la experiencia de las cosas, queremos hacerlas. Él cree que el hedonismo se equivoca al poner el acento en el placer como único bien. Hay otras cosas valiosas, como vivir realmente la vida y sus experiencias, no solo sentirlas pero… ¿es así?
No todos comparten las ideas de Nozick y es posible que estés leyendo esto deseoso de que La Máquina de Experiencias exista para poder conectarte y olvidarte de que mañana tenés que levantarte temprano para ir a trabajar o de que la semana que viene tenés un examen. Pero, incluso si compartís la intuición del autor, la plataforma de San Junípero y La Máquina de Experiencias tienen algunas diferencias. La principal es que en el dispositivo que imaginó Black mirror no hay engaño: Kelly y Yorkie saben perfectamente que están en una simulación y de hecho se buscan en la vida analógica y luego deciden vivir para siempre allí. Sí es cierto que, una vez que están en la simulación, se siente como si fuera real. Y, de hecho, es real. En la vida cotidiana solemos oponer “real” y “virtual”, pero en estos casos es una distinción algo confusa. Lo que sucede en San Junípero es real para las personas que lo están experimentando. Quizá no sea “analógico”, en el sentido de que es una experiencia que surge de la digitalidad de unas líneas de código, pero sin duda es algo real. Y en tanto las personas que ingresan a la simulación saben estas reglas, es diferente de lo que imaginó Nozick.
Y, por otro lado, en San Junípero yo puedo interactuar con otras personas, algo que no existe en La Máquina de Experiencias, que es esencialmente solipsista. En ese sentido, si puedo vincularme con otras subjetividades como yo que decidieron ser parte de esta simulación, ¿por qué un romance en este entorno sería distinto de un romance fuera de la plataforma? Si yo sé que la persona con la que estoy interactuando posiblemente tenga otra apariencia física en el mundo analógico, ¿eso modificaría si me siento atraído? Cuando uno ve por primera vez “San Junípero” y descubre la vida que están llevando Kelly y Yorkie fuera de la nostalgia de los años 80 es inevitable no sentirse impactados. El muy inteligente guion del episodio te va llevando hacia esa revelación y nadie puede evitar sorprenderse y, tal vez, hasta sentir pena. Pero desde la perspectiva de los personajes, no hay nada malo. Y, seamos sinceros, también nos ha sucedido a nosotros en más de una ocasión sin necesidad de grandes plataformas de realidad virtual. ¿Cuántas veces nos sentimos enganchados con alguien con quien chateamos largas horas y varios días para después descubrir que sus fotos de Instagram o en la app de citas estaban muy desactualizadas? O nos enamoramos perdidamente de alguien al que vimos una o dos veces en un bar o en unas vacaciones y del que imaginamos toda una vida pero que luego resultó no tener nada en común con nosotros. Enamorarnos de alguien que quizá no sea exactamente como lo percibimos es una posibilidad bastante usual.
Ahora bien, incluso si rechazamos lo que piensa Nozick y abrazamos la posibilidad de subir nuestra conciencia a San Junípero, aún nos queda otra pregunta muy compleja de responder… ¿Deberíamos hacerlo? ¿Es deseable? Y aquí no hay buenas ni malas respuestas. Supongo que todo dependerá de qué pensamos acerca de la muerte como fin total de nuestra vida. Si aceptamos con Epicuro que una vez que morimos cesa completamente nuestra existencia y no hay nada más… ¿por qué querríamos evitar ese cierre y extenderlo para siempre? ¿Tiene algún valor que seamos finitos?
No es una cuestión sencilla de responder. Si queremos evitar la muerte, deberíamos pensar por qué la queremos evitar, encontrándole una respuesta a la pregunta de Epicuro o descartándola por completo: simplemente no queremos morir. Pero las consecuencias de no darle un cierre a nuestra vida son profundas.
La inmortalidad resultó ser una idea tentadora a lo largo de los siglos. Las historias de seres que no mueren, ya sean dioses o vampiros, sedujeron a millones de personas con fe, lectores de libros y fanáticos de los cómics. Sin embargo, pronto suelen aparecer los contras de esta forma de vida, que pueden reducirse a un castigo terrible: el aburrimiento. Una vida sin fin puede ser también un aburrimiento sin fin. O, como también muchas veces se ha sospechado, que las cosas no tengan un cierre las vuelve menos atractivas. Los que añoran su adolescencia sin obligaciones ni deudas con la AFIP no estarían tan felices de despertarse cada día para ir al colegio y esas vacaciones en la playa que siempre recordamos tienen sentido porque tuvieron un comienzo y un final… Tal vez si viviéramos al lado del mar por miles de años le dejaríamos de encontrar sentido.
Sin límites en el tiempo para vivir quizá no tendríamos motivaciones para entablar vínculos significativos. Mi amor por alguien depende, en algún sentido, de la restricción que sé que tengo de pasar tiempo con esa persona: en algún punto no estaremos más juntos, por lo que debo vivir al máximo este momento. Las relaciones humanas y muchos de nuestros valores se fundamentan en nuestra mortalidad o ¿cuál sería el sentido de la valentía o el coraje si nadie está en riesgo? ¿Para qué jugarnos por los demás o por aquellas cosas en las que creemos si nadie jamás morirá? Vivimos con muchos límites y son estos mismos límites los que nos motivaron a creer en cosas como la verdad, el respeto por los demás y la libertad, por ejemplo. Estamos acostumbrados a religiones con dioses benévolos o que buscan nuestra felicidad, pero si nos asomamos a la mitología griega, descubriremos que en muchos casos la inmortalidad hace que esos dioses sean muy crueles.
Existen quienes creen, por otro lado, que el sentido de nuestra vida es dejar un legado. En algunas vidas ese legado es poderoso y resiste el paso del tiempo. En la mayoría de los casos, sin embargo, solo podemos apostar a atravesar la vida y dejar un lindo recuerdo para quienes nos conocieron. Pero, salvo rarísimas excepciones, todos seremos en algún momento olvidados. Las personas que nos conocieron y las personas que oyeron hablar de nosotros también morirán y con ellas todo rastro de nuestra vida. Puede sonar desalentador, pero también puede ser liberador: ¿cómo cargar con el peso de tantas vidas que han pasado por este planeta? Todos moriremos eventualmente y seremos olvidados, pero eso no significa que nuestras experiencias nunca ocurrieron ni que no pudimos conectar profundamente con los demás. Nuestra vida quizá no quede en ningún libro de historia, pero eso no significa que no tuvo sentido…
Después de haber pensado en todas estas cosas, vale la pena preguntarse, entonces, si “San Junípero” es un capítulo de Black mirror que tiene final feliz, tal como varios supusimos la primera vez que lo vimos. Ahora entendemos que la finitud de nuestra vida no es tan mala como sospechamos: nuestros límites le pueden dar sentido a nuestra vida. En San Junípero todo es seguro y dura para siempre, un escenario demasiado seguro y aburrido que ahora nos hace dudar si Kelly y Yorkie serán realmente felices allí.
Nada en Black mirror está librado al azar: el vestuario, la escenografía y la musicalización están en íntimo diálogo con lo que sucede en pantalla. Por eso no es casual que en los primeros minutos de “San Junípero” suene el hit ochentoso de Belinda Carlisle “Heaven Is a Place on Earth” (El Cielo es un lugar en la Tierra) y “Girlfriend in a Coma” (“Mi novia está en coma”) de los Smiths. Brooker está en todos los detalles y nos dice mucho si prestamos atención.